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miércoles, 16 de octubre de 2019

Nombres de jueces y forenses contra los homosexuales durante el franquismo


Estos son los nombres de los jueces y forenses que más reprimieron a homosexuales durante el franquismo


El Front d'Alliberament Gai de Catalunya en 1977, durante una de las primeras protestas contra la homofobia. FAGC

El Ministerio de Justicia recibió recientemente el visto bueno de Protección de Datos para publicar un ensayo en la que aparecen datos personales de jueces y forenses que reprimieron a homosexuales con la ley de peligrosidad social franquista. El autor lo tiene claro: "Si hubiesen censurado los nombres no hubiese autorizado su publicación".

Todos tenemos derecho a conocer la verdad a través de documentos y sentencias públicas, como también tenemos derecho a la intimidad en el ámbito privado. Pero ¿tienen derecho jueces y forenses a ese anonimato en el desempeño de sus funciones? Es decir, ¿es importante saber si un magistrado del Tribunal Supremo considera —en sentencia pública— la homosexualidad como "un pecado contra el Espítitu Santo"?

La última obra del catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Jaén Guillermo Portilla Contreras, editada por el Ministerio de Justicia, expone una larga lista de magistrados, juristas y forenses que contribuyeron a desarrollar y aplicar la dura normativa franquista de represión contra las personas homosexuales. A ellos se les condenaba no ya por haber practicado sexo con alguien del mismo género, sino simplemente por el hecho de existir.

Este volumen, titulado 'Derecho penal franquista y homosexualidad: del pecado y la aberración sexual al estado de peligrosidad' (a la venta aquí), ha provocado que el propio ministerio pidiese un informe (PDF) a la Agencia de Protección de Datos (AEPD) por la cantidad de nombres que se proporcionan, pero en un informe bastante claro la agencia ha dictaminado que no hay ningún problema: la historia, en este caso, no se toca.

Llega así la primera monografía sobre derecho penal franquista y homosexualidad, una obra profundamente documentada que nombra a todos y cada uno de los cómplices de la dura represión dictatorial a los homosexuales.

Los principales nombres

La lista completa se puede encontrar en el libro. Pero de entre todos destacan nombres como el del juez Antonio Sabater Tomás, "gran artífice de la represión de homosexuales" desde los juzgados de Vagos y Maleantes de Cataluña y Baleares, "planteaba la experimentación para 'curar' homosexuales con hormonas o descargas, como en el campo nazi de Buchenwald".


Junto al magistrado del Tribunal Supremo Luis Vivas Marzal —seguidor de la tesis de Himmler, que defiende la teoría del contagio—, ambos manifestaron abiertamente su cruzada contra la homosexualidad, no sólo en las sentencias sino en libros y entrevistas. De hecho, Vivas Marzal consideraba la homosexualidad como "un pecado contra el Espítitu Santo".

También aparece el magistrado José Garralda Valcárcel, de los juzgados de Canarias, cuyas "sanciones y descalificaciones fueron humillantes". Valga como ejemplo este extracto de una sentencia suya: "El expedientado es homosexual, [...] inmundo pináculo de la suprema ignominia humana, el parasitarismo de la prostitución y de la liviandad, siendo siempre socialmente peligrosos, ya tengan o no tipicidad delictivas y ya se ejerciten respecto de mayores o menores de edad, descubierta o clandestinamente [...] conceptuado psicópata sexual [...] Pederasta activo y pasivo". Etcétera.


"El expedientado es homosexual, [...] inmundo pináculo de la suprema ignominia humana [...]"

Los informes de la Policía Nacional y de Guardia Civil del régimen franquista tampoco se quedaban cortos en cuanto al trato vejatorio a personas que, recordemos, sólo eran juzgados por ser acusados de homosexualidad. Por un simple rumor, en ocasiones: "Por ser propenso a la sodomía, por ser afeminado [...]; de tendencias e inclinaciones a la sodomía, lo pone de manifiesto en sus acciones y gestos y en alguna ocasión, durante la noche, les fueron oídas conversaciones a él y a [omitido] que se referían a hombres guapos y hombres feos...".

Mención aparte merecen los informes forenses que se aportaban en los procesos, cuajados de pseudociencia. Muchos de ellos estaban directamente inspirados por Valentín Pérez Argilés, catedrático de Medicina Legal y Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza, quien "abogó por el carácter patológico de la inversión".


En muchos de esos "informes periciales" pseudocientíficos se determinaba que un sujerto era "homosexual pasivo" por detectarse, por ejemplo, "dilatación esfiterina y casi desaparición de pliegues" en su ano, o bien un "marcado amaneramiento [...] un psiquismo deformado [...] una constitución feminoide [...] y una deformación de la personalidad psíquica común a casi todas las formas de perversión sexual".


El lesbianismo era prácticamente invisible en la época de la dictadura; tal y como reconoce el autor de esta obra de investigación, "sólo se ha encontrado un caso de 'lesbianismo' condenado por estado peligroso de homosexualidad". Fue en Sevilla.

