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jueves, 24 de julio de 2025

 


Spanish Revolution

5 razones por las que te equivocas si defiendes el ‘trabajo’ de Vito Quiles

👉 No es periodismo: es propaganda reaccionaria financiada con dinero y algoritmos para socavar la democracia desde dentro

1. Porque el periodismo no consiste en provocar, sino en explicar

La función del periodismo en una democracia no es agitar a las masas, sino ofrecer información verificada para que la ciudadanía pueda comprender el mundo y tomar decisiones libres. Vito Quiles representa justo lo contrario: su presencia en las instituciones no está orientada a informar, sino a provocar un espectáculo. Sus intervenciones buscan titulares, no respuestas; tensión, no esclarecimiento; viralidad, no contexto. Su “trabajo” responde más a la lógica de la propaganda que a la de la prensa. Lo suyo no es una búsqueda honesta de la verdad, sino una teatralización del conflicto ideológico para beneficio de su corriente política.

2. Porque se ampara en la libertad de prensa para destruirla desde dentro

Defender a Quiles como un representante de la libertad de expresión equivale a permitir que los enemigos de la democracia la utilicen como caballo de Troya. La libertad de prensa no es un cheque en blanco para convertir una acreditación parlamentaria en una herramienta de acoso, ni para infiltrar el odio en los espacios institucionales donde se supone que se protege el bien común. Su figura no fortalece la pluralidad: la pervierte. El periodista es un mediador entre los hechos y la ciudadanía; Quiles es un operador de intoxicación entre la mentira y la furia.

3. Porque forma parte de una estrategia internacional de erosión democrática

Lo de Quiles no es un caso aislado. Es una pieza más en una maquinaria global. Como Steve Bannon, Javier Milei o Tucker Carlson, forma parte de una generación de agitadores que han sustituido la prensa libre por el marketing del resentimiento. La receta es conocida: fabricar un enemigo (feministas, migrantes, rojos), repetir un mantra emocional (“nos quieren silenciar”), colocarse como víctima de la élite cultural y estallar en una performance que funciona en TikTok pero aniquila el debate público. Su tarea no es informar, sino desinformar para desmovilizar.

4. Porque representa el síntoma de una democracia en retroceso

Si un Parlamento permite que un agitador disfrazado de reportero convierta su sala de prensa en una extensión del plató de Javier Negre, es que algo esencial ha fracasado en el sistema de garantías democráticas. La infiltración ultra en los medios, las instituciones y las redes no es fruto del mérito individual de estos personajes, sino del vacío que ha dejado un modelo mediático precarizado, mercantilizado y entregado a la lógica del clic. Quiles existe porque el periodismo público ha sido desmantelado, la educación mediática es inexistente y los algoritmos premian la rabia antes que el análisis.

5. Porque el blanqueamiento de figuras como Quiles normaliza el autoritarismo

No se trata solo de una cuestión de estilo. Defender la presencia institucional de Vito Quiles equivale a avalar la banalización del fascismo posmoderno. No es casual que sus intervenciones se dirijan siempre a ministras, periodistas mujeres o líderes progresistas: su función no es solo provocar, sino señalar. Como ya ocurrió en Brasil o Hungría, la legitimación de estos perfiles mediáticos precede al colapso de la legalidad democrática. El discurso del odio no necesita tanques: le basta con un micrófono, una cámara y la indulgencia de quienes lo confunden con “discrepancia política”.

Reflexión:

Hay quien dice: “aunque no te guste lo que dice, defiende su derecho a decirlo”. Y está bien, si hablamos de derechos civiles. Pero aquí hablamos de otra cosa. De cómo la mentira organizada sustituye a la información pública, de cómo el insulto se disfraza de opinión y de cómo el fascismo se acomoda en los asientos del Congreso no con botas, sino con acreditación de prensa. Quiles no está ahí para aportar pluralidad, sino para debilitarla. Su “trabajo” no merece defensa, sino denuncia. Porque cada vez que un periodista honesto es despedido, y un propagandista ultra ocupa su lugar, la verdad retrocede un poco más hacia el silencio.


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