La
gran farsa del Premio Planeta
Manuel
Valero
16-10-23
MICIUDADREAL

Manuel
Valero.- Antes
que nada conviene precisar: no parece muy elegante que un escritor
como el que esto suscribe hable mal de un concurso estratosférico
como el
Premio Planeta porque
parece que descubre su imposibilidad para ganarlo y se desquita con
el pataleo de una invectiva alimentada por la frustración. Nada que
ver con la realidad, al menos en mi caso. Uno es un modesto escritor
que no padece de ensoñación alguna. Escribir es mi pasión y hablar
de Literatura con mis amigos me colma. Me he presentado a dos
concursos en mi vida. Al Primer
Concurso de Novela García Pavón con Balneario,
la primera novela de la tetrarquía sobre Pueblo (Puertollano)
y al Concurso
de Novela histórica de Castilla-La Mancha con Entre
las balas,
una recreación documentada sobre las andanzas de André
Malraux durante
la guerra civil española y su hazaña fílmica en plena
contienda (Sierra
de Teruel).
En ambos casos el asunto ya estaba cocinado… como en casi todos los
concursos. Matizo que no las escribí con el propósito de
presentarme, ya las tenia escritas en ambos casos, y como
canta Aute, Pasaba
por aquí.
Viene
esto a cuento de los afamados Premios
Planeta cuya
edición de 2023 se falló este domingo con una pirueta aún más
descarada: la ganadora ha sido Sonsoles
Onega,
periodista televisiva que trabaja en Antena
3,
cadena perteneciente al Grupo Plantea propietario también de la
editorial. Lo ha hecho con su novela Las
hijas de la criada. Todo
se queda en casa. El Premio Planeta es el paradigma del cinismo
literario, una maniobra estrictamente comercial y millonaria que en
poco o nada valora la calidad literaria de los premiados y
finalistas. El único objetivo es elegir un par de libros que
publicitados hasta la extenuación se conviertan en ganancias. Una
artimaña económica muy rentable. En este caso ya tiene con la
mediática escritora un buen trecho ganado en promoción.
El
Premio Planeta es un galardón para los que no leen ha
escrito la prensa nacional, una operación comercial disfrazada de
certamen literario. Es decir, un soberano engaño para autores
inocentes que
creen en sus posibilidades pero son ajenos al circuito de
los merecedores
dominantes, prefabricados,
y preavisados. La titularidad privada del Grupo
Planeta,
presidido por José
Creuhera, que
tiene potentes medios de comunicación (Atresmedia, la Sexta, Onda
Cero, La Razón…) no exime a la Editorial del mismo nombre de la
falta de escrúpulos con que monta un lujoso paripé de cava y
canapé. Aunque lo embadurne con una supuesta potenciación de
la creatividad literaria.
No han sido pocas las críticas que ha recibido a lo largo de su
historia sin que hayan hecho la más mínima mella en el imperio
resultante de la modesta editorial que fundó en 1949, José
Lara Hernández.
Cuentan más los réditos que prometen las bien promocionadas novelas
elegidas. Réditos pero poco crédito. Las sospechas de que los
premios están dados de antemano vienen de antiguo. El escritor Juan
Marsé que
lo ganó en 1978 con
La muchacha de las bragas de oro dimitió
en 2005 como miembro del jurado por la subterránea calidad de las
obras presentadas y repudió la mecánica del concurso.
En
muchas ocasiones el premio ha recaído en escritores/as ya
reconocidos o en profesionales de los medios de comunicación, (como
Onega y no es la única), cuya popularidad es una garantía de ventas
con un justito valor literario de tramas tópicas o de moda en la
actualidad social. Cabe en este caso elogiar el asombroso éxito de
nuestra paisana María
Dueñas que
se metió en el bolsillo ventas millonarias con su Tiempo
entre costuras sin
pasar por el carnaval planetario.
El
citado premio ha llegado a darle el suculento cheque a una tal Carmen
Mola,
que en realidad eran tres hombres. Dicha edición -2021- fue polémica
y enojó a editoriales y librerías feministas. Para este modesto
escritor lo más vergonzoso no fue eso: fue que Planeta era conocedor
de la tramoya y sobre todo que se tuvieran que juntar tres supuestos
escritores… ¡tres!, para escribir la misma novela de lo que se
deduce que por libre eran incapaces de tal empeño. Y siguen con
la Carmencita,
a sabiendas de que ya sabemos que la Carmen son tres pollos. Un
negocio bien montado.
Los
aspirantes pueden participar con seudónimo o con su propio nombre.
