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sábado, 30 de noviembre de 2024

 


Publicación de Associacio cultural de les comarques de l'antic Regne de Valéncia


Associacio cultural de les comarques de l'antic Regne de Valéncia


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LO QUE DICEN DE VALENCIA
«La Albufera. Albufera significa según su origen árabe al-Buhayra (el pequeño mar). En algunos poemas árabes se le denomina Espejo de Sal, término que ya da una idea de la belleza y el romanticismo que caracteriza ese paisaje» (Autor y siglo desconocidos).
«La ciudad de Valencia pasó de los tiempos medios a los modernos sobre una ola de riqueza que hacían de Valencia digna rival de las ciudades renacentistas italianas». (Sevillano, siglo desconocido).
«Valencia, una de las ciudades más grandes y de las metrópolis más famosas de Al-Andalus». (Al-Himyara, siglo desconocido).
«Paregue al romans pagar a Valencia/La molta llealta e lo gran estrago/Que había tengut per fer resistencia/Als Cartaginesos e a sa gran potencia/Y aixi els Scipions, en señal de pago,/La reedificaren a sa costa propia,/Fentli sis cloaques, ab que facilment/Sana e neta fos, despedint la copia/De les moltes aygues. Ab que no es impropia/La divisa antiga: En lo camp d’argent/Una Ciutat bella sobre aygua corrent». Jaume Febrer kes dedica la XXI de sus Trobes.
«Sus puertas se abrían sobre un jardín que cruzaba un torrente brillante como la hoja de una espada y que semejaba una serpiente huidiza. Aquel pabellón, rodeado de árboles frondosos, parecía la perla de una recién casada». (Ibn Jagan, poeta árabe, describe la Almudaina de Valencia, anterior del Palacio del real, siglo XI).
«¡Valencia! ¡Valencia! Si de la muerte te salvase tu buena suerte se maravillarían todos los que ahora así te ven. Si Alá quiere otorgar su gracia a un lugar, que se digne a concedértela a ti Valencia, que siempre fuiste nobleza y alegría, donde todos los musulmanes se complacían, se deleitaban y se recreaban» (Al Wagassi, Elegía árabe de Valencia, siglo XI).
«Ramillete fragante de España, ideal apetecido por los ojos y las almas. Dios favoreció a Valencia con una situación inmejorable y la rodeó de ríos y huertos; allí sólo se ven aguas que corren en todas direcciones, sólo se escuchan pájaros que gorjean, sólo se aspira aroma de flores; cuando se echa la mirada sobre cualquier cosa, siempre hay que decir, esto aún es más hermoso». (Al-Hiyarí, autor del Mushib, siglo XI).
«Cerca de Valencia está la Albufera que, por el reflejo del sol en sus aguas, acrecienta la luminosidad de Valencia. Se dice que la luz de Valencia es siempre diáfana, sin nada que turbe la mente o la vista, porque los jardines y ríos la rodean, y ni el pisar de los pies ni el soplo del viento levantan de su suelo polvo que enturbie el ambiente. Su aire es sano porque está situado en el clima cuarto y participa de toda clase de bondades, tiene el mar próximo y tierra espaciosa. Adonde quiera que vayas por ella no encontrarás más que lugares de deleite y de recreo entre los cuales los más célebres y bellos son la Ruzafa y la almunia de Ibn Abi-Amir». (Al-Hiyari, autor del Mushib, siglo XI).
¡Ay, Valencia! En tu plaza han cometido tanta atrocidad, destrucción y fuego han borrado tu belleza y prosperidad. Eres una tierra asolada por las catástrofes, y la fatalidad siempre se ha empeñado en tu destrucción hasta la saciedad. La mano del Sino en tu Plaza Mayor pintó por excentricidad: «Tú no eres tú, ni tu huerta es la que conoce la Humanidad. Ibn Jafaya, siglos XI y XII.
«…lo que sobresalía por su gracilidad o solidez, se perdió completamente. ¡Esto sucedió con el al-Gsir y ar-Ruzafa! Al Hulla y as-Sahia fueron arrasados… Esta ciudad era tan bvella que era todo un jardín cuyos ríos corrían por debajo… ¿Donde está Valencia y sus moradas, eñ gorjeo y los cantos de sus palomas? ¿Dónde los adornos de su Ruzafa y su Girs y Manzil ‘Ata’ y su Manzil Nasr? ¿Dónde sus ombrajes llenos de frescura y sus prados brillantes de verdor? (Ibn Al-Abbar, porta del siglo XI-XII).
