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sábado, 15 de enero de 2022
Carlos Giménez: "Me da igual cómo los llamen, para mí son tebeos. Y a mucha honra"
Acaba de cerrar una trilogía autobiográfica y ahora publica 'Mientras el mundo agoniza', una distopía que muestra su preocupación por el cambio climático, la desigualdad y el fanatismo
17 marzo, 2021
ElEspañol
“¿Una entrevista? Buffff...”. Carlos Giménez resopla al otro lado del teléfono. El dibujante y guionista, uno de los autores más importantes en la historia del cómic español, vive recluido en su casa de la madrileña calle Atocha desde hace tiempo, mucho antes de que estallara la pandemia. Tras pensárselo unos segundos, accede. “Hace ya unos años decidí no salir a la calle. Corté con algunos aspectos de lo que hasta ese momento había sido mi vida y desde entonces la calidad de mis días ha mejorado mucho. Naturalmente sigo teniendo contacto con mis amigos y con mis afectos. Me gusta la vida que hago”, explica el historietista.
Giménez (Madrid, 1941) reduce a lo imprescindible su contacto con el mundo exterior, aunque eso no significa que no le importen el pasado, el presente y el futuro del ser humano. Es el autor de la emblemática serie Paracuellos, unos de los primeros ejercicios de memoria histórica del franquismo en plena época del destape, cuando la mayoría de la gente prefería pasar página. En ella contó sus vivencias y las de otros compañeros en los internados del Auxilio Social, donde pasaban hambre y eran adoctrinados con mano de hierro. “Habrá partidarios de revisar la historia mientras haya tantos otros partidarios de evitar que se revise. Yo, como puede comprobarse por mis libros de historietas, soy partidario de contar lo que pasó y de no olvidar mientras haya gente tratando de impedir que se sepa la verdad”. En esa tarea sigue hoy, ocho volúmenes de Paracuellos después.
Viñetas de 'Paracuellos 7', de Carlos Giménez (Reservoir Books, 2016)
“Al principio ningún editor quiso publicarlo. Lo encontraban poco comercial, demasiado triste. Tuvo que ser un editor francés el que lo publicara primero, y precisamente en una revista de humor, Fluide Glacial. Después ya todo fue fácil”, recuerda. De hecho, la obra siempre ha tenido en Francia una gran acogida y en 2010 el prestigioso Festival de Angulema le concedió el Premio del Patrimonio, reservado para obras imprescindibles en la historia del noveno arte. Aquel imaginario interesó también al cineasta Guillermo del Toro. Para su película El espinazo del diablo, ambientada en uno de aquellos internados en el último año de la Guerra Civil, Giménez realizó storyboards y colaboró en la ambientación de los escenarios.
“La lista de lo que me entristece o desagrada sería demasiado larga para enumerarla aquí. Digamos que, entre otras cosas, me gustaría que no existiese la censura, los racismos, las religiones, el fascismo, la desigualdad...”, afirma Giménez. Todas estas lacras las aborda, en clave de distopía, en Mientras el mundo agoniza, un libro con el triple de las páginas habituales y a color, con el que su editorial, Reservoir Books, celebra los 80 años que acaba de cumplir el dibujante. Es una historia de aventuras y venganza con la que Giménez regresa al género de la ciencia ficción y recupera a su personaje Dani Futuro, protagonista de la serie que desarrolló en los años 70 junto al guionista David Mora, creador de El Capitán Trueno.
Viñetas de 'Mientras el mundo agoniza', de Carlos Giménez (Reservoir Books, 2021)
"Mientras pueda seguir dibujando y escribiendo y tomándome mis cubatas, aceptaré cualquier propina que la vida me dé"
La trama es en este caso un pretexto para imaginar un planeta Tierra devastado ya por el cambio climático y en el que problemas actuales como la desigualdad social, la polarización ideológica, la desinformación, el maltrato a los migrantes, el terrorismo y el fanatismo religioso son llevados al extremo: los pobres se atrincheran en las alcantarillas por miedo a ser detenidos por la policía robótica tras el toque de queda; inmigrantes interplanetarios penetran en nuestra atmósfera con viejas mochilas propulsoras y se arriesgan a ser barridos por las frecuentes tormentas de fuego; las localidades costeras han desaparecido ya y los bosques se han convertido en desiertos; es casi imposible obtener información fidedigna de lo que pasa y varias religiones compiten para ganar adeptos sembrando el odio y el miedo en la gente. “Mi intención principal, además de contar historias, es la de opinar”, dice Giménez. No obstante, “la misión más importante de mi trabajo es entretener. Si aburres al lector, todo lo demás no sirve de nada”.
