El Santo Prepucio y otras
muchas sorprendentes e insólitas reliquias.
En
un momento de su larga historia, la iglesia católica necesitó de diversos
artículos que sirvieran para derrotar a los escépticos que dudaban de la
crónica del Vaticano. Es así como nació un comercio de reliquias cuyos clientes
fueron papas, obispos y monarcas que vieron en esos objetos de dudosa
legitimidad el poder mágico que necesitaban o la seguridad de una fe
cuestionable. Una de las reliquias más insólitas, hoy desaparecida, es el
Santo Prepucio o “Sanctum Praeputium”.
Los judíos tienen una tradición milenaria que es quitar el prepucio al octavo
día de nacimiento, como símbolo de la alianza entre Abraham y dios. Esa
ceremonia le habría correspondido a Jesús, según la historia oficial, que fue
circuncidado como todo judío. Por lo tanto el destino de ese prepucio tan
especial abrió debates intensos.
Una anciana que ofició de Mohel laceró el celeste capullo, lo sumergió en una pequeña redoma con aceite de nardo y lo entregó a su hijo, comerciante en perfumes, con la admonición de que no lo vendiera. Pero el joven desobedeció a su madre; y el Santo Prepucio inició así su intrincado vagar por el mundo.
Cualquiera puede imaginar que la divinidad que se le atribuye a Jesús está proyectada también en ese trozo orgánico retirado de su órgano sexual. Algunos han pensado que también subió a los cielos para sentarse a la derecha del todopoderoso. Otros, como León Alacio en “De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba”, el tejido santo se convirtió en los anillos del planeta Saturno.
Sin embargo el objeto tuvo existencia física como reliquia religiosa y fue adorado con fervor.
Su primera propietaria habría sido María Magdalena de la que se cuenta que utilizó el aceite de la redoma para ungir los pies y la cabeza de Cristo. Desaparecido del mapa el prepucio divino llegó en el siglo IX a manos de la emperatriz Irene de Bizancio que se lo regaló a Carlomagno el día de su boda.
El emperador bizantino lo colocó en el altar de la iglesia de la Bendita Virgen María en Aquisgrán y más tarde, lo transfirió a Charroux, Francia.
En el siglo XII, el Santo Prepucio fue llevado en procesión a Roma. Y en el siglo XIII se ostentaba en la iglesia de San Juan Laterano adosado a una cruz de oro con piedras preciosas. En 1427 se constituyó la primera Hermandad del Santo Prepucio.
Se peregrinaba a Charroux, iglesia que presumía de tenerlo y que competía, no obstante, con otras, como la de Amberes. Porque parece que había más de un prepucio de cristo.
Sin embargo abrían existido hasta 13 prepucios de Jesús. Estuvieron en la Basílica Laterana de Roma, Charroux, Amberes, Paris, Brujas, Bolonia, Bensançon, Nancy, Metz, LePuy, Conques, Hildesheim y Calcata.
El anillo de carne.
El jesuita Salmerón consideraba que el prepucio divino era “el anillo de compromiso para sus esposas”, las monjas. “El fabricante de este anillo es el Espíritu Santo, su taller el purísimo útero de María”.
Santa Catalina de Siena, patrona de Italia, se casó místicamente con Jesús. En una visión la Virgen Maria la presentó a su hijo Jesús y como señal del matrimonio, Jesús le entrega el anillo de casamiento confeccionado con piel de su prepucio diciéndole:
Esta Santa, que gritaba rodando por el suelo
y tenía visiones, afirmaba que llevaba en el dedo el prepucio del Señor,
visible para ella, pero, lamentablemente, invisible para los demás. Y cuando su
dedo, el de Catalina, también se convirtió en reliquia (como su cabeza), muchas
beatas que lo adoraban llegaron a afirmar que allí veían el anillo de carne.
Increíble visión salpicada de ciertas suspicacias.
El sabroso prepucio.
El éxtasis que despertaba tanta fe llevó a la monja capuchina austríaca Agnes Blannbekin, fallecida en 1715, a sentir milagrosos efectos. Precisamente ella vivió en la época en que se festejaba el Día de la Circuncisión (primero de enero de cada año). La hermanita Agnes lloraba por la sangre derramada a tan temprana edad por su Señor, y fue en una de esas fiestas litúrgicas donde sintió el prepucio de Cristo en su lengua.
