Ibarra, el ex del PSOE en Extremadura, propone un acercamiento al PP. Eso estaría muy bien si este PP estuviese muy alejado de VOX; entonces se podría pensar que era factible echar a VOX del tablero político, como se está haciendo —o al menos se pretende— en muchos gobiernos de Europa. Pero, si uno profundiza, no se encuentra ninguna diferencia entre uno y otro.
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Que alguien me explique la diferencia que hay entre Ayuso y Abascal. Incluso, y debido a la presión a la que está sometido precisamente por Ayuso, Feijóo pretende ser la balanza entre ambos, ya que, en su intento de ser presidente de todos los españoles, lo haría a cualquier precio… y el precio de Feijóo para cambiar de postura es de calderilla.
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Aquí lo que hay que hacer es ponerse a trabajar muy duro en lo que escribo a continuación: hacer políticas valientes que nos despeguen totalmente de la derecha en los temas que preocupan a todos aquellos que están situados en la parte baja del tablero político, es decir, personas vulnerables, jubilados y trabajadores; una política que luche por la igualdad entre hombres y mujeres y fulmine a todo aquel que tenga cualquier causa que dañe a la izquierda.
Ahí entran los traidores, los golfos, los machistas y toda esa fauna que lo único que crea es malestar entre los simpatizantes y afiliados de la izquierda. Llamar puerta a puerta de cada partido y preguntar cuál es su propuesta para poder ir todos juntos.
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En la España de hoy, el ruido, la mentira y la manipulación han vencido por goleada a la verdad, la razón y el sentido común. Desde esta perspectiva, es necesario sentarse y analizar qué se puede hacer para romper este círculo vicioso.
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En la prensa no se puede confiar: está del lado del ruido. El ruido vende más que la información veraz. De la justicia estamos comprobando, en algunos casos, que no es igual para todos, y los poderes nunca se han apartado de sus verdaderas intenciones: situarse del lado de quien puede proporcionarles toda clase de privilegios y pingües beneficios. Por lo tanto, invierten en sus propios intereses, que no son, ni de lejos, los de un ciudadano de a pie.
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Llegados a este punto, toca reflexionar y actuar, y hacerlo ¡YA!. Es imprescindible movilizar a la izquierda. Tras el resultado de Extremadura, la izquierda corre el riesgo de desunirse aún más. ¿Por qué digo esto? Porque Podemos e IU irán por un lado, y Sumar y Más Madrid por otro, por nombrar a los más significativos. Esto lo arregla una figura que sea capaz de conjugar no solo estas dos tendencias —la blanda y la dura—, sino todas las que puedan darse. Para ello se necesita una persona idónea, y nos debería dar igual que fuese Pepito o Antoñita. Yo pienso en Rufián: hay que bajarlo del pedestal de los tuits y hacerle coger el toro por los cuernos. Esto no se arregla solo con tuits acertados y contundentes.
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El resultado de Extremadura no es tan malo como aparenta. Me explico: el candidato del PSOE, por muchas circunstancias —que casi todos veíamos venir—, ha sido un lastre en lugar de alguien que sumara. Me duele decirlo, pero es así. El problema está, sobre todo, en la abstención. Ahí es donde hay que trabajar para ser capaces de movilizar a toda esa izquierda que se queda en casa. ¿Por qué se queda?
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No sabemos vender todo aquello que hacemos bien. En parte, porque los medios no le dan publicidad debido a intereses que todos conocemos; en parte, también hay que decirlo, porque no sabemos dar con la tecla que conecte con el gran público. Por eso, la izquierda tiene que aplicar políticas más agresivas para llegar a ese público. Si eso va a significar un paso atrás en nuestra economía, ese paso atrás debe servir para coger más impulso, ya que muchos intentarán desestabilizar el auge que ha experimentado la economía.
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Además, estamos jugando contra un equipo de derechas al que, haga lo que haga su árbitro —en este caso, sus seguidores—, nunca le castigan. Mientras tanto, a nosotros cualquier error, por pequeño que sea, nos penaliza en exceso, debido a nuestra propia idiosincrasia izquierdista. El árbitro que tenemos nosotros —nuestra propia gente— nos pita penalti a la mínima.
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Es necesaria una reflexión profunda e hilar muy fino en cada hecho, en cada decisión, en cada discurso y en cada propuesta. Porque, si no espabilamos, corremos el riesgo de tener derecha otros cuarenta años, con consecuencias catastróficas para quienes estamos en la parte baja del tablero político-social.
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El Bellotero
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