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martes, 23 de enero de 2018

El sexo y la estética


El sexo y la estética




ElPlural


Mar, 23 Ene 2018

La lectura estos días, de un maravilloso librito “La nuesa del silenci. Textos per a una ètica-estètica”, que me ha regalado mi buen amigo Miquel Rayó, me ha llevado a recordar, una anécdota que me sucedió hace ya años.

Conocí en mis tiempos en Madrid, allá por finales de los ochenta, a Kristín Elliott Rubio, de padre escocés y madre leonesa.

Nos encontramos por primera vez, en una comida organizada por el entonces embajador español en Aman, Enrique Peláez del Río, cuyo invitado de honor ese día, era Antonio Gala.

Kristín, licenciada en Filología inglesa, andaba por entonces indecisa, entre dedicarse al periodismo o la escritura, lo cual no es tan diferente pero, por eso mismo, más difícil de decidir. Elegir entre lo bueno o lo malo no tiene mérito, lo peliagudo es elegir entre dos bienes. Me pareció una joven alegre, trabajadora y sensata. Nos veíamos de vez en cuando, en actos más o menos oficiales, organizados por el Gobierno de Felipe González.

Hacia finales de siglo yo dejé la política y regresé a Mallorca. Ella hacía un par de años, que se había mudado a vivir a Edimburgo.

Seguimos en contacto por correos electrónicos, tampoco tan frecuentes. Pero un día recibí uno, en el que adjuntaba un recorte del periódico “Evening News”, para el cual había realizado una entrevista al Duque de Bowmore, miembro de la Cámara de Los Lores, experto constitucionalista y un liberal escocés de los de verdad, no de esos “neos” de hoy, de aquellos que, cuando su más feroz adversario parecía tener razón, no dudaban en admitirlo a las claras, sin que se les cayera ningún anillo.

La entrevista, por la abrumadora cultura del Duque, y por la sagacidad de las preguntas de Kristín y su hermosa prosa, diríamos, hoy, que se “hizo viral”. Y Kristín muy conocida como periodista.

Al año, más o menos, en un nuevo correo, me confesaba que se había acostado con el Duque ¿Cómo – estallé yo – te fuiste a la cama para conseguir la entrevista? No – me respondió – fue justamente al revés, la entrevista suscitó una bella amistad, y lo demás vino como una consecuencia inevitable. Y, por cierto, no creo que ocurra de nuevo. Aquel par de horas fueron el simple colofón, de toda una serie de factores deslumbrantes, glamurosos, que muy difícil volverán a confluir y que, además, no me interesa que lo hagan. Mis planes de una vida en común con alguien, no van por ahí, si es que van por alguna parte.

Y continuaba: ¡Ah Emilio, la estética, tu ya me lo habías enseñado y advertido! “Bearn”, “Il Gattopardo”, “Grupo de familia”… Villalonga, Lampedusa, Visconti… Lo hoy tan olvidado, l’esprit, “le charme”, la cultura, la buena educación, las formas, las tradiciones, la caballerosidad… esa estética de la decadencia que te embriaga, te atrapa, te seduce, te erotiza… Tenía que haberlo recordado.



(Algunos de los nombres de personas que aún viven, por respeto a ellas, han sido enmascarados).


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