¿Dónde
dormirán los pájaros si no hay árboles?
Preámbulo
Ganó el Premio “Gonzalo Fullana Barber” de Narrativa
Corta-Cuento de VI Certamen Literario Tertulandia
2005.
Maribel Olmos Pastor escribió el Prólogo siguiente:
Reír
o llorar
Ante todo
vaya por delante mi total admiración por todo aquél –o aquella- que se enfrenta
a un papel en blanco –actualmente el ordenador- y decide contarnos alguna
historia, elaborar un ensayo, escribir versos o, como en este caso, narrar un
relato corto…que no es nada fácil…y si no, inténtenlo.
¿Dónde dormirán los pájaros si no hay
árboles? Excelente título que sirve de base al autor para
introducirnos en ese mundo que, hasta no hace mucho, llamábamos “manicomios” y
que plantea la siguiente paradoja: si no hubiera “locos”, no existirían los
llamados “cuerdos”. Actualmente han desaparecido los centros psiquiátricos de
nuestro país, por lo que el relato nos traslada a un ayer no muy lejano, y que
todavía perdura en la memoria de muchos de nosotros que hemos tenido la ocasión
de visitar alguna vez un centro hospitalario de este tipo.
Utilizando
el humor como vehículo transportador, el protagonista nos sumerge en un mundo
de “locura”, en el que no necesariamente los que necesitan ayuda son los que se
encuentran de muros hacia adentro. A través de personajes como el Chispa,
Jacinto, Evaristo, Luzdi, Avelio, Asun…, logramos divertirnos, enternecernos,
apenarnos –me recuerdan mucho a otros personajes de Eduardo Mendoza-.
Involucrándonos en sus historias, podemos llegar a comprender…
Me parece
un buen recurso literario que el autor intercale, a lo largo de la narración,
algunos poemas que enriquecen notablemente el mensaje y están perfectamente
ensamblados en el relato.
Nos
encontramos ante un texto bien escrito, que nos produce sensaciones, que nos
plantea interrogantes. En definitiva, esto es la literatura. ¿O no?
Nota del autor
Hace algunos años en nuestro país existían unos
centros hospitalarios llamados “Manicomios” donde se “internaba” a todos
aquellos enfermos que la medicina de aquellos tiempos consideraba “locos” y
estaban dejados de “la mano de dios”.
Por diversas
circunstancias tuve la oportunidad de contactar con algunos de sus “residentes”
y un día decidí escribir unas líneas sobre ellos. Aquí están.
Todos los
personajes son reales, han existido, aparecen con sus nombres propios y los
hechos que se relatan son verídicos. Incluso ese librito, con los versos que se citan, es auténtico.
El autor se
ha tomado ligeras modificaciones para darle consistencia al relato. Como por
ejemplo: aprovecharse del título que fotografió en una pared lejos de donde se
desarrolla todo el relato.
Luis Viadel Cócera
Todos nacemos locos.
Algunos continúan así siempre.
Samuel Beckett
A la memoria de Chispa,
al que los dioses le negaron la razón pero colmaron de bondad
Estaba lloviendo. La
fina lluvia que cae en estos momentos acaba empapándote. En todo caso debí
haber puesto: Está lloviendo. Los escritores saben muy bien cómo resolver estas
cuestiones de empezar los relatos manteniendo la atención del lector. Debo
estar “loco” si tengo la pretensión de que algún día alguien pueda leer
mis historias aunque bien es verdad que obvié la palabra nosotros cuando
me referí a los prosistas. No tengo lectores pero sí un auditorio, a veces muy
concurrido, que escucha atentamente mis relatos porque ellos suelen ser los
protagonistas.
Acabo de cometer un error
imperdonable al utilizar la palabra prohibida. En otras circunstancias, en
otros lugares tendría connotaciones simpáticas, cariñosas, pero aquí resulta
insultante, ofensiva y... peligrosa. La invisible línea divisoria que nos
separa es tan sutil y delicada que desde este instante llamaré enfermos o
internos a los de un lado y empleados, monjas, médicos o externos, a los del
otro. Cada uno en su sitio. El nombre genérico colocaría a todos en el mismo
cajón pudiendo herir susceptibilidades. No queremos. O debo decir: no quiero.