Los autores reconocidos suelen tirar de seudónimos, como la premiada
de este año, para aparentar que se trata de juego limpio y una
impostada sorpresa a la hora de recoger las pasta. Sorprende que en
esta edición se haya superado el millar de concursantes inocentes,
los pobres, que se han presentado al
premio del millón de euros.
Buena parte de ellos serán, como siempre, hispanoamericanos porque a
estas alturas no creo que haya en España autores tan ingenuos como
para optar a un sueño, ignorantes de la farsa, salvo que sean muy,
muy jóvenes e ilusos. A todos ellos se les toma literalmente
y literariamente el
pelo.
Autores clásicos ha
habido –Miguel
Delibes, Ernesto Sabato–
que se negaron a participar a pesar de que se les invitó exprofeso
para ganarlo, si bien todos los nombres que puedan sonar al gran
público: Mario
Vargas Llosa, Camilo José Cela, Torrente Ballester, Manuel López
Montalván, Antonio Muñoz Molina,
etc, han sido participantes agraciados.
¿Se
imagina usted a un Antonio
Gala concursante (ganador
en 1990 con El
manuscrito carmesi)
si no hubiera tenido garantizado el premio de ese año? ¡Con lo que
era don Antonio, como para andar perdiendo el tiempo de concursante!
En
las últimas décadas ha habido una evidente caída de la calidad
literaria. Basta con leer los premiados, entre ellos como ejemplo, un
presentador del telediario –Fernando
Delgado–
del que nunca más se supo pero que logró retornar la inversión a
golpe de anuncio publicitario. Caso
parecido el de Fernando
Schwartz,
televisivo y diplomático que ganó el premio de 1996 con El
desencuentro.
O el de Sandra
Barneda conocida
periodista del corazón, finalista en 2020 con Un
océano para llegar a ti,
título que evoca a la creadora del género rosa-romántico, Corín
Tellado.
‘Lejos
de Luisiana’ e ‘Historias de mujeres casadas’, dos historias
insignificantes, anodinas y sin el menor soplo de literatura, han
ganado el galardón mejor dotado del mundo” se
escribió en Babelia (El País) el pasado año.
“A
la eterna polémica sobre si los últimos premios Planeta eran más
fruto de un encargo previo que del azar del concurso, al que se
presentan ya cerca de 500 originales de todo el mundo, se han sumado
en la última década las críticas por la escasa presencia de
escritoras premiadas -sólo nueve en toda su historia- o por la
tendencia a distinguir a autores televisivos
con gran proyección mediática, lo que normalmente se traduce
también en mayores ventas”, escribía
El Mundo en el 50 aniversario de los premios.
Un
editor quiere que su novela sea
comercial, antes que nada. Los comités de lectura leen las obras
presentadas para elegir media docena que pasan al jurado con el
denominador común de su éxito en ventas. Los miembros del jurado
recibe una indicación de la novela preferida por la editorial,
escribió sobre el asunto Luis María Ansón.
La
finalista en la edición de 1992 con la novela Mi
corazón baila con espigas , Camen
Rigalt reconoció
que conocía de antemano el fallo del jurado.
A
los buenos y grandes autores y a los regulares y advendizos quizá
haya que reprocharles y perdonarles de algún modo la aceptación de
un cebo millonario. ¿Quién se resiste? Sin embargo, el prestigio
del autor no limpia la componenda que los mancha. El premio, por
supuesto, es legal y bendecido por toda legitimidad ya que lo
da un conglomerado editorial y mediático privado y muy poderoso que
hace con su dinero lo
que quiera.
El modo en que se presenta a la opinión pública y a la sociedad es
otra cosa: es un hipócrita mecenazgo, una farsa superproducida y
mantenida en el tiempo, un vodevil anual.
Llegados
a este punto aporto mi propia información que hace años me facilitó
un escritor muy reconocido que me vino a decir lo que en el mundillo
literario ya sabía: que el Planeta se encargaba a determinado autor
o autora de un año para otro, lo cual me provocó una duda
inquietante. Si es así… ¿el receptor del premio no es éticamente
reprobable por cómplice… por no decir otra cosa?
Así
que si usted tiene cualidades literarias y se presenta al Planeta
sepa que se va a comer un colín o dos, aunque escriba la novela
rompedora del siglo que revolucione la Literatura Universal.
Cualquier novelita de consumo fácil o seriable para
la tele, como
los libros del trio de la Mola, escrita
por algún personaje popular y mediático como Sonsoles Onega, se
llevará el bocado. El Planeta es más generoso en la cuantía del
premio que el Nobel pero está a galaxias de distancia de éste en
prestigio, es un círculo selecto de selectos, una acción puramente
comercial, que monta un sarao sobre la inocencia de centenares de
escritores ingenuos. Conviene saberlo porque cada año se
repite la misma historia como la del tonto
Simón.