El origen de la obra

"Yo llevaba cinco años trabajando en una obra sobre la represión de la homosexualidad durante el franquismo en todos los archivos de Vagos y Maleantes que había en España, cuando el Secretario de Estado de Justicia se puso en contacto conmigo para ver si podía elaborar un libro sobre el Derecho Penal bajo la dictadura franquista, sus bases ideológicas, el falangismo, el nacional catolicismo y sus protagonistas", comenta a Público en conversación telefónica el propio Guillermo Portilla Contreras.

Guillermo Portilla, autor de la obra. UJAEN

"Es decir, la idea era escribir sobre todos los catedráticos de filosofía del Derecho, de Derecho Penal, de Derecho Político, etc, que legitimaron al régimen y gestaron la legislación penal de entonces; además, algunos se involucraron como jueces en los tribunales de excepción franquistas", añade.

El catedrático contestó que primero quería terminar su investigación. "Como no tenía editorial, desde el Ministerio de Justicia se ofrecieron a publicarme este libro, que entregué el pasado diciembre", afirma, y añade: "El pasado día 30 he entregado el otro volumen, sobre Derecho Penal bajo la dictadura".

Los archivos, ese agujero negro

"El problema que aún tenemos en España es que cuando uno va a un archivo no es posible ver todos los documentos deseables, sino que hay que pasar por una serie de requisitos y burocracia", lamenta el autor. "Por ejemplo, que hayan transcurrido 50 años desde la firma de un determinado documento, tal y como recoge la Ley de Patrimonio Histórico, y eso es un inconveniente".

"Muchos se preguntan sobre la 'moda' de investigar el pasado, y la respuesta inmediata es que es imposible investigar hechos más recientes", apunta, y añade:  "De hecho, para esta investigación sobre represión de la homosexualidad, yo no he podido ir más allá del año 1969".

En las primeras páginas de la obra se puede comprobar que los criterios para el acceso a los documentos varían de uno a otro archivo. "En algunos tienes a un guardia de seguridad mirando por encima del hombre, en otros te dejan ver hasta un año determinado, y en otros directamente no hay ningún expediente sobre homosexuales y han desaparecido parte de los correspondientes a la Guerra Civil", comenta.

"Las comisiones de expurgo en la Comunidad Valenciana han hecho lo que han querido en los últimos años"

Por ejemplo, no queda ni rastro de los expedientes de los Juzgados de Vagos y Maleantes de Valencia, en gran parte debido a las "juntas de expurgo" de gobiernos anteriores. "Las comisiones de expurgo en la Comunidad Valenciana, un gobierno controlado durante muchos años por la derecha, han hecho lo que han querido en los últimos años y han tomado decisiones muy cuestionables", señala Portilla.

En Zaragoza, lo que queda de información se encuentra "en el Archivo Municipal de La Muela sin acceso público". Presuntamente. En cambio, otros archivos, como el de Barcelona, permiten un acceso mucho más abierto y colaborador. No en vano, el ayuntamiento de la ciudad trató de querellarse hace un año contra contra los jueces que encarcelaron a personas LGTBI durante la dictadura franquista, aunque sin éxito.

Por otro lado, los archivos militares "están abiertos una o dos horas al día para los investigadores", lamenta el investigador. Precisamente esta misma semana, la ministra de Defensa en funciones, Margarita Robles, aseguró que el departamento "está en la apertura al máximo de los archivos militares". "Es muy importante que la gente pueda acceder a los archivos para no repetir los mismos errores e incluso para no hablar con tanta ligereza como con la que se habla de las cosas", dijo esta misma semana la ministra. Todo ello, año y medio después de destaparse que los archivos militares habían colocado un cerrojo a gran parte de su documentación 'clasificada' amparándose en la Ley de Secretos Oficiales, vigente desde 1968. "Ése es el contexto de esta investigación", resume Portilla.

El porqué de los nombres


"Yo he citado a todos los jueces que firmaron las sentencias, que son públicas", alega el investigador, que agrega: "Al trabajar con los textos de las sentencias y con los informes de las prisiones, aparecen por supuesto los nombres no sólo de los jueces y magistrados, sino también de los forenses, algo fundamental en estos casos porque eran necesarios para condenar".

"Los forenses determinaban si uno hombre era homosexual activo o pasivo por la formas de su ano y esto, además, determinaba su condena dado que se penaba sobre todo a los pasivos", recuerda.

Las penas, que oscilaban entre los tres y los cinco años de internamiento, iban acompañadas de otros dos años de destierro y, además, tras ello se les imponía una 'libertad vigilada' a cargo de dos delegados seguían al homosexual por la calle, en teoría para ayudarles a encontrar trabajo. "Pero claro, era en realidad todo lo contrario", asegura el catedrático. Porque además se identificaba la homosexualidad con la pederastia.

"Miedo a desvelar la verdad"


"Yo estaba muy contento con la publicación de este libro, porque además contiene una importante parte de anexos donde aparecen los informes, y lo único que se ha borrado son los nombres de los homosexuales, de los condenados que en realidad eran las víctimas", subraya.