He descuidado un poco las últimas líneas por
darme prisa. Mi mano va mucho más lenta que mi mente y ha pasado por mi lado el
Chispa dejando una estela perfumada que me ha traído infinidad de recuerdos. Y
me gustaría contarlos o, como en este caso, escribirlos. Tendría que repasar
los apuntes para darle forma, pulirlo. Qué más da. Tampoco estoy seguro de si
este preámbulo ha quedado suficientemente redondo, claro, conciso... Quitaré
más adelante alguno de estos adjetivos. Tres son demasiados. También aquello
del principio de “estaba lloviendo” por “está lloviendo”. Ya veremos.
¿Y si empiezo con una frase
célebre? Muchos lo hacen.
La locura es el origen
de las hazañas de todos los héroes. (Erasmo).
Está
fuera de toda duda que las pasiones son del dominio de la locura, porque el
loco se distingue del sabio en que se deja conducir por sus pasiones, mientras
que éste pretende menospreciarlas y seguir los dictados de la razón.
Ahora no sé quién dijo esto. Es igual.
La guerra, ¿acaso no es
la fuente y el teatro de todos los grandes hechos? Pues, ¿quién más loco que
quien a propósito de no sé qué da lugar a una tamaña lucha, de la que siempre
termina resultando, para ambas partes, mayor mal que bien? De autor
desconocido, por lo menos para mí.
El número de locos es tan
grande que la prudencia se ve obligada a ponerse bajo su protección. (San
Agustín) Quedaría muy bien citar a este santo. Ya veremos. Tengo otra frase
suya pero creo que con una será suficiente.
EL CHISPA
Nadie sabe cuando llegó, cuál
era su procedencia, ni cómo apareció. La leyenda se cierne en torno a uno de
esos retretes donde las necesidades se hacen en cuclillas y alguien lo recogió
en el instante que se colaba por la cloaca. Otros aseguran que fue encontrado
en un cubo de basura.. Erecto puede alcanzar los 1,60 metros de estatura y en
una primera ojeada no descartaríamos la teoría del eslabón perdido de Darwin:
brazos colgando, cejas muy pobladas, cejijunto, frente escasa juntándose con el
pelo erizado de la cabeza, las orejas como soplillos, ligeramente encorvado,
barba cerrada, apenas pronuncia palabras coherentes, emite sonidos, siempre
sonríe, miembro viril desproporcionado y edad indefinida. Sí, podría ser...
Todo el mundo le conoce y sale
del recinto hospitalario con total libertad. Huele como un porquerizo a pesar
de que las monjas le obligan a ducharse y cambiarse de ropa dos veces por
semana. Es un enfermo de origen psicogenético agravado por las continuas dosis
de alcohol que le hacen ingerir algunos externos cuando le invitan en los bares
a cambio de imitar a los simios, lo que para él no representa el menor
esfuerzo. Las fiestas suelen acabar con el habitual delirium trémens. Hace
poco, rechinando los dientes, tuve que decirle a uno de ellos “cuerdo”. No se
me ocurrió otro insulto peor, cuando el Chispa estuvo cuarenta y ocho horas en
paradero desconocido, después de una de estas exhibiciones, y lo trajo una vez
más la policía hecho un guiñapo.
Pero como en todo también en
este caso existe la otra cara de la moneda. Un señor que tiene un puesto de
charcutería en el mercado estuvo a punto de perder un hijo en un accidente y
prometió, si se salvaba, hacer una buena obra cada día el resto de su vida.
Todas las mañanas, menos los festivos y domingos, Chispa se planta delante del
tenderete y este señor deja de atender a su clientela que nunca protesta por la
intromisión, por esta prioridad, y le prepara un magnífico bocadillo del mejor
género que tiene.