Su párroco, el benedictino austríaco Pez, contó: “¡Y ahí estaba! De repente sintió – la monja – un pellejito, como la cáscara de un huevo, de una dulzura completamente superlativa, y se lo tragó. Apenas se lo había tragado de nuevo, sintió en su lengua el dulce pellejo, y una vez más se lo tragó. Y esto lo pudo hacer unas cien veces…”
En un artículo de Carlos Iglesias para el diario español El Comercio Digital, publicado en 2006, aparecen otros datos sobre el devenir de esta historia.
Agnes Blannbekin no fue la única. Otras muchas religiosas vivieron éxtasis parecidos, y el asunto alcanzó tal trascendencia que se escribieron varios tratados, como el célebre de A. V. Müller: ‘El sagrado prepucio de Cristo’, publicado en 1907. Incluso una sociedad llamada ‘Academia Preputológica’ intentó restaurar el abolido culto al Prepucio de Cristo. El 15 de mayo de 1954 se celebró un cónclave en el cual se sometía a deliberación la propuesta de recuperar este culto, derogado por un decreto de 1900. Tras la exposición de los argumentos y acaloradas discusiones, los cardenales acordaron rechazar la solicitud, ratificando la condena de la veneración del Santo Prepucio.
El evangelista argentino Paulo Arieu en su blog sobre teología cuenta otras cosas por demás de interesantes:
Otros lugares en los que se ha asegurado que se encontraba el Santo Prepucio son la Basílica de San Juan de Roma, la catedral de Le Puy-en-Velay, la de Santiago de Compostela, la ciudad de Amberes, y las iglesias de Besançon, Metz, Hildesheim y Calcata.
El caso de Calcata merece especial mención, pues el relicario que contenía el presunto Santo Prepucio se exhibía en un desfile por las calles de este pueblo Italiano hasta 1983 en la Festividad de la Circuncisión, reconocida oficialmente por la Iglesia Católica y celebrada el 1 de enero de cada año. Esta práctica acabó, no obstante, cuando el relicario (que tenía joyas incrustadas) fue robado. Tras este robo es incierto si alguno de los presuntos Santos Prepucios todavía existe. En un documental de televisión de 1997, el periodista británico Miles Kington viajó a Italia en busca del Santo Prepucio, pero fracasó en su intento de encontrar algún candidato.
Desde el Concilio Vaticano II, el énfasis puesto por la Iglesia Católica en las reliquias ha disminuido notablemente, y muchas reliquias de larga tradición se han relegado a la categoría de “leyenda pía” por el Vaticano. El interés en el Santo Prepucio se ha reducido especialmente, argumentando que la exhibición de esta reliquia en particular producía una ‘curiosidad irrespetuosa’.
Aberratio devotionis
Precisamente la iglesia prohibió esta veneración y la de muchas reliquias porque atentaban contra su credibilidad y las retiró de la vista de los feligreses.
El Santo Prepucio tuvo igual suerte, pero mereció un decreto firmado el 3 de diciembre de 1900 por La Sacra Congregación para la Doctrina de la Fe. Bajo el número “37-A” se declaraba que toda persona que hable, escriba o lea sobre el Santo Prepucio sería considerada despreciable aunque tolerada; pero que La Santa Sede se reservaba el derecho a excomulgar a quien lo hiciere en forma escandalosa o aberrante.
Muchos objetos, como el Santo Prepucio, adornaron altares y hoy yacen escondidos, algunos en el propio Vaticano. Otros continúan a la vista del público en templos católicos del mundo.
Estos son algunos:
- Plumas del
Arcángel San Gabriel.
- Un suspiro
de San José: anteriormente expuesto en la Iglesia de Blois, conservada
dentro de una botella. Hoy en día en el Vaticano.
- Un
estornudo del Espíritu Santo, en la Parroquia de San Frontino y hoy en día
en el Vaticano.
- Un pelo de
la barba de Jesucristo, Catedral de Murcia (desde 1730).
- Las piedras
con las que se lapidó a San Esteban.
- Las flechas
que mataron a San Sebastián.
- Una oreja
de San Pedro, también una sandalia y trozos de las cadenas que le
retuvieron.
- Los pechos
de Santa Águeda.
- Más de 60
dedos de San Juan Bautista.
- 5 gotas de
la leche que Santa María daba al niño Jesús.
