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martes, 4 de noviembre de 2025

 



Mercedes Rodriguez

INDIGENCIA

De entre todas las burradas, disparates e insultos a la inteligencia de la ciudadanía con que nos están acribillando nuestros políticos, especialmente los de derechas, me ha llamado la atención la valoración que ha hecho el señor Martínez Almeida de toda la izquierda, dentro de una respuesta a un/una edil de la oposición. Este señor, que más parece una réplica del asquerosito don Hilarión, de “La Verbena de la Paloma”, que un político respetable, no se ha privado de asegurar que las izquierdas son “indigentes intelectuales”.

Ciertamente, el nivel intelectual de los actuales foros políticos es de los más bajos que recuerdo en los años de democracia que llevamos vividos. En estos cincuenta años hemos pasado de una población analfabeta en preocupante proporción, con unos políticos entre los que podíamos encontrar algunos brillantes, a un estado totalmente contrario, en el que la población ha ido ganado formación y los representantes políticos han llegado a un nivel de bastardeo preocupante. Nuestros foros de representación están saturados de vocerío, y zafiedad e incitación al odio, más propio de un antiguo mercado que de un foro donde debatir ideas. ¡Quién tiene ideas entre nuestra clase política! A un político catalán que llegó a ser ministro del gobierno central se le quiso minusvalorar por el hecho de ser licenciado en Filosofía. “Menos latín y más fútbol”, no tuvo empacho en proclamar otro ministro español, este del antiguo régimen que aún nos lastra, de cuyo nombre no quiero acordarme.

En este panorama plagado de “psicofaltos”, como algún político latinoamericano llamó a sus opositores, relucen especialmente los representantes actuales de los madrileños, que más parecen personajes de un teatrillo de títeres que personas capaces de regir la vida de sus conciudadanos, como bien están comprobando éstos. Tal parece que el contenido de sus cabezas no es otro que serrín.

No obstante negarle al referido alcalde de Madrid, autor de la referida frase, la existencia de cualquier idea en su cacumen, reconozco que su comentario me sorprendió. “¿De dónde puede salir aquella apelación a la inteligencia, a la preminencia del intelecto, en el debate de ideas que exige la mejor administración de la cosa pública?”, me pregunté. ”Desde luego, no de este irrelevante personaje, más propio de una zarzuela que del mundo de la política, que además, aunque es adicto al chiste, más se puede decir que él propio es un chiste en sí mismo.”, me respondí.

Y miren por dónde el tiempo me dio rápidamente la razón; pronto tuve la respuesta. Resulta que el ideador de aquella flor que lanzó el alcalde de Madrid a la oposición, tildándola de “indigente intelectual", ha surgido de la privilegiada cabeza sin la que no puede explicarse la identidad y el carácter del Partido Popular.

Resultó provenir del señor José María Aznar, el que se dice más constitucionalista de los políticos españoles, pese a haber postulado en su momento que esa misma Constitución que ahora dice abrazar fuera directa a la papelera. De su privilegiada cabeza, capaz de meternos en una guerra, de alcanzar la mayor cifra de ministros de su gobierno implicados en hechos corruptos, de convertir el vertido del “Prestige” en una catástrofe medioambiental y de resolver el accidente del “Yak 42” de la manera más chapucera y denigrante para las víctimas que se pudiera concebir, salió aquella conclusión tan terminante. Venido arriba por la reciente publicación de un libro suyo, sacó pecho y afirmó que la izquierda sufre un retraso intelectual. ¡Ay, si Max Aub, su supuesto autor de cabecera levantara la cabeza! Seguro que quemaba toda su obra, tras ser manoseada por personaje tan peregrino e impostor.

Una momia, anclada en la política caciquil del siglo XIX, no tiene empacho en asegurar en pleno siglo XXI que las izquierdas españolas sufren un retraso intelectual. ¡Vivir para ver! El problema es que esa deshilachada cabeza parece portar las tablas de la ley a sus correligionarios. Y así nos va, y así nos puede ir.


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