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viernes, 26 de septiembre de 2025

 



1. Ayuso se reúne con la encargada de negocios de la Embajada de Israel.

2. Vox veta en Les Corts Valencianes un minuto de silencio por las víctimas de Gaza.

3. El PP suscribe "al 100%" la condena del rey a "la masacre" en Palestina, justificando su posición porque no utilizó el término “genocidio”.

De estas noticias se pueden extraer varias reflexiones.

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En primer lugar, resulta evidente lo que vengo señalando desde hace tiempo: PP y Vox, con Abascal, Ayuso, Feijóo y toda la corte política que los acompaña, representan en esencia lo mismo. La estrategia que utilizan consiste en alternar el papel de “poli malo” y “poli menos malo”, sin que exista un verdadero “poli bueno” en su discurso.

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Un ejemplo ilustrativo lo encontramos en la posición de algunos dirigentes del PP.

Una dirigente extremeña llegó a referirse al conflicto como genocidio, aunque rápidamente rectificaría si desde Génova le recriminaran sus palabras.

El presidente gallego se limita a declaraciones ambiguas, repitiendo “es genocidio, pero, pero, pero…”.

El aragonés evita pronunciarse de forma clara, recurriendo a juegos retóricos para no desmentir ni confirmar.

Mientras tanto, desde Andalucía se aborda la cuestión como si se tratara de un gesto forzado, recurriendo finalmente a la crítica de que “se está manoseando a estas pobres gentes”. Nada más lejos de la realidad: nadie las manipula, lo que se hace es lamentar su trágica situación, algo imposible de ignorar para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad hacia el prójimo.

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El rey, por su parte, al que determinados sectores de derechas habían colocado en un pedestal y convertido en símbolo propio, tampoco ha salido indemne. Algunos ya critican su postura, mientras otros, con evidente incomodidad, optan por contenerse y limitarse a afirmar con un tono hipócrita: “el rey hizo el discurso que tenía que hacer”. No se percibe en esta ocasión el entusiasmo con que lo han respaldado en otros contextos.

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Es necesario subrayar que el crimen cometido por Hamás no puede ser justificado por nadie que sienta dolor ante lo que ocurre en Gaza. Ha sido condenado con la misma firmeza que los crímenes perpetrados por Netanyahu. No se trata de condenar a un país entero, pues no todos sus ciudadanos piensan del mismo modo, pero resulta imposible establecer proporcionalidad entre ambos hechos.

En España sufrimos el terrorismo de ETA. ¿Acaso alguien propuso arrasar Euskadi y matar a inocentes por los crímenes de unos pocos? Ninguna persona verdaderamente contraria a la violencia puede apoyar a Hamás, como tampoco puede hacerlo con las acciones de Netanyahu y su gobierno.

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En segundo lugar, cabe señalar que lo que observamos en TV, independientemente de que sean de izquierda o de derechas —porque antes son personas—, es que se lamentan de lo que ocurre en Gaza. Menos estos ilustres “salvapatrias”, que anteponen la política al horror que están viviendo estas pobres gentes.

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En tercer lugar, destaca la actitud de la presidenta madrileña, que no solo recurre a un tono ofensivo en su discurso político, sino que además exhibe una falta de empatía preocupante. Ya lo demostró con su indiferencia hacia los mayores en las residencias durante la pandemia, y ahora lo repite con la tragedia en Gaza. Su gesto de recibir públicamente a una representante del gobierno de Netanyahu, posando con su bandera, no es un acto institucional neutral, sino una clara provocación. Con ello transmite un mensaje desafiante: “¿No lo aceptáis? Pues ahí tenéis tres tazas de mí caldo”. Si existen intereses económicos de por medio, mezclar dinero con sentimientos en un contexto tan dramático resulta, cuando menos, indigno.

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Por último, no debe olvidarse que la presidenta madrileña ostenta el cargo gracias al respaldo de los votantes. Son ellos quienes, con sus votos, la han elevado al podio de la intransigencia, la soberbia y el insulto. Esa responsabilidad, compartida, no puede ser ignorada.

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El Bellotero .

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