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domingo, 19 de octubre de 2014

¿Dónde dormirán los pájaros si no hay árboles? (Página literaria)


¿Dónde dormirán los pájaros si no hay árboles?

Preámbulo

Ganó el Premio “Gonzalo Fullana Barber” de Narrativa Corta-Cuento de VI Certamen Literario Tertulandia 2005.

Maribel Olmos Pastor escribió el Prólogo siguiente:

Reír o llorar

   Ante todo vaya por delante mi total admiración por todo aquél –o aquella- que se enfrenta a un papel en blanco –actualmente el ordenador- y decide contarnos alguna historia, elaborar un ensayo, escribir versos o, como en este caso, narrar un relato corto…que no es nada fácil…y si no, inténtenlo.

   ¿Dónde dormirán los pájaros si no hay árboles? Excelente título que sirve de base al autor para introducirnos en ese mundo que, hasta no hace mucho, llamábamos “manicomios” y que plantea la siguiente paradoja: si no hubiera “locos”, no existirían los llamados “cuerdos”. Actualmente han desaparecido los centros psiquiátricos de nuestro país, por lo que el relato nos traslada a un ayer no muy lejano, y que todavía perdura en la memoria de muchos de nosotros que hemos tenido la ocasión de visitar alguna vez un centro hospitalario de este tipo..

   Utilizando el humor como vehículo transportador, el protagonista nos sumerge en un mundo de “locura”, en el que no necesariamente los que necesitan ayuda son los que se encuentran de muros hacia adentro. A través de personajes como el Chispa, Jacinto, Evaristo, Luzdi, Avelio, Asun…, logramos divertirnos, enternecernos, apenarnos –me recuerdan mucho a otros personajes de Eduardo Mendoza-. Involucrándonos en sus historias, podemos llegar a comprender…

   Me parece un buen recurso literario que el autor intercale, a lo largo de la narración, algunos poemas que enriquecen notablemente el mensaje y están perfectamente ensamblados en el relato.

   Nos encontramos ante un texto bien escrito, que nos produce sensaciones, que nos plantea interrogantes. En definitiva, esto es la literatura. ¿O no?

 

Nota del autor

Hace algunos años en nuestro país existían unos centros hospitalarios llamados “Manicomios” donde se “internaba” a todos aquellos enfermos que la medicina de aquellos tiempos consideraba “locos” y estaban dejados de “la mano de dios”.

  Por diversas circunstancias tuve la oportunidad de contactar con algunos de sus “residentes” y un día decidí escribir unas líneas sobre ellos. Aquí están.

 Todos los personajes son reales, han existido, aparecen incluso con sus nombres propios y los hechos que se relatan son verídicos. Incluso ese librito,  con los versos que se citan, es auténtico.

 El autor se ha tomado ligeras modificaciones para darle consistencia al relato. Como por ejemplo: aprovecharse del título que fotografió en una pared lejos de donde se desarrolla todo el relato. 

 

 

 Luis Viadel Cócera

 

 

 Todos nacemos locos. Algunos continúan así siempre.

Samuel  Beckett

 

A la memoria de Chispa, al que los dioses le negaron la razón pero colmaron de bondad

 

 

Estaba lloviendo. La fina lluvia que cae en estos momentos acaba empapándote. En todo caso debí haber puesto: Está lloviendo. Los escritores saben muy bien cómo resolver estas cuestiones de empezar los relatos manteniendo la atención del lector. Debo estar “loco” si tengo la pretensión de que algún día alguien pueda leer mis historias aunque bien es verdad que obvié la palabra nosotros cuando me referí a los prosistas. No tengo lectores pero sí un auditorio, a veces muy concurrido, que escucha atentamente mis relatos porque ellos suelen ser los protagonistas.

