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domingo, 8 de enero de 2017

Luis Gonzalo Segura exteniente de las Fuerzas Armadas

El teniente expulsado del Ejército: "Reto a Defensa a que me denuncie ante un tribunal ordinario si tiene agallas"
Publicado: 08/01/2017
Huffingtonpost
Luis Gonzalo Segura habla de las Fuerzas Armadas nada más descolgar el teléfono. "Puntualidad militar", observa. Lo lleva en la sangre porque formó parte del Ejército durante 13 años, hasta que en 2015 Defensa lo expulsó después de tres periodos de arrestos de dos meses.

Ahora, el antes teniente Segura ha pasado a ser exteniente y este mismo mes el Tribunal Supremo ha confirmado su salida del Ejército. ¿El motivo? En 2014 escribió un libro titulado Un paso al frente en el que describe a las Fuerzas Armadas como una organización de castas en la que los altos mandos viven como semidioses con todos los privilegios del mundo, se gastan el dinero público o el destinado a la comida de la tropa como les viene en gana y utilizan los coches y helicópteros oficiales para su uso privado mientras se sirven de los soldados como chóferes. Segura describía una especie de mundo paralelo lleno de abusos, desvíos de dinero público, corrupción y acosos sexuales y laborales.

Tras ese libro publicó otro del mismo estilo, llamado Código Rojo, y recorrió casi todos los medios de comunicación del país denunciando las "corruptelas" de las Fuerzas Armadas. El Supremo considera que hizo afirmaciones "tan claramente insultantes" que rebasaban la denuncia pública y que utilizó "verdaderos insultos y descalificaciones" que "excedieron los razonables límites del derecho a la libertad de expresión".

¿Cómo ha recibido la decisión del Supremo? ¿Cómo está anímicamente?
Ha sido un palo duro. Aunque sabía lo que es el Tribunal Supremo, lo politizado que está y lo difícil que era que me diera una sorpresa… es humano conservar la esperanza en que entendiera la injusticia de esta situación y, de alguna manera, se apiadase. Pero por desgracia no ha sido así.
Una vez fuera el Ejército. ¿Cómo es ahora su vida? ¿Cómo ve su futuro?
Complejo. Hasta ahora andaba malviviendo de las ventas de mi segundo libro, Código Rojo, y el futuro es muy complicado. Ahora tengo que ir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y eso significa que esta batalla durará entre cinco y diez años más.Los denunciantes somos los últimos apestados de esta sociedad y no tenemos posibilidad de encontrar un trabajo ‘normal’

¿Teme que la repercusión que ha tenido su caso sea un obstáculo para encontrar un trabajo civil?
Es una situación muy difícil porque los denunciantes somos los últimos apestados de esta sociedad y no tenemos posibilidad de encontrar un trabajo ‘normal’, por decirlo de alguna forma. Porque una empresa quiere contratar a una persona neutra y no a un denunciante, que le puede traer problemas y puede haber alguna repercusión mediática. El hecho de denunciar no sólo te hace perder tu trabajo, tu vida, y te hace padecer situaciones muy complejas económicamente. Además, es un problema a la hora de intentar rehacer tu vida.
¿Por qué cree que la decisión Tribunal Europeo de Derechos Humanos puede ser diferente a la del Supremo?
Hay precedentes y es obvio que la libertad de expresión e información está por encima de otras libertades y derechos, incluso por encima del derecho a la intimidad. Es evidente que, si yo fuese civil en lugar de militar, no habrían tenido la posibilidad de hacerme nada jurídicamente hablando. Si me han podido hacer algo es gracias a la jurisdicción militar. Por poner un ejemplo, yo hace año y medio que no soy militar y tengo un blog en Público con bastante repercusión. Pues jamás he tenido una demanda ni una querella ni ningún tipo de acción jurídica contra mí porque, evidentemente, no tienen ninguna posibilidad. La única forma de establecer una injuria, una calumnia o una difamación es que lo que yo diga sea mentira. Y, evidentemente, el Ministerio de Defensa y el Ejército de Tierra saben perfectamente que lo que cuento es cierto. Con lo cual, jamás me llevarán a un tribunal ordinario. Y desde aquí les reto a que lo hagan porque sería francamente divertido. Pero no lo harán porque saben que no tienen ninguna posibilidad.

