El miembro viril como arma de guerra
Análisis de Pilar Aguilar, analista
de ficción audiovisual y crítica de cine, sobre la violencia sexual contra las
mujeres
PILAR AGUILAR*
ElPlural
Mar, 23 Ene 2018
Siempre
me extrañó (siempre quiere decir desde antes de ser feminista) eso de que se
llamara “miembro viril” al pene. Apunta
una desmesura algo alucinada. Por una parte, porque claramente –y por mucho que
se delire sobre su tamaño- ese “miembro” no tiene comparación posible con los
demás miembros del ser humano: brazos y piernas. Dudo que pertenezca a la misma
categoría. Por otra parte, porque al calificarlo como “miembro viril” parece
como si los hombres carecieran de brazos y de piernas o como si sus brazos y
piernas fueran afeminadas o andróginas, indignas de su “virilidad”.
El Diccionario de la
RAE, en su definición de “miembro viril”, remite a pene, definido, a su vez, como “órgano masculino del hombre y de algunos
animales que sirve para miccionar y copular”.
Para ser tan
“remirada” en otras cuestiones, la RAE han hecho una lamentable definición:
“masculino del hombre”, menudo pleonasmo. Sí, ya sé que indica, además, “de
algunos animales” pero, tal y como está (de mal) redactado resulta extraño.
Miro por curiosidad
la definición de pleonasmo. Dos opciones: 1. “Empleo de uno o más vocablos
innecesarios para que [la oración] tenga sentido completo, pero con los cuales
se añade expresividad a lo dicho”. 2. “Demasía o redundancia viciosa de
palabras”.
Este pleonasmo,
“masculino del hombre”, responde claramente a ambas: se nota que, en cuanto
mientan “pene”, los miembros “viriles” de la RAE, se electrizan y se
sobrecargan de expresividad y énfasis. Con lo cual caen en la segunda
definición: “Demasía o redundancia viciosa de palabras”.
Son como niños: se
les ve venir a la legua. Lo de nombrarnos a las mujeres les repugna. Se
muestran renuentes, aunque ya en el Cantar
del Mío Cid” se diga: “hombres y mujeres, burgueses y burguesas”. Por el
contrario, lo de “masculino de hombre” incluso les sabe a poco. Así es que les
sugiero: “Órgano masculino viril de hombre varonil”. Toda grandiosidad se queda
corta, reconozcámoslo.
Fuera bromas, creo
que la definición está incompleta. Deberían añadir que, el pene, además de para
miccionar y copular, sirve para obtener placer (eso, bien) y, en no pocos
casos, para agredir a las mujeres (eso, fatal).
Ya lo señaló Josep Vicent Marqués: “Si se le ha podido
llamar joder a fastidiar al prójimo es porque los varones han venido viviendo
el hacer coito como fastidiar a la mujer”. Fastidiar en su versión ligth y descafeinada. La más brutal nos dice
que, tanto a través de los siglos como actualmente, en las guerras, la
violación es sistemática, y, en tiempos de paz, muy habitual. Violan
desconocidos, pero, sobre todo, violan conocidos y parientes –incluso padres-.
Violan a mujeres y violan a niñas (y también a algún niño).
Cuesta admitir esta
realidad. Cuesta, cuesta. Cuesta admitirla, incluso en su versión “light” (me
permito llamar light el caso de que ella no quiera, pero termine prestándose
porque “lo ama”, “lo comprende”, le parece que “así son las cosas”). Cuesta
igualmente admitirla en la versión socialmente más aceptada (la prostitución). En
definitiva, cuesta creer que un humano encuentre placer en tocar -y no digo ya
en penetrar- un cuerpo que no lo desea…
Pero lo que, por encima de todo, nos hiela la sangre es percibir que hay casos
donde no se trata de obtener placer usando un
cuerpo que no te desea, sino que el placer se obtiene precisamente de ahí, de
la humillación, el daño, el dolor que se inflige. No es “a pesar de” sino
“por eso mismo”.