                Acabo de cometer un error imperdonable al utilizar la palabra prohibida. En otras circunstancias, en otros lugares tendría connotaciones simpáticas, cariñosas, pero aquí resulta insultante, ofensiva y... peligrosa. La invisible línea divisoria que nos separa es tan sutil y delicada que desde este instante llamaré enfermos o internos a los de un lado y empleados, monjas, médicos o externos, a los del otro. Cada uno en su sitio. El nombre genérico colocaría a todos en el mismo cajón pudiendo herir susceptibilidades. No queremos. O debo decir: no quiero.

                  He descuidado un poco las últimas líneas por darme prisa. Mi mano va mucho más lenta que mi mente y ha pasado por mi lado el Chispa dejando una estela perfumada que me ha traído infinidad de recuerdos. Y me gustaría contarlos o, como en este caso, escribirlos. Tendría que repasar los apuntes para darle forma, pulirlo. Qué más da. Tampoco estoy seguro de si este preámbulo ha quedado suficientemente redondo, claro, conciso... Quitaré más adelante alguno de estos adjetivos. Tres son demasiados. También aquello del principio de “estaba lloviendo” por “está lloviendo”. Ya veremos.

                   ¿Y si empiezo con una frase célebre? Muchos lo hacen.

                    La locura es el origen de las hazañas de todos los héroes. (Erasmo).

                  Está fuera de toda duda que las pasiones son del dominio de la locura, porque el loco se distingue del sabio en que se deja conducir por sus pasiones, mientras que éste pretende menospreciarlas y seguir los dictados de la razón. Ahora no sé quién dijo esto. Es igual.

                   La guerra, ¿acaso no es la fuente y el teatro de todos los grandes hechos? Pues, ¿quién más loco que quien a propósito de no sé qué da lugar a una tamaña lucha, de la que siempre termina resultando, para ambas partes, mayor mal que bien? De autor desconocido, por lo menos para mí.

                   El número de locos es tan grande que la prudencia se ve obligada a ponerse bajo su protección. (San Agustín) Quedaría muy bien citar a este santo. Ya veremos. Tengo otra frase suya pero creo que con una será suficiente.

  

                EL CHISPA

 

                Nadie sabe cuando llegó, cuál era su procedencia, ni cómo apareció. La leyenda se cierne en torno a uno de esos retretes donde las necesidades se hacen en cuclillas y alguien lo recogió en el instante que se colaba por la cloaca. Otros aseguran que fue encontrado en un cubo de basura.. Erecto puede alcanzar los 1,60 metros de estatura y en una primera ojeada no descartaríamos la teoría del eslabón perdido de Darwin: brazos colgando, cejas muy pobladas, cejijunto, frente escasa juntándose con el pelo erizado de la cabeza, las orejas como soplillos, ligeramente encorvado, barba cerrada, apenas pronuncia palabras coherentes, emite sonidos, siempre sonríe, miembro viril desproporcionado y edad indefinida. Sí, podría ser...

                Todo el mundo le conoce y sale del recinto hospitalario con total libertad. Huele como un porquerizo a pesar de que las monjas le obligan a ducharse y cambiarse de ropa dos veces por semana. Es un enfermo de origen psicogenético agravado por las continuas dosis de alcohol que le hacen ingerir algunos externos cuando le invitan en los bares a cambio de imitar a los simios, lo que para él no representa el menor esfuerzo. Las fiestas suelen acabar con el habitual delirium trémens. Hace poco, rechinando los dientes, tuve que decirle a uno de ellos “cuerdo”. No se me ocurrió otro insulto peor, cuando el Chispa estuvo cuarenta y ocho horas en paradero desconocido, después de una de estas exhibiciones, y lo trajo una vez más la policía hecho un guiñapo.

                 Pero como en todo también en este caso existe la otra cara de la moneda. Un señor que tiene un puesto de charcutería en el mercado estuvo a punto de perder un hijo en un accidente y prometió, si se salvaba, hacer una buena obra cada día el resto de su vida. Todas las mañanas, menos los festivos y domingos, Chispa se planta delante del tenderete y este señor deja de atender a su clientela que nunca protesta por la intromisión, por esta prioridad, y le prepara un magnífico bocadillo del mejor género que tiene.