Teniendo en cuenta su situación, ¿estaría dispuesto a volver a las Fuerzas Armadas en caso de una sentencia favorable? ¿Cómo cree que le recibirían?
Tengo muy claro que escribiría otro libro que se titularía Las 50 sombras de Luis porque, evidentemente, lo que me espera dentro va a ser cosa fina. Pero las personas progresistas hace mucho tiempo que hemos renunciado a demasiados espacios. Y eso se ha acabado. Si las Fuerzas Armadas no funcionan, hay que cambiarlas. Y para cambiarlas necesitamos que los progresistas estemos dentro de ellas. Entonces se acabó eso de renunciar porque eso implica que los espacios son ocupados por otros. En este caso, por cuatro caciques corruptos.
Si vuelvo a las Fuerzas Armadas, lo que me espera dentro va a ser cosa fina
¿Tiene pruebas de todo lo que denuncia?
Claro, si las presenté ante un tribunal. ¿Cómo quieren las pruebas? ¿Cómo el vídeo que sacó El País, en el que seis militares apalearon a dos prisioneros y que a día de hoy siguen siendo militares porque han sido exculpados por la justicia militar? ¿O cómo quieren las pruebas? ¿Como los 2.500 militares del Ejército del Aire que participaron en las facturas falsas por valor de 10 millones y medio de euros y han sido todos exonerados o acabados sus casos en prescripciones y multas? ¿Quieren pruebas como esas? El problema no es tener pruebas, sino tener un jurado independiente de la justicia militar que vaya a juzgar lo que uno presenta. Las pruebas existen, las pruebas las tengo. Y, es más, he hecho acusaciones gravísimas y las continúo haciendo. Y desde aquí reto al Ministerio de Defensa, al Ejército de Tierra, a las Fuerzas Armadas e incluso a los militares que he nombrado a que me denuncien si tienen agallas en un tribunal ordinario por calumnias y difamaciones. No lo van hacer, pero es muy cómodo decir: si tienes pruebas, preséntalas en nuestro juzgado militar, que controlamos nosotros. Así yo también. Pero hagamos la pregunta a la inversa: si tú te sientes tan injuriado tan difamado y tan calumniado, denúnciame en un tribunal ordinario y que caiga todo el peso de la ley sobre mí. ¿A que no tienen tanto valor a hacer eso?

Antes citaba el caso de varios militares que han sido exculpados. ¿Por qué cree que en su caso los tribunales han actuado de forma distinta?
Porque en el Ejército se permite de todo. Y eso es lo que yo he denunciado porque quiero un Ejército sin abusos, sin acosos, sin privilegios. El hecho de que esos militares sigan dentro forma parte de ese ecosistema de las Fuerzas Armadas de acosos, de privilegios y de corruptelas. Es que todo está unido porque si no hubiese privilegios costaría mucho que hubiese abusos o acosos y sin esos dos elementos sería mucho más difícil que hubiese corruptelas. Nadie ha hecho nada. Ni el PSOE, ni el PP, ni la cúpula militar que ha pasado. No han dicho: esto nos parece infame, no queremos tener militares delincuentes en las Fuerzas Armadas. Para ellos, eso no es ningún problema. Lo que no quieren es tener un tocapelotas que esté permanentemente denunciando, como bien me definió un general al que, por cierto, han ascendido.
¿Qué siente al ver que a sus mandos les han ascendido mientras usted está fuera?
Duele, duele mucho ver que has hecho denuncias y que el general que ha intentado tapar el asunto es ascendido. Me parece bochornoso y es muy revelador.Duele mucho ver que el general que ha intentado tapar el asunto es ascendido

Si todo eso es así, ¿por qué no cambian las cosas?
Lo importante es no rendirse y yo no lo voy a hacer. Seguiré luchando hasta el final porque creo que las cosas pueden cambiar. Y voy a poner todo mi empeño en que eso suceda.
Usted asegura que le han ofrecido volver a las Fuerzas Armadas a cambio de que deje de escribir y de hablar. ¿Quién y cómo le ha dicho eso?
Normalmente te llega por conocidos, por personas que están en ese entorno que te dicen: ‘Tengo constancia de que si desapareces mediáticamente podremos estimar tu recurso y volverás. Pero tienes que desaparecer del mapa’. Y eso es algo a lo que no estoy dispuesto. Si no quisiera problemas no hubiese empezado con esto.



