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jueves, 13 de junio de 2019

Le Monde "pone a parir" a Ciudadanos


El golpe de 'Le Monde' a un partido político: "Ya no engaña a nadie en España"

"Un compromiso difícil de defender".

Redacción ElHuffPost

13/6/19


El diario francés Le Monde ha dedicado este miércoles un artículo a analizar la estrategia postelectoral de Ciudadanos y se muestra crítico con lo que está haciendo el partido que lidera Albert Rivera.

El rotativo comienza asegurando que la estrategia del partido liberal para “ocultar sus acuerdos, directos o indirectos, con la extrema derecha, ya no engaña a nadie en España”.

En este sentido, recuerda que esta misma semana Juan Trinidad, diputado de Ciudadanos en Madrid, fue elegido presidente del Parlamento Regional por 68 votos a favor y 64 en contra gracias a los votos del PP y los indispensables de Vox.

A cambio, apunta Le Monde, Vox consiguió representación en la mesa de la Asamblea pese a tener menos del 9% de los votos en Madrid.

“Un compromiso difícil de defender para Ciudadanos, que hasta ahora pretendía encarnar la ‘regeneración’ de las instituciones españolas y el “cambio”, dice el periódico, que destaca que el partido de Rivera permite a Vox tener poder institucional.

Le Monde subraya que el acuerdo de Madrid podría repetirse en otras regiones en las que el PSOE ganó pero sin mayoría, como Murcia. Más llamativo es para el diario francés el caso de Castilla y León, donde el PP seguirá en el poder gracias a Ciudadanos a pesar de estar bajo una investigación por supuesta financiación ilegal.




miércoles, 12 de junio de 2019

Procesión Coño Insumiso


SODOMA (Poder y Escándalo en el Vaticano) Capítulo 12


12

LOS GUARDIAS SUIZOS


Nathanael se encontró con dos problemas en el Vaticano: las chicas y los homosexuales. La escasez de las primeras y la omnipresencia de los segundos.

Conocí a este guardia suizo por casualidad en el Vaticano. Yo estaba un poco perdido en el laberinto de escaleras y me indicó el camino. No era huraño, y entablamos conversación.

Al principio pensé que Nathanael formaba parte del personal contratado en el interior del Vaticano para hacer reparaciones. El mono de trabajo que llevaba ese día le hacía pasar por un obrero italiano. Por eso me llevé una sorpresa cuando días más tarde le vi con el uniforme de gala rojo, amarillo y azul. ¡Era un guardia suizo! ¡Un guardia suizo con una caja de herramientas!

Me puse en contacto con Nathanael más adelante, durante otra estancia en Roma, y entonces me topé con su negativa, educada pero firme, a volver a vernos. Después me enteré de que era una de las reglas impuestas a los guardias suizos. Por motivos que callaré, a pesar de todo aceptó mi propuesta y acostumbramos a encontrarnos en el café Makasar, en el Borgo, un lugar que está a varios minutos a pie del cuartel de la guardia suiza, pero cuya discreción, lejos de los lugares frecuentados por los monsignori y los turistas, nos convenía a ambos.

Alto, de cara alargada, seductor, Nathanael era sin duda muy sociable. Desde nuestro primer encuentro me dijo su nombre (aquí lo he cambiado) y me dio su número de teléfono. Su apellido lo supe después, por un descuido, cuando metí sus datos en mi smartphone y su número de móvil se «acopló» automáticamente con su ficha Google+. Pero Nathanael no está en Instagram ni en Facebook, y tampoco aparece ninguna foto suya en Google Imágenes, de acuerdo con otra regla estricta, pues el Vaticano impone una discreción extrema a los guardias suizos.

—Ni selfis, ni perfiles en las redes sociales —me confirma Nathanael.

De modo que las chicas y los homosexuales son los dos problemas principales del guardia suizo en la santa sede. Desde que se incorporó al servicio ha logrado acostarse «con diez chicas», me dice, pero lleva mal la obligación de celibato. Las reglas, además, son muy estrictas.

—Hay que volver al cuartel antes de medianoche y no se puede dormir fuera. Nos prohíben vivir en pareja, el matrimonio solo está autorizado para los oficiales superiores y está terminantemente prohibido llevar chicas al cuartel. Nos disuaden de hablar con ellas en la ciudad y a veces se fomenta la delación.

Estas obsesiones pudibundas de los viejos cascarrabias del Vaticano enojan a Nathanael, quien considera que los asuntos esenciales relacionados con las misiones específicas de la guardia no se tienen en cuenta. Como la seguridad del papa que, a su entender, deja mucho que desear. Le cuento que muchas veces he entrado en el Vaticano por la puerta llamada Arco delle Campane —mágico donde los haya, bajo el reloj, a la izquierda de San Pedro— sin tener que identificarme y sin que me registren la mochila, porque un cardenal o un simple sacerdote que vive dentro ha salido a buscarme. También le revelé otro secreto: que yo disponía de una llave que me permitía entrar en el Vaticano sin control alguno, al atardecer, cuando me alojaba en su interior. El guardia suizo está consternado al oírlo.