Entre las señoras amas de
casa que esperan su turno hay una clienta habitual que le recuerda con cierta
frecuencia se pase por su casa a media tarde: Hace mucho que le conozco y de vez en cuando le guardo un fardo con
ropa que se le ha quedado pequeña a mi marido o ya no le gusta. Es un crimen
tirarla cuando alguien le puede sacar provecho.
“Llega
antes de lo previsto en el momento que las dos cuñadas están dejando los platos
sucios de la comida en el banco de la cocina y en el fregadero. ¿Has comido?
Una de ellas lo conduce al cuarto de baño mientras la otra enciende el butano
de la pequeña cocina, coloca una sartén con aceite y un liviano de ternera que
pronto empieza a freírse.”
Ahora
debo describir como las dos mujeres van desnudando al Chispa igual que si fuese
un rito litúrgico, lo introducen en la bañera, echan escamas perfumadas y le
enjabonan por todo el cuerpo. No siempre le afeitan para sentarlo a la mesa
porque la señora casada, la cuñada soltera es más remilgada, dice sentirse
transportada al séptimo cielo si la parte interior de los muslos se le pone en
carne viva con el roce de los pelos de
la barba, como si tuviese entre las piernas un erizo viejo con cabeza de ofidio
y la lengua bífida.
En cuanto llegue aquí
haré dos versiones del relato: la que se podrá leer sin el menor sonrojo
(bueno, más o menos) porque lo escrito, escrito queda y la que explicaré a mis
compañeros y compañeras con palabras que
el viento se lleva. Será una descripción minuciosa, evidentemente, (obviamente
como dicen algunos cursis), cuando no hayan moros en la costa: ni monjas, ni
empleados, ni vigilantes, ni celadores... nadie. Es increíble la atención que
llegan a prestar cuando les hablo. No hacen el menor ruido, ni tosen y se
comportan de un modo extraordinario.
Antes de continuar debo
hacer un inciso. Unos meses atrás estuve husmeando en un montón de legajos.
Entre aquellos papeles y libros apareció un manuscrito de un antiguo inquilino
de este sanatorio, (vaya eufemismo que acabo de colocar) fechado en 1.879,
firmado con las iníciales J.G. y con el título: Poesías. Mis composiciones
originales., que me llenó de satisfacción. Ignoro si esas letras
corresponden a un hombre o a una mujer, el libro tiene formato de bolsillo,
está escrito en perfecta caligrafía redondilla, algo deteriorado y forrado con
papel de estraza. Las tapas de cartón, cosidas y pegadas artesanalmente con un
título en la portada: MANICOMIO. Y en la contraportada este aviso que no
tiene desperdicio:
Nota, anuncio o advertencia:
Esta copia es propiedad
De quién tenga la
paciencia
De leerla: más notad
Que es
a cambio de indulgencia.
Con otro particular
Que el que quiera
poseerla
Cuando acabe de
leerla
Se la tendrá que
copiar:
Pues tan solo un ejemplar
Ha arrojado la
tirada
Y esta imprenta está
cansada
Para hacer otra edición;
La pronta devolución
Queda, pues, recomendada.
Me lo quedé y lo guardo como oro en
paño.
Un italiano que se
llamaba LOMBROSO intentó demostrar la existencia del “criminal nato”. Decía que
ciertas personas nacían con esas tendencias biológicas. Probablemente se
refería a los psicópatas pero estos se encuentran al otro lado del muro. Y es
cierto que algunos llegan a este mundo con carencias físicas y psíquicas pero
una parte importante de los trastornos mentales son debidos a influencias
sociales y el medio donde se desenvuelve el individuo después de nacer.
Vuelvo al manuscrito
de JG en su página 60 donde dice: (Debo aclarar que el libro tiene 134 páginas
y tres más a modo de índice. En la primera, a pie de carilla aparece el año
1.879 y en la última el 1.881 junto con las iníciales ya mencionadas. Otras
poesías intermedias están fechadas en 1.880.)