"No obstante, a los pocos días el servicio de publicaciones me dijo que había un problema, la aparición de los nombres de los jueces, de los forenses...", comenta, y añade: "Yo les dije que mi obra no era una novela, sino un ensayo, y trata sobre la represión franquista que yo puedo demostrar, con información que está en los archivos, con sus sentencias y las cartas entre los jueces, los catedráticos...; es decir, se trata de un análisis de datos objetivos".

"Hay aún mucho miedo a desvelar la verdad, y es algo que no puedo entender"

Para Portilla, "se han cumplido todos los trámites, han pasado 50 años desde la firma del documento, la normativa no impedía la publicación de los nombres, pero el delegado de protección de datos había emitido un informe negativo". "Pero yo les dije que no pensaba publicar un libro con esos nombres de jueces y forenses censurados", asevera, "no se puede ocultar el nombre de estas personas responsables de esta represión porque es parte de la historia".

Este catedrático lamenta que exista tan poca investigación sobre memoria histórica en el ámbito del Derecho Penal, y cree que hay mucha labor por hacer.

Pero también reconoce que hay muchos "hijos de" que hoy día "siguen ocupando determinados puestos...". Y prefiere callar. "No sé, hay aún mucho miedo a desvelar la verdad, sobre todo quiénes fueron los protagonistas, y es algo que no puedo entender", concluye.






Franco se creía "el primo de la Virgen María"


La mano de Santa Teresa de Jesús, el amuleto que consiguió que Franco ganase la Guerra Civil

El dictador, que se creía "el primo de la Virgen María", se hizo con la reliquia y la puso a presidir todos sus actos y a dormir en su mesita de noche. 

15 octubre, 2019

El Español

Lorena G. Maldonado

 

 

A Franco, en su escuela de El Ferrol, le llamaban “el cerillita”: “Es porque era muy delgadito y poquita cosa”, decía su hermana Pilar. Los compañeros le recordaban como un chico “introvertido, taciturno, apagado y poco brillante” o como un joven “melancólico y deprimido, de aspecto vulgar, moreno, bajito, con voz de falsete y que había leído muy poco”. Se graduó con el número 251 del total de 312 cadetes de su promoción, en 1910. Fue Franquito desde esos tiempos, los de la Academia de Infantería de Toledo, donde sufrió novatadas de todo tipo: bien de perdigones, bien de abusones, bien de humillación. No era un líder nato: de hecho, era una suerte de nerd y necesitó abrazar una fe para reafirmarse.

Lo cuenta Miguel Ángel Ordóñez en Cachito, cachito mío (Modus Operandi), un rosario de rarezas históricas muy divertido que hilvana las paranoias de unos y otros. Aquí, Ordóñez se centra en explicar cómo Franco, un tipo sin carisma ni espíritu, un hombre por el que nadie dio nunca un duro, tuvo que encomendarse a un curioso amuleto para triunfar: nada más y nada menos que la mano izquierda de Santa Teresa de Jesús.

Objetos 'sagrados'


Los incondicionales del dictador dijeron que esa mano santa había sido el “verdadero sostén” de Franco durante su dictadura, mucho más que la Falange o el ejército. “Sin su concurso, dirá él mismo, no hubiera podido ganar la Guerra Civil ni permanecer en el poder el resto de su vida”, relata el autor. “Nombró un funcionario cuya única misión en la vida fue trasladar y proteger con su propia vida la reliquia, que presidía todos los actos diarios del dictador”. Cuando el general se iba a dormir, la colocaba en su mesita de noche. No se separó de ella ni en su lecho de muerte. Dijo que hasta se le apareció en alguna ocasión, como la virgen de Covadonga. “El sátrapa se convenció de que tenía mano con las alturas”, guiña Ordóñez.

Su delirio creció tanto que empezó a rodearse de objetos semisagrados, como la espada de San Fernando, el rey Fernando III de Castilla, joya que se venera desde los tiempos de la Reconquista. Pero sin duda su favorito fue la mano de Santa Teresa de Jesús. El ABC publicaba en su día que había sido "entregada al Generalísimo Franco una mano de Santa Teresa de Jesús, rescatada en Málaga por las fuerzas nacionales", al ocupar la ciudad sureña en una ofensiva de tropas de Mussolini y franquistas. Se trataba de la mano izquierda de la carmelita, con su relicario de plata con forma de mano, con sus piedras preciosas ribeteándola.




"Primo de la Virgen María"

Su soldadesca mora le atribuía una suerte de baraka o protección divina: lo creían porque nunca lo abatían los enemigos, sólo una vez, en 1916, cuando lo derribaron de un tiro en el abdomen. Al sobrevivir, “mientras morían más de la mitad de hombres de su unidad en la misma escabechina”, subrayaría su leyenda.

Tampoco él hacía nada por calmar el mito. "No es de extrañar que quien había sido un joven acomplejado y acosado se convenciese a sí mismo de su relación especial con la Divina Providencia", continúa el autor. "Una buena estrella me acompaña", aseguró el caudillo en varias ocasiones -ahí su discurso en Burgos del 1 de diciembre de 1961-. También la Iglesia Católica dio pábulo a sus ensoñaciones esotéricas al santificar oficialmente la rebelión militar y bautizarla como la "santa cruzada". 

