Las medusas no tienen cerebro
Por
regla general, los que presumen de cojones no pueden presumir de neuronas.
ElHuffPost
5/10/2019
Angel Tristán
Hace unos meses vi en la red de incautos una frase, anónima, que
me hizo reflexionar sobre la actual situación de España, tanto en el campo del
separatismo catalán de la estrella solitaria, ya saben, el de “España nos
roba”, como en el de la extrema derecha nacionalfranquista alimentada
religiosamente por el Concilio de Trento.
Decía
aquel pensamiento: “El hecho de que la medusa haya vivido 650 millones de años
a pesar de no tener cerebro, le da esperanzas a muchas personas”. Me vino a la
memoria gracias a un ‘reenviado’ sobre Santiago Abascal. Yo no sé si era un
montaje o no, y si la frase era suya o no, se refería a la exhumación de Franco
y a su oposición “con dos cojones”. Mi experiencia profesional, tratando, como
decía en junio de 1999 el expresidente finlandés Martti Ahtisaari, mediador de
la UE con Milosevic en Kosovo, con los más variados indeseables, y gentuza y
con los locos oficiales de una capital de provincia (Las Palmas de Gran
Canaria) me enseñó que, por regla general, los que presumen de cojones no
pueden presumir de neuronas.
Con la
Constitución, y con la historia europea y de las ideologías desde el fin de la
II Guerra Mundial, y sobre todo desde la caída del comunismo y la
revelación de sus vergüenzas, yo creía que los dos extremos, el comunismo
y el fascismo, en sus variantes centralista o separatista unidas en un común
populismo, estaban desacreditadas por su peligrosidad, su criminalidad, y su
fracaso. Y vencidas.
Pero no. Ahí tienen a
Pablo Manuel Iglesias al que se le saltan unas simbólicas lagrimas (creo que de
cocodrilo) cuando llora al Che Guevara o a Lenin y a la revolución bolchevique,
y al ‘comandante eterno’ Hugo Chávez, y por supuesto a Fidel Castro; o al líder
de Vox, que defiende hasta lo más indefendible del franquismo, blanqueando y
santificando la dictadura, el carácter autoritario y los crímenes del régimen
del 18 de julio. O a los dirigentes del ‘golpe catalán’ extrañados de que su
pecado tenga penitencia a la sombra.
Por regla general, los
que presumen de cojones no pueden presumir de neuronas.
Naturalmente, la
justificación de la nostalgia del franquismo se basa, así en líneas
generales, en la comparación manipulada de lo que hicieron los dos bandos en la
Guerra Civil, claro que utilizando como carga de la prueba el relato amañado de
los vencedores. Pero así como el esfuerzo estéril conduce a la melancolía,
anclarse en el pasado como si el mundo no diera una vuelta cada día, como si la
civilización no hubiera avanzado, como si no se hubiera aprendido de los
errores, como si los historiadores no hubieran encontrado luces y sombras,
muestra, o demuestra, que para esta gente el futuro es el pasado. Que su ideal
para existir es la comparación, habitualmente tramposa, de los hechos de los
unos y de los otros, obviando, por supuesto, las razones de los otros.
Un ejemplo reciente, esta vez
de Ortega Smith, es su insulto a la memoria y a los hechos del fusilamiento de
las Trece Rosas. Un odio interior, fuerte, rabioso, le hace decir que eran un
grupo de violadoras, criminales, asesinas… Causas por las que no fueron
juzgadas, que no aparecen en su consejo de guerra, solo que habían cometido “el
delito de adhesión a la rebelión” de los que se oponían a los verdaderos
rebeldes o ‘alzados’.
Pero conozco a muchos
franquistas, que al contrario que el inteligente y listo alcalde de Valleseco,
que decía que muerto Franco ser franquista era del género idiota, se han creído
siempre en la obligación de no reconocer ninguna bondad ni inocencia al
enemigo. Todos los fusilados o asesinados con un tiro en la nuca o tirados a un
pozo en la posguerra por los falangistas, o sea, las víctimas, eran unos
asesinos. “Algo habrán hecho”. Lo mismo que decían muchos vascos aparentemente
decentes cuando ETA asesinaba a un vecino. “Quién sabe…”.
El ‘principio de la
medusa’ afecta también al prior del Valle de los Caídos, que cree que está en
la Edad Media, cuando los prioratos cobraban impuestos y los priores eran como
minipapas en sus dominios monásticos. O quizás estén más evolucionados y crean
que aún están en el francocatolicismo, cuando Su Excelencia (Su Excrecencia le
llamaban algunos supervivientes de los campos de concentración canarios)
habitaba entre nosotros.