Juguete sobre cuatro versos robados
Visitando un Manicomio
Oí en cierta ocasión
Vociferar a un
demonio,
“No están todos los
que son.”
Y
al momento otro decía
En su furibundo
afán,
Sobre la misma
manía,
“Ni son todos
los que están.”
Alguno de ellos
creyendo
Indiferencia en
nosotros,
Repetía sonriendo,
“Verdades
dicen los locos.”
Y
otro con muecas graciosas
Decía a los que
miraban:
“Aquí oiréis muchas
cosas
Que los cuerdos se las
callas.”
Pero
otro desgraciado
Con manías de poeta,
Dijo cual recopilado
O que a ello se le reta:
“Algunos ignorarán
Que en esta triste
mansión,
Ni están todos los que
son
Ni son todos los que
están.”
Y
que presos cual se hallan
En estos tétricos focos,
Verdades dicen
los locos
Que los cuerdos se las
callan.”
Julio 1.879
A todos mis amigos y
amigas les he enseñado lo que es un preservativo, para lo que sirve y como se
coloca. En las farmacias no hay (es pecado) tampoco en la de este hospital pero
por una serie de circunstancias algo rocambolescas, consigo los condones
suficientes para cubrir nuestras necesidades sin el menor riesgo. Un enfermo
que se llama Jacinto fue boxeador hace algunos años. Nunca subió a un ring como
luchador en una velada boxística y tan solo llegó a ser sparring de otros
púgiles en los entrenamientos. Lo internaron y por afinidad hizo amistad con un
empleado llamado Evaristo (El Tigre de Mislata) que fue campeón de la provincia
de no recuerdo qué categoría. En realidad al Tigre le daba un poco de lástima
el hecho de que su compañero estuviese trastornado sin haber despuntado en la
profesión. Tampoco él había llegado a la cima pero su nombre apareció varias
veces en los periódicos y ocupó un lugar preferente en las tertulias deportivas
durante un corto espacio de tiempo. Evaristo se ahorcó de la rama de un naranjo
un día gris del mes de Octubre con los frutos empezando a ruborizarse. Era de
complexión atlética, corta estatura, cuadrado y macizo. A pesar de su aspecto
feroz, con las líneas del rostro muy marcadas, su rubicundez, su voz y sus
maneras le hacían un tipo bondadoso. Estaba casado y tenía un niño de once meses.
Sus noventa kilos de peso rompieron la rama donde se había colgado con el
cinturón lo que hacía paradójico el que hubiese fallecido. Le faltaron las
ganas de vivir. El Tigre (así le gustaba que le llamasen) tuvo una novia que
hacía la calle y que a pesar de su matrimonio seguía queriéndole. Todos creemos
que él también. Esta chica se llama Engracia pero su nombre de guerra es “la
Mary” y era y es mi proveedora de preservativos.
Cuando venía de visita
solicitaba ver al Jacinto pero en realidad el Tigre estaba al acecho y se
perdían por alguna de las dependencias para hacer lo que podían. Eran esos los
días en que yo recibía mis pedidos. Al principio me los cobraba, diría que a
precio simbólico, aquí dentro se llega a perder la noción de lo cotidiano, pero
ahora no acepta ni un solo céntimo. Sigue viniendo y así, dice, recuerda mejor
al Tigre que, según sus propias palabras “fue el amor de su vida.” “Mira, me
asegura, yo le quería y no me importaba hacerle todo lo que le gustase. No creas
que a mis clientes no les pongo limitaciones y accedo a todas sus pretensiones,
paguen lo que paguen, pero con él no tuve límites. No entiendo que las mujeres
casadas sean tan reprimidas. La religión las ha castrado y aunque te parezca
del siglo pasado un tío que me busca con bastante frecuencia me dice que su
mujer solo se la deja meter por un agujero que se ha hecho en el camisón de
dormir que le llega desde el cuello cerrado hasta los mismísimos pies. Se
vuelve loco lamiéndome el coño. No creas que, a mí, también me gusta y a veces
hasta me corro de la afición que le pone. Y si no, lo finjo para no
decepcionarle. Algún día nos pedirán, las mujeres de mis clientes, digo, una
comisión porque son las que nos proporcionan trabajo. No te preocupes, seguiré trayéndote
la mercancía y si tu alguna vez me necesitas, no lo dudes, formaré parte del
lote para que te salga gratis.”