                  Entre las señoras amas de casa que esperan su turno hay una clienta habitual que le recuerda con cierta frecuencia se pase por su casa a media tarde: Hace mucho que le conozco y de vez en cuando le guardo un fardo con ropa que se le ha quedado pequeña a mi marido o ya no le gusta. Es un crimen tirarla cuando alguien le puede sacar provecho.

                  Llega antes de lo previsto en el momento que las dos cuñadas están dejando los platos sucios de la comida en el banco de la cocina y en el fregadero. ¿Has comido? Una de ellas lo conduce al cuarto de baño mientras la otra enciende el butano de la pequeña cocina, coloca una sartén con aceite y un liviano de ternera que pronto empieza a freírse.”

 

                       Ahora debo describir como las dos mujeres van desnudando al Chispa igual que si fuese un rito litúrgico, lo introducen en la bañera, echan escamas perfumadas y le enjabonan por todo el cuerpo. No siempre le afeitan para sentarlo a la mesa porque la señora casada, la cuñada soltera es más remilgada, dice sentirse transportada al séptimo cielo si la parte interior de los muslos se le pone en carne viva con el roce  de los pelos de la barba, como si tuviese entre las piernas un erizo viejo con cabeza de ofidio y la lengua bífida.

                       En cuanto llegue aquí haré dos versiones del relato: la que se podrá leer sin el menor sonrojo (bueno, más o menos) porque lo escrito, escrito queda y la que explicaré a mis compañeros y compañeras  con palabras que el viento se lleva. Será una descripción minuciosa, evidentemente, (obviamente como dicen algunos cursis), cuando no hayan moros en la costa: ni monjas, ni empleados, ni vigilantes, ni celadores... nadie. Es increíble la atención que llegan a prestar cuando les hablo. No hacen el menor ruido, ni tosen y se comportan de un modo extraordinario.

                        Antes de continuar debo hacer un inciso. Unos meses atrás estuve husmeando en un montón de legajos. Entre aquellos papeles y libros apareció un manuscrito de un antiguo inquilino de este sanatorio, (vaya eufemismo que acabo de colocar) fechado en 1.879, firmado con las iníciales J.G. y con el título: Poesías. Mis composiciones originales., que me llenó de satisfacción. Ignoro si esas letras corresponden a un hombre o a una mujer, el libro tiene formato de bolsillo, está escrito en perfecta caligrafía redondilla, algo deteriorado y forrado con papel de estraza. Las tapas de cartón, cosidas y pegadas artesanalmente con un título en la portada: MANICOMIO. Y en la contraportada este aviso que no tiene desperdicio:

                        Nota, anuncio o advertencia:

                        Esta copia es propiedad

                         De quién tenga la paciencia


                         De leerla: más notad

                        Que es a cambio de indulgencia.

                         Con otro particular


                         Que el que quiera poseerla


                          Cuando acabe de leerla

                           Se la tendrá que copiar:

                           Pues tan solo un ejemplar


                           Ha arrojado la tirada

   

                Y esta imprenta está cansada

                Para hacer otra edición;

                La pronta devolución

                Queda, pues, recomendada.

            Me lo quedé y lo guardo como oro en paño.

                        Un italiano que se llamaba LOMBROSO intentó demostrar la existencia del “criminal nato”. Decía que ciertas personas nacían con esas tendencias biológicas. Probablemente se refería a los psicópatas pero estos se encuentran al otro lado del muro. Y es cierto que algunos llegan a este mundo con carencias físicas y psíquicas pero una parte importante de los trastornos mentales son debidos a influencias sociales y el medio donde se desenvuelve el individuo después de nacer.

                         Vuelvo al manuscrito de JG en su página 60 donde dice: (Debo aclarar que el libro tiene 134 páginas y tres más a modo de índice. En la primera, a pie de carilla aparece el año 1.879 y en la última el 1.881 junto con las iníciales ya mencionadas. Otras poesías intermedias están fechadas en 1.880.)