¿Ha hablado con algún mando militar recientemente?
Hay un poco de todo. Yo recibo muchísimos correos en los que la gente me dice que tengo razón, que es cierto lo que pasa y que siga adelante. También hay muchas otras personas que no discuten tanto lo que digo como la ideología que tengo. Y hay quien me llama traidor, me dicen que soy un acosador sexual y todo tipo de cosas. Pero con eso uno cuenta porque el sistema intenta desprestigiar al mensajero.
Jamás me llevarán a un tribunal ordinario porque saben que no tienen ninguna posibilidad
La sentencia del Supremo dice que ha sobrepasado los límites razonables del derecho a la libertad de expresión y que ha caído en verdaderos insultos, descalificaciones ciertamente ofensivas a sus superiores. ¿Era ese su objetivo?
No, ni mucho menos. Además, repito que el matiz que diferencia que algo sea un insulto o no es la realidad o el grado de veracidad de la afirmación. Si yo llamo ladrón a una persona y no lo es, obviamente es insultante y ofensivo. Pero, si lo es, es un calificativo. ¿Que el calificativo es grueso? Pero es que los hechos son gruesos y de eso yo ya no tengo la culpa. Y yo me ratifico en decir que hay una gran parte de los oficiales que se comportan como matones de discoteca. Ojalá no fuera así y se atuvieran a la legalidad.


Cuando empezó a escribir el primer libro, ¿imaginaba que podía acabar expulsado de las Fuerzas Armadas?
Por supuesto. Hay un caso de un teniente coronel en 2007 que escribió una carta al JEME, al JEMAD y al propio ministro denunciado que en su acuartelamiento en Murcia había corrupción. Y lo arrestaron. Esto demuestra hasta qué punto hay problemas en las Fuerzas Armadas y que yo tenía muy claro que mi destino era este. Pero Transparencia Internacional ha puesto en valor que gracias a los arrestos que he sufrido, a las renuncias que he realizado, la sociedad se ha concienciado que hay un problema en las Fuerzas Armadas.
No he podido hablar con José Julio Rodríguez. Supongo que en este año y medio habrá tenido otros temas más importantes que tratar.

¿Le ha merecido la pena? ¿O si pudiera retroceder en el tiempo cambiaría lo que ha hecho?
Sí y no. Lo volvería a hacer aunque he cometido muchos errores y habría muchas cosas que las haría de forma diferente. Pero no cambiaría ni una coma de la esencia de lo que he hecho. No me arrepiento de nada, aunque me hayan echado y haya perdido el trabajo.
Podemos le ha apoyado con fuerza. ¿Ha hablado con José Julio Rodríguez [exjefe del Estado Mayor de la Defensa] del tema?
La verdad es que prácticamente no he podido hablar con él. Supongo que en este año y medio habrá tenido otros temas más importantes que tratar.


Yak-42, trece años de mentiras de Estado

Yak-42, trece años de mentiras de Estado

El periodista aragonés Ramón J. Campo, que siguió durante años junto a las víctimas y sobre el terreno la tragedia del avión fletado por Defensa, reconstruye el relato de los hechos que incriminan a Federico Trillo y al Gobierno del PP
Ramón J. Campo
Público
Zaragoza | 7 de Enero de 2017

Francisco Cardona y su esposa, Amparo Gil, salieron la tarde del 25 de mayo de 2003 desde Alboraya (Valencia) hacia la Base de Zaragoza para recoger a su hijo, el sargento Francisco Cardona Gil, que venía desde Manás (Kirguizistán), después de haber trabajado dos meses como mecánico de los aviones Hércules que participaban en la operación Libertad Duradera. 