- El velo y
lágrimas de Santa María.
- Para los
que no creían en la Ascensión en Cuerpo y Alma de María se ofrecían: el
hígado, el
- corazón y
la lengua de la Virgen María.
- Las monedas
que compraron a Judas.
- Tres
cordones umbilicales del Niño Jesús y el primer pañal y varias pajas del
pesebre donde nació Jesús.
- Unos
quinientos dientes de leche del Niño Jesús.
- Raspas de
los peces multiplicados del milagro del Salvador y la cola del asno que
llevó a Cristo a Jerusalén.
- El paño con
el que Jesucristo secó los pies de los apóstoles; dos manteles y
fragmentos de la mesa en la que se sirvió la última cena.
- Más de
media docena de ejemplares del Santo Grial.
- Más de
ochocientas espinas de la corona que llevó Jesús.
- Tres lanzas
que atravesaron el costado de Cristo.
- Pescado
asado y pastel de miel, menú que “el hijo de dios” comió con sus
discípulos cuando se les apareció después de resucitar.
Clavo de la Cruz: La reina lombarda Teodelinda mandó construir en 595 la Catedral de Monza (antigua capital de los lombardos). En esta catedral se conserva la corona de hierro de Lombardía que según la tradición fue elaborada con un clavo utilizado en la crucifixión de Jesucristo.
Otro clavo de la Cruz: Se venera en la Catedral de Milán. Fue encontrado por Santa Elena, madre de Constantino, en Tierra Santa. Lo ocultó en el freno de un caballo. Después lo mandó colocar en una gran cruz de madera cubierta de cristal.
La sábana en la que supuestamente fue envuelto Jesús al descender de la cruz. Dudoso y contradictorio.
Túnica de San Vicente
Espina de la corona de Cristo y un dedo de San Pedro: Doña Sancha, hermana de Alfonso VII(siglo XII), regresó de una peregrinación a Roma trayendo estas dos reliquias. Las entregó a los monjes del Cister para que edificaran un monasterio y éste fue el de la Santa Espina en Valladolid, España.
hidria (cántaro o tinaja): Según la tradición y la leyenda proviene de las bodas de Caná y se guarda en la catedral de Oviedo. También se custodia en esta catedral una Sábana Santa o Santo Sudario. Se determinó que el Santo Sudario de Oviedo y la Sábana Santa de la Catedral de Turín estuvieron en contacto con
La vera cruz: o cruz donde Jesucristo fue crucificado. La que la cristiandad consideró auténtica fue encontrada por la madre del emperador Constantino y perdida tras la derrota cruzada en la batalla de Hattin. Aunque como he dicho, hay trozos de madera como para hacer varias de ellas.
La lanza sagrada: La lanza que el centurión romano usó para matar a Cristo. Tras muchos vaivenes, se guardó en la catedral de Nuremberg. Un estudio reciente afirma que se trata de una punta de lanza del siglo IV con un clavo de la época de Jesús.
la Sábana Santa o Sudario de Turín: Diversos estudios han dado datos contradictorios: mientras unos los fechan en la edad media, otro creen que su formación es tan extraña que no puede ser reproducida ni con los medios actuales.
Santo Rostro o Velo de la Verónica: La construcción de la catedral de Jaén se concibe, en el Siglo XVI, para custodiar la reliquia del Santo Rostro (alojado en la capilla mayor). Aunque hay otras iglesias que se disputan la autenticidad de esta reliquia.
Frascos con leche de la Virgen María: Se exhiben en diversas iglesias.
La creencia sobre las reliquias sigue muy
presente en todas las iglesias y numerosos personajes creen y han creído en su
supuesto poder como es el caso de Adolf Hitler que gastó gran cantidad de
recursos en la busqueda de estos objetos como el santo grial o la lanza sagrada
la cual tuvo en su poder algún tiempo. También, más cercano, es el caso de Franco
que en la habitación donde dormía guardaba con él, el brazo incorrupto de Santa
Teresa.
Cuestión de fe y ambiciones.
Instrumentos para sostener la fe, las reliquias han transitado los siglos del mundo cristiano. Rodeadas de mitos y leyendas, de poderes mágicos y surrealismo, atemorizan a algunos creyentes y poderosos que esperan encontrar en ellos la satisfacción de su dios y el premio de la vida eterna.
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