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miércoles, 19 de marzo de 2025
«El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir».
Discurso de aceptación del Premio ante la Academia sueca 1998
José Saramago:
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo.
Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama. Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable. Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado. Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera".
Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera. Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la vía lactea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea. Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba. Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?". Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo. Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza". Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños. Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: "El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir". No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada. Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.
Normas para comer en la paella
La paella es como una caja de quesitos en porciones.
Los jugadores están distribuidos alrededor de la paella de forma equidistante.
A cada jugador le corresponde sólo el quesito que tiene delante de sus narices.
El cubierto oficial del juego es la cuchara de metal o madera.
Si el jugador quiere exprimir limón en su área, deberá tener autorización verbal de sus dos vecinos, a los que procurará no salpicar.
El juego comienza cuando el macho dominante de la manada dice "Vinga que es gela l'arròs!" (Tr.: ¡Venga, que se enfría el arroz)
Si la paella está buena, el elogio al cocinero se hará de forma intermitente cada dos cucharadas durante toda la comida.
Los trozos de carne que hay en cada sector son propiedad del jugador titular de ese espacio. Si algún trozo en su zona no es de su gusto lo depositará en el centro de la paella para que lo disfrute otro jugador.
Los trozos de carne cuando salen de la paella no pueden volver, ni chupados, ni en los huesos.
Si alguien invade el espacio de otro jugador sin permiso, será amonestado, a la segunda oirá aquello de "eres un poc fill de pu..” (Tr.: Eres un poco hijo pu..) y pagará los carajillos.
Se entiende que un jugador abandona, cuando apoya la cuchara en el borde de la paella y dice "Estic fart, ja no puc més!" (Tr.: Estoy harto, no puedo más) En ese momento su zona puede ser ocupada.
Queda terminantemente prohibido girar la paella para acceder a otro punto donde aún queda arroz.
Si la paella baila alguien deberá coger del asa para estabilizarla. El/los jugador(es) que se ocupen de este cometido recibirán elogios del resto, que se emplearán a fondo para mantener siempre llena la copa de vino del esforzado estabilizador.
Cuando se toca hierro con la cuchara, los valencianos se enfrentan al "Socarrat", momento glorioso donde el nerviosismo cunde.
La partida acaba cuando los jugadores se retiran o ya no queda nada en la paella.
(Autor. Paco a la Naranja) #talcomoeramos #antonioruzgarcia #fotosantiguas #comunidadvalenciana
Turquía es el único lugar del mundo donde crecen rosas negras naturales, alimentadas por las aguas del Éufrates. Un tipo de flor muy raro, sólo en la aldea Halfeti, al sureste de la provincia de Şanl ıurfa, cerca de la provincia Urfa. Parecen negros durante el verano, en otras estaciones son rojos muy oscuro. Esta variedad viene dada por la densidad del suelo y la combinación de antocianinas, pigmentos solubles en agua; el suelo tiene un gran impacto en este tipo de pigmento porque es bastante sensible al pH.
Luza Morales
La gente suele ir a los museos y mirar cuatrocientos cuadros en hora y media.
Vuelven con los pies así de hinchados y van en busca de una Coca-Cola tibia para olvidar el experimento.
Los lugares donde están los cuadros se llaman pinacotecas, igual que hay lugares donde están los libros, que se llaman bibliotecas. Nadie va a una biblioteca y lee todos los libros.
Quien va a una pinacoteca, a un museo, debe ir a ver dos cuadros. Al principio, en mi opinión, incluso uno.
El que hizo el cuadro a menudo tardó dos años en hacerlo. O incluso dos meses para hacerlo... ¿Qué me da derecho a mirarlo en veinticinco segundos?
Cuando estaban en la iglesia, la gente los veía desde que nacían hasta que morían: toda su vida. ¿Y ahora tienes que verlo en un minuto mientras corres hacia el siguiente cuadro?.”
- Philippe Louis François Daverio
(Mulhouse, 1949 – Milán, 2020),
Estudioso del Arte y crítico de arte.
La vanvera era un objeto peculiar que gozó de gran popularidad en Italia durante el siglo XIX, especialmente entre la nobleza veneciana.
