Esto es
lo que ocurrió cuando decidí unirme a un grupo de masturbación
16/08/2014
ElHuffPost
"¡Jenny! Se suponía que debías estar desnuda cuando nos
encontráramos", dijo la fantástica mujer que estaba al lado mío antes de
rodearme con sus brazos. Estaba casi desnuda, con un pareo muy fino y blanco
que apenas le cubría la espalda. "Soy Carlin", dijo.
Carlin Ross es la socia de la famosa educadora sexual Betty Dodson. Betty
Dodson, por supuesto, es la autora del megabestseller titulado Sex
for One, y una consumada gurú del orgasmo y la masturbación desde los 70.
Se le puede considerar una de las madres fundadoras del movimiento de
liberación sexual femenino. Yo lo haría.
"Venga, desvístete", dijo Carlin como si fuera una de las cosas
más normales del mundo. Y la realidad es que si estás ahí para uno de los
talleres BodySex de Betty, es lo más normal. La seguí al vestíbulo de la
entrada del apartamento de Betty en la Avenida Madison y me quité los
pantalones de yoga y la camiseta al mismo tiempo que ella se quitaba su pareo.
Como Carlin iba a saludar a los otros invitados que iban llegando, me metí
en la habitación principal y vi un montón de traseros sentados en círculo, cada
uno con una toalla encima, un cojín detrás, y una bandeja al lado con una caja
de kleenex , un vaso de agua, una botella de aceite de almendras, el Juguete
Vaginal de Dodson y el vibrador Mystic Wand.
Cuando estaba decidiendo dónde sentarme, escuché a alguien decir:
"Jenny, eres Jenny Block. Nos conocemos". Por un minutó, me entró el
pánico. ¿Y si era la típica madre de la asociación de padres y madres del
colegio de mi hija? ¿Qué ocurría si no nos caíamos bien?
"Estuve el día que estabas firmado tu libro. En San Francisco. Para
Open. En Good Vibrations", dijo ella.
"Oh, claro que sí", dije yo, completamente aliviada. Me abrazó, y
me llevó un minuto acordarme de que no llevaba nada encima. Y a esas alturas,
ya me parecía completamente normal estar desnuda rodeada de extraños."
Había más mujeres en la habitación, y todas comenzamos a ocupar nuestros
sitios. Es un dilema interesante intentar decidir cómo sentarte desnuda en una
habitación llena de extraños. ¿Las piernas estiradas? ¿Cómo una rosquilla? ¿Con
una rodilla levantada? Antes de que realmente pudiera decidir, Betty entró en
la habitación.
Yo estaba un poco conmocionada. A pesar de sus 85 años, entró caminando
desnuda como cualquiera de nosotras, y se aposentó sobre su trasero, como si
aquel escenario fuera lo más normal del mundo. De hecho, para ella lo era.
Aunque últimamente se había dado una pausa, Betty empezó a hacer estos talleres
en los años 70.
Betty nos dio la bienvenida y empezó a contarnos su filosofía sobre el
sexo, los orgasmos, las vulvas (no vaginas) y los cuerpos (lo que vemos por
fuera es la vulva). La vagina es la parte de dentro).
Empezamos por ir en círculo, hablando sobre cómo nos sentíamos con nuestros
cuerpos y nuestros orgasmos, y luego pasamos a hacer algunos ejercicios de
respiración.
Después de una cuantas horas, hubo un pequeño descanso. Y luego fue el
momento, el momento para una charla para una especie de confesionario
genital. No hace falta volver a leerlo. Fue exactamente eso que les acabo de
decir.
Quizá fue uno de los momentos más importantes de mi vida. Como en otros
muchos momentos durante el taller, tenía un sentimiento tribal y ancestral,
como si nos hubiéramos reunido en una tienda roja para recibir la sabiduría de
una hermana mayor.
Al mismo tiempo, no podía evitar reírme por dentro cuando pensaba qué loco
era todo, con todas desnudas mirando entre las piernas de esta famosa
octogenaria.
Primero se levantó Betty, y luego una por una nos sentamos junto a ella y
estiramos nuestras piernas al mismo tiempo que mirábamos al espejo con Betty y
contemplábamos admirados nuestros coños. Betty señalaba algunas de las
características y estilos de nuestros coños.
Tengo un coño con aspecto de donut, me dijo, al mismo tiempo que mis
rodillas se abrían y se expandían los labios de mi vagina. Un donut, porque
tengo unos grande labios externos que remarcan también los labios internos.
"Tu forma es perfecta", me dijo. Estoy casi segura de que me puse
roja. Un coño perfecto, según Betty Dodson (La Dodson, como afectuosamente la
llama Carlin y como todas comenzamos a llamarla también). "Un coño
postmoderno", continuó diciendo. No pude evitar sonreír. "¿Y qué hay
sobre el nombre?", preguntó. "¿Tienes algún nombre para tu coño?