 

         Juguete sobre cuatro versos robados

                        Visitando un Manicomio

                         Oí en cierta ocasión

                         Vociferar a un demonio,

                         “No están todos los que son.”

                         Y al momento otro decía

                           En su furibundo afán,

                           Sobre la misma manía,

                            “Ni son todos los que están.”

                           Alguno de ellos creyendo


                            Indiferencia en nosotros,

                             Repetía sonriendo,

                              “Verdades dicen los locos.”

                              Y otro con muecas graciosas

                               Decía a los que miraban:

                      Aquí oiréis muchas cosas

                       Que los cuerdos se las callas.”

                       Pero otro desgraciado

                       Con manías de poeta,

                       Dijo cual recopilado

                       O que a ello se le reta:

                       “Algunos ignorarán


                       Que en esta triste mansión,

                       Ni están todos los que son

                       Ni son todos los que están.”

                       Y que presos cual se hallan

                       En estos tétricos focos,

                       Verdades dicen los locos

                      Que los cuerdos se las callan.”

                                                       Julio 1.879

 

                     A todos mis amigos y amigas les he enseñado lo que es un preservativo, para lo que sirve y como se coloca. En las farmacias no hay (es pecado) tampoco en la de este hospital pero por una serie de circunstancias algo rocambolescas, consigo los condones suficientes para cubrir nuestras necesidades sin el menor riesgo. Un enfermo que se llama Jacinto fue boxeador hace algunos años. Nunca subió a un ring como luchador en una velada boxística y tan solo llegó a ser sparring de otros púgiles en los entrenamientos. Lo internaron y por afinidad hizo amistad con un empleado llamado Evaristo (El Tigre de Mislata) que fue campeón de la provincia de no recuerdo qué categoría. En realidad al Tigre le daba un poco de lástima el hecho de que su compañero estuviese trastornado sin haber despuntado en la profesión. Tampoco él había llegado a la cima pero su nombre apareció varias veces en los periódicos y ocupó un lugar preferente en las tertulias deportivas durante un corto espacio de tiempo. Evaristo se ahorcó de la rama de un naranjo un día gris del mes de Octubre con los frutos empezando a ruborizarse. Era de complexión atlética, corta estatura, cuadrado y macizo. A pesar de su aspecto feroz, con las líneas del rostro muy marcadas, su rubicundez, su voz y sus maneras le hacían un tipo bondadoso. Estaba casado y tenía un niño de once meses. Sus noventa kilos de peso rompieron la rama donde se había colgado con el cinturón lo que hacía paradójico el que hubiese fallecido. Le faltaron las ganas de vivir. El Tigre (así le gustaba que le llamasen) tuvo una novia que hacía la calle y que a pesar de su matrimonio seguía queriéndole. Todos creemos que él también. Esta chica se llama Engracia pero su nombre de guerra es “la Mary” y era y es mi proveedora de preservativos.

                        Cuando venía de visita solicitaba ver al Jacinto pero en realidad el Tigre estaba al acecho y se perdían por alguna de las dependencias para hacer lo que podían. Eran esos los días en que yo recibía mis pedidos. Al principio me los cobraba, diría que a precio simbólico, aquí dentro se llega a perder la noción de lo cotidiano, pero ahora no acepta ni un solo céntimo. Sigue viniendo y así, dice, recuerda mejor al Tigre que, según sus propias palabras “fue el amor de su vida.” “Mira, me asegura, yo le quería y no me importaba hacerle todo lo que le gustase. No creas que a mis clientes no les pongo limitaciones y accedo a todas sus pretensiones, paguen lo que paguen, pero con él no tuve límites. No entiendo que las mujeres casadas sean tan reprimidas. La religión las ha castrado y aunque te parezca del siglo pasado un tío que me busca con bastante frecuencia me dice que su mujer solo se la deja meter por un agujero que se ha hecho en el camisón de dormir que le llega desde el cuello cerrado hasta los mismísimos pies. Se vuelve loco lamiéndome el coño. No creas que, a mí, también me gusta y a veces hasta me corro de la afición que le pone. Y si no, lo finjo para no decepcionarle. Algún día nos pedirán, las mujeres de mis clientes, digo, una comisión porque son las que nos proporcionan trabajo. No te preocupes, seguiré trayéndote la mercancía y si tu alguna vez me necesitas, no lo dudes, formaré parte del lote para que te salga gratis.”