Su uso más característico era ayudar a disimular el ruido y el olor de los pedos cuando se estaba en compañía de otras personas.
Este curioso dispositivo tiene orígenes muy antiguos, ya que su uso se remonta al Antiguo Egipto y la Antigua Roma, donde se conocía como "Prallo". En aquella época, se utilizaba durante los largos banquetes de los faraones y emperadores, y consistía en un objeto con forma de huevo, hecho de cerámica o madera. Este tenía una pequeña boquilla cerca del ano y otro orificio en el extremo opuesto para dejar escapar el gas. Además, era posible rellenarlo con hierbas aromáticas para enmascarar el olor.
La vanvera volvió a la escena en el siglo XVII, especialmente en las cortes venecianas. Se elaboraron dos versiones del objeto: la "Vanvera da Passeggio", que era de cuero y estaba formada por una copa adherida a las nalgas. A menudo se confeccionaba a medida para la persona que la usaba. Esta copa se conectaba a una vejiga que almacenaba el gas, y al final de la misma había un orificio cerrado con una cuerda, que permitía ventilar el gas cuando la persona estaba aislada. Se usaba bajo faldas o mantos, y era común llevarla en ocasiones sociales o en eventos como el teatro, especialmente cuando los problemas intestinales no permitían que la persona se sintiera cómoda sin ayuda.
La segunda versión era la "Vanvera da Alcova", muy similar a la "Vanvera da Passeggio", pero en lugar de la vejiga, tenía un largo tubo que, en verano, se extendía hacia fuera de la ventana y, en invierno, se conectaba a una habitación adyacente. Este aparato era especialmente utilizado por los hombres en la primera noche de matrimonio, para evitar situaciones incómodas cuando aún no había suficiente confianza con la pareja para liberar los gases de manera natural.
La vanvera comenzó a perder popularidad a principios del siglo XX, cuando la moda y las costumbres de la nobleza cambiaron. Algunos estudiosos afirman que la expresión italiana "parlare a vanvera", que significa hablar sin sentido, tiene su origen en este peculiar objeto.
Consejos útiles
Vox ficha a Carlos Mazón
Apestado y abandonado por los suyos, aprobar los presupuestos era vital para seguir manteniendo el fantasioso relato de la reconstrucción y, de paso, mantener su calidad de aforado
Gerardo Tecé 17/03/2025
CTXT
Son ustedes demasiado jóvenes para recordarlo, pero hace cuatro meses en Vox comparaban a Carlos Mazón con el mismísimo Satanás. Es decir, con Pedro Sánchez. Los de Abascal, celebrando con champán que las más de 200 muertes provocadas por la incompetencia del presidente valenciano les hubiesen pillado con el torero negacionista del cambio climático ya fuera de la vicepresidencia autonómica, intentaban monetizar el discurso más facilón para el público menos exigente. Es decir, su público. La culpa la tienen los políticos, gritaba Abascal retozando en el barro valenciano con diez trienios cotizados en política y, sin embargo, la espalda aún por estrenar. Son ustedes demasiado jóvenes, pero hace cuatro meses, desde Vox llamaban inútil e incompetente al Mazón al que hoy Vox ha fichado para su causa: si tiene un tonto en su casa no lo tire, que Vox se lo recoge, rezaba hace unos años un tuit que hoy vuelve a cobrar todo el sentido.
Carlos Mazón no era de izquierdas cuando agradeció públicamente el rápido apoyo brindado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Tampoco es hoy de ultraderecha por denunciar que Sánchez nunca apareció para ayudar a Valencia en un discurso televisado y sin preguntas para anunciar su pacto presupuestario con Vox. Un discurso lleno de bulos que ha estado cargado de guiños antiinmigración y de negacionismo climático. La única ideología de Carlos Mazón, aspirante a cantar en Eurovisión en sus buenos tiempos y aspirante ahora a que nadie cante para evitar el banquillo, es seguir estando aforado mientras la jueza de Catarroja va desmontando, una por una, todas y cada una de sus mentiras sobre lo sucedido en aquellas horas clave que acabaron en tragedia. Apestado y abandonado por los suyos, conseguir aprobar unos presupuestos era vital para seguir manteniendo el fantasioso relato de la reconstrucción y, de paso, mira por dónde, mantener su calidad de aforado. Esto ha sido posible gracias a Vox. Una jugada arriesgada apoyar en estos momentos a Mazón, dicen algunos analistas políticos que no tienen en cuenta la extraordinaria capacidad sudapollística de los votantes fieles a la ultraderecha que hace meses gritaban “fuera todos los políticos” y hoy aplauden que el comensal más ilustre de El Ventorro se aferre al cargo gracias a los suyos.