"No tengo", le dije
"El coño cremoso".
La Dodson se marchó para seguir pasando revista a otros coños, y me di
cuenta de que tenía sensaciones especiales, que no hubiera imaginado antes. Me
sentí feliz y segura y, sí, valorada y empoderada también. Que haya otras
mujeres mirándote, pero mirándote de verdad, es una experiencia poderosa.
Al día siguiente nos desnudamos y nos pusimos en círculo enseguida.
"El juego es lo más importante cuando eres pequeño," explicó
Betty. "Nunca tienes suficiente cuando ya era un adulto.
Y luego Carlin, a la que Betty llama con afecto "mi coño
tramposo", comenzó sin más una demostración del movidito método de
masturbación de Betty, mientras esta dirigía y comentaba. El método incluye
masaje de la vulva, balanceo pélvico, concentración en la respiración, un
vibrador para el clítoris y -lo más importante para mí-, el Juguete Vaginal
de Betty.
"El cuerpo sabe más que la cabeza", explicó Betty. "Confía
en tu cuerpo. Nuestra cabeza está llena de monstruos".
Después de la demostración y de un pequeño ejercicio, llegó el momento para
el gran acontecimiento.
Ni siquiera en el momento en el que estábamos en círculo en el centro de la
habitación con nuestros vibradores en nuestros coños y con Betty diciéndonos
"Más pelvis, follad hacia delante", tuve muy claro que fuera a
conseguirlo.
Pero de repente me pareció igualmente imposible y ridículo dejarlo. ¿Cómo
podía, cuando iba a estar sentada literalmente frente a los pies de la maestra?
Así que fui a mi toalla. Seguí los pasos. Y cuando había transcurrido algo
de tiempo, empecé a escuchar a otras mujeres entrando en la habitación.
Una de esas mujeres era Betty. Me enteré después que era bastante raro que
Betty viniera al taller y que hacía dos semanas que no venía a una de estas
masturbaciones. Me sentí excitadísima ante la posibilidad de formar parte del
grupo que la hacía sentirse inspirada.
Contuve cada uno de los orgasmos que me venían, hasta que mi cerebro empezó
a funcionar. ¿Estaba teniendo algún tipo de ansiedad performativa? ¿Estaba la
autora que escribía un libro sobre el orgasmo femenino siendo incapaz de tener
uno en este ambiente tan lleno de implicaciones? ¿Estaba en un punto de no
retorno?
Alcé la mano, como me dijeron que hiciera si necesitaba ayuda. Vi a Betty
levantarse y me imaginé que me daría el súper-poderoso vibrador Magic Wand, que
haría su función. Pero en lugar de eso, Betty Dodson, La Dodson, me folló hasta
llegar al orgasmo.
Se sentó al lado mío, puso su mano en mis pechos, y empezó a mover el Juguete
Vaginal hacia dentro y fuera de mi coño. Inmediatamente se encendieron las
sensaciones. Me dijo que me mantuviera moviendo la pelvis, que respirara, que
fluyera.
Puso su puño contra mi perineo y me miró a los ojos. Se reía y me animaba,
y las lágrimas empezaron a caer como ocurre a veces justo antes, durante, y/o
después de un orgasmo increíble. Me paró cuando iba a arquear la espalda y
bloquear la energía de un orgasmo, como soy propensa a hacer.
Y luego, ocurrió.
Betty se quedó conmigo todo el rato, y yo colapsé después de no sé ni
cuantos pequeños orgasmos que acabaron en un gran final de los finales.
"Gracias", conseguí decir.
"Buena chica", me dijo, golpeándome el pecho.
Me sentía poderosa y agradecida, como si me acabaran de dar el mejor de los
regalos sin la más mínima sensación de tener que pedir perdón ni sentir
vergüenza.
El taller acabó con todas dividiéndonos en dos grupos donde cada una
masajeaba a las compañeras.
Me sentí imbuida con una energía de la que mi cuerpo estaba hambriento. Una
energía sexual que se podía emplear para cambiar el mundo. Me sentía muy
afortunada por haber tenido esta experiencia con unas mujeres verdaderamente
increíbles.
Fui al taller porque estoy haciendo una investigación sobre el orgasmo
femenino para un nuevo libro. Me fui del taller con la sensación de que me
habían mostrado el verdadero secreto del empoderamiento femenino: ser las
dueñas de nuestros orgasmos.
Y sí, tuve una barbaridad de orgasmos en cadena. Puede ser que Betty Doson
tenga 85, pero tiene razón. Tiene grandes habilidades. "Dame a cualquier
mujer, de cualquier edad, y lo conseguiré", nos dijo Betty cuando terminó
el taller.