                         El problema lo tenemos en encontrar los lugares adecuados para los encuentros amorosos pero los designios del Señor son insondables y hemos conseguido ya habitáculos tan sorprendentes como el propio despacho de la Superiora, Sor Juana, cuando se encuentra de viaje en misión pastoral. Es una terapia increíble que los médicos no quieren aplicar (con la Iglesia hemos topado Sancho) pretendiendo curarnos con química y electricidad. Nuestra medicina es natural, no tiene contraindicaciones, sí precauciones, y además alivia y cura. El tratamiento produce una desinhibición psicológica y fisiológica en los enfermos que los deja muy cordatos.

                        El año pasado se quedó embarazada la Luzdi, que por cierto luego le quitaron el niño y las monjas se lo vendieron a un matrimonio de Cuenca sin hijos, que el marido es resinero. El banco que les hizo el préstamo anotó en el apartado donde se pregunta en qué se va a invertir el dinero: para renovar el mobiliario y los electrodomésticos de la vivienda.

                        Se les había creado un problema, que además les acuciaba, y era limpiar la mancha que una oligofrénica de 25 años de edad tenía en su alma desde hacía varios meses. Lo detectaron por la normal hinchazón del vientre en estos casos y había que reparar lo irreparable: quitarle el pecado mortal (si se moría esa misma noche  iba de patitas al infierno) y buscarle un padre a esa criatura que venía. No puedo evitar volver al manuscrito, ahora por la página 25 de donde saco estos versos:

 

                            Con exquisito aparato 

                            La mesa está preparada

                            Esperando el primer plato

                             Sopa y cocido muy grato

                            Vino, principio variado,

 

                       Postres, dulces y cigarro;

                      Todo servido a estas horas,

                       Por caballeros...señoras...

                       Llegó el día afortunado.

 

                      No, no era el menú de una boda, pero lo podía haber sido.

                      Eligieron el novio un tanto al azar cuando casi todo el mundo sabía quién era el progenitor. La policía detuvo y posteriormente puso en libertad, (gracias a un político muy corrupto que a su vez era el enchufe) a un celador y a un vigilante nocturno, (Daniel Dallas y P. Pamplona) que se enriquecieron robando por las noches género de la despensa del hospital. Lo cargaban en una furgoneta en anuencia con sus compinches de la calle y lo vendían a intermediarios que lo distribuían por restaurantes y hoteles. Generalmente cenaban opíparamente y luego yacían con cualquier enferma no mayor de 22 o 23 años. La Luzdi debió ser la excepción porque estaba de muy buen ver. Probablemente ese niño tenía una madre y dos padres biológicos.

                           El afortunado conyugado fue José Vicente, un interno de 18 años, hijo de padre sifilítico, sin patología visible del sistema nervioso central que en las noches de luna llena sufre grandes psicosis maníaco-depresivas. Es consciente de su nueva situación pero debe resignarse a que su esposa, ante dios y los hombres, duerma en otro pabellón con las demás internas. Nada nuevo en la viña del Señor. Tendré que hacer algo.

                           Mis amigos me llaman el Poeta, nunca escribí ni un solo verso, y las monjas, Profesor, cuando solo fui un humilde maestro en mi anterior etapa de externo. A este grupo que me han asignado les hablo de la vida, del amor y de las cosas bellas; del mundo de los cuerdos y sus peligros; de la agresividad, la ambición y la lucha que impera en la jungla de asfalto, detrás del muro y las rejas que nos protegen; comento cosas del ser humano, de la naturaleza, de dios, de la muerte y de la familia... ¡Ay la familia! Ese podría ser un capítulo aparte del libro que tal vez escriba algún día hablando de toda esta gente, que en definitiva son mis únicos amigos, mis familiares. Recurro al manuscrito por su página  3:

