¿Y qué decir de Felipe González? He aquí un hombre que se ha transformado como quien cambia de chaqueta, sin que ello cause ya demasiada sorpresa. Lo que resulta inadmisible no es que hayas abandonado el socialismo —pues nadie está condenado a una fidelidad eterna—, sino que continúes presentándote bajo esas siglas.
No habría escándalo alguno en reconocer: “fui socialista, pero hoy me siento más próximo a la derecha que el propio Queipo de Llano; me encuentro cómodo entre esas gentes, me codeo con ellas y lo poco que en mí hubo de socialista, si es que alguna vez lo fui de veras, se ha desvanecido para siempre”. Nada habría que reprocharte en semejante confesión: no serías ni el primero ni el último en dar ese paso.
.
Lo verdaderamente dañino es que nosotros, los socialistas, debamos seguir cargando con tu nombre como si aún pertenecieras a nuestras filas. Esa impostura degrada a tus antiguos compañeros, y a ello no tienes derecho. Por esa sola razón deberías, con un mínimo de honestidad, renunciar públicamente a tu pasado socialista.
.
He escrito en más de una ocasión que nunca me impresionó tanto un discurso como aquel que pronunciaste ante los sindicalistas en el Ateneo de Cornella. Recuerdo que se me erizó la piel; mi admiración hacia tu persona no conocía límites. Sin embargo, del Felipe González de entonces al de hoy no queda ni rastro.
No te llamaré traidor, pues hacerlo implicaría admitir que alguna vez estuviste realmente de nuestro lado. Te llamaré, más bien, caballo de Troya: supiste aprovechar una coyuntura política para erigirte en lo que fuiste durante un tiempo, y hoy no eres sino lo que has elegido ser, un bufón al servicio de la derecha.
.
El Bellotero .
No hay comentarios:
Publicar un comentario