No lo tire, que Vox se lo recoge, dice el lema, pero en el PP hubieran preferido dejarlo en el contenedor y mirar para otro lado. Un Mazón con presupuestos aprobados es un Mazón con ganas de seguir, como hemos podido ver en una comparecencia en la que, exultante, se ha permitido el uso de expresiones como “espero que estén ustedes preparados” o “es importante trabajar desde el primer momento”. Un Mazón exultante es un Mazón descontrolado que no obedecerá ni los editoriales de ABC que le piden la dimisión ni las órdenes de un Feijóo que, siendo gallego, no sabe cómo sacarse de encima la humedad provocada por aquellas lluvias.
Si un día, durante un mitin defendiendo los aranceles de Trump contra el campo español, Abascal se cagase encima, su intención de voto aumentaría porque miles de los suyos se sentirían más que representados. Los votantes de Vox no son muy exigentes, pero sus líderes no son tontos. Tener la espalda intacta y una cuenta bancaria repleta de millones de euros a tu nombre indica cierto nivel de viveza. Una viveza que habrá tenido que ver en esta inversión en acciones del Gobierno valenciano, aprovechando que el precio estaba por los suelos. Con este movimiento, Vox perpetúa en el poder a un “inútil” e “incompetente” que “debería irse” y que, quedándose, solo daña al Partido Popular. Un partido en el que se quedaron quienes, entregados al pensamiento woke, siguen considerando que cagarse encima a veces es un inconveniente. Con este movimiento, Vox consigue cambiar a un torero a su nombre por una marioneta a nombre de otro. Marioneta que, abandonada por los suyos –en lo político, no tanto en contratos y licitaciones–, pondrá en práctica los postulados ultras que hagan falta para no acabar conociendo en persona a la señora jueza o, en el peor de los casos, tal como hiciera la tarde del 29 de octubre, para poder atrasar el asunto lo máximo posible. Un pacto Mazón-Vox, que bien podría celebrarse con almuerzo en El Ventorro. La ocasión lo merece.
Decía Platón que aquel que inventó la cerveza debía de ser un hombre sabio. Pero se equivocaba. No fue un hombre. Fueron mujeres. Sabias, ingeniosas y con una intuición que cambiaría la historia de la humanidad.
Hace más de 7.000 años, en la fértil Mesopotamia, un grupo de mujeres descubrió, casi por accidente, que los granos de cereal mezclados con agua y dejados al sol no solo se volvían comestibles, sino que fermentaban, dando lugar a un líquido espeso, nutritivo… y embriagador. Fue un hallazgo revolucionario. No solo saciaba el hambre, sino que alegraba el espíritu.
No tardaron en perfeccionar su creación. Con paciencia y sabiduría, desarrollaron técnicas para mejorar la fermentación, experimentaron con hierbas y especias, y fueron las primeras maestras cerveceras de la historia. En Sumeria, la diosa Ninkasi fue adorada como la patrona de la cerveza, un reconocimiento divino a la importancia de aquellas mujeres que la elaboraban y la comercializaban. Durante siglos, la cerveza fue su dominio exclusivo. En el Antiguo Egipto, eran las encargadas de su producción y distribución, considerándola un regalo de los dioses.
Pero el gran giro llegó en la Edad Media. La abadesa Hildegarda de Bingen, una mujer adelantada a su tiempo, experimentó con el lúpulo y descubrió que no solo añadía un amargor delicioso a la cerveza, sino que también la conservaba por más tiempo. Su hallazgo transformó la cervecería para siempre. Además de ser teóloga, escritora, botánica y visionaria, Hildegarda dejó una huella imborrable en la historia de la cerveza.
