22-6-16
Público
Juan Carlos Escudier
En
las últimas horas se han multiplicado las peticiones de dimisión de Jorge
Fernández Díaz, ministro del Interior por la gracia de Dios esencialmente, a
cuenta de las grabaciones reveladas por Público en las que, junto al director de la
Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, intenta buscar elementos
incriminatorios para desprestigiar a líderes de CDC y de ERC unas semanas antes
de la consulta independentista del 9-N de 2014. Parece ser que en esas fechas,
Marcelo, el ángel de la guarda que le ayuda en pequeñas cosas como aparcar y en
otras más grandes como teledirigir escándalos, estaba librando.
Se ha dicho también que en un país serio Fernández
Díaz no podría continuar un minuto más en el Ministerio, pero lo cierto es que
no hay país en el mundo, ni serio ni de los otros, tan osado como para situar
al frente de la seguridad del Estado a alguien semejante y para mantenerle pese
a sus reiteradas muestras de manifiesta incompetencia. A Rajoy, quien según las
grabaciones fue informado de las maquinaciones, le han preguntado hoy por el
asunto y, en su línea habitual, ha puesto el dedo en la llaga: ni sabía que
existía el cargo de director de la oficina antifraude ni que hubiera tal
oficina, y se estaba pensando si conocía a ese ministro del que le estaban
hablando.
No es que Fernández Díaz no debiera ser ministro sino
que hay dudas razonables de que esté capacitado siquiera para ser vigilante de
obra, salvo que dicha Obra fuera en mayúscula. Más allá de sus ángeles de la
guarda y de sus medallas a la Vírgen, el hoy cabeza de lista del PP por
Barcelona habría tenido que asumir responsabilidades y dejar el cargo tras los
sucesos del Tarajal, cuando quince inmigrantes que intentaban ganar a nado la
costa de Ceuta murieron ahogados en medio de una lluvia de pelotas de goma y
botes de humo. Cualquier persona decente habría dimitido en el acto pero,
claro, no éste el caso.
La verdad es que ni siquiera en esos momentos tendría
que haber ocupado la cartera. Poco tiempo antes, el iluminado de Interior había
anunciado públicamente una actuación contra ETA antes de que ésta culminara, lo
que bien pudo facilitar la destrucción de pruebas y abortar otras detenciones.
No se trató de un hecho aislado. Previamente y hasta en dos ocasiones, por eso
de que no sólo la Virgen debía colgarse medallas, el ministro había publicitado
otras dos operaciones en marcha y facilitó en una de ellas la fuga de una
presunta etarra localizada en Francia y que, por lo visto, también era capaz de
leer los periódicos en los que aparecía su nombre. Pero dimitir, como se dice
ahora, es un nombre ruso.
Más interesado en acosar a funcionarios que en cumplir
cabalmente con sus obligaciones o en recibir en el Ministerio a
imputados como Rodrigo Rato, bajo su gestión el descontrol entre los distintos
cuerpos policiales ha sido de tal calibre que ha terminado en los tribunales.
Días atrás la Policía denunciaba ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional a la
Guarda Civil por intromisión ilegítima en la investigación del secuestro en
Colombia de la periodista Salud Hernández-Mora, como colofón a una ristra de
disputas y choques que han podido afectar gravemente la seguridad en
investigaciones antiterroristas
Por si esto fuera poco, a lo largo del último año se
recrudeció la llamada guerra de los comisarios, un truculento episodio de
conspiraciones y grabaciones ilegales dirigidas a sabotear la investigación
sobre el celebérrimo ‘pequeño Nicolás’, en la que estaría directamente
implicado el no menos célebre comisario Villarejo y el propio director adjunto
de la Policía, Eugenio Pino, que dejará próximamente el cargo pero que se ha
llevado puesta de manos de Fernández Díaz la medalla al Mérito Policial,
pensionada mes a mes como Dios manda, entre la indignación sindical y de los
altos mandos
En medio de este cúmulo de negligencias y disparates
hay que enmarcar las grabaciones en las que Fernández Díaz trata de enlodar a
los promotores de la consulta del 9-N en Cataluña. Si gravísima es la
conspiración que el protegido de Marcelo trata de urdir, más aún lo es la
propia existencia de la grabación, de la que uno de los interlocutores, el
desconocido director de la oficina antifraude catalana, se ha desvinculado
mientras sugería que la cúpula policial ha podido usar su teléfono para grabar
al ministro. Y habrá que darle cierto crédito porque nadie en su sano juicio
tiraría de esta forma tan absurda rocas contra su propio tejado
La grabación ha revelado la catadura del personaje
aunque en otras circunstancias bien podría haber aventado cuestiones de
seguridad nacional. El mero hecho de poder grabar al responsable de Interior en
su propio despacho le incapacita y le muestra como un pelele en manos de las
mafias policiales que él mismo ha amparado. No es que debiera irse a toda
pastilla sino que nunca debió haber estado. Hay que agradecérselo a su amigo
Rajoy, ese hombre tan discreto que, según el propio Fernández Díaz, tiene una
mano derecha que no sabe lo que hace su mano izquierda. Más aún podría decirse
no sabe lo que hace en absoluto
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