        

                                SALIDAS

 

                    Algunos, afortunados

                    Regresan, causando envidia,

                    Al seno de su familia

                    Cuando se hallan curados;

                    Pero otros desgraciados,

                    Salen cuando a Dios le place,

                    En lúgubre carruaje

                    A la mansión del olvido,

                    Donde todo lo nacido

                    Dice: “Requiescant in pace”

 

                         Más del 90% de “los afortunados que regresan al seno de su familia”  tarde o temprano ingresan de nuevo en esta santa casa rechazados por la sociedad y sus propios parientes como seres estigmatizados incapaces de borrar su pasado  de cliente en este hotel.

                         Tengo la idea de formar un grupo de teatro donde se interpreten a sí mismos. Incluso, ¿por qué no?, representar a los clásicos. Sería apasionante. Estas cuartillas hablando un poco de cada uno, contando anécdotas, profundizando en sus vidas pueden ser el bosquejo de un futuro libro pero hacerles actuar libremente o con un texto aprendido podría resultar hasta terapéutico. Creo que esto ya lo hizo alguien... en Francia tal vez.

                           Tony es otro de mis muchachos, también muy joven y al que no hace mucho sorprendió sor Saturia, tarasca con hábito, haciéndole una felación al Murciano en el retrete. Lo sacó arrastrándolo del pelo y gritando como una energúmena: ¡So guarro!, ¡So guarro!.

                            Yo creo que todo es por celos. Ella no sabe que una tarde la vi en la sala de lectura, sería demasiado pretencioso llamarla biblioteca, intentando colocar en el miembro de Burt Lancaster (el Murciano es una réplica de este actor americano) una goma higiénica lo que a todas luces resultaba imposible. Este chico posee el miembro más descomunal que jamás se haya visto por estos lares. No puede llevar pantalones y tan solo se cubre con un guardapolvo, dicho sin elucubraciones peyorativas, lo que le permite, desabrochando unos botones, enseñar el apéndice gigantesco a  los externos previo pago de una tasa que oscila entre las 25 y 50 pesetas. Si se hacen apuestas mucho más. Es un buen negocio que explotan varios internos y les reporta pingües beneficios. Cuando nos llevan a misa y  se arrodilla, el glande le toca la baldosa del frío mármol impidiendo cualquier erección, pero sin retraerse lo más mínimo. Es el único enfermo con una higiene íntima diaria a cargo de las monjas que prohíben que esta tarea pase a manos de las empleadas o enfermeras.

                        La sorprendí precisamente el día que encontré el manuscrito. Desistió en su empeño de enfundarle el impermeable después de haberlo roto (?), y empezó a manosear, al principio torpemente y un tanto desencajada, pero en pocos minutos adquirió tal destreza  que aquella tercera extremidad  se hinchó como un odre de cabra a punto de estallar. Le subió el ritmo cardíaco, cruzó los ojos jadeando y entró en una fase de angélica convulsión en el mismo instante que el caño de Burt Lancaster lanzaba abundante un chorro de caseína a más de tres metros de distancia y durante cerca de cuarenta y cinco segundos. Antes de recoger y arreglar los desperfectos le lamió, en un largo recorrido, la canal urinaria del bálano desde el frenillo hasta el prepucio superior como si fuese un enorme helado de nata que engulló con inusitada ansiedad.

                         No quisiera continuar sin contar una anécdota que protagonizó la madre de Tony, una señora de mediana edad, muy afectada por la enfermedad de su hijo que en cierta ocasión le trajo una caja con pastelitos que había preparado ella misma. No era día de visita y se los dejó al portero para que la entregase en mano insistiendo mucho en ese punto. Todavía no había doblado la esquina la mujer cuando Manolo sacó de un armario empotrado una botella de Anís del Mono y en un santiamén se zampó la bandeja. Inaudito en una persona de aspecto tan espiritado. Durante varios días la buena señora se interesó por el estado de salud de su hijo hasta que el portero, un poco mosca, la inquirió. Una curandera le había asegurado que si su hijo comía esos pasteles, elaborados con sesos de perro, se pondría bien. El conserje tuvo que pedir la baja porque estaba inapetente y durante un tiempo no hizo más que vomitar. La madre, de escasos recursos económicos, se lamentaba del esfuerzo que tuvo que realizar para conseguir la materia prima y los nulos o escasos resultados que había obtenido.