«El enemigo ha incendiado la mayor parte de la ciudad dejándola en un estado tal que asusta al que la contempla. Pero la victoria ha de volver a Balansiya, recobrará su ornato y sus joyas, por la tarde se adornará de nuevo con lujosos vestidos, se mostrará en todo su esplendor y se asemejará al sol en el primer signo del zodiaco» (Ibn Tahir, noble moro, año 1102, al contemplar la destrucción de la ciudad cuando la abandonaban las tropas cristianas que llevaban el cadáver del Cid, siglo XII).
«¿He oído decir el nombre de Valencia? Deteneos y hablemos de ello, amigos, porque su recuerdo es como el frescor del agua sobre las entrañas ardientes. Deteneos con gusto para aplacar allí vuestra sed que la lluvia no tardará mucho en llegar. Pedid agua en el Yiss y en la Russafa, y seguro que lloverá en el Yiss y en la Russafa…» (Ibn Galib al-Russafi, poeta árabe siglo XII).
«Pero todavía conserva Valencia su esbelto cuerpo, sus tierras ubérrimas parecidas al musgo aromático y al oro rojo, sus esplendidos jardines repletos de árboles y su rio de nítidas aguas». (Ibn Tahir, poeta árabe, siglo XII).
«En Valencia es constante el fulgor de la mañana, pues el sol juega con el mar y la Albufera. Valencia sigue siendo la perla blanca que me alumbra por donde quiera que vaya. Es tanta la tristeza por haberme alejado de ella, que no encuentro quien me alegre ni mi pena distraiga». (Ibn Galib Al-Russafi de Valencia, poeta árabe, siglo XII).
«Más bella que una vida que fue dulce, más alegre que una juventud que ya pasó, Valencia es una esmeralda en que se reflejan muchas perlas. Es una novia en la que Alá ha puesto todas sus bellezas y le ha dado eterna juventud. Por encima de ella siempre brilla una luz refulgente, pues allí juega el sol con el rio y la Albufera». (Ibn Galib Al-Russafi de Valencia, poeta árabe, siglo XII).
«Valencia se encuentra cerca de un lago y de la desembocadura de un rio que lo bordea por el norte. Está situada en la región oriental de Al-Ándalus en uno de los enclaves de mayor belleza. La rodean huertos y acequias, nada se oye en ella más que el rumor del agua y los trinos y arrullos de una infinidad de pájaros cantores». (Al-Ayyuvi, poeta árabe, siglo XII).
«Se dice que la claridad de la luz de Valencia es superior a la de otras ciudades de Al-Andalus y es verdad, pues la atmósfera está siempre resplandeciente, sin que nada llegue a enturbiarla jamás». (Al-Ayyubi, poeta árabe, siglo XII).
«Ojos velidos catan a todas partes, / Miran Valencia como iace la Ciudad, / E de otra parte a ojo han el mar, / Miran la huerta, espessa es e grand…» Poema del Mio Cid, anónimo, del siglo XII.
«Valencia es una de las villas más consideradas de Al-Andalus; edificada sobre una llanura y bien habitada. Se encuentran allí muchos mercaderes y cultivadores. Hay bazares y es lugar de partida y arribada de navíos». (Al-Edrisi, siglos XI-XII).
«Las aguas de los rios son útilmente empleadas en el riego de sus campos, de los jardines, de los huertos y en las casas de campo» (Al-Edrisi, refiriéndose a la ciudad de Valencia, siglos XI-XII).
«Valencia es un lugar de gran belleza y su fama ha llegado a Oriente y Occidente. Si te dicen que cuando falta el agua es afligida por el hambre y las enfermedades y la ciudad entera se convierte en un recinto de miseria y desolación diles pese a todo que Valencia es un jardín» (Ali Ben Hariq, siglos XII y XIII).
«Valencia es famosa por los muchos jardines que tiene, jardín de Al-Andalus. Su Ruzafa es uno de los más bonitos lugares de placer de la tierra (…) Entre los productos principales de la tierra está el brocado valenciano que es exportado a las regiones de Magrib. No faltan en ella sabios, ni poetas, ni caballeros (…) Sus habitantes son gentes de más pura conducta, de religiosidad más firme, de amistad más constante y de los más compasivos con el extranjero» (Al-Sagundi, erudito árabe que escribió a principios del XIII Risala).
