Pilar González García
Qué pena me da la gente que se tira piedras sobre su propio tejado
Qué pena me da la gente que se tira piedras sobre su propio tejado.
La antigua derecha —esa que hoy vuelve a asomar disfrazada de modernidad— no sabe realmente lo que está haciendo.
Está luchando contra los obreros, contra la sanidad pública, contra la educación, contra todo lo que nos beneficia a todos.
Y lo más triste es que muchos de los que la siguen no son los ricos ni los poderosos, sino los mismos obreros, pensionistas y amas de casa que más sufrirán cuando sus derechos se recorten.
El voto contra uno mismo
Hay personas mayores que vivieron bajo Franco y aún piensan que aquello era “orden”.
No saben —porque nadie se lo explicó o porque nadie se atrevió a hacerlo— que ese “orden” se sostenía sobre el miedo, la censura y el hambre.
Siguen diciendo “con Franco se vivía mejor”, pero no recuerdan las colas para el pan, los pueblos sin médico, los libros prohibidos, las mujeres sin derechos, los presos por pensar distinto.
Esa es la “España grande” que les vendieron.
Y ahora, desde sus sillones o sus televisores, repiten los mismos bulos de siempre: que si los socialistas roban, que si los comunistas odian, que si la memoria es revancha.
No es culpa suya: es el resultado de 40 años de silencio y de otros tantos de manipulación.
El engaño perfecto
La nueva derecha —que en realidad es la vieja con traje nuevo— sabe cómo jugar con el miedo.
Miedo a perder lo poco que se tiene.
Miedo a los jóvenes, miedo a los inmigrantes, miedo a la libertad ajena.
Y lo explota con maestría: en los medios, en los púlpitos, en los bares, en las redes.
Mientras tanto, privatizan hospitales, recortan escuelas, benefician a sus amigos empresarios y venden el país a trozos, con la complicidad de quienes los votan creyendo que defienden “la patria”.
Pero la patria no es un himno ni un muro: la patria es la gente, y la están dejando sin pan, sin médicos y sin futuro.
Amas de casa, obreros, pensionistas
A esas mujeres mayores que hoy aplauden a los mismos que recortan sus pensiones:
¿saben que las pensiones públicas las defiende la izquierda?
A esos trabajadores que gritan “¡viva España!” mientras votan a quienes precarizan su empleo:
¿saben que los derechos laborales, las vacaciones pagadas y la jornada de ocho horas se aprobaron con gobiernos progresistas?
Y a esos jóvenes que se burlan del feminismo:
¿saben que gracias a esas mujeres pueden estudiar, votar y decidir su vida?
Hay que abrirles los ojos, porque no es odio lo que nos separa, sino la ignorancia.
La herencia del miedo
El franquismo no murió con Franco: se heredó en el miedo.
El miedo a hablar, el miedo a pensar, el miedo a recordar.
Por eso tantos callan o miran hacia otro lado.
Porque les enseñaron que pensar era peligroso y obedecer era seguro.
Y la derecha lo sabe.
Por eso prefiere una población resignada a una ciudadanía libre.
“Cuando los pobres votan a los ricos, los ricos gobiernan para sí mismos y los pobres siguen aplaudiendo creyendo que forman parte de algo grande.”
Eso es lo que pasa hoy en España.
El deber de recordar y enseñar
Nuestro deber no es odiar, sino enseñar.
Enseñar que la sanidad pública se defiende votando a quien la protege, no a quien la vende.
Enseñar que la libertad no se grita: se ejerce.
Y enseñar que el pasado no se supera enterrándolo, sino entendiéndolo.
La derecha ha hecho del engaño su bandera.
Nosotros haremos de la memoria nuestra fuerza.
Texto original de Pilar González. Todos los derechos reservados.
SÍGUEME para descubrir la historia que nunca te contaron.
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