Sin embargo, con la llegada de la industrialización y la monopolización masculina del oficio, el papel de las mujeres en la cervecería fue borrado. Lo que una vez fue su legado, se convirtió en una industria dominada por los hombres. Pero la historia no se olvida tan fácilmente.
Hoy, cada vez más mujeres recuperan su lugar en el mundo cervecero. Se convierten en maestras cerveceras, dueñas de cervecerías y expertas en el arte de la degustación. Con cada sorbo de cerveza artesanal, con cada nueva receta innovadora, están reivindicando lo que siempre fue suyo.
Porque la cerveza nunca fue solo cosa de hombres. Fue, es y siempre será un legado de mujeres.
-Tomado de La Red-
martes, 18 de marzo de 2025
Lo vengo diciendo siempre que tengo que escribir sobre esto, PP y VOX es lo mismo, simplemente que uno quiere atraerse a aquellos que no son tan extremistas y el otro apuesta por los extremistas para que sus incondicionales no tengan ninguna duda de quiénes son y de donde vienen, dando a entender que no se mueven de sus principios adquiridos en los sótanos del Pardo.
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Mazón no se va porque espera estar el tiempo necesario en su puesto para cobrar después su “paquita”, más de 70.000 € durante muchos años, además de ciertas ventajas, y el PP le da todo su apoyo porque no le interesa en estos momentos que se celebren unas elecciones en Valencia ya que lo más probable es que las perdieran, es esta la cuestión y no otra.
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Alguien duda de que Feijóo no le ha preguntado a Mazón “que hiciste en esa comida para estar tanto tiempo incomunicado con la que estaba cayendo” si la respuesta hubiese tenido algo de fundamento nos hubiésemos enterados toidos el mismo día, pero presuntamente la cosa fue tan grave que nadie se atreve a decir por qué no lo cuenta ni unos ni otros.
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Si yo fuese valenciano dudaría mucho de que un tipo tan mentiroso y manipulador se encargase de reconstruir las ruinas familiares y económicas de esa región.
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La pelota no está en el tejado de Mazón ni del PP, que cada uno ponen sus intereses por delante de los valencianos, la pelota están en el tejado de los valencianos, porque, al menos deberían de exigir qué un tipo como ése no se ponga al frente para reconstruir sus vidas, ya que de un mentiroso y manipulador solo se pueden esperar mentiras y manipulaciones.
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El Bellotero .
Martes 29-O: el día que la política suspendió en geografía
El auto de la jueza apunta al desconocimiento del territorio en la gestión de la emergencia, que sí mostraron periodistas desplazados ese día a los puntos más críticos
Varios alcaldes de la Ribera, hijos de la 'pantanada' de 1982, se anticiparon a la cúpula de Emergencias: a las 18.30 la Policía de Carlet pedía a la ciudadanía subir a plantas altas
Levante
José Luis García Nieves
16-3-25
A las 15 horas y 7 minutos del fatídico 29 de octubre, en una conexión en directo desde Chiva, la periodista de À Punt María Sánchez exhibe conocimiento del terreno y anticipa escenarios. “Ahora el peligro no es este barranco, que por esta parte local urbana no se ha desbordado, pero aguas más abajo toma el nombre del barranco del Poyo, y va hacia Cheste, más abajo hacia Alaquàs y Aldaia, y ahí sí que corren el peligro de más inundaciones. Estamos en alerta roja todavía hasta las cinco de la tarde”, señalaba a la audiencia. A esa hora, el Consell estaba pidiendo el despliegue de la UME para Utiel; el president comenzaba una comida en el centro de València, y aún faltaban dos horas para que comenzara la reunión del Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi).
El testimonio lo recoge la jueza de Catarroja como ejemplo de buen hacer en un demoledor auto donde imputa a la cúpula política de emergencias de la Generalitat y, sobre todo, cuestiona la línea argumental del Consell: la magistrada señala que había información disponible y que “no serían necesarios especiales conocimientos técnicos” para conocer por “dónde discurría el barranco del Poyo”.