Millán Astray diría que Franco era "el enviado de Dios como Conductor para la liberación y engrandecimiento de España". Casi nada. El mariscal francés Philippe Pétain, un viejo conocido suyo de las guerras en Marruecos, "títere de Hitler", hizo un comentario ilustrativo sobre el aura mesiánica del dictador. Se reunieron en Montpellier, cuando Franco regresaba de ver a Mussolini en Italia, en febrero de 1941, y quedó atónito con sus "aires de iluminado". De él diría: "Este hombre no debería pensar que es primo de la Virgen María". Así lo confirman historiadores como Mathiu Séguéla, John Trythall, Luis Suárez o Javier Tusell.


El dedo


Su eje, como siempre, era la mano de Santa Teresa, una de las reliquias en las que acabó convirtiéndose el cuerpo despiezado de la monja. Cuando murió, la enterraron a toda prisa en la capilla del convento de Alba de Tormes (Salamanca) "por miedo a que se llevaran a la finada a cualquier otro lugar ligado con su vida". Sin embargo, a petición del padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, que había sido su director espiritual y su amigo, fue exhumada en secreto. Tardaron cuatro días en retirar tierra y piedras. Él quería verla, dijo, y se asombró por lo bien conservado que estaba el cuerpo: "Los pechos (...) me admiré de verlos tan llenos y altos". 

Antes de colocarla en un nuevo féretro, él mismo le cortó la mano izquierda para regalársela a las carmelitas de Lisboa. También le cortó un dedo meñique "que traigo conmigo, y desde entonces acá, gloria a Dios, no he tenido enfermedad notable", declaró. El dedo acabó viajando bastante: cuando el hombre estuvo dos años cautivo y torturado en Túnez se lo quitaron, pero a la vuelta "lo rescaté por 20 reales y una sortijas de oro". El brazo también daría tumbos hasta acabar en el poder del dictador español varios siglos después. Había estado en Lisboa desde que fue regalado a las monjas, y ellas lo conservaron hasta principios del siglo XX. 

Pero a partir de 1910, cuando se suceden una serie de convulsiones políticas en Portugal, temen perderlo y lo ceden a una comunidad hermana de España: Ronda. Ahí llega el brazo en 1924. Cuando se da el golpe de Estado que deriva en la Guerra Civil, "las monjas de la localidad malagueña esconden la reliquia, pero, supuestamente presionadas por rojos milicianos, acaban entregándosela". Tras el rescate de los nacionales, la mano no fue devuelta a las carmelitas de Ronda.

Santa Teresa y Franco: uno


De hecho, "las tropas franquistas entran victoriosas en Madrid el día del cumpleaños de Santa Teresa de Jesús, 28 de marzo, suficiente motivo para luego usarlo como argumento para hacer una pedida formal de la mano". La Iglesia, al principio, pide que le sea devuelta, pero ante la insistencia de Franco, se rinde. El obispo accede al "deseo vehemente de Su Excelencia de retenerla en su poder para continuar rindiéndole en la intimidad de su hogar ese culto tan fervoroso y devoto (...) Es gustosísima de tener Su Mano al lado del Caudillo, que se ha propuesto, con la ayuda de Dios, forjar una nueva España que entronque con la Imperial del tiempo de dicha Santa".

Cuando por fin murió Franco, confirmando su único defecto como líder a ojos de Carrero Blanco -"no ser inmortal"-, su viuda y su hija viajaron a Toledo con la mano sin meñique de Santa Teresa para devolverla oficialmente a la Iglesia. Así lo recogió la prensa: "Doña Carmen Polo entrega al primado la reliquia de Santa Teresa de la que era depositario el caudillo". Por si fuera poco, Carmen Polo les dejó también una insignia de la Cruz Laureada de San Fernando que solía llevar Franco cuando iba de paisano "para que sea fijada en el relicario que, en forma de guante de plata, protege la mano de Santa Teresa".

A Ronda, la mano volvió un mes después. Aún sigue allí, en el convento de las carmelitas descalzas, pero ah, siempre con su laureada engastada, "para que nadie olvidara la parte de su vida que compartió con el señalado por el Dedo de Dios, la Espada del Altísimo"... y todas aquellas fábulas. 


martes, 15 de octubre de 2019

VALLE DE LOS CAÍDOS 12 DE OCTUBRE(Franco, Franco, Franco...Hijos de puta....Viva Cristo Rey...)


