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miércoles, 26 de noviembre de 2025

 

¿Hubo parada intermedia de Mazón y Vilaplana entre El Ventorro y el parking?

¿Caminaron cuarenta minutos por la calle sin ser vistos? ¿Se detuvieron en algún lugar? La gran incógnita ya no está en el final, sino en el trayecto

Suren Gasparyan

26-11-25

ElPlural



La gran incógnita ya no está en el final, sino en el trayecto. Sabemos que Maribel Vilaplana pagó el parking a las 19.47 y que Carlos Mazón apareció en el Palau apenas ocho minutos después. Sabemos cuándo terminó el encuentro, pero no sabemos qué sucedió entre la sobremesa y la despedida. Y ese vacío de más de 40 minutos alimenta nuevas preguntas que no encuentran respuesta.

Una de las piezas ya encaja con nitidez: la comunicadora abonó el tique casi a las ocho de la tarde, un horario que —según los testigos presenciales que situaron al president en el Palau a las 19.55— hace verosímil el relato de que ambos se separaron justo antes de que Mazón emprendiera la marcha hacia su despacho. Allí, según ha reconocido, permaneció menos de diez minutos antes de dirigirse al Cecopi en l’Eliana, donde consta su llegada a las 20.28. Hasta ahí, la línea temporal es precisa, documentada, verificable.

Pero si el final del itinerario es claro, el tramo anterior sigue envuelto en sombra. Entre las 18.30 y las 18.45, cuando Vilaplana sitúa el final de la comida en El Ventorro, y las 19.47, cuando paga el parking, hay un margen temporal que no se sostiene solo con un paseo amable hasta el aparcamiento. ¿Se trató de una sobremesa prolongada al aire libre? ¿De una conversación privada lejos de miradas en un punto intermedio? ¿O hubo una parada no reconocida hasta ahora?

La propia Vilaplana, en su testimonio, señaló que ambos caminaron hablando de fútbol —y en concreto del Levante UD—, del que ella es consejera y portavoz. Aseguró haber permanecido después en el parking realizando gestiones en el ordenador y respondiendo mensajes por WhatsApp, motivo que justificaría su salida tardía. Sin embargo, ese detalle explica solo parte del lapso. Lo que sigue sin resolverse es el recorrido anterior al pago y, sobre todo, qué hizo Mazón durante esos mismos minutos.

Otro punto clave se abre paso: tanto Mazón como Vilaplana niegan haber entrado juntos al aparcamiento. Si ambos relatos son ciertos, el president habría puesto rumbo al Palau con tiempo suficiente para llegar antes de las 20.00, pero eso exigiría una separación sensiblemente anterior a las 19.47. La matemática no cuadra. La verosimilitud del relato se quiebra por simple sumatorio.

Por eso la pregunta más repetida estos días no es ya a qué hora se despidieron, sino dónde estuvieron durante ese margen de tiempo sin testigos conocidos ni registro documental. ¿Caminaron cuarenta minutos por la calle sin ser vistos? ¿Se detuvieron en algún lugar? ¿Volvió Mazón a casa, como sugieren fuentes que lo ubican allí esa tarde en plena emergencia por la dana?

Esta es mi versión, pero si no le convenzo tengo otras

Pero el vacío temporal no es la única sombra que planea sobre aquel 29 de octubre. La incertidumbre se alimenta también de otro elemento clave: los sucesivos cambios de versión del president, que lejos de aclarar lo sucedido han ido abriendo nuevas grietas en la credibilidad del relato oficial. Si algo permanece firme en todo este caso es que lo único estable ha sido la inestabilidad del discurso.

En un primer momento, Mazón situó el final de la comida horas antes, lo que le permitiría haber retomado la agenda institucional con normalidad. Sin embargo, semanas después, esa franja temporal se modificó: la salida del restaurante pasó a ubicarse entre las 18:30 y las 18:45. Ese simple desplazamiento de minutos —convertidos en más de una hora respecto a la versión inicial— fue suficiente para descolocar toda la secuencia posterior y cuestionar la imagen de diligencia institucional con la que el Consell había querido envolver su respuesta a la emergencia. Cada ajuste, cada matiz añadido, lejos de despejar sospechas, fortalecía la sensación de que el relato se reconstruía sobre la marcha.

El siguiente giro llegó con la confirmación del famoso tique del parking. Si Vilaplana pagó a las 19:47, era imposible sostener que la sobremesa había concluido mucho antes. El dato forzó una nueva rectificación y un nuevo encaje de piezas. A partir de ese momento, la versión oficial pasó a apuntar que, tras abandonar el restaurante, ambos caminaron juntos de manera distendida, compartiendo conversación futbolística y planes de palco. Una estampa amable, sugerente, casi costumbrista… pero que sigue sin explicar qué ocurrió en ese tramo muerto de 40 minutos que el reloj no perdona.

Desde entonces, más que avanzar hacia la claridad, las explicaciones se han ido deslizando hacia un terreno resbaladizo. Mazón ha sostenido que acudió al Palau con normalidad, pero la hora de llegada apenas deja margen entre la despedida y el despacho. También ha asegurado haber estado operativo para atender la DANA, pero el lapso temporal sin justificar continúa latente y visible. Cada nueva declaración parece diseñada para cuadrar la anterior, como quien recoloca una silla tambaleante para que no se note la pata rota.


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