«Valencia se asienta en uno de los lugares más hermosos y la rodean ríos y huertas no oyéndose más que murmullos de agua que se ramifican y extienden en todas direcciones». (Abul Jeda, Descripción de España, escritor árabe, siglo XIII).
«Están construyendo en Valencia un magnífico edificio al que llaman Lonja donde se reúnen los mercaderes y tratan de sus negocios. Es un edificio alto hecho de piedra y con magníficas columnas. Será mucho más noble y más hermoso que la de Barcelona» (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«Nunca tampoco vimos otra ciudad como Valencia en la que todas las iglesias están tan delicadamente adornadas con ornamentos de altares y retablos dorados como ésta». (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«A poca distancia del mar está la ciudad de Valencia, muy grande, mucho mayor que Barcelona, bien poblada y habitada por muchos condes, barones, también un Duque, más de 500 caballeros e innumerables nobles». (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«Los habitantes de la ciudad (de Valencia) tanto los hombres como las mujeres, acostumbran a pasear por las calles por las noches donde siempre hay multitud de gente que uno creería encontrarse en una feria, pero lo hacen con mucho orden pues nadie se mete con su prójimo. Nunca hubiese creído que existiese un espectáculo igual de no haberlo visto». (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«Que tots los draps que es feren en Valencia les fessen una corona, perque on vagen sien coneguts que son de Valencia». (Disposicions del Consell Municipal, sigle XV).
«Valencia es mucho mejor y está más sumamente adornada que cualquier otra ciudad del Reino de Aragón en todos sus estados. Por eso mucha aristocracia reside en ella». (Nikolaus de Popplaw, viajero alemán, siglo XV).
«Valencia por pagar e fer totes les galeres ab molt major facultat que no Barcelona ni Mallorques». (Fernando el Católico, a los Jurados de Valencia en 1494 al estar remisos a armar barcos anticorsarios, siglo XV).
«El campo valenciano es fertilísimo, pues produce inmensa variedad de frutos, que se exportan a otros países…» Jerónimo Munzer, Viaje por España y Portugal, Siglo XV.
«Y como el suelo de esta ciudad, sea por el clima, planeta, signo, viento, aguas, mantenimientos o alguna secreta influencia, tiene gracia incógnita y sobrenatural, tanto que todas las cosas humanas y plantas produce con grande perfección, primor y delicadeza». (Rafael Martín de Viciana, Alabanza de las lenguas hebreas, griega, castellana, latina y valenciana, siglo XVI).
«Estos son sus altos muros / y aqueste el Turia que al mar / le paga con agua de azahar / tributo en cristales puros» (Lope de Vega, hablando de Valencia, siglo XVI).
«La ciudad de Valencia está situada en una llanura deliciosa en una región muy fértil y muy caliente». (Claude de Bronseval, Peregrinato Hispánico, siglo XVI).
«Las mujeres de Valencia son las más bellas, elegantes y hermosas que se conozca, porque los tejidos de oro y la seda bordada con oro y plata y el terciopelo carmesí le son tan comunes como el terciopelo negro y la seda en nuestro país» (A. de Lalaing, siglo XVI).
«La huerta de Valencia fijó toda mi atención. No viajaba, paseaba por una verde llanura entrecortada por limpios arroyos que repartían su frescura». (F. Lautier, Viaje por España del Caballero San Gervasio, siglo XVI).
«In Valentia he uno bordello bellísimo…». (Antonio de Beatis, que acompañaba al cardenal Luís de Aragón hacia 1517, siglo XVI).
«Cerca de Valencia, llegaron, en la cual no quisieron entrar por excusar las ocasiones de detenerse; pero no faltó quien les dijo la grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus contornos y, finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica sobre todas las ciudades, no sólo de España sino de Europa; y principalmente les alabaron la hermosura de sus mujeres y su extremada limpieza y hermosa lengua, con quien sólo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable». (Miguel de Cervantes, Persiles y Segismunda, siglo XVI).
«Del saludable aire y temperamento del suelo habría mucho que decir, si el tiempo lo consintiera. Habernos entendido que por Scipion fueron hechas seis canales o cloacas, que aun durán, por las cuales se vaciaban todas las suciedades y excrementos de la ciudad…» (H. Cock, siglo XVI).