Cuando estaban a mitad de camino, a las 18.30, recibieron una llamada al móvil. Amparo habló con su hijo, aunque nunca sospechó que sería la última vez: “No sé lo que pasa, pero saldremos con retraso. Embarcamos a las doce de la noche que son las ocho de la tarde en España. Ya nos veremos cuando llegue a Zaragoza. No os llamaré más”. Nunca lo pudo hacer.
Zaragoza era el lugar de destino del avión Yakovlev-42D matrícula UR-42352 que había despegado a las 20.00 del viernes desde Kabul, la capital de Afganistán. A bordo iban 53 militares españoles que habían concluido su misión en la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad de Afganistán (ISAF). El Yak-42 debía hacer escala en Kirguizistán para recoger a nueve integrantes del Ala 31, integrados en el destacamento Géminis, y desde allí volar a Zaragoza tras hacer una parada para repostar combustible en Trabzon (Turquía).
Amparo Gil se despidió de Francisco, y el matrimonio siguió su rumbo hacia la capital aragonesa. Ellos fueron los únicos padres que durmieron esa noche en la instalación militar, donde ya habían estado dos meses antes, el 13 de abril, “Domingo de Ramos”, recuerda el padre, para despedirlo, junto a su  novia, al partir a una nueva misión en Afganistán. “Él ya había ido a Manás hacía un año, pero hizo el viaje de ida y vuelta en un Hércules. Esta vez se marchó en uno ruso, pero no sé si fue un Ilyushin, un Yakovlev o un Tupolev”, recuerda Francisco Cardona.

A las 7.00, la pareja se despertó en el segundo piso del pabellón, y después de asearse, bajaron a desayunar a la cafetería porque habían quedado con un amigo de su hijo para ir a buscarlo. Un camarero y un sargento eran las únicas personas que había en el bar. Ambos susurraron un comentario que despertó las sospechas del padre: “Venía el valenciano que hacía paellas”, dijeron. Francisco les interrumpió para inquirirles si sabían cuando llegaba el avión de Afganistán. “Creo que hablan de mi hijo”, les dijo. “No sabemos nada”, le contestaron. Pero el sargento y el camarero ya conocían la tragedia.

Un camarero y un sargento eran las únicas personas que había en el bar. Ambos susurraron un comentario que despertó las sospechas del padre: “Venía el valenciano que hacía paellas”, dijeron
Al ir a pagar la consumición, Francisco se giró hacia la televisión encendida, que ya daba la noticia a las 7.20, con un gráfico de situación de la zona del siniestro. “Un avión con 62 militares españoles se ha estrellado en Turquía y no hay supervivientes”. “Lo primero que pensé es que era otro avión porque yo desconocía que hacía escala en Turquía”, explica el padre. “Llamé enseguida a su amigo para ver si él sabía algo y me dijo que iba a buscarnos con el coronel. Entonces, pensé lo peor”.
Se encontraron en el vestíbulo del pabellón y allí, sin más preámbulo, el coronel Manuel Mestre, jefe del Ala 31, les dijo de sopetón: “Lo siento mucho. Traigo malas noticias. Su hijo ha fallecido en un accidente”.
Ambos rompieron a llorar y el padre desató su furia y dolor contra todo lo que encontró por medio: “Empecé a dar patadas a los sofás, a gritar desesperado... Sentí rabia, impotencia...”, recuerda. Así pasaron casi dos horas. Solos en la Base, con el único consuelo de los compañeros del sargento Cardona que se acercaban a darles el pésame. Llamaron a su hijo Ignacio, otro militar que trabaja en Madrid, como cocinero del Jefe de Estado Mayor de la Armada, y a varios amigos de Alboraya para darles la mala noticia. Hasta las 9.30 no vieron llegar a otras familias de los militares del Yak, que iniciaron un triste cortejo para confirmar de forma oficial que los suyos estaban en la lista de pasajeros muertos.

