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viernes, 28 de noviembre de 2025

 



| Moreno Bonilla y Ábalos: la coartada perfecta

ANDALUCÍA COMO ESCENARIO DE HUMO Y SOMBRAS

El último debate del estado de la comunidad no fue un examen democrático. Fue un blindaje. Un muro de humo. Juan Manuel Moreno llegó al Parlamento andaluz parapetado tras la imagen del día: José Luis Ábalos entrando en prisión provisional. Un regalo caído del cielo para un presidente que llegaba con las defensas bajas, acorralado por las mordidas de la Diputación de Almería, por la crisis del cribado de cáncer de mama y por una sanidad pública en estado de ruina funcional.

La oposición tenía todas las herramientas para desmontarlo. Vox por el barro. El PSOE por la corrupción. Las y los portavoces de Por Andalucía y Adelante por el desastre sanitario y la privatización silenciosa. Pero Moreno encontró la coartada perfecta. Un enemigo abatido en directo. Un socialista esposado en la portada. Y así, mientras la cámara seguía a Ábalos hacia el furgón policial, el presidente andaluz jubilaba cualquier intento de rendición de cuentas.

El cálculo político era obsceno. El choque entre dos realidades también. Mientras las enfermeras y enfermeros del SAS denuncian contratos basura y listas de espera de récord, Moreno presumía de “inversión histórica”. Mientras las mujeres afectadas por los cribados fallidos, aún marcadas por retrasos diagnósticos, señalan al Gobierno andaluz, el presidente anunciaba un “acto único” de mamografía, ecografía y biopsia como si acabara de inventarlo. Como si no existiera desde 2011, como recordó el PSOE. La técnica de siempre: prometer como novedad lo que lleva años en un cajón.

La frase del día la puso Anabel, paciente onubense arrinconada por un diagnóstico tardío: “Juanma, me has arruinado la vida y yo te voté”. Moreno la escuchó, pero contestó acusando a la oposición de “manipular a las mujeres”. La política reducida a un espejo donde sólo él se refleja inocente.

CORRUPCIÓN, SANIDAD Y UNA ESTRATEGIA DE EVASIÓN

La escena fue casi pedagógica. Cuando María Márquez, portavoz socialista, se disponía a golpear con el caso Almería, la noticia de Ábalos encarcelado explotó como un cortafuegos. Vox celebró, el PP respiró y el debate se inclinó hacia ese barro moral compartido que tanto favorece a quienes quieren instalar el “todos son iguales”.

Pero no todo es igual. El PP de Almería lleva cuatro años navegando entre comisiones ilegales, chats comprometidos y adjudicaciones a dedo, como recordó José Ignacio García, de Adelante Andalucía, citando uno por uno los mensajes intervenidos por la Guardia Civil. “Pero usted no sabía nada”, repitió como martillo. El eco de la pandemia —cuando algunos se forraban mientras sanitarias y sanitarios se dejaban la vida— sigue ahí, manchando cada frase del presidente.

La portavoz de Por Andalucía, Inmaculada Nieto, fue directa al nervio: “La vía andaluza es una trampa. Usted sonríe y su entorno nos escupe”. Habló de privatización paulatina, de récords que no se celebran: récord de universidades privadas, récord de alumnado derivado a centros privados, récord de gasto farmacéutico desde que se liquidó la subasta de medicamentos. Y la frase que resume el ciclo político: “Fin de personaje. Fin de ciclo.”

Moreno replicó con la eterna letanía del agravio financiero. Que Andalucía necesita más fondos. Que Montero bloquea. Que el sistema está caducado desde 2014. Es cierto. Pero incompleto. El PP votó junto a Vox y Junts contra la senda fiscal que traía 700 millones extra para la comunidad. El presidente omite lo incómodo con la precisión de un cirujano. Y después reclama lo que él mismo rechaza.

Mientras tanto, el SAS es un edificio en ruinas, como reconocen todas las organizaciones profesionales. Faltan médicas y médicos. Se fugan especialistas. Se multiplican los contratos de días. Las listas de espera de cirugía superan las cifras de 2021. Las asociaciones de pacientes hablan de “abandono”, “puertas cerradas” y “violencia institucional”. Y las y los jueces investigan contratos a dedo mientras el Gobierno andaluz mira hacia otro lado.

La imagen final del debate es la que no quiso verse: un presidente rodeado, incómodo, pero protegido por la desgracia ajena.

Un gobierno sin respuestas que sobrevive porque otro cae.

El poder andaluz funciona así: privatiza, externaliza, culpa a Madrid, señala al de enfrente y sonríe mientras todo se quiebra.

Pero esa sonrisa se tambalea cuando una mujer le grita desde la tribuna que la vida le cambió por un fallo que se podía haber evitado.

Y ese grito no se tapa ni con Ábalos ni con nadie.

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