La exhumación de Franco
El vídeo más loco del Valle de los Caídos que haría llorar de la emoción a Berlanga
Público
14.10.2019
El esperpento más absoluto en una escena que habría hecho llorar de la emoción al mismísimo Berlanga. El vídeo más loco y a la vez cómico que vas a ver en mucho tiempo tiene de todo: gritos, insultos, ranciedad, forcejeos, gente saltándose el control policial, un chapiri de la legión, guardias civiles corriendo, señoras fuera de sí gritando “queremos ir a misa” y un autocontrol de los agentes encomiable.
La escena tuvo lugar este sábado en la entrada del Valle de los Caídos cuando un grupo de franquistas trató de acceder a la zona cerrada ante la próxima exhumación de la momia del dictador y la Guardia Civil lo impidió. Unas decenas de personas trataron de zafarse los agentes, que tuvieron que formar una barrera para evitar que entraran. Mientras los agentes trataban de expulsarlos, gritos de “traidores”, “hijos de puta”, “vengo a defender al comandante Franco”, “el honor ni se divisa”, “cabrones”, “viva Cristo Rey” y “Franco, Franco, Franco”.


Ni golpe de Estado ni secesión ni violencia organizada ni rebelión.



ESCOLAR.NETEN AQUEL MOMENTO PARCÍA UNA BUENA IDEA


Ni golpe de Estado ni secesión ni violencia organizada ni rebelión

Este lunes, 14 de octubre de 2019, el Tribunal Supremo español ha decidido sentenciar que la protesta pacífica –que es el caso de los Jordis– merece nueve años de prisión
Al igual que en el caso Altsasu con el terrorismo, la acusación de rebelión sirvió para otro propósito: traer el juicio a Madrid


14/10/19


La sedición no es una rebelión en pequeñito. No por las penas, que son igualmente altas, sino por su naturaleza legal. La rebelión es un alzamiento armado, un delito contra la Constitución. La sedición figura en otro apartado del Código Penal: el de "desórdenes públicos". Es una pena de origen autoritario y que ni siquiera aparece como tal en buena parte de las legislaciones europeas. No al  menos con la dureza con la que el Tribunal Supremo la acaba de aplicar.

La raíz histórica de ambos delitos es la misma: un atentado contra el orden social establecido que permitía declarar el estado de guerra. Pero los matices son muy distintos y fáciles de diferenciar. La rebelión era la protesta armada contra el gobierno o el rey. La sedición era otra cosa, muy diferente al alzamiento militar: era la algarada de los campesinos contra el orden en vigor y nace en una época en la que no existía el derecho a protesta, a reunión o a manifestación. La sedición no violenta es, por tanto, un delito autoritario que debería ser incompatible con la democracia. Porque un Estado democrático es aquel donde el derecho a la protesta pacífica es un bien superior.

Este lunes, 14 de octubre de 2019, el Tribunal Supremo español ha decidido sentenciar que la protesta pacífica –que es el caso de los Jordis– merece nueve años de prisión.

Porque el Supremo niega que la violencia que se vivió en esos días fuera "instrumental, funcional, preordenada a los fines del delito". La sentencia deja claro que hubo algunos episodios violentos, pero no un plan violento contra el orden constitucional.

Porque el Supremo no cuestiona el compromiso de Jordi Cuixart "con la no violencia, siempre elogiable". "Tampoco desconfía lo más mínimo de sus convicciones pacifistas y su repudio de actuaciones violentas", añade la sentencia contra el procés catalán. En otro de los párrafos, llega a elogiar a la ANC como "una asociación cuya legalidad no ha sido cuestionada" y que tiene "un relevante papel en el tejido social de la comunidad catalana".

Porque el Supremo también admite algo que llama mucho la atención, entre otras razones porque es la pura verdad: que el procés catalán no fue, en sí mismo, un intento de secesión. "Todos los acusados eran conscientes" –dice la sentencia– de que el referéndum del 1 de octubre era "inviable" y "no podría conducir a un espacio de soberanía". El plan era otro, asegura el Supremo: "El deseo de los líderes políticos y asociativos de presionar al Gobierno para la negociación de una consulta popular".

En resumen: la sentencia dice que el procés no fue un golpe de Estado, que no fue un plan violento, que no pretendía de forma inmediata la secesión de Catalunya, sino presionar al Gobierno a negociar un referéndum como el escocés... Que el independentismo es un movimiento de "convicciones pacifistas".

Un movimiento pacífico cuyos principales líderes, a los que respalda casi la mitad de la sociedad catalana, han sido condenados a altísimas penas de prisión.

El procés, según la sentencia, nunca tuvo ninguna oportunidad. El Estado controló en todo momento la situación. El plan no era lograr la independencia de Catalunya, sino forzar una negociación y una consulta pactada… El repaso de los hechos probados deja muy mal a Mariano Rajoy, muy mal a la Fiscalía, muy mal al juez instructor Pablo Llarena, muy mal a la prensa conservadora, muy mal al PP, a Ciudadanos y a Vox. No hubo golpe de Estado ni nada lejanamente parecido a un alzamiento militar. Y la sentencia, en su parte factual, desmonta la ficción sobre el golpismo en la que se había enrocado gran parte de la política, de la prensa y del sistema judicial.

Otra cosa son las penas. Y cómo el Supremo ha cuadrado unos hechos políticamente muy graves –lo que ocurrió en el octubre de 2017 no fue un simple 'happening'– con un Código Penal donde esos hechos no encajaban con facilidad. Desde 1995, no existe en España el delito de rebelión sin violencia. Y en el año 2005 se despenalizó la convocatoria de un referéndum ilegal.