Con esta escena empecé mi libro ‘Yak-42, honor y verdad. Crónica de una catástrofe’ (Península, 2004), un intento de describir la peor tragedia de la historia del Ejército español en tiempos de paz, quizá la mayor vergüenza de los 35 años de democracia y uno de los episodios más siniestros de mentiras y manipulaciones cometido por el Gobierno del PP.
La mitad de los 62 militares españoles muertos no fueron identificados por el Gobierno de José Maria Aznar, que se apresuró a entregar los cuerpos por miedo al escándalo a los dos días del accidente, el 28 de mayo, después de un funeral tétrico en la Base de Torrejón, que retransmitió TVE con los micrófonos tapados para que no se escucharan los gritos de protesta de las familias ante los políticos que asistieron. También estuvieron los Reyes Juan Carlos y Sofía, que reconocieron más tarde que fue el acto más duro en sus años de reinado.

Una asociación ejemplar
La mayoría de familiares de las víctimas no eran militares como los fallecidos, y muchos se rebelaron contra la injusticia desde el mismo 26 de mayo de 2003. Intercambiaron sus teléfonos en el mismo funeral, y Alfonso Agulló (hermano de un fallecido) repartió octavillas. Poco después, el 14 de junio, en una reunión celebrada en Zaragoza, decidieron formar una asociación. Desde entonces, han batallado con sus armas (ayudados por un despacho jurídico dirigido por Leopoldo Gay, junto a la letrada turca Belkis Baysal), contra el ministerio de Defensa en busca de la verdad. Y finalmente, vencieron. La asociación ha sido un ejemplo decisivo para evitar que la Administración pueda volver a realizar sin ningún tipo de vigilancia la contratación de aviones baratos --rusos y ucranianos, sobre todo--. El despliegue y transporte de tropas en Afganistán, a 6.000 kilómetros de distancia, se hizo sin controlar previamente la seguridad de los aviones, pese a que aquella fue la operación logística más importante del Ejército español en misiones internacionales.
A los pocos días del accidente, el ministro de Defensa, Federico Trillo, suprimió los contratos de los aviones rusos y ucranianos a través de la agenda Namsa de la OTAN invocando la “alarma social” generada, a pesar de la posición del ministerio, que defendía que eran unas aeronaves muy seguras e insistía en que la causa del siniestro pudo ser meteorológica.
Trillo suprimió los contratos de aviones rusos y ucranianos a través de la agenda Namsa invocando la
“alarma social” generada, a pesar de que el ministerio defendía que eran muy seguros 

Poco más tarde, Trillo tuvo que asumir que el ministerio había recibido doce quejas previas, realizadas por militares españoles, sobre la seguridad de estos aviones; la investigación demostró que los pilotos del aparato de bajo coste no conocían el aeropuerto de Trabzon (Turquía); que tenían restos de alcohol en la sangre, que giraron hacia el monte Pilav --un viraje prohibido en cualquier plan de vuelo: “Precaución. No está autorizado a realizar maniobras de aproximación al sur del aeropuerto”, decía la carta aeronáutica--, y que habían superado las 22 horas de viaje, por encima del tiempo legal.
De los 62 fallecidos, 21 eran componentes de unidades del Ejército del Aire de Zaragoza (nueve del Ala 31 y doce del Escuadrón de Apoyo al despliegue aéreo). Además, otros cinco militares del Ejército de Tierra habían nacido en Aragón. Yo era --todavía soy-- periodista del Heraldo de Aragón. Así que me tocó la mitad de la tragedia en nuestra propia casa.