Ajuste de cuentas con la vida
Hace pocos meses, Giménez concluyó con Es hoy una trilogía protagonizada por su álter ego Pablo. Este último volumen, en el que hace balance de su vida mientras habla consigo mismo, acaba con la muerte del personaje. “La muerte la tengo muy asumida desde hace tiempo”, afirma Giménez. “Nunca pensé que llegaría a vivir después de los 70 años. Ese es el plazo que me concedía. Pero mientras esté lúcido, pueda valerme por mí mismo, pueda seguir dibujando y escribiendo y pueda seguir tomándome mis cubatas reglamentarios, estoy dispuesto a aceptar cualquier propina que la vida me dé”.
"En los años 50 y 60 las tiradas de los tebeos eran de varios cientos de miles de ejemplares. Ahora no pasan casi nunca de los dos mil"
Mientras tanto sigue dibujando sin parar. “El no salir de casa hace que tenga mucho más tiempo para dedicarlo a las cosas que realmente me importan. Y lo que más me interesa en estos momentos es poder seguir contando mis historias”.
La carrera de Giménez no ha sido un camino de rosas. Trabajos mal pagados, derechos de autor no cobrados, algún problema de autocensu- ra editorial... Gajes del oficio que reflejó en clave de humor en su serie Los profesionales. “La de los tebeos es una industria como cualquier otra. Y eso no ha cambiado con el tiempo. Los dibujantes nunca hemos pretendido que se nos tratara como a artistas. Con que se respeten nuestros derechos de autor ya tenemos bastante. Yo personalmente lo único que he pretendido ser es un buen profesional y un autor libre”.
Viñetas de 'Mientras el mundo agoniza', de Carlos Giménez (Reservoir Books, 2021)
Giménez también fue testigo de cómo lo que antes se consideraba un entretenimiento barato para niños y adolescentes dio paso al boom del cómic adulto en los años ochenta. Hoy se ha extendido el término “novela gráfica” y el noveno arte ha alcanzado el respeto del establishment cultural. Pero el autor considera que todo eso no son más que espejismos: “La realidad es que los tebeos han pasado de ser leídos por mucha gente a ser leídos por muy poca. En los años 50 y 60 las tiradas de los tebeos eran de varios cientos de miles de ejemplares. Eran un producto popular. En la actualidad las tiradas no pasan casi nunca de los dos mil ejemplares y a veces, con demasiada frecuencia, de apenas quinientos. Pero hay gente que se empeña en considerarlos un producto artístico. Cambiándoles el nombre, llamándolos ‘novelas gráficas’, creen que ya es arte. A mí me da igual cómo se les llame. Para mí son tebeos. Y a mucha honra”.
Uno de cada seis españoles va a misa todos los domingos; y la mitad de los católicos apenas practica
En 50 años el clero español ha descendido un 40 %, los matrimonios canónicos son la quinta parte del total y la mitad de los bebés no reciben el bautismo
José María Sánchez Galera07/01/2022
ElDebate
En 1973 –según la Fundación FOESSA– casi siete de cada diez adultos acudían a la misa dominical; en 2007 –según el Centro de Investigaciones Sociológicas– sólo uno de cada cinco católicos asistía a misa todos los domingos (el 15 % del total de la población). Uno de cada cuatro españoles participaba en las celebraciones litúrgicas al menos una vez al mes hace quince años, dato que, según la Conferencia Episcopal Española (CEE), ha descendido en 2021 a una de cada cinco personas. El año pasado, una de cada seis personas afirmaba que oía misa casi todos los domingos y festividades religiosas. Según el Pew Research Center, los católicos españoles cumplían el precepto dominical, entre los años 2009 y 2013, en un porcentaje que experimentaba notables altibajos (del 24 al 31 %) con tendencia clara a descender; en Francia el dato se mantenía estable en un 9-10 % de los católicos
Una fe en claro retroceso: del 99,4 % de bautizos en 1971 al 57,3 % en 2005
Según un estudio publicado en 2011 por la Universidad Abat Oliba CEU, entre 1973 y 1978 la asistencia asidua a misa –casi todos los domingos o incluso varios días entre semana– descendió de manera notable: del 68 % al 40 %. La tasa siguió en declive, alcanzado el 17 % en 2010. Dato al que se suma un aproximado 10 % más que acude a misa alguna vez al mes. Al mismo tiempo, el 13 % aseguraba en 1973 que nunca pisaba una iglesia; porcentaje que subió al 29 % en 1990, al 47 % en 2005, y al 56 % en 2010. El ritmo de mengua en el número de católicos practicantes rondó, de media, el punto porcentual al año entre 1973 y 2013, para mantenerse más o menos estanco desde entonces, pero sin visos de mejora. Más bien al contrario.
