La manada y
el maná
13/12/2017
ElHuffPost
Médico forense y
profesor en la Universidad de Granada
Atravesar la distancia entre unos hechos denunciados y la sentencia que los
integra en la sociedad es un recorrido complejo, que en el caso de la violencia
de género transcurre de manera muy diferente para la mujer que la sufre y para
el agresor o agresores que la llevan a cabo. Lo estamos viendo estos días
conforme se acerca el momento final en el caso de "la manada".
Y mientras que la "comprensión" hacia los agresores denunciados
aumenta y sus argumentos se aceptan sin cuestionar su relato, la palabra de la
víctima no para de cuestionarse, y ella misma se ve envuelta en un halo de
sospecha para que todo tenga coherencia dentro de los mitos machistas que
llevan a culpabilizar a las mujeres de la violencia que sufren, y de la que no
sufren al presentarlas como autoras de delitos de denuncia falsa.
Como si
fuera un relato bíblico, podemos hablar de este proceso en términos de
"pasión", y no por un exceso de imaginación o creatividad, sino por
la literalidad que recoge en el Diccionario de la Real Academia
Todo ello hace que, como si fuera un relato bíblico, podamos hablar de este
proceso en términos de "pasión", y no por un exceso de imaginación o
creatividad, sino por la literalidad que recoge en el Diccionario de la Real
Academia. En su primera acepción la define como "acción de padecer",
pero en otras también lo hace como "lo contrario a acción",
"estado pasivo en el sujeto", y en su quinta acepción de
"perturbación o afecto desordenado de ánimo". Y es que todo parece
girar alrededor de esas ideas sobre lo que se entiende que es
"pasión", aunque con argumentos y circunstancias muy diferentes
cuando se refieren a la víctima y cuando lo hacen a los agresores.
La pasión en la víctima refleja la primera acepción y expresa el daño
sufrido, mientras el juez y la defensa hablan de la pasión como "estado
pasivo del sujeto", llegando a la quinta acepción para plantear, incluso,
una "perturbación o afecto desordenado de su ánimo". Todo,
curiosamente, sobre la víctima, que es la que parece ser juzgada; los cinco
denunciados en ningún momento son cuestionados ni se ve incoherencia,
extrañeza, anormalidad... al mantener relaciones sexuales de manera simultánea
con una mujer en un portal, grabando el momento con los móviles, y dejándola
después en un banco en estado de shock. Para muchos todo ello también es
"pura pasión".
Y esa normalidad de la manada que mucha gente comparte y difunde a diario
en las redes es maná para su recorrido, es el bien que alimenta el mito de la
doble perversidad de las mujeres reflejado en el hecho de nublar el sentido y
llevar a los hombres a realizar esos actos, y luego a denunciarlos.
Es ese maná
social el que entiende que cuando una mujer no dice no, significa que dice sí;
y que cuando no dice no es sí a mantener relaciones sexuales con cinco hombres
Porque es ese maná social el que entiende que cuando una mujer no dice no,
significa que dice sí; y que cuando no dice no es sí a mantener relaciones
sexuales con cinco hombres; que cuando no dice no es sí a cinco hombres y sí a
que la graben con el móvil; que cuando no dice no es si al sexo con cinco
hombres, a que la graben en vídeo y a que compartan las imágenes con sus
amigos, y a partir de ahí con cualquiera...
Una situación tan "normal" que hasta el propio juez preguntó si
sufrió daño o dolor, y uno de los abogados de la defensa presentó una foto
tiempo después de la agresión para demostrar que no había sufrido daño.
Todo se reduce a una interpretación sobre lo que piensan que la víctima
sintió, percibió y fue capaz de recordar en una situación de violencia extrema compatible
con el shock diagnosticado, mientras que nadie cuestiona el relato de quienes
pudieron llevar a cabo esa conducta violenta.
No es de
extrañar que el porcentaje de condenas en la violación sea tan bajo (1% del
total de casos) y que la impunidad, en consecuencia, sea del 99%
A nadie se le ocurriría tachar de suicida a un peatón ni exculpar al
conductor que se salta un semáforo porque al cruzar la calle y ver venir el
coche, en lugar de dar un salto hacia la acera se queda bloqueado mirando al
coche que se acerca. Y tampoco pensaría nadie que aquellas personas que no se
juegan la vida para evitar que le roben un reloj, en verdad demuestran
complicidad con el ladrón y significa que se lo han dado de manera consentida.