Al llegar a la redacción aquella mañana, un trabajador del departamento de administración me preguntó si conocíamos el listado de los fallecidos porque el marido de una compañera podía estar entre ellos. Así era, el brigada José Manuel Pazos Vidal era uno de los fallecidos. Fue una puñalada. El militar había pasado ocho años en misiones durante la guerra de Bosnia-Herzegovina apoyando a los F-18 que vigilaban el espacio aéreo de la ONU y la OTAN. Su viuda, que tenía dos hijos, me contó la última conversación con su marido, y fue el preludio de la avalancha de información: “Me ha dicho que volvían en un avión ruso, como esos a los que se les abren las puertas. Y le dije que se agarrara bien el cinturón”.
Ese fue nuestro primer titular del día siguiente. Tres semanas antes del accidente, un Ilyushin 76 de fabricación soviética (uno de los modelos elegidos por el Gobierno español junto al Yakovlev-42 y el Tupolev-154 para trasladar a las tropas españolas a Afganistán) sufrió un accidente en el Congo al abrirse en pleno vuelo la puerta trasera y perder a decenas de pasajeros.

Encuentros secretos
Estas denuncias de los militares, y la noticia de que la caja negra estaba averiada, se fueron desvelando en los primeros días entre Heraldo de Aragón y El País. Pero en el ministerio de Defensa sabían que lo peor estaba por llegar. El teniente coronel Javier Marino González, miembro del CISET (Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército del Aire) había advirtido un mes antes del accidente mortal del peligro de utilizar estos aviones. “Se están corriendo altos riesgos al transportar personal en aviones de carga fletados en países de la antigua URSS: su mantenimiento es, como mínimo, muy dudoso”.
Muchos compañeros de los fallecidos se jugaron su trabajo compartiendo la información con nosotros y con los familiares. Una orden remitida a todas las unidades prohibía hacer declaraciones
Los encuentros con los militares se producían a escondidas y en lugares secretos porque teníamos la sensación (que fue real) de que estábamos siendo seguidos. Las citas eran como la película El tercer hombre. Ya en esos primeros días supimos que Defensa había trasladado 30 muertos sin identificar. Pero no podíamos contar la información. Hoy se puede contar que hubo muchos compañeros de los fallecidos que se jugaron su trabajo en esos encuentros cinematográficos, compartiendo la información con nosotros y con las familias de los fallecidos. Una orden remitida por el Jefe de Estado Mayor del Aire, Eduardo González-Gallarza, a todas las unidades, prohibía a los militares no autorizados hacer declaraciones sobre el accidente del Yak-42. “Como descubra al que os está contando todo lo vais a tener que poner de portero en el Heraldo”, me advirtió un día el coronel Mestre, del Ala 31. ¿Pero es verdad o mentira lo que publicamos?, le pregunté. “Lo malo es que casi todo es verdad”, reconoció.

Viaje a Trabzon
Francisco Cardona convenció al equipo de fútbol de Villarreal para que le llevaran a Trabzon (Turquía), donde les había tocado jugar una eliminatoria de la UEFA contra el Trabzonsport, en octubre de 2003. Varios familiares levantinos viajaron en ese mismo vuelo y, pocas horas después de aterrizar, entendieron que los turcos podían ser su solución. Los periodistas estaban más interesados en los familiares de los militares muertos que en los futbolistas. Un imán de la ciudad turca les entregó varias chapas identificativas de las víctimas, que según Defensa, habían servido para identificar a los 62 militares en un tiempo récord de un día y medio.
Así nació la sospecha sobre la gran mentira urdida por el ministro de Defensa, Federico Trillo con su gabinete, y que acabarían pagando, a finales de 2009, el general Vicente Navarro, jefe del equipo médico español, (la “cabeza de turco”, como lo calificó su familia en la esquela que se publicó al morir después del juicio), condenado por la Audiencia Nacional por falsedad documental, y los comandantes médicos José Ramón Ramírez y Miguel Ángel Sáez, que fueron indultados por el Gobierno del PP en 2012.

La visita de la abogada turca

Seis años antes de llegar a aquella vista oral, las familias recibieron en un hotel de Madrid en diciembre de 2003 a la abogada turca Belkis Baysal, que iba a explicarles la posibilidad de plantear un pleito en Turquía. Baysal se dio cuenta de que las madres de los fallecidos tenían la inquietud de si les habían dado a sus muertos o no. La abogada me contó a la salida de esa reunión que volvía a su país con el corazón en un puño. Su único objetivo era lograr que la Fiscalía le facilitara la información de los trabajos realizados por los forenses turcos y el equipo médico español. El 13 de diciembre de 2003, unos 300 familiares se manifestaron por las calles de Madrid pidiendo que Defensa diera explicaciones. El cartel que portaban decía: “Volvemos en una tartana”. Entonces no tuvieron ni apoyo mediático. Estaban solos, y las velas que encendieron esa noche junto a las verjas del Ministerio de Defensa fueron retiradas por la policía en cinco minutos.

