Corazón Valiente
cinturón negro abofetea a un guardia real y termina rogando por su vida. No olvides comentar desde qué país nos estás viendo. Ese día, el sol apenas asomaba sobre las torres del palacio. Cuando Víctor llegó con su camarógrafo al lugar, vestía su caratellí negro ceñido al cuerpo y en el cinturón tenía bordado su nombre en letras doradas.
Lo acompañaba un séquito de fans que lo seguía por redes atentos a la nueva locura que estaba por transmitir en vivo. "Hoy vamos a hacer historia", dijo al micrófono. "Voy a enseñarle a este soldadito cómo se defiende un verdadero hombre." Se refería a Elia, el guardia real que, inmóvil y sereno vigilaba su puesto como lo había hecho durante años.
Víctor comenzó con provocaciones básicas, pasos ruidosos, burlas sobre el uniforme, saludos sarcásticos. Ela no pestañeaba. La gente se acercaba. Algunos reían nerviosamente, otros grababan en silencio. Pero pronto Víctor cruzó una línea. Así es como sirven los esclavos modernos.
Qué ironía ver a un africano cuidando el legado de sus amos blancos. Soltó sinvergüenza. Algunos turistas se miraron entre sí incómodos. El rostro de Ela no cambió ni un milímetro. Su cuerpo era una estatua, pero sus ojos, sus ojos hablaban. Víctor, al notar la falta de reacción, subió el volumen. Se acercó más, rompió la burbuja de respeto.
¿Estás sordo o solo lento? Vuelve a África, aquí no haces falta. Las palabras rebotaron como latigazos entre la multitud. Una madre cubrió los oídos de su hijo. Un anciano murmuró que eso era demasiado. Pero Víctor estaba en su propio show. Caminó alrededor del guardia como depredador, levantó el brazo y le dio una cachetada seca en la mejilla.
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