Y cuando tras el atraco a una oficina bancaria el testimonio de los diferentes
clientes que había en el banco no coincide en los detalles sobre la acción
criminal, algo habitual debido al shock que sufren muchos de los testigos, a
pesar de que la agresión no vaya contra ellos, no se duda de la realidad del
atraco.
En cambio, una víctima de una violación sí debe recordar todos los
detalles, comportarse desde que se levanta por la mañana como si fuera a ser
violada para que no haya incoherencia en su conducta previa y posterior, por
supuesto no entrar en shock, cerrar las piernas con fuerza, y defenderse
incluso a riesgo de su vida... Y si son cinco los agresores, pues con más
determinación.
No es de extrañar que el porcentaje de condenas en la violación sea tan
bajo (1% del total de casos) y que la impunidad, en consecuencia, sea del 99%.
Si se piden pruebas sobre elementos que no tienen por qué estar presentes, será
difíciles encontrarlos; y si se descartan los que sí demuestran el trauma
emocional de una violación, resultará muy difícil probar lo ocurrido.
Y sobre esta situación surgen dos cuestiones que en todo este proceso
quedan un poco al margen. Una de ellas demuestra claramente la construcción
machista que hay alrededor del significado que se da a la denuncia por
violación y , en general, a la violencia de género. La otra, muestra cómo desde
esa misma valoración machista se niega la evidencia.
De nuevo
vemos cómo a partir de una suposición se construye todo un argumento coherente
para justificar la maldad de ella y para darle maná a la manada
La primera cuestión es sobre el sentido de la denuncia. ¿Qué sentido tiene
que una mujer que decide mantener sexo con cinco hombres, que lo lleva a cabo
de manera participativa y activa, como dicen que ocurrió, luego termine
denunciando a sus "amantes"? Ahí es donde aparece el mito de la
maldad y perversidad de las mujeres, y a presentar esa decisión de denunciar y
"arruinar" la vida de cinco hombres sólo por el placer de hacerlo.
Las referencias al móvil y a la posible difusión de las imágenes no deja de ser
una excusa, primero porque ella nunca ha hecho referencia a esa situación,
probablemente porque en su estado, suponiendo que cayera en el tema y recordara
que hubo una grabación, quizás lo que menos le preocuparía es si las imágenes
se difundían o no.
Pero por otra parte, se asume que mientras que los hombres no tienen
inconveniente en difundir las imágenes, ella sí lo tendría, cuando a lo mejor
no era así y no le importaría demostrar que mantuvo sexo en esas
circunstancias. De nuevo vemos cómo a partir de una suposición se construye
todo un argumento coherente para justificar la maldad de ella y para darle maná
a la manada.
La segunda cuestión es el hecho de encontrar a la víctima en estado de
shock en un banco, una situación objetiva que después ha sido confirmada por
medio del estudio y el tratamiento psicológico. Si la mujer estaba en estado de
shock, ¿cuándo y por qué se produjo el shock? Mantener relaciones sexuales con
cinco hombres de manera consentida y participativa no produce un shock traumático,
ni tampoco pensar que después de esas relaciones se pueden difundir unas
supuestas imágenes. Podrá producir preocupación o cierto desasosiego, pero no
un cuadro de shock.
El proceso
que se inicia cuando las mujeres se revelan frente a lo que el machismo les
impone se convierte en un desierto para ellas y en un bosque frondoso para
ellos
Al final vemos que lo incoherente en la explicación que se da sobre lo
ocurrido por parte de las defensas y de una parte de la sociedad se convierte
en coherente bajo el argumento machista, mientras que lo objetivo y evidente se
cuestiona y se interpreta como la escenificación de una mujer capaz de mandar a
cinco hombres a más de 20 años a la cárcel por el simple hecho de disfrutar con
ello.
Todo demuestra cómo en una sociedad machista los hombres son capaces de
interpretar lo que una mujer quiere, incluso "cuando ella no sabe que lo
quiere", y que cuando tras hacerlo la mujer dice que no es cierto, que es
una elucubración de quien piensa así, se interpreta que es ella la que está
equivocada, no los hombres.
No es casualidad, es parte del proceso que se inicia cuando las mujeres se
revelan frente a lo que el machismo les impone, un proceso que se convierte en
un desierto para ellas y en un bosque frondoso para ellos donde, además,
reciben el maná de una parte importante de la sociedad que quiere que las
víctimas de la violencia de género caminen por desiertos y los agresores por
arboledas de ricos frutos.
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