El Gobierno de José María Aznar estaba a punto de lograr su objetivo: que no se supiera nada de la tragedia antes de las elecciones del 14 de marzo.
Éramos conscientes de que nuestras conversaciones telefónicas estaban pinchadas por los servicios secretos (el ruido era bastante notorio) y hasta los saludábamos al final
A finales de febrero recibí una llamada de un portavoz de las familias para mantener una reunión de urgencia en Madrid. Había regresado la letrada Belkis Baysal con un acta judicial de la Fiscalía de Macka. Propuse que el encuentro fuera en una cafetería de la estación de Atocha; me dijeron que era un buen lugar para no ser escuchados. Éramos conscientes de que nuestras conversaciones telefónicas estaban pinchadas por los servicios secretos (el ruido era bastante notorio) y hasta los saludábamos al final. Creíamos que estábamos muy cerca del final, aquel 28 de febrero de 2004.
El encuentro en Atocha, vigilado
Nos sentamos en la cafetería de Atocha, al lado del jardín, con tres familiares de la Asociación, Miguel González, un colega de El País, y una traductora turca. Cuando iba a comenzar la lectura del documento judicial de Turquía pude ver cómo un fotógrafo nos inmortalizaba desde las escaleras del AVE. No sabían lo que decíamos, o quizá sí, pero sí quiénes estábamos reunidos.
Uno por uno, la intérprete leyó que dos generales españoles (Vicente Navarro y José Antonio Beltrán) firmaron un documento oficial con los forenses turcos en el que asumían que se llevaban 30 cadáveres que no estaban identificados. Estaban carbonizados o llevaban anillos (cinco de ellos) y ni se detuvieron a reconocerlos. La traductora tuvo que detenerse varias veces por la dureza del documento.

Llegamos a un acuerdo: lo primero, por respeto y dignidad, era comunicárselo a todos los familiares de las víctimas. Al día siguiente, el 2 de marzo, publicaríamos la información junto a la versión del general Vicente Navarro. Empecé a mandar SMS a mi compañera Pilar Estopiñá para decirle que nuestra sospecha, desde el mismo 26 de mayo de 2003, se confirmaba, por desgracia, punto por punto. Lo triste era que el brigada Pazos, el marido de nuestra compañera de administración, estaba entre los no identificados, aunque llevaba su anillo de boda. Tampoco habían reconocido a Francisco Cardona y lo intercambiaron por otro fallecido...
Las cartas de Defensa
Dos generales españoles firmaron un documento oficial con los forenses turcos en el que asumían que se llevaban 30 cadáveres que no estaban identificados. La reacción de Defensa fue negarlo todo
La reacción del ministerio de Defensa fue el envío de cinco cartas firmadas por el secretario general de Política de Defensa, Javier Jiménez Ugarte, a las familias. En ellas se nos acusaba de hacer “una campaña sensacionalista” y lo negaban todo. “El Gobierno lamenta profundamente que un asunto tan doloroso y delicado sea objeto de un tratamiento tan escasamente riguroso y tan poco respetuoso con la memoria e intimidad de los afectados”, dijo el Gobierno en una nota de prensa. Acusaron a la abogada turca por haber obtenido el acta, que “formaba parte de un sumario calificado de secreto por la Fiscalía de Macka”. Cuaquier cosa menos asumir los 30 palmarios errores en las identificaciones de los cadáveres, que acabarían siendo confirmadas por los forenses de Turquía gracias a la pruebas de ADN que guardaron de los fallecidos y a las que hicieron a sus familiares en mayo de 2004.