El problema lo tenemos
en encontrar los lugares adecuados para los encuentros amorosos pero los
designios del Señor son insondables y hemos conseguido ya habitáculos tan
sorprendentes como el propio despacho de la Superiora, Sor Juana, cuando se
encuentra de viaje en misión pastoral. Es una terapia increíble que los médicos
no quieren aplicar (con la Iglesia hemos topado Sancho) pretendiendo curarnos
con química y electricidad. Nuestra medicina es natural, no tiene
contraindicaciones, sí precauciones, y además alivia y cura. El tratamiento
produce una desinhibición psicológica y fisiológica en los enfermos que los deja
muy cordatos.
El año pasado se quedó
embarazada la Luzdi, que por cierto luego le quitaron el niño y las monjas se
lo vendieron a un matrimonio de Cuenca sin hijos, que el marido es resinero. El
banco que les hizo el préstamo anotó en el apartado donde se pregunta en qué se
va a invertir el dinero: para renovar el mobiliario y los
electrodomésticos de la vivienda.
Se les había creado un
problema, que además les acuciaba, y era limpiar la mancha que una oligofrénica
de 25 años de edad tenía en su alma desde hacía varios meses. Lo detectaron por
la normal hinchazón del vientre en estos casos y había que reparar lo
irreparable: quitarle el pecado mortal (si se moría esa misma noche iba de patitas al infierno) y buscarle un
padre a esa criatura que venía. No puedo evitar volver al manuscrito, ahora por
la página 25 de donde saco estos versos:
Con exquisito
aparato
La mesa está
preparada
Esperando el primer plato
Sopa y cocido muy
grato
Vino, principio
variado,
Postres, dulces y
cigarro;
Todo servido a estas
horas,
Por
caballeros...señoras...
Llegó el día afortunado.
No, no era el menú de una
boda, pero lo podía haber sido.
Eligieron el novio un
tanto al azar cuando casi todo el mundo sabía quién era el progenitor. La
policía detuvo y posteriormente puso en libertad, (gracias a un político muy
corrupto que a su vez era el enchufe) a un celador y a un vigilante nocturno,
(Daniel Dallas y P. Pamplona) que se enriquecieron robando por las noches
género de la despensa del hospital. Lo cargaban en una furgoneta en anuencia
con sus compinches de la calle y lo vendían a intermediarios que lo distribuían
por restaurantes y hoteles. Generalmente cenaban opíparamente y luego yacían
con cualquier enferma no mayor de 22 o 23 años. La Luzdi debió ser la excepción
porque estaba de muy buen ver. Probablemente ese niño tenía una madre y dos
padres biológicos.
El afortunado
conyugado fue José Vicente, un interno de 18 años, hijo de padre sifilítico,
sin patología visible del sistema nervioso central que en las noches de luna
llena sufre grandes psicosis maníaco-depresivas. Es consciente de su nueva
situación pero debe resignarse a que su esposa, ante dios y los hombres, duerma
en otro pabellón con las demás internas. Nada nuevo en la viña del Señor.
Tendré que hacer algo.
