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sábado, 20 de diciembre de 2025

 


Nando Worldcitizen

La corrupción no es solo una suma de cifras escandalosas, sino un síntoma profundo de deterioro democrático. El caso de la Trama Eólica en Castilla y León lo ilustra con crudeza: 75 millones de euros en presuntas mordidas mientras, en el juicio, muchos de los implicados tratan de descargar toda la responsabilidad sobre Tomás Villanueva, expresidente del PP en Valladolid, fallecido de forma súbita justo antes de declarar en 2017. La muerte del principal señalado, antiguo asesor del expresidente José María Aznar, no solo dejó preguntas sin responder, sino que facilitó un relato cómodo para quienes aún pueden sentarse ante el juez y eludir su propia responsabilidad. Cuando la verdad judicial queda mutilada por estas circunstancias, la sensación de impunidad se multiplica.

Este patrón no es un hecho aislado, sino parte de una cultura política que durante años normalizó el uso del poder para beneficio privado. Los casos de corrupción que afectan al Partido Popular y que aún están abiertos —sin contar macrocausas ya juzgadas como Gürtel, ni otros escándalos de enorme gravedad institucional pero de impacto económico difícil de cuantificar, como la llamada Policía Patriótica o el caso Kitchen— alcanzan, según las estimaciones judiciales, más de 4.200 millones de euros presuntamente defraudados. No se trata de errores individuales ni de “manzanas podridas”, sino de una acumulación de tramas que señalan a una forma de gobernar en la que el control, la transparencia y la rendición de cuentas fueron sistemáticamente relegados.

Reflexionar sobre esta realidad exige ir más allá del reproche partidista. La corrupción del PP, en sus múltiples expresiones, ha tenido un coste económico enorme, pero también un coste moral y democrático incalculable: ha erosionado la confianza ciudadana, ha debilitado las instituciones y ha instalado el cinismo como respuesta política. Mientras no se asuman responsabilidades políticas claras, mientras se siga señalando a los muertos para salvar a los vivos y mientras no se rompa de forma tajante con ese pasado, la sombra de la corrupción seguirá proyectándose no solo sobre un partido, sino sobre la calidad misma de nuestra democracia.

✍🏼 . Ricardo Miñana


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