RUFIÁN DISPARA CONTRA EL LAWFARE
Un país exhausto ya no se sorprende. Hoy, en el Congreso, lo que estalló no fue un discurso: fue un inventario de miserias que demasiada gente prefiere fingir que no ve.
UNA
DERECHA OBSESIONADA CON FABRICAR CULPABLES
Gabriel Rufián volvió a colocar el espejo en mitad del hemiciclo. Y el reflejo fue incómodo. La comparecencia de Pedro Sánchez sirvió de prólogo. El verdadero guion lo escribió el portavoz de ERC cuando desmontó, punto por punto, la industria del lawfare que PP y Vox llevan alimentando desde hace años.
Recordó que el caso contra el fiscal general está construido con los mismos ladrillos con los que un juez —quince años después— sigue sin saber quién era “M. Rajoy”. Recordó también que quien firma hoy exposiciones de motivos contra Begoña Gómez es la misma fiscal que se negó a investigar las 7.000 muertes de las residencias madrileñas en 2020, una cifra que sigue siendo un agujero moral imposible de tapar con propaganda.
Y ahí Rufián dio el golpe: la acusación contra la esposa del presidente se sostiene en un correo enviado por una asesora, una debilidad jurídica que en cualquier país serio no habría pasado de anécdota administrativa. Pero aquí sirve para abrir telediarios.
Entonces llegó la pregunta que nadie en la bancada azul quiso escuchar: si usar un teléfono de tu despacho para algo personal es malversación, ¿cómo llamamos a que Rajoy cargara los cuidados de su padre a los Presupuestos Generales del Estado? No hubo respuesta. No podía haberla.
Porque basta tirar un poco del hilo para que asome lo que se oculta bajo la alfombra: una derecha instalada en la impunidad, ofendida cuando le recuerdan sus privilegios y encantada de ver a jueces militantes construir causas políticas a medida.
Las enfermeras y enfermeros lo saben. Las y los jueces independientes también.
El país entero lo sospecha.
En paralelo, Rufián introdujo otro elemento: el trato privilegiado al entorno de Ayuso. La salida por la puerta del hombre que dijo que prefería huir o quitarse la vida antes que afrontar la justicia dejó un olor a doble vara que sobrevoló todo el debate. Es imposible no hablar de riesgo de fuga cuando el propio implicado lo verbaliza. Pero la derecha ha decidido no verlo.
No tenemos una foto del presidente en un prostíbulo, pero sí una del líder de la oposición abrazado a un narcotraficante. Otro silencio en el hemiciclo.
Después llegó el capítulo sanitario. Rufián no jugó con eufemismos. Llamó a las cosas por su nombre: corrupción es que Andalucía y Madrid tengan cribados colapsados y mujeres esperando durante años un diagnóstico básico. Corrupción es sostener a personas como Carlos Mazón, a quien el portavoz definió sin rodeos como alguien con 229 muertes a su espalda, porque eligió estar en otro sitio mientras se ahogaba una comunidad entera. Lo dijo sin elevar el tono. No hacía falta.
Y lanzó un aviso claro a quienes hoy aplauden a Mazón, del mismo modo que ayer se aplaudió a quienes atacaron a Pilar Manjón o a las familias del metro de València. No se atrevan a repetir ese patrón con las víctimas de la DANA.
La advertencia quedó flotando.
JUNTS,
NEGOCIO ANTES QUE PAÍS
Pero Rufián no reservó su munición solo para la derecha.
También dedicó un bloque final a Junts, su competidor directo en Catalunya, esta vez en catalán. Y fue igual de contundente.
“Catalunya no es vuestra patria, es vuestro negocio”.
La frase cortó el aire.
Rufián afirmó que los de Puigdemont comparten intereses —y amos— con la derecha española. Y que, cuando llegue el momento, no dudarán en entregar el Gobierno a Feijóo, porque así funciona el mercadeo político cuando las prioridades no son los derechos sociales, sino las cuotas de poder.
Recordó las 25 leyes que Junts promete tumbar. Todas afectan a familias, jóvenes, personas con adicciones, universidades y sanidad. Decir que nada de eso afecta a Catalunya es vender humo tóxico, advirtió. Les exigió una disculpa por llevar años acusando a ERC de vender el país mientras, en paralelo, negociaban en silencio con el PP. Y remató con un dardo directo al corazón de la corrupción del pasado:
“Es como si yo dijera que votan a cambio del 3%. O del 4%. Ya no recuerdo cuánto era.”
La ironía no ocultaba el mensaje.
Mientras tanto, Feijóo seguía ausente. Y Rufián, con su mezcla habitual de sarcasmo y fatalismo político, dejó una pregunta que resume el clima actual:
si todo está tan mal y ya hay mayoría de derechas, ¿para cuándo su moción de censura?
La bancada popular bajó la mirada. No conviene hablar de mociones cuando el liderazgo no se sostiene ni dentro de casa.
Porque aquí nadie quiere gobernar. Quieren heredar los escombros.
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