ENTREVISTA
A ÓSCAR ALZAGA
"La
destrucción de los archivos policiales del franquismo fue un
disparate de Martín Villa y Suárez"
Óscar
Alzaga (Madrid,
1942), uno de los políticos
más destacados de la
transición en la UCD,
acaba de publicar 'La
conquista de la
transición
(1960-1978)'. Con subtítulo
imprescindible: 'Memorias
documentadas'
Por
José
Antonio Zarzalejos
26/09/2021
El
Confidencial
Óscar
Alzaga Villaamil es un jurista,
catedrático emérito de Derecho Constitucional y académico
supernumerario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas,
director en su momento de un importante bufete de abogados en Madrid,
diputado en la legislatura constituyente, en la que fue portavoz de
UCD en la Comisión Constitucional, y hasta 1982. Su vocación
jurídica le hizo rechazar cargos públicos —recibió cuatro
ofertas para ser ministro– después de una larga trayectoria de
oposición activa al régimen de Franco desde sus convicciones
democristianas que le reportaron un confinamiento y sanciones.
Ya
apartado de la actividad docente y del ejercicio de la abogacía ha
culminado un libro de carácter histórico,
inhabitual en su bibliografía: la reconstrucción de la "conquista"
de la transición basándose en documentación en muchos casos
inédita procedente de archivos inexplorados como el de Joaquín
Satrústegui. El
relato es pormenorizado, casi puntilloso. No deja cabos sueltos.
Ha recibido presiones para que ni lo escriba y, ya escrito, evitase
su publicación. Oídos sordos. Se muestra lúcido en nuestra
conversación, tranquilo y consciente de que su obra editada por
Marcial Pons —ha renunciado a los derechos de autor— molestará a
muchos de sus seguros lectores y quebrará convenciones, más aún
procediendo ese texto de un centrista democristiano. A la actual
altura de su vida, en la que se encuentra como en una atalaya, esta
crónica de la "conquista" de la democracia parece haber
satisfecho en el autor un deseo vital largamente esperado.

PREGUNTA. En
su libro 'La conquista de la ransición' hace una observación
importante: sus protagonistas apenas han escrito sobre ella. ¿Por
qué este vacío, este silencio?, ¿son los que le han animado a esta
iniciativa editorial?
RESPUESTA.
Entiendo bien que la inmensa mayoría de los líderes de la oposición
democrática de los años sesenta del siglo pasado no se animasen a
poner por escrito como desgastaron al régimen en la ilegalidad. A mí
escribir este libro me ha llevado diez años, pues, además de acudir
a los numerosos papeles que conservo en mi archivo, me ha parecido
imprescindible encontrar en la prensa extranjera y en otras fuentes
dispersas datos fiables en que apoyarme; de los que dejo constancia
en notas a pie de página. Resulta una tarea dura para quienes somos
mayores, pero me pareció obligada, pues nuestro pueblo tiene derecho
a saber su verdadera historia y creía que podía aportarle una buena
porción de su pasado reciente.
P. Para
escribir este relato tan detallado se ha tenido que enfrentar a la
destrucción por orden de Martin Villa en 1977 de una documentación
histórica de gran valor sobre personas militantes en la oposición
al franquismo y a solicitar la consulta en archivos hasta ahora
inexplorados. ¿Por qué esa desaparición de documentos? ¿Qué
archivos no utilizados le han sido brindados?
R.
En el primer capítulo de este libro expongo el disparate que fue la
destrucción de los archivos de los diversos servicios policiales
del franquismo,
bajo la batuta del ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, con
la conformidad del presidente Suárez. Algunos policías —conscientes
de su gravedad— filtraron que los expedientes de las actuaciones de
la Brigada Social y otras fuerzas policiales durante los largos años
del franquismo con información de las actividades de los opositores
al régimen se introducían en camiones. Y estos se dirigían a la
sede central de la Guardia Civil, donde se instaló una gran caldera
para su quema. Seguidamente se le pidieron explicaciones en el Senado
al ministro, quien se comprometió a salvar lo que tuviera interés
histórico y naturalmente solo conservó escasísimos folios
relacionados con una veintena de opositores. Uno de estos era yo y me
consta que lo conservado es insignificante y carece de interés.
"Constituimos
la triste excepción, explicable porque muchos franquistas quisieron
seguir en política durante la nueva democracia"
P. ¿Ha
localizado mucho material?
R.