¿Cómo condenar una protesta no violenta con unas penas de cárcel similares a las de un homicidio? La clave de la sentencia está en la página 283. Allí el Supremo sienta una peligrosa jurisprudencia de consecuencias aún por determinar. "El derecho a la protesta no puede mutar en un exótico derecho al impedimento físico a los agentes de autoridad a dar cumplimiento a un mandato judicial", dictamina el alto tribunal. "La autoridad del poder judicial quedó en suspenso sustituido por la propia voluntad –el referéndum se ha de celebrar– de los convocantes y que quienes secundaban la convocatoria, voluntad impuesta por la fuerza".

Tomen nota. Porque, con esta definición, sedición también son todos y cada uno de los desahucios que ha impedido en estos años la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Sedición son muchas de las protestas de los activistas ecologistas, animalistas o de las Femen. Sedición es la resistencia pasiva. Y la sedición en España se castiga con hasta 15 años de prisión.

El derecho al juez natural


La rebelión imaginaria sin duda tuvo su utilidad. Sin esa acusación ficticia, el Supremo no habría podido ordenar la inhabilitación preventiva de Carles Puigdemont. Sin ese invento procesal, la sentencia probablemente no habría sido igual.

Hay un precedente muy cercano para explicar el pecado original del juicio al procés. Es el caso Altsasu, un episodio que guarda algunas similitudes con la sentencia que acabamos de conocer. ¿Lo recuerdan? Esa pelea de bar que fue investigada por la Audiencia Nacional con la excusa de que se trataba de terrorismo. Luego no era terrorismo –no lo fue nunca–, pero en el camino los acusados fueron juzgados en Madrid, y no en Navarra. Y allí se les condenó con una dureza excepcional.

Hay un derecho fundamental que recoge todo país democrático: el derecho al juez natural. Consiste en que a cualquier acusado le debe juzgar el tribunal ordinario predeterminado por la ley (artículo 24.2 de la Constitución). El que le toca, no el que prefiere el Gobierno o el rey. Y el juez natural para una pelea de bar en Navarra es la Audiencia Provincial, y no la Audiencia Nacional. Y el juez natural para el procés catalán debería haber sido la Audiencia Provincial de Barcelona o el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, no el Supremo ni la Audiencia Nacional.

Ya era muy cuestionable que la rebelión fuera juzgada en el Supremo o –en el caso de los no aforados, como Josep Lluís Trapero– por la Audiencia Nacional. La propia jurisprudencia del alto tribunal español estableció que ni la rebelión ni la sedición eran competencia de ese tribunal, tal y como le dijeron al juez Baltasar Garzón cuando intentó investigar la rebelión más evidente de la historia reciente de España: el golpe de Estado de 1936. Tampoco se han juzgado en el Supremo o en la Audiencia Nacional el caso de sedición más famoso de los últimos años: la protesta de los controladores aéreos de 2010.

Ya era muy cuestionable que la rebelión acabase en el Supremo. Y lo es más aún cuando resplandece una obviedad: que no existió nunca tal rebelión violenta, como admite hoy el Supremo por unanimidad.

Al igual que con Altsasu con el terrorismo, la acusación de rebelión sirvió para otro propósito: traer el juicio a Madrid.

¿Habría ocurrido el mismo desenlace si el procés se hubiera juzgado en Barcelona? Lo dudo mucho y también lo dudaba el propio Fiscal General del Estado, el fallecido José Manuel Maza. En la querella de la Fiscalía por rebelión que inició este proceso judicial, Maza ya hablaba de la conveniencia de sacar la instrucción "del ámbito de la Comunidad Autónoma de Cataluña" en favor "de un tribunal fuera de ese territorio" para evitar que los partidos independentistas "condicionaran" a los jueces.

Cabe preguntarse si los jueces del Supremo no están condicionados por los partidos que, a través del CGPJ, les ascienden a este tribunal.

Las consecuencias políticas


Casi la mitad de los catalanes no quieren seguir en España. Más de dos tercios de ellos quieren votar. Una mayoría absoluta –superior al movimiento independentista– cree que el juicio no ha sido justo y que los presos deberían estar en libertad.

Aún no hay encuestas sobre el respaldo ciudadano a la sentencia. No hace falta ser adivino para imaginar qué resultados ofrecerán. La mayoría de los catalanes van a ver estas condenas de cárcel como excesivas y desproporcionadas. Más allá del Ebro, el resto de los españoles –de forma mayoritaria– lo verán justo al revés.

Es lo que ocurre cuando un problema político se convierte en un problema judicial. Aunque también es evidente que la justicia tenía que actuar.

De todas las condenas que hoy se han firmado, hay una que los dirigentes independentistas se merecen sin duda alguna: la inhabilitación. La desobediencia grave a la autoridad es un delito evidente y que sin duda cometieron los líderes del procés catalán. Tampoco puede salir gratis la malversación de fondos públicos, o que el Parlament –con una mayoría absoluta en escaños, que no en votos– ponga en marcha un proceso unilateral de abolición de la legalidad vigente contra los derechos de la mayoría de los catalanes. Ni siquiera como forma de protesta ante la cerrazón del Gobierno central.

