El silencio de otros
Carracedo:
"La gente siente vergüenza de que no se haya hecho justicia con las
víctimas del franquismo"
La película ‘El silencio de otros’, de
Almudena Carracedo y Robert Bahar, denuncia ante el mundo entero la impunidad
de los crímenes franquistas, señala a los cómplices que impiden que se haga
justicia y rinde tributo a las víctimas y supervivientes de la dictadura
Público
16-11-18
BEGOÑA PIÑA
"El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera
pasado”. Parecería que la célebre sentencia que escribió William Faulkner en Réquiem para una mujer se hubiera pensado para la
ultrajante situación que viven hoy las víctimas del franquismo
y sus familiares. Asesinadas, enterradas en fosas comunes, torturadas,
perseguidas, encarceladas y privadas de la dignidad y el derecho de la
justicia. Para ellas, en su recuerdo, en su honor y apoyando su lucha, se ha
hecho la película El silencio de otros, de
Almudena Carracedo y Robert Bahar, una de las más firmes aspirantes al Mejor
Documental Europeo en los European Films Awards.
Premio del Público y Premio del Cine por La Paz en el
Festival de Berlín, entre muchos otros, la película acompaña a las víctimas y
supervivientes de la cruel y larguísima dictadura franquista en la organización
de la querella Argentina y
en su esfuerzo por terminar definitivamente con el llamado pacto del olvido. Un camino al que obligó la propia
justicia española y la desatinada Ley de Amnistía de 1977. El silencio de otros es, además, la denuncia ante
el mundo entero de la vergonzosa e insoportable impunidad
que viven en España los que cometieron crímenes de lesa humanidad y la
acusación directa a los cómplices que les amparan aun hoy.
"Los jóvenes no quieren formar parte de ese falso consenso del
olvido"
"Desde pequeños hemos vivido con el discurso, aprendido a repetir, del
olvido, pero la gente está reaccionado contra ello y los jóvenes no quieren
formar parte de ese falso consenso, sienten que les han robado la historia.
Hemos hecho la película para que la gente pueda entender y sentir, sentirse en
la piel de los personajes, porque ahí la conversación cambia, se produce una
empatía”, explica la codirectora Almudena Carracedo, que confiesa que después
de esta película no tiene “derecho a no tener esperanza. Todos queremos pasar
página, pero para ello primero hay que leerla”.
"Yo tenía seis años
cuando se llevaron a mi madre"
Rodada a lo largo de seis años, las
imágenes recogen testimonios de muchos de los protagonistas de la querella
argentina’ como el tristemente desaparecido abogado Carlos Slepoy, a quien Público rindió homenaje el pasado mes de octubre; José María
Galante ‘el Chato’ y Felisa Echegoyen ‘Kutxi’, de la asociación de ex presos
del franquismo La Comuna; la propia jueza María Servini, instructora de la querella; la abogada
de Derechos Humanos Ana Messuti… Pero son las imágenes, los momentos, las
palabras y los silencios de dos mujeres, octogenarias, María Martín y Ascensión Mendieta, las que más acercan
la película al público. Máxima emoción con ellas.
Imposible contener las lágrimas ante la
verdad de esta anciana de Pedro Bernardo que, con una voz ronca, casi solo un
susurro, dice ante la cámara: “Yo tenía seis años cuando fueron a por mi madre.
Gente del pueblo. La encontraron al día siguiente a orilla la carretera (…) La
metieron en la escuela que era la cárcel para mujeres, la cortaron el pelo al
cero, la pasearon por todo el pueblo. Íbamos detrás todos los muchachos del
pueblo, pero no me dejaban arrimarme a ella. Aquella noche mataron a 27 hombres
y 3 mujeres, la Lucia, la María y mi madre”.
"Lo injusta que es la vida. No la vida, los humanos somos muy injustos"
María acude, con las pocas fuerzas que le quedan y un
precioso ramo de girasoles, a la cuneta en la que tiraron el cuerpo de su
madre, Faustina López. “No los pudieron meter en el cementerio, el pueblo no
los dejó. Este es el sitio de la fosa. A esos zarzales tiraron la ropa y la
dejaron desnuda. Lo injusta que es la vida. No la vida, los humanos somos muy
injustos”.
"Las víctimas, con razón, no olvidan"
La conocida historia de Ascensión Mendieta, que con
88 años, llorando y susurrando “Ay, padre querido”, recuperó por fin los restos
de su padre Timoteo Mendieta, fusilado, es otro de los momentos clave de esta
necesaria, obligada, ya ineludible película, en la que los directores recogen
también el escalofriante testimonio de los que fueron torturados en la
dictadura, algunos de ellos por el sanguinario Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño. “Es un personaje intocable”, reconoce
Chato Galante, quien, por supuesto, ahora tampoco se rinde.
“Los delitos que son de lesa humanidad no hay amnistía que los pueda tapar o no querer investigar”, sentencia la jueza argentina María Servini, a la que el relator de la ONU Pablo de Greiff apoyó cuando, en su denuncia de la situación de las víctimas, afirmó: “Las víctimas, con razón, no olvidan”.
“Los delitos que son de lesa humanidad no hay amnistía que los pueda tapar o no querer investigar”, sentencia la jueza argentina María Servini, a la que el relator de la ONU Pablo de Greiff apoyó cuando, en su denuncia de la situación de las víctimas, afirmó: “Las víctimas, con razón, no olvidan”.
“Como sociedad –dice la directora- tenemos
que pensar qué hacemos con cientos de miles de desaparecidos, con los bebés
robados, con los que perpetraron estos crímenes y andan sueltos por las calles…
con la impunidad que se ha perpetuado en España. La gente nos dice que siente
vergüenza de que esto siga ocurriendo en España, de que no se haya hecho
justicia con las víctimas del franquismo”.
"Los delitos de lesa humanidad no prescriben"
"Esta situación me dolía mucho por
dentro”, confiesa Almudena Carracedo, quien asegura que ahora se siente “en paz
y orgullosa de haber hecho algo. He hecho lo que tenía que hacer como creadora.
He hecho mi parte. Y la película también es un llamamiento a los creadores a
participar en esta conversación”.
La declaración del soberbio y criminal Billy el Niño, las reuniones de
fascistas con el brazo en alto recordando con gloria al genocida Franco, las
imágenes de Martín Villa, de Aznar, de Rajoy contestando a la pregunta de si no
es insoportable que haya gente aún que no sepa dónde están enterrados sus
familiares: “No tengo claro que sea cierto eso ni que el Gobierno pueda hacer
algo para arreglarlo”, del Congreso aplaudiendo el funesto día de 1977 en que
se aprobó la Ley de Amnistía, de Esperanza Aguirre manifestándose en contra de
la retirada de los nombres franquistas de las calles y plaza de Madrid, Fraga
votando… revelan al mundo entero la gran vergüenza española.
Una abominación que han solucionado muchos
otros países en el mundo y que, sin embargo, todavía se mantiene obscena en
España. “Si los jueces españoles escucharan lo que yo escuché…”, dice la jueza
Servini, convencida, igual que todos los denunciantes de la querella argentina
y que millones de españoles, de que, como dice Chato Galante, “los delitos de
lesa humanidad nunca jamás prescriben”. Y las víctimas y supervivientes del
franquismo verán cómo se hace justicia.
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