Mis amigos me llaman
el Poeta, nunca escribí ni un solo verso, y las monjas, Profesor, cuando
solo fui un humilde maestro en mi anterior etapa de externo. A este grupo que
me han asignado les hablo de la vida, del amor y de las cosas bellas; del mundo
de los cuerdos y sus peligros; de la agresividad, la ambición y la lucha que
impera en la jungla de asfalto, detrás del muro y las rejas que nos protegen;
comento cosas del ser humano, de la naturaleza, de dios, de la muerte y de la
familia... ¡Ay la familia! Ese podría ser un capítulo aparte del libro que tal
vez escriba algún día hablando de toda esta gente, que en definitiva son mis
únicos amigos, mis familiares. Recurro al manuscrito por su página 3:
SALIDAS
Algunos, afortunados
Regresan, causando envidia,
Al seno de su familia
Cuando se hallan curados;
Pero otros desgraciados,
Salen cuando a Dios le
place,
En lúgubre carruaje
A la mansión del olvido,
Donde todo lo nacido
Dice: “Requiescant in pace”
Más del 90% de “los
afortunados que regresan al seno de su familia”
tarde o temprano ingresan de nuevo en esta santa casa rechazados por la
sociedad y sus propios parientes como seres estigmatizados incapaces de borrar
su pasado de cliente en este hotel.
Tengo la idea de
formar un grupo de teatro donde se interpreten a sí mismos. Incluso, ¿por qué
no?, representar a los clásicos. Sería apasionante. Estas cuartillas hablando
un poco de cada uno, contando anécdotas, profundizando en sus vidas pueden ser
el bosquejo de un futuro libro pero hacerles actuar libremente o con un texto
aprendido podría resultar hasta terapéutico. Creo que esto ya lo hizo alguien...
en Francia tal vez.
Tony es otro de mis
muchachos, también muy joven y al que no hace mucho sorprendió sor Saturia,
tarasca con hábito, haciéndole una felación al Murciano en el retrete. Lo sacó
arrastrándolo del pelo y gritando como una energúmena: ¡So guarro!, ¡So
guarro!.
Yo creo que todo es
por celos. Ella no sabe que una tarde la vi en la sala de lectura, sería
demasiado pretencioso llamarla biblioteca, intentando colocar en el miembro de
Burt Lancaster (el Murciano es una réplica de este actor americano) una goma
higiénica lo que a todas luces resultaba imposible. Este chico posee el miembro
más descomunal que jamás se haya visto por estos lares. No puede llevar
pantalones y tan solo se cubre con un guardapolvo, dicho sin elucubraciones
peyorativas, lo que le permite, desabrochando unos botones, enseñar el apéndice
gigantesco a los externos previo pago de
una tasa que oscila entre las 25 y 50 pesetas. Si se hacen apuestas mucho más.
Es un buen negocio que explotan varios internos y les reporta pingües
beneficios. Cuando nos llevan a misa y
se arrodilla, el glande le toca la baldosa del frío mármol impidiendo
cualquier erección, pero sin retraerse lo más mínimo. Es el único enfermo con
una higiene íntima diaria a cargo de las monjas que prohíben que esta tarea
pase a manos de las empleadas o enfermeras.
La sorprendí
precisamente el día que encontré el manuscrito. Desistió en su empeño de
enfundarle el impermeable después de haberlo roto (?), y empezó a manosear, al
principio torpemente y un tanto desencajada, pero en pocos minutos adquirió tal
destreza que aquella tercera extremidad se hinchó como un odre de cabra a punto de
estallar. Le subió el ritmo cardíaco, cruzó los ojos jadeando y entró en una
fase de angélica convulsión en el mismo instante que el caño de Burt Lancaster
lanzaba abundante un chorro de caseína a más de tres metros de distancia y
durante cerca de cuarenta y cinco segundos. Antes de recoger y arreglar los
desperfectos le lamió, en un largo recorrido, la canal urinaria del bálano
desde el frenillo hasta el prepucio superior como si fuese un enorme helado de
nata que engulló con inusitada ansiedad.