«Valencia es el más bello jardín del mundo. Las granadas, los naranjos, los limoneros forman allí las empalizadas de las carreteras. Las más bellas y las más claras aguas del mundo les sirven de canales» (Cardenal de Ratg, siglo XVII).
«Por eso no debe maravillarnos que los extranjeros establecidos en Valencia, atraídos tanto por la belleza de la ciudad como por la gentileza de los ciudadanos, no piensan ya jamás en su propio país» (Bartolomeo de Rogatis, viajero veneciano siglo XVII).
«Todas las calles de Valencia son largas y bonitas, excepto las de los alrededores de la Pescadería, cerca de la cual está la calle de la Platería. Sin embargo, es este el barrio con mayor número de mercaderes, algunos de los cuales son franceses. Los mercaderes de Valencia son ricos, debido principalmente al tráfico de la seda con los países extranjeros». (A. Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Se podrá decir que en Valencia hay tantos palacios como casas, la mayor parte de las cuales están construidas con grandes piedras. Valencia es morada de muchos aristócratas que se sienten atraídos por las maravillas que en ella se contienen». (A. Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Valencia llamada la bella, capital de su Reino, lleva de todo lo necesario para la vida humana, es una de las ciudades más agradables de España, así como una de las más grandes y ricas por el tráfico que mantiene con los países extranjeros». (A. Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Hay en Valencia tantos coches (de caballerías) que, exceptuando París, no creo que haya tantos en ninguna ciudad de Francia. A menudo se juntan dos personas de condición menor para poder tener uno. Como el invierno de esta ciudad es templado, los coches no se estropean a la intemperie». (Bartolomé Joly, viajero francés, siglo XVII).
«Disfruta Valencia de una continua primavera. Rodeada de huertas por su parte ponentina parece más un jardín que una ciudad amurallada, tanto abundan en ella las plantas, los frutos y las flores perfumadas, así como los limones, las naranjas y las cidras. En su interior, el verdor de un bosque enmarca todos los edificios, cuyas salas y lonjas quedan entrelazadas por las ramas de los árboles, flexibles o rígidas, con tal artificio que no falta amenidad ni frescor en parte alguna.» (Bartolomé de Rogatis, viajero veneciano, siglo XVII).
«… canales por todas partes y conductos de agua que corren por debajo y sirven tanto para la limpieza como para la sanidad de los vecinos, porque por allí discurren las aguas de lluvia y los lodos». (Bartjelemy Joly, Siglo XVII)
«…el ´más brllo jardín del mundo. Los granados, los naranjos, los limoneros, forman allí las empalizadas de las carreteras. Las más bellas y las más claras aguas del mundo les sirven de canales…» (Cardenal de Retz, Memorias: viaje por España, siglo XVII)
Al reino fértil y hermoso de Valencia igualmente españoles y franceses cometieron tantas tiranías, robos, extorsiones e injusticias, que pudiéramos formar un libro entero de las vejaciones que Valencia padeció, porque a los vencidos no se les permitía ni aun el alivio de la queja». (Marqués de San Felipe, siglo XVIII).
«Valencia es nombrada como el jardín de España y muy justamente podría serlo de Europa» (Twiss, siglo XVIII).
«Todas las casas de Valencia eran palacios y atribuían a la ciudad el calificativo de la bella». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«La entrada a Valencia por la puerta del Real da una esplendida idea de la ciudad a la que se llega por una alameda muy hermosa. Casi todas las ciudades españolas dan este nombre a su principal paseo. La de Valencia tiene árboles de tronco alto, naranjos, granados y palmeras, y al final cuatro hermosas columnas». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«Todas las casas de Valencia eran palacios y atribuían a la ciudad el calificativo de bella». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«Casi todas las parroquias y conventos de Valencia tienen altísimas torres para las campanas. Ningún reino de España tiene tantos ni tan encumbrados como este». (Antonio Ponz, viajero, siglo XVIII).
«Valencia es una hermosa ciudad muy grande y muy poblada… Dicen que convendría mejor que Madrid para la residencia de los reyes de España, siendo igualmente el centro de su monarquía». (Anónimo, siglo XVIII).
«Alrededor de la ciudad de Valencia se hallan por todas partes campos cultivados que en otro país pasarían por deliciosos jardines. El frecuente murmullo de las aguas que corren por innumerables canales de riego, la variedad de flores, frutos y vegetales…» (Cabanilles, Observancia del Reino de Valencia, siglo XVIII).
