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jueves, 7 de agosto de 2025

 

José Sanchez


De Gürtel a la Operación Podemos en 7 puntos: la cloaca como sistema

I. El Estado como instrumento de autodefensa partidista

Todo empezó, oficialmente, con Gürtel. La gran trama de corrupción que manchó hasta los gemelos de las camisas de Génova. Pero Gürtel no fue el principio: fue la grieta. El agujero por donde se coló la verdad —y por el que el Partido Popular empezó a cavar su propio refugio subterráneo. Un refugio hecho de informes apócrifos, policías a sueldo, fiscales mudos, periodistas complacientes y jueces con los ojos vendados. No para proteger al Estado. Para protegerse del Estado.

Desde entonces, la cloaca no es una anomalía. Es un sistema paralelo, opaco, ilegal, funcional. Un sistema de contraataque institucional diseñado para sabotear a quien ose amenazar la hegemonía del partido que se considera a sí mismo el legítimo propietario de España.

II. Gürtel, 2009: el inicio del miedo

Cuando el caso Gürtel estalló, el PP entendió que necesitaba algo más que abogados. Necesitaba comisarios. No los de la ONU, sino los del Ministerio del Interior. Así se construyó la primera línea de defensa: desactivar investigaciones, perseguir a jueces como Garzón, proteger a tesoreros y destruir pruebas. Ahí empieza la conexión con Villarejo. Ahí empieza la cloaca.

III. Kitchen, 2013: el Estado al servicio del silencio

La Operación Kitchen fue el salto cualitativo. El Estado no solo defendía al partido. Ahora robaba pruebas para que no llegaran a los tribunales. A Luis Bárcenas se le espió con fondos reservados. Se chantajeó a su chófer, se le colocaron micrófonos, se le ofreció impunidad a cambio de lealtad.

Y todo ello sin control judicial alguno. Fue el propio Ministerio del Interior —con Fernández Díaz a la cabeza— el que orquestó la operación para proteger a Mariano Rajoy y su círculo íntimo. El crimen ya no era la corrupción. El crimen era tapar la corrupción con otra ilegalidad aún más grave: el uso mafioso de los resortes del poder.

IV. Operación Cataluña: el nacionalismo como coartada

Entre 2012 y 2017, el independentismo sirvió de excusa perfecta para desplegar el aparato más sucio del Estado. Se fabricaron pruebas, se manipularon cuentas bancarias, se presionó a bancos extranjeros como BPA, se intoxicó a la opinión pública a través de medios de comunicación domesticados.

La lucha contra el "enemigo interior" se convirtió en una coartada patriótica para justificar la ilegalidad estructural. En nombre de la unidad de España, se rompió la unidad del Estado de derecho.

V. La Operación Podemos: cuando el enemigo ya no era catalán, sino de clase

Cuando el PP sintió que el verdadero peligro venía por la izquierda, se activaron los mismos engranajes. En lugar de esteladas, camisetas moradas. En lugar de Artur Mas, Pablo Iglesias. La maquinaria se adaptó.

Se activaron investigaciones sin pruebas. Se filtraron informes falsos a la prensa. Se creó un relato de financiación ilegal internacional que ningún tribunal avaló, pero que todos los medios amplificaron. El objetivo no era condenar judicialmente. El objetivo era linchar mediáticamente. La condena era política y preventiva.

VI. Y ahora, 2025: el pendrive que vuelve a apestar

El pendrive de Leire Díez no es una novedad. Es una confirmación. Más audios. Más pruebas. Más corrupción. Más cloaca. Pero también más impunidad.

Lo realmente inquietante no es lo que hay en los archivos. Es lo que ya sabemos y, sin embargo, no cambia nada. Porque en este país hay partidos que pueden destruir pruebas, espiar periodistas, fabricar delitos y seguir gobernando. No porque el sistema falle, sino porque el sistema lo permite.

VII. ¿Quién protege a los protectores?

Este no es un artículo sobre Villarejo. Es un artículo sobre el poder. Sobre cómo se garantiza su continuidad. Sobre cómo, si el PP vuelve al Gobierno, todo lo que fue será de nuevo.

Porque aquí no se juzga la corrupción. Se institucionaliza.

Y, mientras tanto, los demócratas asisten al espectáculo como si no fuera con ellos. Como si no fueran ellos quienes serán los próximos espiados. Los próximos triturados. Los próximos a los que el Estado —ya no el Derecho— les enseñará de quién es esta patria.


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