                         Regreso de nuevo al libro donde en una de sus páginas aparece escrito a lápiz la siguiente afirmación con una caligrafía un tanto infantil: María, guapa. También un recibo muy curioso que reproduzco:

 

                          

                     Manicomio   ProvincialManicomio Provincial

                         

                 Permítase la entrada en el Establecimiento á los portado-res de este Pase, para visitar los departamentos del mismo.

                                                                            3 de Agosto de 1.899                                                                  

                                                                                  El Director

                                 Personas, 3.

                                     Pagó 0,50 ptas.

 

                   Horas de visita, de nueve á once por la mañana y de tres a cinco por la tarde.        

 

 

                                    Aurelio lleva varios años interno. No habla, papea y permanentemente le invade una gran apatía. Es un buen chico del que espero sacar algún partido. Su padre, un alcohólico violento, hizo que lo ingresaran por ser manso, por ser bienaventurado. Durante años intentó que el hijo matase a su jefe; primero a buenas, con razonamientos: “como estás loco la Justicia no te condenará”; después con golpes, insultos y malos tratos. Cuando le trajeron aquí se sintió seguro. En una de nuestras reuniones no podíamos soportar un fuerte olor a roedor muerto, a carne putrefacta. Le detecté una ligera cojera en el pie derecho y le hice descalzarse descubriendo que tenía un foco infeccioso con gusanos que se lo estaban comiendo pero no le habían hecho pronunciar ni un solo quejido.

                           No quisiera olvidarme de Jacinto aunque ya no esté entre nosotros. Al decir nosotros me refiero a los vivos. Murió de lo que a veces solemos decir una muerte estúpida. Todas lo son pero quizás esta mucho más.  Le trajo su hija una cesta con brevas (tres kilos) y se las comió de una sentada. No pudieron hacer nada por él. Pasaba de los cincuenta años y tenía unas facultades mentales sobrenaturales. Era capaz de resolver cualquier operación matemática en cuestión de décimas de segundo. En una ocasión, acompañado por un celador, asistió a un espectáculo de variedades donde cantaban, bailaban, enseñaban sus atributos adiposos cubiertos por finos velos de colores, algunas coristas, pero él que se había colocado en la primera fila esperaba que saliese el mago que le habían dicho. Este, a mitad del número, invitaba al público a que le dijesen cifras con muchos dígitos y la operación matemática que quisiesen. Sus respuestas eran bastante rápidas pero sobre todo muy seguras, hasta que en una de ellas Jacinto levantó el brazo y dijo: Se ha equivocado, la respuesta no es correcta. El cómico, sin inmutarse, se dirigió al proscenio y le preguntó al espectador precipuo: ¿Cuál cree Vd. que es esa cifra? Sin el menor titubeo desgranó una retahíla de números que dejó al público sin aliento. El artista no lo dudó un instante y empezó a aplaudirle frenéticamente invitando al respetable a que le secundase. Le hizo llamar a su camerino y le propuso trabajar conjuntamente augurándole un futuro muy prometedor. Su respuesta no pudo ser más fulminante: No puedo tengo que volver al manicomio. Y no le dijo que era un gran experto en palíndromos y paremiología. Sabía infinidad de palabras y frases que se leen igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda y podía estar un día entero, sin parar, contando refranes y proverbios.

                       Podría seguir hablando, escribiendo, de... vamos a ver... de Herminia. Probablemente una de las señoras más guapas que hay aquí.  Quitaré lo de “señoras” y pondré “enfermas”. Cuando dio a luz un niño muerto se trastornó y al cabo de una semana un vecino alcohólico la violó. Quedó destrozada física y psíquicamente. Ahora deambula por la casa como flotando en una nube con una muñeca de trapo deshilachada entre sus brazos.

