En primer lugar, felicitar al partido ganador, porque así lo han querido los extremeños; ellos sabrán el por qué de sus decisiones.

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Cuando vi en el debate al representante del PSOE, se me cayeron los palos del sombrajo. Escribí: “le falta energía y verbo parlamentario”. Me contuve, porque antes de unas elecciones no iba a ser yo quien se posicionara en contra de quien representaba a mi partido. Pero temí lo peor, y lo peor ha sucedido.

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Con compañeros lo habíamos comentado: ¿Es que en Extremadura no hay una persona del PSOE con más gancho y contundencia que este chaval? Será buena persona, y tiene pinta de serlo. Será porque no querían dar la razón a quienes dicen que él tiene la culpa en el caso del hermano de Sánchez. Todo lo que se quiera y más, pero unas elecciones no se pueden tirar de esta manera.

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A la señora Guardiola, persona dirigida por los designios de Feijóo, decirle que mañana puede convocar de nuevo otras elecciones; total, a Extremadura no le va de siete millones arriba o abajo. Lo que sí ha hecho es engordar a VOX, algo que se veía venir.

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Hay dos cosas contra las que no podemos luchar los progresistas y que resultan descorazonadoras. La primera es que las personas de izquierda, cuando hay tantos fuegos artificiales, ponen en práctica su indiferencia. Ante casos en los que el espectro político aparece impregnado de barro, no quieren saber nada. Si ahora contáramos los que no han ido a votar, habría ganado la izquierda. Y, por supuesto, está la unidad que nunca llega ni llegará, aunque nos partan la cara —en sentido peyorativo— una y otra vez.

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La otra causa es que a las personas de derechas no les afecta lo que haga o deje de hacer su partido. La metedura de pata de todo el PP con los votos robados, si le llega a ocurrir al PSOE, habría salido en la CNN.

Y el otro ejemplo, de una bajeza colosal: recaudar dinero para las víctimas de la DANA y quedárselo. Si con estos antecedentes no se erosionan sus electorados, solo nos queda una rendija: ¿a qué espera la izquierda para unirse?

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El Bellotero