Para entonces, el Gobierno de Aznar --ahora Rajoy-- y Trillo había perdido las elecciones ante el PSOE. España había vivido el peor atentado de su historia, el del 11-M, donde se aplicó la misma política de la mentira oficial; en este caso, sobre la autoría del mismo. Sin embargo, en la identificación de los 192 fallecidos ese día, los forenses civiles advirtieron de que no iban a repetirse los errores cometidos en el accidente del Yak.
El 31 de mayo de 2005, T5 emitió el documental Yak-42, producido por Iberrota Films, en el que colaboré, tras presentar el libro en Madrid. El documental dirigido por Tania Estévez consiguió una audiencia del 30%. Desde entonces nunca más se ha vuelto a ver. Está metido en un cajón.
La ministra Dolores Cospedal recibirá el martes 10 de enero a las familias del Yak, después de que un dictamen del Consejo de Estado haya establecido que el ministerio de Defensa no fue diligente en la protección de sus militares, y que el accidente hubiera sido evitable. Es una gran oportunidad para que el Gobierno del PP reconozca, trece años después: “Yak-42, honor y verdad”.


Ramón J. Campo (@RamJCampo) es autor del documental Juego de Espías y de los libros Canfranc. El oro y los nazis (Mira Editores, 2012), La estación espía (Península, 2006), Yak-42, honor y verdad (Península, 2004) y El oro de Canfranc (Biblioteca aragonesa de cultura, 2002).

sábado, 7 de enero de 2017

Carrera de obstáculos


Las pensiones y los pensionistas



LA SEXTA COLUMNA - LOS NUEVOS AMOS DEL MUNDO

10 Mujeres

Los chicos del coro


Título original
Les choristes
Año
Duración
95 min.
País
Francia Francia
Director
Guión
Christophe Barratier, Philippe Lopes-Curval
Música
Bruno Coulais, Christophe Barratier
Fotografía
Carlo Varini, Dominique Gentil
Reparto
Productora
Galatée Films / Pathé Renn Productions / France 2 Cinéma / Novo Arturo Films
Género
DramaComedia | InfanciaEnseñanzaAños 40Colegios & Universidad.Comedia dramáticaMúsicaRemake
Sinopsis
En 1948 Clément Mathieu, profesor de música desempleado, acepta un puesto como profesor vigilante en un internado de reeducación de menores. El sistema represivo aplicado por el director conmociona a Mathieu. Enseñándoles música y canto coral a estos niños tan difíciles, Mathieu transformará sus vidas cotidianas. (FILMAFFINITY)
Premios
2004: 2 nominaciones al Oscar: Mejor película de habla no inglesa, canción original
2004: Globos de Oro: Nominada Mejor película de habla no inglesa
2004: 3 nominaciones BAFTA: Música, película de habla no inglesa y guión adaptado
2004: Nominada al Goya: Mejor película europea
2004: Premios del Cine Europeo: Mejor música
2004: 2 premios Cesar: Mejor música, sonido. 8 nominaciones
Críticas
  • Obtuvo un enorme éxito de público en Francia, siendo la candidata a los Oscar del país galo.
  • "Una película clásica para todos los públicos, con protagonistas de todas las edades y con la mezcla exacta de ternura, pasión, búsqueda de la justicia, valoración de la genialidad y un espíritu medianamente travieso sin pasarse lo más mínimo de la raya."
  • "Hermosísima, sin la pretensión de repetir los pasos sagrados de Louis Malle en 'Au revoir les enfants' (...) pero con la enorme ambición de convertir al espectador en una persona mejor. (...) Una pequeña maravilla"
  • "Hay poco en 'Los chicos del coro' que no hayas visto antes, pero la profundidad de sentimientos de la película - especialmente su humanismo- hace que merezca la pena hacerlo de nuevo"
  • "Una atractiva interpretación principal de sus protagonista y una historia maravillosamente sentimental, si bien muy familiar, son las mejores virtudes de este drama francés"
  • "El delito de 'Los chicos del coro' no es que sea cursi (me gusta lo cursi). Es que su cursilería parece calculada"