Como la oposición al franquismo hubo de desenvolverse en la
ilegalidad producía pocos escritos. Pero sí constaban por escrito
los informes de las permanentes escuchas telefónicas de nuestros
teléfonos y de los continuos seguimientos a que estuvimos sometidos
por la Brigada Social, la Guardia Civil en aquellas zonas rurales en
que hubo que asumir funciones represivas, los servicios de
información de los sindicatos verticales, etcétera. En aquellos
casi cuarenta años se redactaron millones de informes que reflejaban
la oposición creciente al régimen, pero estos se quemaron
sistemáticamente, privando a los españoles de su historia real
durante esas décadas. De forma que somos el único país de Europa
donde se ha cometido tal barbaridad. Los informes de la policía
política de la Alemania Nacional Socialista, de la Italia fascista,
del Portugal salazarista o de la Grecia con
dictadura militar… se han conservado. Nosotros constituimos la
triste excepción, explicable porque muchos franquistas quisieron
seguir en política durante la nueva democracia y ello solo les
pareció factible si se destruían todas las pruebas de como habían
contribuido a la represión de los que quisimos traer la democracia
durante el franquismo.
Pero,
naturalmente, del quehacer de la oposición democrática informaba
casi a diario la mejor prensa extranjera y sabiendo en qué fechas
hay que buscar cierta información, esta se logra y se puede citar en
notas a pie de página. También he podido consultar los archivos
privados que cito en mi libro y naturalmente, la amplia información
que conservé de lo que hice de joven.
P.
La carta de Joaquín Satrústegui al entonces príncipe Juan Carlos
es una auténtica e inédita joya histórica y las cartas del
ministro franquista Tomás Garicano Goñi, igualmente inéditas,
ofrecen una perspectiva distinta de las discrepancias en el núcleo
más militante del Régimen.
R.
Estoy plenamente de acuerdo con usted. Joaquín Satrústegui fue una
joya, todo un demócrata monárquico, enteramente leal a D. Juan de
Borbón, con un comportamiento siempre coherente. Afortunadamente su
hijo Miguel me ha dejado consultar con calma su archivo. Los dos
informes de 1972 a Franco del
ministro de la Gobernación Garicano Goñi, que reproduzco, dicen
bastante a favor de aquel ministro. Es particularmente interesante
que en el primero le narra a Franco que el gran problema del régimen
es "el universitario". Ciertamente la oposición en las
aulas universitarias —a la que yo contribuí cuando se me eligió
delegado de los estudiantes de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Madrid, en el curso 1964-1965— se llevó por delante
al SEU y extendió entre los jóvenes la cultura política de las
democracias de la Europa occidental. Profesores y alumnos
ambicionaban una democracia occidental, como pude comprobar cuando en
el Estado de Excepción de enero de 1969, en mi condición de
profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, se me confinó en un
pueblecito de Soria. Se pusieron en huelga pacífica todos los
alumnos y se solidarizaron conmigo todos los profesores de esta
universidad. El Gobierno hubo de levantarme el confinamiento para
reabrir la Universidad.
"En
nuestras universidades se anhelaba el sistema político de las
democracias europeas y que España perteneciese a la UE"
P.
Mientras es conocida la oposición antifranquismo de la izquierda
(PSOE y PCE) y aun de los nacionalismos, no la de la democracia
cristiana española ¿es un libro una referencia de la aportación a
la democracia del 78 de los demócratas franquistas militantes en la
democracia cristiana? ¿les faltó un líder que, a lo que lee en su
libro, nunca fue Joaquín Ruiz Jiménez? ¿Qué ocurrió para que los
democristianos se fuesen, unos al PSOE y otros a UCD?
R.
Naturalmente, he procurado explicar la importante contribución de
nuestra Democracia Cristiana a la labor de la oposición democrática,
que fue mucho más importante cuando dispusimos del liderazgo de
Manuel Giménez Fernández —en que IDC lideró a la oposición
democrática— y resultó mucho menos coherente y eficaz bajo la
presidencia de Joaquín Ruiz Giménez, hasta hacerla inviable, como
narro. E incluyo la explicación de cómo la ineficacia de este
último contribuyó a que un amplio sector optase por salir de
nuestro partido para incorporarse al PSOE.
P.
Es muy interesante cómo se trata en libro el papel de la Iglesia.
¿No se ha valorado su resistencia al franquismo desde el
protagonismo en la Santa Sede del cardenal Montini, luego el gran
Papa conciliar?
R.
