Editorial | Vamos a contar mentiras
Por Javier F. Ferrero
El jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, y su pareja, Alberto González Amador, han mentido una y otra vez ante el Tribunal Supremo.
Y lo han hecho con total impunidad.
Miguel
Ángel Rodríguez (MAR), mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, volvió
al Supremo para defender lo indefendible: el fraude fiscal de su
protegido, Alberto González Amador, pareja de la presidenta
madrileña.
Dijo que “no es un delincuente ni un defraudador”.
Pero la Agencia Tributaria ya acreditó un fraude de 350.951 euros.
La
inspección descubrió 1,7 millones en facturas falsas con las que
González Amador intentó reducir sus impuestos.
No son acusaciones políticas.
Son datos certificados por la Agencia Tributaria.
También
mintió cuando dijo que “nunca confesó nada”.
Su abogado reconoció “dos delitos fiscales” al intentar un acuerdo con la Fiscalía.
Era la única forma de evitar la cárcel.
MAR
aseguró que “Hacienda no quiso llegar a un acuerdo”.
Otra mentira.
Hacienda no podía: cuando el fraude supera los 120.000 € anuales, la ley obliga a denunciar.
Y el caso pasa a los tribunales.
Después
vino el bulo más grave:
MAR dijo que el pacto se había “parado por órdenes de arriba”.
No hay ni una prueba.
Solo una insinuación conspirativa que sirvió para atacar al fiscal general y a la prensa.
El
relato se completó con insultos y amenazas a periodistas.
A Esther Palomera, de elDiario.es, MAR le dijo:
“Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Idiotas.”
Eso no es “una conversación impropia”.
Es un abuso de poder.
Dijo
además que no sabía que los mensajes eran de elDiario.es.
Mentira.
El periodista José Precedo se identificó desde el primer momento.
Y MAR lo sabía todo: el fraude, los correos, las cifras.
Porque 22 meses antes ya conocía los problemas con Hacienda.
Cuando
el caso salió a la luz, el abogado de González Amador confirmó que
el pacto con la Fiscalía seguía en pie.
Pero MAR prefirió mentir y decir que lo habían “boicoteado”.
Mintió sabiendo que mentía.
Y lo hizo desde el despacho de la Puerta del Sol.
González
Amador, por su parte, también se ha declarado víctima.
Dice que “el fiscal general le mató públicamente”.
No fue el fiscal.
Fueron sus propias facturas falsas, sus mordidas y su codicia.
Ahora
ambos están imputados no solo por fraude y falsedad documental, sino
también por corrupción en los negocios: una empresa comprada por
medio millón de euros a su jefe, sin apenas valor.
MAR
no es periodista.
Pero usa el discurso del periodista para mentir, para convertir la falsedad en relato político.
Lo hace desde el poder, con recursos públicos y sin asumir ni una sola consecuencia.
Y
Ayuso calla.
O peor: los defiende.
Transforma el fraude fiscal en una “cacería política”.
Es el mismo guion de siempre: la mentira convertida en bandera de libertad.
La
pregunta ya no es si mintieron.
Eso está probado.
La pregunta es:
¿cuánto más puede soportar la democracia cuando quienes gobiernan mienten bajo juramento y atacan al periodismo que los destapa?
En
España, el fraude no solo se mide en dinero.
También en palabras.
Y cuando el poder miente sin vergüenza, lo que se corrompe no es solo la Hacienda Pública,
es la verdad misma.
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