Pero, ¿a quién se le
ocurre poner a un falangista irredento, lleno de odio al ‘enemigo’ rojo
inmortal, candidato a concejal por Falange, como abad de un monumento propiedad
del Estado? La resistencia de este individuo ensotanado a cumplir con los
acuerdos del Gobierno y resistirse incluso a las sentencias y autos del TS,
hasta que los de ‘arriba’ le dijeron basta ya, ¿en qué se diferencia
sustantivamente de los que también creyeron que Cataluña o sus instituciones
eran sus cortijos, o perdón, sus masías particulares?
La exhumación
coincidirá con la campaña electoral gracias a los retrasos producidos por la
intransigencia y la soberbia de la familia Franco y sus devotos nostálgicos.
La ocasión tiene varias
enseñanzas. Una de ellas es que el futuro del Valle de los Caídos ha de ser
inequívocamente laico, aséptico y desinfectado, aunque puedan celebrarse actos
ecuménicos, aparte de los cívicos, acentuando la laicidad del recinto. El
administrador del monumento no puede ser un prior, o un abad o un archipámpano
de las Indias, sino un funcionario de Patrimonio Nacional, con las ideas
claras, demócrata y que haya jurado o prometido la Constitución sin coletillas
ni reservas.
Y, a su vez, y esto
debería hacerse con un amplio consenso parlamentario, el conjunto monumental,
desacralizado y desenfranquistado, podría reconvertirse en una especie de
‘mausoleo’ o cementerio nacional, como los que tienen algunos países, para las
personas que voluntariamente quieran ser enterradas allí de acuerdo con los
requisitos que se exijan de honestidad y servicio público destacado. Si un día
compartieran hospedaje para la eternidad, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo,
Manuel Fraga y Dolores Ibárruri, Felipe González y José María Aznar, José Luis
Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, Albert
Rivera y Pedro Sánchez, algo habremos ganado los españoles. Por lo menos una
sonrisa cómplice. Y mucha tranquilidad.
Eso, en medio de un
‘museo de la memoria’ o de la historia de España desde el año 1 del siglo XX
hasta que el edificio aguante.
La conservación del
Valle de los Caídos, cruz incluida, es importante. Es importante enseñar a las
actuales y venideras generaciones por qué y cómo y quiénes lo construyeron, y
quiénes fueron enterrados por su voluntad o la de sus familiares, y quiénes
contra ella.
Sí. Hay que democratizar
el lugar. Meter la Constitución de 1978 en todas sus dependencias y hasta por
las grietas. Resignificarlo. Pasar página, con Franco enterrado en El Pardo,
junto con su esposa.
Una medida a la que los romanos definirían con una de sus frases
inmortales: “Sic transit gloria mundi”. Así pasan las glorias de este
mundo. Que nadie crea que la historia perdona.
Hay, en este episodio
cuya página está a punto de pasarse, otra moraleja. La derecha que ha
boicoteado a las claras o a la zorruna el traslado del excaudillo denuncia
ahora que la exhumación coincidirá con la campaña electoral. Y así es: pero
gracias a los retrasos producidos por la intransigencia y la soberbia de la
familia Franco, y por sus devotos nostálgicos.
La familia Franco se
cree que vive su abuelo y que se les tiene miedo. Que aún estamos en la época
de los fusilamientos y el garrote vil.
Pedro Sánchez y los
demócratas y constitucionalistas en general, de izquierda o de derechas, deben
ponerle unas velitas a San Antonio por el favor que el franquismo y sus devotos
les ha hecho… sin querer. Es pura justicia poética.
Y las tracas de pura Celtiberia Show del juez Yusti, ejemplo
clamoroso de recusación, exigiendo una licencia de obra para levantar la losa
de la tumba del general superlativo argumentando esta pintoresca exigencia con
argumentos propios de Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio. Una
doctrina, arrugada al ‘gotelé’, que paralizaría los cementerios. Por su parte,
la familia Franco, impasible el ademán, amenazando nada menos que al Tribunal
Constitucional si no les respondía en 24 horas… con acudir a Estrasburgo, donde
probablemente provocarían un ataque de risa a los miembros de la Corte Europea
de Derechos Humanos. Se creen que vive su abuelo y que se les tiene miedo. Que
aún estamos en la época de los fusilamientos y el garrote vil. Y que el Pazo de
Meirás no tiene meigas. Los tiros muchas veces salen por la culata.
Dios, en efecto, parece
escribir derecho con renglones torcidos.
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