Público
22-6-16
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu
Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
En contra de lo que se podría deducir leyendo las
noticias y la prensa económica de nuestro país, las causas de la mayor crisis
financiera y económica que se haya conocido en los últimos treinta años a los
dos lados del Atlántico Norte (conocida como la Gran Recesión), y que ha tenido
consecuencias particularmente negativas en España (y también en Grecia y
Portugal), son fáciles de ver. Y el hecho de que no se hayan visto antes era
porque los economistas y analistas del establishment político-mediático del
país no miraban dónde se cocía la crisis, es decir, no miraban en el lugar
adecuado, esto es, en la distribución de las rentas del país y en el enorme
crecimiento de las desigualdades de renta y de propiedad en la mayoría de los
países a los dos lados del Atlántico Norte, que causaron la crisis.
El crecimiento de las desigualdades
Las rentas de un país pueden derivar del trabajo o
pueden derivar de la propiedad del capital (es decir, de la propiedad que
genera rentas). Durante lo que se llama la “época dorada del capitalismo”
(1945-1980), las rentas del trabajo significaban, en general, entre un 70% y un
75% de las rentas totales de un país, y las rentas del capital representaban
aproximadamente entre un 25% y un 30% de todas las rentas.
Las reformas neoliberales iniciadas a principios de la
década de los años ochenta por el Presidente Reagan en EEUU y antes, a finales
de los años setenta, por la Sra. Thatcher en el Reino Unido, y que fueron
reproducidas más tarde por la Tercera Vía (el Sr. Blair en el Reino Unido y el
Sr. Schröder en Alemania) dentro de la socialdemocracia, redujeron
significativamente las rentas del trabajo, a costa de que subieran las rentas
del capital. Los datos hablan por sí mismos. Al terminar los años setenta del
siglo XX, antes de que se iniciaran las reformas neoliberales, las rentas del
trabajo representaban un 72,9% de todas las rentas en los países que más tarde
se constituirían en los países de la UE-15 (el grupo de países más ricos de la
UE); un 70,4% en Alemania; un 74,3% en Francia; un 72,2% en Italia; un 74,3% en
el Reino Unido; un 70% en EEUU; y un 72,4% en España. Estos porcentajes bajaron
muy significativamente a partir de los años 80, de manera que en el año 2012
habían descendido a 66,5% en los países de la UE-15; un 65,2% en Alemania; un
68,2% en Francia; un 64,4% en Italia; un 72,7% en el Reino Unido; un 63,6% en
EEUU; y un 58,4% en España. Y ahí está la raíz del problema (ver mi reciente
libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico
dominante. Anagrama, 2015).

Este descenso de las rentas del trabajo tuvo un efecto
devastador en la demanda doméstica en cada uno de estos países, puesto que tal
demanda procede en su mayoría de las rentas del trabajo, de manera que al bajar
estas rentas, bajaron también el consumo y la demanda doméstica, disminuyendo
el estímulo económico y, con ello, generándose un decrecimiento económico y una
destrucción de empleo (con el consiguiente aumento de la tasa de desempleo y el
descenso de la tasa de ocupación). Y, repito, ahí está la raíz del problema. En
los países donde estas rentas del trabajo bajaron más, como en España (en 2015,
las rentas del trabajo llegaron a ser tan bajas como un 51,2% de todas las
rentas), la crisis fue mayor.
¿Por qué la crisis no comenzó antes?
Es importante señalar que este descenso de la demanda
doméstica fue ocurriendo paulatinamente, y su efecto negativo no apareció tan
rápidamente como hubiera ocurrido si no hubiera sido por dos eventos que
retrasaron la aparición de la crisis. Uno fue en Europa, y fue la unión de
Alemania, la cual generó un enorme aumento del gasto público en aquel país
(pasando el país de estar en superávit –un 0,1% del PIB- a un déficit de un
3,4%) en su intento de estimular la economía de la Alemania del este (cuyo PIB
per cápita era mucho menor que el existente en la Alemania occidental),
estímulo que afectó la demanda no solo en toda Alemania, sino en toda Europa,
como consecuencia de la centralidad de la economía alemana dentro de la
economía europea.
Y el otro hecho que aminoró el impacto negativo del
descenso de las rentas del trabajo (como porcentaje de las rentas totales del
país) sobre la demanda doméstica fue el endeudamiento. Las familias se tuvieron
que endeudar para mantener su nivel de vida. Este endeudamiento explica el gran
crecimiento de la banca, que fue mayor en aquellos países donde las rentas del
trabajo habían bajado más y donde la población tenía mayor necesidad de
endeudarse, como fue el caso de España. En realidad, nuestro país tiene un
sector bancario hipertrofiado, tres veces mayor (proporcionalmente) que en
EEUU.