                         Asun también es muy atractiva y joven. Hija de un militar la obligaron a casarse con un apuesto muchacho de la alta burguesía aún a sabiendas que no era trigo limpio. La noche de bodas la hizo desnudarse delante de su novio, un alférez de milicias que le ensartó el sable cartilaginoso mientras él enarbolaba el pompis a los cuatro vientos, separándose con ambas manos los glúteos y convirtiendo el “ojillo quevedesco” en una malformación momentánea.  A ella la ataron de brazos y piernas a la cama, colocaron un huevo frito en el ombligo y embadurnaron sus pechos con mermelada de frambuesa. Luego enjabonaron el pubis y acto seguido lo rasuraron con una “gillette”. Se molestaron cuando les llamó maricones y empezaron a introducirle por la vulva y el ano todos los objetos más o menos alargados que fueron encontrando. El último un mango de destornillador, después del pomo de la puerta de la habitación del hotel. La tradicional familia consiguió un certificado médico que diagnosticaba ninfomanía y la ingresaron.

                        Vamos a la página 3:

                                              

                            Entradas                 

                        Entra el muchacho inocente,

                       El soltero enamorado,

                       El bien ó el mal casado,

                       El viudo que está impaciente,

                       El anciano impertinente,

                        Los pobres de profesión,

                        Los de mejor posición,

                       Y de aristócrata cuna,

                        Que no impide la fortuna

                        El que pierdan la razón.

 

 

                     Procuro transcribir el texto fielmente respetando los signos y las palabras tal como fueron escritas.

 



manicomio-dibujo



           

 

 

 

                                       

 

                                     Portería

                           Nadie entre sin permiso;

                           Y quién lo pueda adquirir

                           Procure luego salir

                           Con muy completo juicio,

                            Si en algo estima el vivir.

                                                                          1.878

                           Hay siempre en el Hospital,

                          Cosa que parece incierta,

                          Muchos que no tienen mal

                          Ni han entrado por la puerta.

 

 

 

                             Se refiere a los niños expósito que aparecían en el torno de la casa que además de hospital se convertía en inclusa  y que evidentemente no “tienen mal” ni “han entrado por la puerta”.

                         Ayer por la tarde me enfrenté a unos obreros que estaban desarraigando los árboles de la calle. Durante un buen rato les estuve observando a través de la reja y por encima de la valla no dando crédito a mis ojos. Dijeron que cumplían órdenes y que debían hacer una zanja para enterrar una tubería de agua. ¿Sabéis cuantos años tienen esas platanáceas que medirán más de quince metros de altura? No le hagáis caso, está loco, les oí decir.

                         Mi indignación fue tan grande que después de la cena me escabullí, cogí un bote de pintura negra y un pincel y sobre la enjalbegada pared del manicomio escribí, no sin cierto remordimiento y acordándome de lo que constantemente oí repetir de niño a mi viejo profesor: La muralla es el papel del canalla. Tracé un texto, esperando que a la mañana siguiente se armara una auténtica revolución. Me levanté temprano y salí a la calle para unirme a la gente que en mi proverbial ignorancia pretendía estarían increpando a los asesinos de árboles. Nadie, absolutamente nadie, hizo el menor caso. Había escrito, ¿Dónde dormirán los pájaros si no hay árboles? Y todo el mundo deambulaba de un lado para otro sin prestar la más mínima atención a mi grito de amargura. Esta noche volveré con un bote de pintura blanca y lo borraré. Tanta es la tristeza y la decepción que me invaden. Pero hay algo más, mucho más, por primera vez en mi vida he deseado fervientemente ser violento, lo que me ha dejado muy preocupado por tratarse de una prerrogativa de los cuerdos. ¡...!

 

 

Luis Viadel Cócera , 2001.

 

 

 

 

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