«Nunca he visto ni he vivido en una ciudad tan lasciva y hedonista como la Valencia de los Borja» (Giácomo Casanova, una vez ya clausurada la mancebía y a la vista de su solar, siglo XVIII).
«Formosa Valencia ¿Cómo describiré tu extraordinaria belleza y cómo hablaré de las infinitas glorias que te adornan»? (Sir John Talbot, siglo XVIII).
«La naturaleza parece haber repartido en Valencia sus dones a manos llenas y esa campiña en una palabra es más rica que las más fértiles de Lombardía… De este rio es de dobde sacan el agua para el mantenimiento… El verdor de aquella dilatada llanura, sembrada de una multitud de pueblos, hacen bella contraposición con el mar, y todo contribuye a formar una vista cual nunca imaginaron los poetas». (Antonio Ponz, Viaje por España, siglo XVIII).
«Las manufacturas dentro de la ciudad (de Valencia) están florecientes cuanto usted pueda figurarse hoy de otra España. Todo está lleno de hombres y mujeres ocupados en sus respectivos oficios a las puertas de sus casas, en las ventanas, en los patios, y no hay rincón en donde no resuenen cantares y otras muestras de alegría en los trabajadores». (Antonio Ponz, viajero, siglo XVIII).
«…la huerta de Valencia fijó toda mi atención. No viajaba, me paseaba por una verde llanura entrecortada por límpidos arroyos, que repartían su frescura» E. F. Lantier, Viaje por España del caballero S. Gervasio, siglo XVIII.
«Al entrar en la plaza de toros quedamos deslumbrados ante un espectáculo de los que nunca se olvida aunque se haya visto una sola vez. Imagínense diez o quince mil hombres magníficamente vestidos, iluminados por un sol esplendido y moviéndose como un inmenso hormiguero. Los varios colores de aquel mosaico humano destacaban sobre el azul intenso del cielo valenciano». (Charles Daviller, arqueólogo francés hablando de la Plaza de Toros de Valencia, siglo XIX).
«Después de la llanura de Almansa se abre un oasis delicioso, una tierra bendita de Dios, un verdadero paraíso terrenal: el Reino de Valencia». (Edmundo de Amicis, siglo XIX).
«La ciudad de Valencia aparece en el fondo de una llanura y, como todas las casas de los alrededores producen la impresión de formar parte de ella, se creería al contemplarla que es la ciudad más grande del mundo». (Laborda, viajero, siglo XIX).
«Si quisiéramos definir la ciudad en pocas palabras, diríamos que Valencia es la ciudad de las flores, de la seda y de la poesía». (José Martínez, Azorín, siglo XIX).
«La ciudad de Valencia añadirá a sus anteriores dictados el de «magnánima» y en derredor del escudo de sus armas pondrá dieciséis banderas desplegadas» (Decreto de 19 de agosto de 1843, siglo XIX).
«No hay porción de España que bajo el aspecto cultural se iguale a Valencia en ofrecer un interés tan vario, tan alto y tan sostenido en todas las épocas de la historia» (Menéndez Pidal, siglo XIX).
«Ramo de flores, pomo de esencia / eso, señores, es Valencia». (José de Zorrilla, siglo XIX).
«Valencia está situada en una llanura llamada la Huerta, en medio de jardines y cultivos, donde el riego perpetuo mantiene una frescura muy rara en España». Teófilo Gautier, Viaje por España, siglo XIX.
«Desde la elevada torre del Miguelete, en el centro de Valencia, hay una vista gloriosa de la más rica y bien regada huerta de España. Una vasta extensión de verdor brillante se halla punteada por pueblos, con el Mediterráneo por la parte de levante y un cinturón de rocosas montañas, algunas bastante lejanas, por todas las otras direcciones. El rio Turia o Guadalaviar, creador de toda esta fertilidad, corre rodeando las murallas del norte de la ciudad, orillado por malecones o pretiles de obra del tiempo de Felipe II y de su hijo, y es travesado por cuatro puentes. Las pocas gotas que le quedan después del regadío son vertidas al Mediterráneo cerca del Grao o puerto de Valencia». Sir Clements R. Markham, siglo XIX.
«…en forma maravillosa llevan hasta el último campo el agua para el riego, de igual manera como en el cuerpo humano la interminable red de arterias y venas reparten y recogen por todo él la savia vivificadora de la sangre». Vicente Giner Boira, siglo XX.
Fuente de Pedro Fuentes Caballero

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