Se dan dos grandes motivos para explicar este descenso: por un lado, viejas generaciones que paulatinamente se han alejado de la fe o de la liturgia, y, sobre todo, nuevas generaciones que han nacido distantes de la práctica religiosa. En concreto, en el año 2002 el 73 % de la población aseguraba que, siendo niño, había ido a misa al menos dos veces al mes e incluso varias veces a la semana. En global, el 66 % admitía que en su infancia había cumplido siempre el precepto dominical.
De acuerdo con datos del Anuario Pontificio, el 99,4 % de los españoles estaban bautizados dentro la Iglesia católica en 1971. Treinta años después, el porcentaje de los recién nacidos bautizados había bajado al 72 %, y al 57,3 % en 2005. Durante esas tres décadas, el número de nacimientos en España se había incrementado un 17,4 %, mientras que el número total de bautismos sólo subió un 1,6 %. El aumento de bebés extranjeros –en especial, marroquís y rumanos–, el incremento de la secularización, la baja tasa de natalidad en mujeres españolas, así como una ligera tendencia a retrasar el bautismo de los hijos, son las causas de este descenso en los bautizados. Según la CEE, el año pasado hubo algo más de 175.800 bautizos en España, lo que supuso que la mitad de los niños nacidos en nuestro país no recibieron este sacramento. En cifras globales, nueve de cada diez españoles está bautizado.
Crece el agnosticismo y el ateísmo, especialmente entre los jóvenes
Estos números se reflejan también en la percepción religiosa que de sí tienen los españoles. Entre 1965 y 1975, quienes se consideraban católicos pasaron del 98 % al 88 %, tasa que bajó al 78 % en 2007, al 71 % en 2010, y al 60 % en 2020. Aunque algunos estudios todavía contemplan una cifra de 69 % de creyentes. La mengua en este porcentaje apenas se debe al crecimiento de otras religiones –hace una década sólo el 2,5 % de los españoles afirmaba profesar una fe distinta de la católica; en 1985 eran el 0,7 %–, sino al aumento del indiferentismo o el ateísmo explícito, que ha pasado del 2 % en 1965 a más de un tercio en la actualidad.
Según el informe Laicidad en Cifras (2018), de la Fundación Ferrer i Guàrdia, los jóvenes (de 18 a 24 años) eran el grupo donde mayor increencia se declaraba: la mitad se desinteresaban de la religión y la otra mitad reconocía profesar alguna fe. Aunque en este grupo de edad se aprecian, en este sentido, fuertes oscilaciones entre los años 2005 y 2018, la tendencia refleja el alejamiento juvenil de la Iglesia. Todo lo opuesto, como antes veíamos, entre las generaciones veteranas: nueve de cada diez personas mayores de 65 años siguen creyendo en Dios. Sin embargo, en el conjunto de la población nacional, España, junto con Noruega, Bélgica y Países Bajos, lidera la cifra de pérdida de fe, conforme se pasa de la infancia a la vida adulta. Según Pew Research Center (datos de 2018), doce millones de personas en España han dejado de creer en su religión a lo largo de este siglo.
Seis de cada diez españoles ven con buenos ojos el divorcio
Una de las consecuencias de esta situación afecta a la opinión que la religión merece en la vida particular o en la vida colectiva. Para el 59 % de los españoles, el catolicismo es nada o poco importante en lo que atañe a la identidad nacional, mientras que el 38 % opina lo contrario. Datos inversos a los de Portugal, Polonia o Grecia (en este caso, referente a la Iglesia ortodoxa). La religión es importante en su vida personal para el 22 % de los españoles; dentro de los católicos, la fe es relevante para uno de cada tres. Lo cual se concreta, en la mayoría de casos, en rezar algo a diario. Según Pew Research Center, el 60 % de los creyentes no tiene una fe sólida, pues convive con dudas respecto a sus creencias, o no comparte importantes aspectos de los dogmas o moral de la Iglesia. Algo fácil de entender a tenor de las opiniones mayoritarias –incluso entre católicos– en aspectos como homosexualidad o contracepción, así como el aumento de las derivas esotéricas, en especial entre los más jóvenes.
Con arreglo a los datos publicados por el Pew Research Center desde 2013, en España dos tercios de la población están a favor del uso de contraceptivos, mientras que sólo el 2 % lo rechaza de plano. Seis de cada diez españoles ven con buenos ojos el divorcio y el sexo fuera del matrimonio. Un tercio admite del aborto, mientras que una cuarte parte de los españoles lo condena. El porcentaje de la población que acepta la homosexualidad no ha parado de crecer a lo largo de este siglo: de un rechazo significativo al «matrimonio homosexual» antes de 2005, se ha pasado a que, en 2020, el 89 % de los españoles piense que la homosexualidad merece aceptación social.