Da pavor pensar que
entre nuestros semejantes cursen tales barbaries. ¿Cómo se han educado esas
mentes? Que sí, que la violación no es la única atrocidad. Está la guerra, por
supuesto. Está el asesinato. Están los golpes. Está la tortura…
Me diréis: bueno ¿y
el racismo? l@s negr@s son agredidos y despreciados solo porque lo son. Con el
antisemitismo otro tanto. Pero actualmente, ni el antisemitismo ni el racismo
se manifiestan en nuestro entorno con tal virulencia ni tal frecuencia. Algún
grupo neonazi ataca de vez en cuando a un negro, pero ¿acaso
se agreden tantos negros o judíos como mujeres? (comparativamente con su
número, por supuesto) ¿Acaso la violencia, el desprecio, el odio hacia los
judíos, los moros, los negros se manifiestan tan abierta, tan alegre y tan
tranquilamente? ¿Visteis la
barbarie y la animadversión que destilaba ese grupo de whatsapp de
universitarios de Albacete? ¿Nos os hiela la sangre tal carga de
sadismo, de brutalidad, de aborrecimiento hacia las mujeres? Vuelvo a
preguntar: en nuestra sociedad ¿son tan agredidos, despreciados, odiados los
negros como lo son las mujeres? No, el racismo no goza de tanta permisividad
social, ni está tan banalizado ni extendido como la misoginia.
Y, por supuesto, hay
una enorme diferencia: es inimaginable que, ante una campaña contra el racismo,
se alzaran voces y se publicaran artículos diciendo: “Sois extremistas,
confundís todo. Una cosa es pegarle una paliza a un negro y otra que, si uno de
ellos se sienta a tu lado en el metro, no puedas tocarle el pelo por
curiosidad”. O diciendo: “Ahora, cualquier negro que quiera vivir su momento de
gloria, culpará a un blanco famoso de haberle lanzado insultos racistas”. O
“Hay negros que acusan de racismo a los blancos solo por venganza”. O “¿Cómo
vamos a considerar racismo cualquier cosa: que un blanco se quede mirando con
insistencia a un negro, que lo toquetee a ver cómo es su piel o que, al
cruzarse con él por la calle, no pueda soltarle lo que le pase por la cabeza?”.
Sí, con la violencia
sexual tenemos un problema grave. Muy grave. Algunos seres (quizá no muchos,
pero sí bastantes) no piensan en la sexualidad como intercambio de deseo y
placer. Para empezar, porque lo que las
mujeres deseen no les importa absolutamente nada y porque, en efecto, su
concepción no es hedonista, sensual, de abandono y exploración corporal mutua.
Es –como ya analicé
en otro artículo- de violencia, atropello y odio hacia las mujeres y
de connivencia, complicidad, camaradería y piña entre ellos.
Su deformación es
tal que ni siquiera perciben sus propios genitales como fuente de placer sino
como instrumento de agresión y tortura.
No quiero entrar
aquí en considerar cómo se fabrican energúmenos tan bestiales porque me
alargaría demasiado. Lo trataré en otro artículo.
Este lo quiero
acabar aludiendo otra vez a las definiciones del DRAE. De esto hablé hace ya
cuatro cinco años (y face me bloqueó unos días): ¿Sabéis cómo el define el
clítoris? “Órgano pequeño, carnoso y eréctil, que sobresale en la parte
anterior de la vulva”. “Pequeño” … ¿con relación a qué? (sí, ya sé lo que los
académicos piensan…). “Carnoso” … (es óseo el pene aunque no lo supiésemos?).
“Eréctil”, en esto, nada de objetar. “Que sobresale en la parte anterior de la
vulva”. ¿Qué hace ahí, sobresaliendo? ¿qué función tiene ese órgano pequeño y
carnoso? ¿Para qué sirve? ¡Ah! Misterio… Para miccionar no, para copular
tampoco… Pues está claro: no sirve para nada. Es como un grano, vaya, pero
perenne… Por eso, en algunas culturas, simplemente lo amputan…
¡Cuánto camino nos
queda aún por delante!
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