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miércoles, 13 de agosto de 2025

 


Singlutenia Maralar

𝔸𝔻𝕆𝕃𝔼𝕊ℂ𝔼ℕℂ𝕀𝔸 ENFERMA DE 𝕀𝔾ℕ𝕆ℝ𝔸ℕℂ𝕀𝔸

Tenemos una España regada de adolescentes que sienten nostalgia del franquismo sin saber qué fue el franquismo. No conocen ni el fascismo, ni el nazismo, ni las dictaduras que dejaron un reguero de muertos, torturados y humillados. Y lo peor no es solo que no lo sepan, sino que creen que no saberlo es un acto de rebeldía, porque la ignorancia hoy se ha impuesto como norma. Llevan pulseras con la bandera de España como si fueran insignias revolucionarias, cuando son símbolos heredados de una represión que habría aplastado, encarcelado o matado a cualquiera que se saliera del guion nacionalcatólico. Esta dañina ignorancia orgullosa es el resultado de un blanqueamiento histórico tan eficaz que ha fabricado una generación que cree que el fascismo es moderno, cuando es el fósil más rancio y peligroso de nuestra historia.

Entre estos adolescentes nostálgicos del terror, tenemos chavalada homosexual que desconoce que en el franquismo, ser homosexual no era una identidad sexual o una “elección de vida” que incomodaba a los reaccionarios, era un delito perseguido por ley. No saben que desde 1954, la Ley de Vagos y Maleantes incluyó a los homosexuales como sujetos peligrosos a “rehabilitar”. Esa “rehabilitación” significaba detenciones arbitrarias, encierros en campos de trabajo como la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en Fuerteventura, trabajos forzados, palizas, hambre, castigos corporales, electroshocks, lobotomías y prostitución forzada. Las víctimas eran humilladas, medicalizadas contra su voluntad, reducidas a una “anomalía” que el Estado podía corregir a golpes y descargas eléctricas... Pienso en Leopoldo María Panero... y ay.

Estas teenagers nostálgicas, que aspiran a ser amas de casa y a tener mucho tiempo libre mientras sus hijos están en el colegio para ir al gimnasio y ponerse las uñas de gel, desconocen que a las mujeres se las encerraba en la jaula moral del Patronato de Protección a la Mujer, presidido por Carmen Polo, esposa de Franco y que este organismo vigilaba y “regeneraba” a las mujeres consideradas descarriadas. No tienen ni idea de que muchas mujeres fueron internadas en centros donde sufrían trabajos forzados, castigos físicos, abusos sexuales y la humillación sistemática de convertirlas en sirvientas de una moral que no era la suya. En esos lugares también se robaron bebés para entregarlos a familias “adecuadas”, borrando cualquier vínculo con sus madres biológicas. El franquismo no solo controlaba sus cuerpos, controlaba su maternidad, su sexualidad y su destino entero.

Estas nuevas generaciones (llamadlas como queráis, X, Zeta, Cristal...) desconocen que la represión contra los republicanos fue igualmente sistemática y brutal. No saben que las Brigadas Político-Sociales, policía política del régimen, aprendieron sus métodos directamente de la Gestapo y que aplicaban torturas como “el pato” (caminar acuclillado con las manos bajo las piernas hasta el agotamiento), asfixia con toallas húmedas o bañeras, el “teléfono” (golpes en los oídos hasta romper tímpanos), violaciones, amenazas de muerte, humillaciones extremas. No saben que miles de republicanos fueron deportados a campos nazis como Mauthausen, donde más de 4.500 españoles murieron bajo el mismo sol negro que coronaba las banderas de Hitler y no saben que mientras, en España, los cuerpos de los fusilados (bisabuelos, tíos abuelos, etc. de los sujetos de los que hablamos...) eran arrojados a fosas comunes, invisibles durante décadas, mientras los muertos del bando franquista eran sepultados con honores.

Y este es el legado que hoy se banaliza con memes y vídeos de TikTok. Esta es la historia que no se cuenta porque los padres y madres de estos adolescentes, que tuvieron acceso a la educación y que fueron obligados a estudiar hasta tener por lo menos 14 años, eligieron mirar hacia otro lado. Eligieron el pelotazo y el chalé con piscina antes que la memoria y la cultura. Se creyeron clase media cuando eran trabajadores precarios, y convirtieron el catetismo en virtud. Y de estos padres y madres nacen ahora hijos que, creyendo rebelarse, se arrodillan ante las mismas ideas que habrían destruido sus vidas hace 50 años.

Llamarse “facha” a uno mismo como si fuera un guiño gracioso no es rebeldía, es rendición. No es modernidad, es arqueología política. Convertir la ignorancia en un accesorio y la incultura en una marca, es el terreno fértil para que la extrema derecha se presente como una opción fresca y rompedora, cuando en realidad es la misma maquinaria de represión envuelta en colores nuevos. Estos adolescentes que se declaran de extrema derecha porque no saben lo que fue el nazismo no se dan cuenta de que están repitiendo el gesto exacto que el poder quiere, el de la víctima que aplaude al verdugo.

Cuando un currela, un inmigrante o un joven precario vota a la derecha más rancia, no está defendiendo sus intereses, está firmando el contrato de su propia sumisión y por lo tanto, comportándose como un completo imbécil y arrastrándonos a todos los demás a un abismo que sí conocemos y que no queremos. Lo que hace falta no es nostalgia, sino memoria. No es patriotismo de pulsera, sino patriotismo de justicia. Porque en el franquismo, ser diferente significaba desaparecer, y olvidarlo significa invitarlo de nuevo a la mesa.

Hacen falta kilos de cultura, kilos de ideología sustentada en los Derechos Humanos, kilos de Historia, kilos de moral y kilos de pensamiento crítico; y si seguimos dejando nuestra cultura en manos de "mamporreros y toreros", en menos que canta un gallo, vamos a estar como ya estuvimos en los años 50.

Por favor, leed libros.

Singlutenia.

(El cartel, que veo que os ha molado, se lo he robado a mi amigo Ramiro Mayo).


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