El cardenal de Milán, Giovanni B. Montini, de joven había sido
consiliario de la Acción Católica en la Universidad Italiana
durante la presidencia de Benito
Mussolini,
desarrollando su eficaz solidaridad con los jóvenes estudiantes
católicos y antifascistas cuando sufrían sanciones. Tenía una
sólida formación jurídica y consideraba positivo que los españoles
recuperásemos el Estado de Derecho. De manera que cuando le pedíamos
apoyo frente a la represión del régimen, siempre pudimos contar con
su solidaridad. Y el franquismo llegó a organizar una manifestación
contra él frente a la sede de la Embajada italiana en Madrid, en que
cientos de jóvenes franquistas gritaban "Sofía Loren SÍ,
Montini NO" y portaban una pancarta donde se leía "La
democracia cristiana nos ha salido marrana", de la que aporto
una fotografía en mi libro. Poco después, el cardenal fue elegido
pontífice y Pablo VI, como Papa hasta 1978, fue uno de los factores
que imposibilitó la permanencia del franquismo a la muerte del
Caudillo, como explico con el detalle que merece tan importante
factor para poder recuperar la democracia.
P. Demuestra
usted en su obra que al franquismo le preocupó mucho más la
"cuestión universitaria" que la "obrera", ¿por
qué? ¿se movieron con más agilidad los democristianos en la
primera que en la segunda?
R.
La cuestión universitaria supuso un corte generacional. Pues
nuestras universidades, con número de alumnos crecientes vivieron la
defensa de los valores democráticos, enterrando muy pronto el SEU y
no acogiendo las tesis anacrónicas del régimen. En nuestras
universidades se anhelaba el sistema político de las democracias
europeas y que España perteneciese a la Comunidad Europea,
coincidiendo en ello profesores y alumnos. El coste entre
los jóvenes y
quienes hicieron la guerra era cada vez más nítido. Esto suponía
que el régimen no podría mantenerse a la muerte de Franco. La
oposición obrera desempeñaba un papel llegado el momento de
negociar en una empresa el Convenio Colectivo, pero no impregnó a
los trabajadores de un modelo de sistema político que ellos
propugnasen.
"Adolfo
Suárez puso mucho empeño en reescribir la realidad histórica para
negar que su padrino fue Torcuato Fernández Miranda y no el Rey"
P.
Según se desprende de la lectura de su libro, Adolfo Suárez fue
presidente del Gobierno más por el empeño de Torcuato Fernández
Miranda que por el de Juan Carlos I, aunque él no quiso que esa
fuese la versión oficial de su designación. ¿Fue así?
R.
Efectivamente, Adolfo Suarez debió el ascenso en su carrera
política, primero a Herrero Tejedor y tras la muerte de este, a
Fernández Miranda, quien logró incluirle en la terna que el Consejo
del Reino propuso al Rey, para recomendarle luego ante el Rey. Lo que
ocurrió fue que más tarde Adolfo puso mucho empeño en reescribir
la realidad histórica para negar que su padrino fue Torcuato
Fernández Miranda, como expongo en las páginas de mi obra.
P. Desvela
una conversación crucial: el tesorero de UCD, Álvaro Alonso
Castrillo, le confiesa que una "monarquía árabe —tras una
gestión singular hecha desde el palacio de la Zarzuela— a través
del Banco de España" financió la campaña de UCD de 1979. ¿Hay
documentación al respecto? ¿Fue el rey Juan Carlos I un rey
preparado plenamente para asumir su papel en una monarquía
constitucional y parlamentaria? ¿Se injirió en demasía en
políticas concretas?
R.
Efectivamente, Álvaro Alonso Castrillo narró a todo el que le quiso
escuchar cómo Suárez le explicó que la financiación de la campaña
de UCD para las primeras elecciones generales de 1977 estaba resuelta
con la gran suma que una monarquía árabe —tras una gestión hecha
por D. Juan Carlos— había aportado a través del Banco Exterior de
España. A Álvaro, que era un serio Letrado del Consejo de Estado,
aquello no le gustó nada y para dejar bien claro que él no tenía
nada que ver con aquella opaca donación nos lo contaba a todos los
candidatos de UCD que conocía. Supongo que la única documentación
que existía sobre aquella singular donación sería la transferencia
que recibió el Banco Exterior de España desde
una cuenta bancaria lejana. Pero nada sé de ello. Sí recuerdo que
esto no contribuyó positivamente a la fama del Rey emérito entre
quienes conocimos tan incomprensible operación. Pero yo no soy quién
para juzgar ni a él ni a nadie, me limito a aportar los hechos que
creo relevantes.
"El
Título VIII no merece mis elogios, en mi opinión se debió adoptar
un sistema federal análogo al de la República Federal Alemana"
P.
Muestra en su texto mucho respeto a D. Juan de Borbón ¿cómo actuó
el "juanismo" en la oposición franquismo? ¿No fue
zigzagueante y poco resuelto como hasta ahora se ha considerado?
R.