El `problema´ del matrimonio: 80 % de bodas civiles por un 20 % religiosas
El Informe Jóvenes Españoles 1984-2017, de la Fundación Santa María, revela que, dentro de los menores de 25 años, los ateos triplican a los católicos. En esta franja de edad, un tercio prefiere cohabitar antes de casarse, y poco más de un 7 % afirma que prefiere llegar al matrimonio sin haber convivido more uxorio antes con ninguna pareja. Otro tercio afirma que no tiene ni la más mínima intención de contraer matrimonio.
Estos datos van en consonancia con el descenso de bodas y el aumento de divorcios. En 2018, el 80 % de las ceremonias matrimoniales fueron civiles, frente al 20 % de religiosas; una tasa casi exactamente inversa a la que se daba en 1992. Aún en el año 2006, seis de cada diez bodas se celebraban ante el altar. En aquel entonces, se registraron 116.000 bodas católicas, dato que el año pasado decreció hasta 36.650 (según la Conferencia Episcopal). Para el año 2019, el INE había anotado una cifra aún menor: 33.869 casamientos en la iglesia. Debido a esta circunstancia, y al notable descenso de la natalidad y al aumento de la secularización, las primeras comuniones descendieron un 7 % entre el año 2000 y 2005, y, desde entonces hasta el año pasado, se ha pasado de 265.084 a 204.618 (un 23 % menos).
Aunque la COVID-19 haya afectado puntualmente a los datos de 2020 y 2021, llama la atención el cambio de tendencia en las confirmaciones, que menguaron entre el 2000 y el 2005 un 20 %, pero que han pasado de 99.044 (hace quince años) a 124.258, según las cifras más recientes aportadas por la Conferencia Episcopal.
Las ordenaciones sacerdotales, la mitad en diez años
Sin embargo, los números más preocupantes son los referidos al clero, que en 1971 se componía de 24.589 sacerdotes, en 2005 lo constituían 19.329 –algo menos de la mitad, jubilados–, y en la actualidad apenas superan los 17.000, con un centenar de ordenaciones al año –la mitad que hace diez años–.
En todo caso, hay una estadística que implica un cierto alivio para la Iglesia. Hace quince años los colegios católicos españoles contaban con cerca de un millón y medio de alumnos, además de 120.000 en ciclos universitarios. En la actualidad, esta cifra se mantiene, con una moderada tendencia alcista, en un contexto de decrecimiento de la población infantil y juvenil.
Según el Informe 2020 Panorama de la Religión en la Escuela, de la Fundación Santa María, ocho de cada diez alumnos, más de siete de cada diez familias, y casi nueve de cada diez profesores, muestran una opinión positiva o muy positiva de la asignatura de Religión. El 80 % de quienes han cursado esta materia reconoce la relevancia que la asignatura ha supuesto en su vida personal, y el 90 % guarda un buen recuerdo de su profesor. No obstante, conviene añadir que los aspectos más valorados no son los estrictamente religiosos, pues se suele destacar que esta asignatura «ayuda a comprender otras culturas, y contribuye a la formación ética y a la ciudadanía global». Casi todos los profesores son laicos, y, a día de hoy, son meras excepciones los sacerdotes o religiosos que imparten esta materia. Aunque el 85 % de padres y el 73 % de madres con hijos matriculados en Religión se declaran católicos, «en la mitad de los casos, su práctica religiosa es poco (35 %) o nada habitual (13 %)».
jueves, 13 de enero de 2022
El PP manchego borra este tuit sobre las macrogranjas y Twitter lo recupera al instante
La red social se ha llenado de imágenes de
esa publicación de mayo del 2018.
ElHuffPost
12-1-22
Las redes sociales sí tienen memoria y juegan malas pasadas. El último en sufrirlas ha sido el PP de Castilla-La Mancha.
Estos días, tras las palabras del ministro de Consumo, Alberto Garzón, en The Guardian sobre las macrogranjas y la ganadería intensiva, diputados ‘populares’ de toda España se han ido desplazando a distintas granjas o carnicerias para dar el apoyo a los ganaderos.
La cuenta del PP manchego publicó este martes imágenes de varios diputados regionales en algunas granjas de la región.
“Nuestros diputados regionales continúan recorriendo explotaciones ganaderas de Castilla-La Mancha para trasladar el apoyo del PP de Castilla-La Mancha de Paco Núñez a los ganaderos y exigir el cese del ministro Garzón tras sus ataques al sector”, escribieron junto a las imágenes.
Sin embargo, el ataque al ministro de Consumo les ha salido mal, ya que en las últimas horas los usuarios de la red social han comenzado a recuperar un tuit que publicó el PP manchego sobre las macrogranjas en mayo del 2018.
“Un informe médico alerta de las consecuencias para la Salud Pública de las macrogranjas #PageMiente”, escribieron en su día.
La propia cuenta del PP de Castilla-La Mancha ha borrado el tuit para intentar eliminar el rastro, pero como ha quedado comprobado en Twitter, ha sido demasiado tarde.