No puede salir gratis. Tampoco puede costar 13 años de prisión.

La sentencia, sin embargo, deja una puerta abierta que un futuro gobierno podrá usar. El Supremo se ha negado a otra de las peticiones de la Fiscalía, que quería que los condenados cumplieran obligatoriamente al menos la mitad de la pena sin poder recibir ningún beneficio penitenciario.

Los condenados podrán acceder a permisos bastante antes, a partir de que cumplan una cuarta parte de su condena, como explica Diego López Garrido en esta entrevista. Y en 2026 como máximo, todos ellos probablemente estarán en libertad condicional.

Sigue siendo una condena enorme, aunque sea inferior de lo que pedía la Fiscalía o la acusación de Vox. No es una sentencia blanda, aunque la alternativa fuese aún peor. No ha terminado aún este proceso judicial y va a ser curioso de ver, por ejemplo, cómo responde Bélgica ante la euroorden contra Puigdemont –la sedición no es un delito en este país–.

Pero al menos el punto final de la sentencia deja sin excusas a la política para arreglar esta situación. Porque la crisis con Catalunya siempre fue política. Y política debe ser su solución.


Pep Guardiola llegeix en anglès un comunicat de Tsunami

La familia Franco cree que aún estamos en la época de los fusilamientos y el garrote vil


Las medusas no tienen cerebro

Por regla general, los que presumen de cojones no pueden presumir de neuronas.

ElHuffPost

5/10/2019

Angel Tristán


Hace unos meses vi en la red de incautos una frase, anónima, que me hizo reflexionar sobre la actual situación de España, tanto en el campo del separatismo catalán de la estrella solitaria, ya saben, el de “España nos roba”, como en el de la extrema derecha nacionalfranquista alimentada religiosamente por el Concilio de Trento. 

Decía aquel pensamiento: “El hecho de que la medusa haya vivido 650 millones de años a pesar de no tener cerebro, le da esperanzas a muchas personas”. Me vino a la memoria gracias a un ‘reenviado’ sobre Santiago Abascal. Yo no sé si era un montaje o no, y si la frase era suya o no, se refería a la exhumación de Franco y a su oposición “con dos cojones”. Mi experiencia profesional, tratando, como decía en junio de 1999 el expresidente finlandés Martti Ahtisaari, mediador de la UE con Milosevic en Kosovo, con los más variados indeseables, y gentuza y con los locos oficiales de una capital de provincia (Las Palmas de Gran Canaria) me enseñó que, por regla general, los que presumen de cojones no pueden presumir de neuronas. 

Con la Constitución, y con la historia europea y de las ideologías desde el fin de la II Guerra Mundial, y sobre todo desde la caída del comunismo y la revelación de sus vergüenzas, yo creía que los dos extremos, el comunismo y el fascismo, en sus variantes centralista o separatista unidas en un común populismo, estaban desacreditadas por su peligrosidad, su criminalidad, y su fracaso. Y vencidas.

Pero no. Ahí tienen a Pablo Manuel Iglesias al que se le saltan unas simbólicas lagrimas (creo que de cocodrilo) cuando llora al Che Guevara o a Lenin y a la revolución bolchevique, y al ‘comandante eterno’ Hugo Chávez, y por supuesto a Fidel Castro; o al líder de Vox, que defiende hasta lo más indefendible del franquismo, blanqueando y santificando la dictadura, el carácter autoritario y los crímenes del régimen del 18 de julio. O a los dirigentes del ‘golpe catalán’ extrañados de que su pecado tenga penitencia a la sombra.

Por regla general, los que presumen de cojones no pueden presumir de neuronas.


Naturalmente, la justificación de la nostalgia del franquismo se basa, así en líneas  generales, en la comparación manipulada de lo que hicieron los dos bandos en la Guerra Civil, claro que utilizando como carga de la prueba el relato amañado de los vencedores. Pero así como el esfuerzo estéril conduce a la melancolía, anclarse en el pasado como si el mundo no diera una vuelta cada día, como si la civilización no hubiera avanzado, como si no se hubiera aprendido de los errores, como si los historiadores no hubieran encontrado luces y sombras, muestra, o demuestra, que para esta gente el futuro es el pasado. Que su ideal para existir es la comparación, habitualmente tramposa, de los hechos de los unos y de los otros, obviando, por supuesto, las razones de los otros. 

Un ejemplo reciente, esta vez de Ortega Smith, es su insulto a la memoria y a los hechos del fusilamiento de las Trece Rosas. Un odio interior, fuerte, rabioso, le hace decir que eran un grupo de violadoras, criminales, asesinas… Causas por las que no fueron juzgadas, que no aparecen en su consejo de guerra, solo que habían cometido “el delito de adhesión a la rebelión” de los que se oponían a los verdaderos rebeldes o ‘alzados’. 

