Da igual que Mazón dimita
Wyoming ha dicho algo que casi nadie se atreve a decir:“Me da igual que Mazón dimita.”
Y tiene razón.
Porque el problema no es que caiga un presidente, sino que el sistema que lo sostiene sigue intacto.
Carlos Mazón dimitió tras la gestión desastrosa de la DANA en la Comunitat Valenciana.
Mientras miles de personas perdían sus casas, él organizó actos políticos, mintió sobre los recursos y trató de salvar su imagen.
Pero lo que Wyoming denuncia no es el gesto de Mazón, sino la cultura del aplauso servil.
160 cargos del PP lo ovacionaron de pie justo antes de su caída.
No por sus logros, sino por la necesidad de proteger el poder.
“Son gente absolutamente amoral. Ahí no hay nadie que diga que tendrían que haberlo hecho de otra manera.”
No es una hipérbole: es la descripción exacta de una clase política que no conoce la vergüenza.
Cuando la ética se sustituye por el marketing, la dimisión no limpia nada.
Solo maquilla el desastre.
Mazón se va, pero los que lo aplaudieron seguirán gestionando el desastre que él dejó.
Wyoming no defiende la impunidad, denuncia la impunidad colectiva.
Ese mecanismo que hace que, cada vez que alguien dimite, otro igual ocupe su sitio.
El sistema se recicla, la moral no.
El drama no es Mazón. Es el país que aplaude a Mazón.
El país donde las dimisiones son un trámite, no una reparación.
Donde el poder es una cadena de favores y la responsabilidad, una broma de tertulia.
Mientras tanto, las víctimas de la DANA siguen esperando justicia.
Y los mismos que aplaudieron a Mazón, hoy escriben comunicados hablando de “lecciones aprendidas”.
Ninguna. Solo marketing y olvido.
Wyoming no está cínico. Está harto.
De ver cómo la corrupción moral se ha vuelto rutina.
De comprobar que cada escándalo termina con los mismos rostros, la misma frase y el mismo vacío.
No se trata de dimitir.
Se trata de cambiar la raíz del poder.
Y eso, como siempre, no lo harán ellos: lo haremos nosotras y nosotros.
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Wyoming y la corrupción moral: cuando da igual quién dimita
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