Es una de las lecturas de fondo que deja el escrito de la jueza: la importancia del conocimiento del territorio en la gestión de una emergencia. La jueza Ruiz Tobarra se sorprende de la falta de agilidad de la administración autonómica, siendo las inundaciones un tema tan sensible para los valencianos. Tal como añade en otro punto del auto, “constituye un saber común las repercusiones mortales que han revestido las inundaciones en la Comunidad Valenciana. Las más graves fueron la riada de 1957 y la pantanada de Tous. Correspondía a las autoridades autonómicas alertar a la población”.
La “conciencia situacional”
“Cuando una periodista tiene más conocimiento del territorio que los gestores del territorio tenemos un problema grave como sociedad”, reflexiona Ferran Dalmau, ingeniero forestal y director de Medi XXI, consultora dedicada a la gestión de emergencias y protección civil. El experto, preguntado por la importancia del conocimiento del territorio, echa mano de un concepto básico en gestión de emergencias: la “conciencia situacional”. “Se refiere a la capacidad de percibir con claridad todos los factores relevantes de una emergencia, su entorno, entender su dinámica y predecir cómo evolucionará”, resume.
Uno de los factores fundamentales para una correcta conciencia situacional es el conocimiento geográfico del territorio. No es lo mismo una dana en Orihuela pegada a la costa, que otra que caiga a 50 o 60 kilómetros del litoral, con recorrido para hacer daño, ejemplifica. Fuentes de la reunión del Cecopi apuntaban que, esa noche, incluso después de la alerta y con l’Horta Sud devastada, se siguió hablando de la situación de Forata, no de la rambla del Poyo. «Creo que muchos de allí no sabían que ese barranco existía», señala otro testigo.
Los alcaldes de la Ribera, siguiendo el esquema que dibuja el experto, sí exhibieron conciencia situacional: “Desde la ‘pantanada’ de 1982 tenemos mucho miedo cada vez que viene una gota fría”, señala Jordi Mayor, alcalde de Cullera y nacido en 1980. Mayor lo resume así: si hay temporal, los alcaldes saben que tienen que mirar en el SAIH de la confederación el sensor de l’Hort de Mulet: “Hasta 600 m2/s, tranquilidad”. Los correos con las evoluciones del caudal de ese punto, en Algemesí, figuran entre los 198 enviados por la Confederación Hidrográfica del Júcar a Emergencias en las horas más críticas de aquel fatídico martes.Los alcaldes de la Ribera baixa tienen también un grupo de whatsapp donde decidieron, por ejemplo, suspender las clases y avisar a la población. El recuerdo de la pantanada explica también la atención que se prestó al embalse de Forata en esas horas.
Esa memoria del agua y la tragedia se vio también en el comportamiento de Vicent Mompó, presidente de la diputación y alcalde de Gavarda (pueblo trasladado de ubicación por la pantanada), movilizado desde primera hora. O en Carlet, donde su alcaldesa, Laura Sáez, también criada en la ‘pospantanada’ estuvo en contacto con la CHJ y envió a la policía a avisar en las calles cercanas al Magro para desalojar plantas bajas, sacar los coches, y “ordenar a todos que suban a las plantas altas y alturas superiores”. A las 18.30 horas, cien minutos antes del envío del EsAlert, que pedía únicamente no circular.
Un alcalde consultado, con todo, señala la trascendencia de ese conocimiento del entorno de los dirigentes más pegados al territorio, pero señala que también esa capacidad deben aportarla los técnicos. “Un conseller no puede saber por dónde pasa cada rambla de una región”, concluye.
F
rancisco Garcia Mateo
Antes de una corrida de toros, se le frotan los ojos con vaselina para empañar la vista; Se inserta algodón en las fosas nasales para dificultar la respiración y se coloca una aguja en el medio de los genitales. Además, se frota una sustancia corrosiva en las piernas para que pierda el equilibrio. Todo esto también evita que se acuestes en el suelo. Para desorientarlo se guarda antes de mandarlo a la arena en un espacio estrecho y oscuro durante unos días. Cuando lo liberan, corre desesperado hacia la luz como si saliera de un largo túnel. Él piensa que su sufrimiento finalmente ha terminado y será liberado; en cambio, corre a la arena para enfrentarse a sus asesinos y a una multitud de sádicos ...
. ESTO TIENE QUE TERMINAR !!!