Soy español pero NO patriota
Siempre estuvo ahí pero últimamente una ola de
patriotismo nos ha invadido.
Declaraciones enfervorecidas en las redes sociales, grandes banderas
detrás de los políticos en sus mítines, pugnando por ver quien la tenía más grande.
Nadie fue capaz de superar al ínclito Federico Trillo con aquel trapo (rojo y
gualda) que ningún tifón, ciclón o huracán era capaz de ondearlo. Por lo tanto
ha llegado el momento de recordar…
Erase una vez una nación llamada España, donde sus
ciudadanos habían decidido que fuese una República, con un Presidente y su
gobierno legalmente constituido. Pero un buen día la oligarquía y un grupo de
generales sediciosos, vanidosos,
golpistas y traidores se declaran “salvadores de la Patria” y se
sublevan contra la República
Franco fue el último
general que en el último minuto se subió al carro de los golpistas traidores.
Antes
de convertirse en el “Enviado de Dios” era un ambicioso militar que, como hizo
durante toda su vida, nadaba y guardaba la ropa. Se sublevó en nombre de la
República (a la que había jurado fidelidad)
con una carta al Presidente, ambigua y llena de posibles interpretaciones
futuras, para el hipotético caso de que fallase la sublevación, poder decir
donde dije digo, digo Diego... Rizar el rizo de la felonía.
Franco era bajito,
rechoncho, con amanerados movimientos y una voz atiplada tal vez porque
solamente tenía un testículo. Sus detractores, entre otros epítetos le llamaban
“Enano Mantecoso” aunque los peores insultos
provenían de sus propios compañeros: Franquito el Cuquito, Mis Islas
Canarias, Dña Francisquita y el más cruel “Paca la Culona” con el que le
nombraba el otro general traidor Queipo de Llano.
La Guerra Civil la
ganaron los sublevados donde el general Sanjurjo era el Jefe absoluto de la
rebelión. Le seguía Mola como “General Director” y luego todos los demás.
Franco el último.
Una serie de acontecimientos, las extrañas
muertes de cinco personajes que, vivos, no hubiesen hecho posible el
nombramiento de Franco como Jefe del Estado, se acaban encadenando. La Historia todavía no ha sido
capaz de discernir si todas esas muertes fueron casuales o por el contrario se
trata de atentados muy bien perpetrados que se mantienen en la impunidad. Lo
más probable es que nunca se sepa y nos quede esa sensación molesta de las
casualidades, pero como dice Federico Bravo Morata fueron muertes
providenciales, y sobre todo, muy oportunas.