No quisiera continuar
sin contar una anécdota que protagonizó la madre de Tony, una señora de mediana
edad, muy afectada por la enfermedad de su hijo que en cierta ocasión le trajo
una caja con pastelitos que había preparado ella misma. No era día de visita y
se los dejó al portero para que la entregase en mano insistiendo mucho en ese
punto. Todavía no había doblado la esquina la mujer cuando Manolo sacó de un
armario empotrado una botella de Anís del Mono y en un santiamén se zampó la
bandeja. Inaudito en una persona de aspecto tan espiritado. Durante varios días
la buena señora se interesó por el estado de salud de su hijo hasta que el
portero, un poco mosca, la inquirió. Una curandera le había asegurado que si su
hijo comía esos pasteles, elaborados con sesos de perro, se pondría bien. El
conserje tuvo que pedir la baja porque estaba inapetente y durante un tiempo no
hizo más que vomitar. La madre, de escasos recursos económicos, se lamentaba
del esfuerzo que tuvo que realizar para conseguir la materia prima y los nulos
o escasos resultados que había obtenido.
Regreso de nuevo al
libro donde en una de sus páginas aparece escrito a lápiz la siguiente
afirmación con una caligrafía un tanto infantil: María, guapa. También un
recibo muy curioso que reproduzco:
Manicomio Provincial
Permítase la
entrada en el Establecimiento á los portado-res de este Pase, para visitar los
departamentos del mismo.
3 de Agosto de 1.899
El
Director
Personas,
3.
Pagó 0,50
ptas.
Horas de visita, de nueve á once por la mañana y de tres a cinco por la tarde.
Aurelio lleva
varios años interno. No habla, papea y permanentemente le invade una gran
apatía. Es un buen chico del que espero sacar algún partido. Su padre, un
alcohólico violento, hizo que lo ingresaran por ser manso, por ser
bienaventurado. Durante años intentó que el hijo matase a su jefe; primero a
buenas, con razonamientos: “como estás loco la Justicia no te condenará”;
después con golpes, insultos y malos tratos. Cuando le trajeron aquí se sintió
seguro. En una de nuestras reuniones no podíamos soportar un fuerte olor a
roedor muerto, a carne putrefacta. Le detecté una ligera cojera en el pie
derecho y le hice descalzarse descubriendo que tenía un foco infeccioso con
gusanos que se lo estaban comiendo pero no le habían hecho pronunciar ni un
solo quejido.
No quisiera
olvidarme de Jacinto aunque ya no esté entre nosotros. Al decir nosotros me
refiero a los vivos. Murió de lo que a veces solemos decir una muerte estúpida.
Todas lo son pero quizás esta mucho más.
Le trajo su hija una cesta con brevas (tres kilos) y se las comió de una
sentada. No pudieron hacer nada por él. Pasaba de los cincuenta años y tenía
unas facultades mentales sobrenaturales. Era capaz de resolver cualquier
operación matemática en cuestión de décimas de segundo. En una ocasión,
acompañado por un celador, asistió a un espectáculo de variedades donde
cantaban, bailaban, enseñaban sus atributos adiposos cubiertos por finos velos
de colores, algunas coristas, pero él que se había colocado en la primera fila
esperaba que saliese el mago que le habían dicho. Este, a mitad del número,
invitaba al público a que le dijesen cifras con muchos dígitos y la operación
matemática que quisiesen. Sus respuestas eran bastante rápidas pero sobre todo
muy seguras, hasta que en una de ellas Jacinto levantó el brazo y dijo: Se ha
equivocado, la respuesta no es correcta. El cómico, sin inmutarse, se dirigió
al proscenio y le preguntó al espectador precipuo: ¿Cuál cree Vd. que es esa
cifra? Sin el menor titubeo desgranó una retahíla de números que dejó al
público sin aliento. El artista no lo dudó un instante y empezó a aplaudirle
frenéticamente invitando al respetable a que le secundase. Le hizo llamar a su
camerino y le propuso trabajar conjuntamente augurándole un futuro muy
prometedor. Su respuesta no pudo ser más fulminante: No puedo tengo que volver
al manicomio. Y no le dijo que era un gran experto en palíndromos y
paremiología. Sabía infinidad de palabras y frases que se leen igual de izquierda
a derecha, que de derecha a izquierda y podía estar un día entero, sin parar,
contando refranes y proverbios.