Pero conozco a muchos franquistas, que al contrario que el inteligente y listo alcalde de Valleseco, que decía que muerto Franco ser franquista era del género idiota, se han creído siempre  en la obligación de no reconocer ninguna bondad ni inocencia al enemigo. Todos los fusilados o asesinados con un tiro en la nuca o tirados a un pozo en la posguerra por los falangistas, o sea, las víctimas, eran unos asesinos. “Algo habrán hecho”. Lo mismo que decían muchos vascos aparentemente decentes cuando ETA asesinaba a un vecino. “Quién sabe…”.

El ‘principio de la medusa’ afecta también al prior del Valle de los Caídos, que cree que está en la Edad Media, cuando los prioratos cobraban impuestos y los priores eran como minipapas en sus dominios monásticos. O quizás estén más evolucionados y crean que aún están en el francocatolicismo, cuando Su Excelencia (Su Excrecencia le llamaban algunos supervivientes de los campos de concentración canarios) habitaba entre nosotros.

Pero, ¿a quién se le ocurre poner a un falangista irredento, lleno de odio al ‘enemigo’ rojo inmortal, candidato a concejal por Falange, como abad de un monumento propiedad del Estado? La resistencia de este individuo ensotanado a cumplir con los acuerdos del Gobierno y resistirse incluso a las sentencias y autos del TS, hasta que los de ‘arriba’ le dijeron basta ya, ¿en qué se diferencia sustantivamente de los que también creyeron que Cataluña o sus instituciones eran sus cortijos, o perdón, sus masías particulares?

La exhumación coincidirá con la campaña electoral gracias a los retrasos producidos por la intransigencia y la soberbia de la familia Franco y sus devotos nostálgicos.


La ocasión tiene varias enseñanzas. Una de ellas es que el futuro del Valle de los Caídos ha de ser inequívocamente laico, aséptico y desinfectado, aunque puedan celebrarse actos ecuménicos, aparte de los cívicos, acentuando la laicidad del recinto. El administrador del monumento no puede ser un prior, o un abad o un archipámpano de las Indias, sino un funcionario de Patrimonio Nacional, con las ideas claras, demócrata y que haya jurado o prometido la Constitución sin coletillas ni reservas. 

Y, a su vez, y esto debería hacerse con un amplio consenso parlamentario, el conjunto monumental, desacralizado y desenfranquistado, podría reconvertirse en una especie de ‘mausoleo’ o cementerio nacional, como los que tienen algunos países, para las personas que voluntariamente quieran ser enterradas allí de acuerdo con los requisitos que se exijan de honestidad y servicio público destacado. Si un día compartieran hospedaje para la eternidad, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, Manuel Fraga y Dolores Ibárruri, Felipe González y José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez, algo habremos ganado los españoles. Por lo menos una sonrisa cómplice. Y mucha tranquilidad.

Eso, en medio de un ‘museo de la memoria’ o de la historia de España desde el año 1 del siglo XX hasta que el edificio aguante.

La conservación del Valle de los Caídos, cruz incluida, es importante. Es importante enseñar a las actuales y venideras generaciones por qué y cómo y quiénes lo construyeron, y quiénes fueron enterrados por su voluntad o la de sus familiares, y quiénes contra ella.

Sí. Hay que democratizar el lugar. Meter la Constitución de 1978 en todas sus dependencias y hasta por las grietas. Resignificarlo. Pasar página, con Franco enterrado en El Pardo, junto con su esposa.

Una medida a la que los romanos definirían con una de sus frases inmortales: “Sic transit gloria mundi”. Así pasan las glorias de este mundo. Que nadie crea que la historia perdona. 

Hay, en este episodio cuya página está a punto de pasarse, otra moraleja. La derecha que ha boicoteado a las claras o a la zorruna el traslado del excaudillo denuncia ahora que la exhumación coincidirá con la campaña electoral. Y así es: pero gracias a los retrasos producidos por la intransigencia y la soberbia de la familia Franco, y por sus devotos nostálgicos.

La familia Franco se cree que vive su abuelo y que se les tiene miedo. Que aún estamos en la época de los fusilamientos y el garrote vil.


Pedro Sánchez y los demócratas y constitucionalistas en general, de izquierda o de derechas, deben ponerle unas velitas a San Antonio por el favor que el franquismo y sus devotos les ha hecho… sin  querer. Es pura justicia poética. 

Y las tracas de pura Celtiberia Show del juez Yusti, ejemplo clamoroso de recusación, exigiendo una licencia de obra para levantar la losa de la tumba del general superlativo argumentando esta pintoresca exigencia con argumentos propios  de Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio. Una doctrina, arrugada al ‘gotelé’, que paralizaría los cementerios. Por su parte, la familia Franco, impasible el ademán, amenazando nada menos que al Tribunal Constitucional si no les respondía en 24 horas… con acudir a Estrasburgo, donde probablemente provocarían un ataque de risa a los miembros de la Corte Europea de Derechos Humanos. Se creen que vive su abuelo y que se les tiene miedo. Que aún estamos en la época de los fusilamientos y el garrote vil. Y que el Pazo de Meirás no tiene meigas. Los tiros muchas veces salen por la culata.  

Dios, en efecto, parece escribir derecho con renglones torcidos.