Como narro en este libro, solo conocí personalmente a D. Juan en una
reunión en Estoril en que me recibió. Fue un viaje y una audiencia
que me organizaron, por su iniciativa, buenos amigos juanistas. Pero
traté mucho a sus hombres de confianza en Madrid, Joaquín
Satrústegui, Vicente Piniés, Jaime Miralles…. con los que
coincidía en la Junta Directiva de la Asociación Española de
Cooperación Europea, que se esforzaron por conquistar la democracia
para nuestro pueblo. Creo que ellos contribuyeron mucho a que me
forjase una buena opinión de D. Juan, aunque obviamente no pudieron
hacer nada cuando su hijo se desvinculó de su padre y aceptó, sin
reservas, el plan de Franco para convertirle en su sucesor, es decir,
en Rey de la monarquía del Movimiento.
P.
Usted fue, casi por azar, diputado en las Cortes Constituyentes y
portavoz de UCD en la Comisión Constitucional pero no aceptó ser
ministro de Educación ni asumir cargos públicos ¿desconfió usted
de la buena labor constituyente?, ¿qué aspectos cree que debieron
mejorarse en el debate de la Constitución? ¿Quizás el modelo
territorial?
R.
La razón por la que no acepté la cartera del Ministerio de
Educación, que me ofreció el presidente Suárez, ni la segunda que
me ofreció más tarde, ni ninguna de las tres que sucesivamente me
propuso Calvo Sotelo, ni ningún cargo público fue muy sencilla. Mi
vocación era ser un buen jurista, y concretamente catedrático de
Derecho Constitucional, y un buen abogado en temas que requiriesen de
estudio complejo. Me comprometí con la Democracia Cristiana de la
oposición al franquismo por razones éticas: tenía el deber de
esforzarme y asumir los riesgos de contribuir a poner fin a la
dictadura y construir en España un Estado de Derecho. No era el
único que estaba en política sin ambición de poder, pues recuerdo
que Gregorio Peces-Barba me narró que Felipe
González le
había propuesto incorporarse al Gobierno, lo que él declinó. Y
buena parte de los entonces jóvenes que militábamos en nuestra
ilegal DC se dedicaron a sus profesiones tan pronto como se consolidó
nuestra democracia. Cuestión distinta es que como profesor de
Derecho Constitucional yo pensase que algunas materias no estaban
reguladas óptimamente en el texto de nuestra Constitución. Por
ejemplo, el Título VIII no merece mis elogios, en mi opinión se
debió adoptar un sistema federal análogo al de la República
Federal Alemana.
"Están
muy satisfechos con la falsa tesis sobre que la democracia nos la
donaron los últimos del franquismo, a la muerte de su caudillo"
P. ¿Es
usted partidario de la una Ley de la Corona? ¿O de alguna reforma de
la Constitución para abordar las distintas crisis que convergen en
la realidad política y social de España?
R.
España es el país de la Unión
Europea que
en estos cuarenta y tres años menos reformas ha incorporado a su
Constitución. Y las pocas que hemos adoptado lo han sido
precisamente a requerimiento de la Unión. Y me temo que esto es un
síntoma de que nuestra clase política es reacia a los debates de
altura sobre cómo mejorar las dinámicas de nuestras instituciones
democráticas. Ahí tenemos un terreno sobre el que reflexionar para
aproximarnos a las mejores prácticas de las democracias europeas de
más alto nivel. Sobre la Corona quizá bastase con asumir, sin
reservas, las prácticas de las monarquías europeas que llevan
muchos años siendo modélicas en no entremeterse para nada en las
contiendas políticas.
P.
Una última cuestión: ¿ha tenido presiones para no que este libro
no viese la luz? Lo pregunto porque su relato altera alguno de los
cánones de la Transición en su fase inicial, respecto de
acontecimientos, pero también respecto de determinados políticos.
R.
Efectivamente, he recibido dos presiones, que no creo procedente
detallar, para que ni terminase ni publicase este libro.
Naturalmente, he hecho caso omiso a tal intromisión en mi libertad
de escribir. Mi impresión es que quienes vienen del franquismo y no
de la oposición democrática están muy satisfechos con la falsa
tesis que flota en nuestro país sobre que la democracia nos
la donaron los últimos hombres del franquismo, a la muerte de su
caudillo. Para poder sostener esta falacia quemaron millones de
documentos policiales sobre la sistemática represión que durante
más de treinta años se aplicó a la oposición democrática al
franquismo, que con el apoyo importantísimo de las potencias
europeas —que narro en este libro— fue cambiando la visión de
nuestra población sobre qué tipo de vida pública debíamos gozar
los españoles. A quien lea esta obra le van a quedar pocas dudas de
que la labor de la oposición democrática fue determinante del final
de un franquismo incompatible con ser uno de los estados de Derecho
que integran la Unión Europa de la que felizmente somos miembros.