Podría seguir hablando,
escribiendo, de... vamos a ver... de Herminia. Probablemente una de las señoras
más guapas que hay aquí. Quitaré lo de
“señoras” y pondré “enfermas”. Cuando dio a luz un niño muerto se trastornó y
al cabo de una semana un vecino alcohólico la violó. Quedó destrozada física y
psíquicamente. Ahora deambula por la casa como flotando en una nube con una
muñeca de trapo deshilachada entre sus brazos.
Asun también es muy
atractiva y joven. Hija de un militar la obligaron a casarse con un apuesto
muchacho de la alta burguesía aún a sabiendas que no era trigo limpio. La noche
de bodas la hizo desnudarse delante de su novio, un alférez de milicias que le
ensartó el sable cartilaginoso mientras él enarbolaba el pompis a los cuatro
vientos, separándose con ambas manos los glúteos y convirtiendo el “ojillo
quevedesco” en una malformación momentánea.
A ella la ataron de brazos y piernas a la cama, colocaron un huevo frito
en el ombligo y embadurnaron sus pechos con mermelada de frambuesa. Luego
enjabonaron el pubis y acto seguido lo rasuraron con una “gillette”. Se
molestaron cuando les llamó maricones y empezaron a introducirle por la vulva y
el ano todos los objetos más o menos alargados que fueron encontrando. El
último un mango de destornillador, después del pomo de la puerta de la
habitación del hotel. La tradicional familia consiguió un certificado médico
que diagnosticaba ninfomanía y la ingresaron.
Vamos a la página 3:
Entradas
Entra el muchacho
inocente,
El soltero enamorado,
El bien ó el mal casado,
El viudo que está
impaciente,
El anciano impertinente,
Los pobres de
profesión,
Los de mejor posición,
Y de aristócrata cuna,
Que no impide la
fortuna
El que pierdan la
razón.
Procuro transcribir el
texto fielmente respetando los signos y las palabras tal como fueron escritas.
Portería
Nadie entre sin
permiso;
Y quién lo pueda
adquirir
Procure luego salir
Con muy completo
juicio,
Si en algo estima
el vivir.
1.878
Hay siempre en el
Hospital,
Cosa que parece
incierta,
Muchos que no tienen
mal
Ni han entrado por la
puerta.
Se refiere a los
niños expósito que aparecían en el torno de la casa que además de hospital se
convertía en inclusa y que evidentemente
no “tienen mal” ni “han entrado por la puerta”.
Ayer por la tarde me
enfrenté a unos obreros que estaban desarraigando los árboles de la calle.
Durante un buen rato les estuve observando a través de la reja y por encima de
la valla no dando crédito a mis ojos. Dijeron que cumplían órdenes y que debían
hacer una zanja para enterrar una tubería de agua. ¿Sabéis cuantos años tienen
esas platanáceas que medirán más de quince metros de altura? No le hagáis
caso, está loco, les oí decir.
Mi indignación fue tan
grande que después de la cena me escabullí, cogí un bote de pintura negra y un
pincel y sobre la enjalbegada pared del manicomio escribí, no sin cierto
remordimiento y acordándome de lo que constantemente oí repetir de niño a mi
viejo profesor: La muralla es el papel del canalla. Tracé un
texto, esperando que a la mañana siguiente se armara una auténtica revolución.
Me levanté temprano y salí a la calle para unirme a la gente que en mi
proverbial ignorancia pretendía estarían increpando a los asesinos de árboles.
Nadie, absolutamente nadie, hizo el menor caso. Había escrito, ¿Dónde
dormirán los pájaros si no hay árboles? Y todo el mundo deambulaba de un
lado para otro sin prestar la más mínima atención a mi grito de amargura. Esta
noche volveré con un bote de pintura blanca y lo borraré. Tanta es la tristeza
y la decepción que me invaden. Pero hay algo más, mucho más, por primera vez en
mi vida he deseado fervientemente ser violento, lo que me ha dejado muy
preocupado por tratarse de una prerrogativa de los cuerdos. ¡...!
Luis Viadel Cócera ,
2001.
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