Durante las cerca de diez citas secretas en el café Makasar, Nathanael me revela lo que realmente le tiene frito: el flirteo continuo y a veces agresivo de algunos cardenales.

—Como a alguno se le ocurra tocarme, le parto la cara y dimito —declara con rotundidad.

Nathanael no es gay, ni siquiera gay-friendly, y me confiesa que está harto de que los cardenales y obispos le tiren los tejos (me da nombres). Está traumatizado por lo que ha descubierto en el Vaticano en términos de doble vida, de ligoteo y hasta de acoso.

—Estoy asqueado por lo que he visto. No me lo puedo creer. ¡Y pensar que he jurado «sacrificar mi vida», si hace falta, por el papa!

Pero ¿acaso el gusano no estaba en la fruta desde el principio? Fue Julio II quien fundó la guardia suiza en 1506, y la bisexualidad de este papa está bien documentada. En cuanto al uniforme del ejército más pequeño del mundo, una casaca renacimiento rainbow flag(«bandera arcoíris») y un casco de alabardero con dos picos adornado con plumas de garza, se dice que lo ideó Miguel Ángel.

Un teniente coronel de carabinieri me confirma en Roma que los guardias suizos deben guardar un estricto secreto profesional:

—Hay una omertà increíble. Les enseñan a mentir por el papa, por razón de Estado. Los casos de acoso o abusos sexuales son frecuentes, pero se ocultan y siempre le echan la culpa al guardia suizo. Les dan a entender que si hablan no volverán a encontrar un empleo. En cambio, si se portan bien, les ayudan a encontrar un trabajo cuando vuelven a la vida civil en Suiza. Su futuro depende de sus silencios.

A lo largo de mi investigación entrevisté a 11 guardias suizos. Además de Nathanel, con quien me reuní regularmente en Roma, a casi todos los demás los conocí durante la peregrinación militar a Lourdes o, en Suiza, durante más de una treintena de viajes a Zúrich, Basilea, Saint Gall, Lucerna, Ginebra y Lausana, donde me puse en contacto con antiguos guardias suizos. Han sido fuentes fiables y de primera mano para este libro, pues me han informado sobre las costumbres de la curia y la doble vida de muchos cardenales que, como la cosa más natural, flirtearon con ellos.

Conocí a Alexis en la cervecería Versailles. Todos los años, con motivo de una gran peregrinación, miles de policías, gendarmes y miembros de fuerzas armadas de todo el mundo, todos ellos católicos practicantes, se juntan en Lourdes, ciudad francesa de los Pirineos. También acude tradicionalmente un grupo de guardias suizos, entre los que se encontraba Alexis el año que fui para allá. (Su nombre está cambiado.)

—Por fin han llegado los guardias suizos —exclama en voz alta Thierry, el dueño del Versailles, contentísimo con la llegada de esos soldados de colorines que atraen a los clientes y llenan la caja.

La peregrinación militar a Lourdes es un festival caqui y multicolor en el que están representadas decenas de países. Se ven sombreros de plumas fluorescentes, sables afilados y brillantes, pompones, hombres con kilt y toda clase de fanfarrias. Se reza con fervor y se bebe fraternalmente, sobre todo en el Pont Vieux. Allí veo a cientos de militares católicos borrachos cantando, bailando y ligando. Hay pocas mujeres y los homosexuales están en el armario. ¡Es un verdadero botellón para bautizados!

En esa inmensa cogorza los guardias suizos siguen siendo la atracción principal, como me había anunciado el teniente coronel de los carabinieri que me facilitó las gestiones para participar en la peregrinación a Lourdes.

—Ya verá —me dijo el policía—, cuando están lejos de Roma los guardias suizos se desmadran un poco. La presión no es tan fuerte como en el Vaticano, el control de los oficiales se relaja y el alcohol rompe el hielo. ¡Se les suelta la lengua!

Efectivamente, Alexis ha bajado la guardia:

—En Lourdes no llevamos siempre el uniforme de gala —me dice el joven, que acaba de entrar en la cervecería Versailles—. Anoche vestíamos de calle, solo nos pusimos corbata. ¡Es peligroso, para la imagen, si se lleva el uniforme rojo, amarillo y azul estando un poco mamado!

Alexis no es más gay-friendly que Nathanael. Desmiente con vehemencia el tópico de que en la guardia pontificia suiza hay una alta proporción de homosexuales. Sospecha que cuatro o cinco compañeros suyos son «probablemente gais» y por supuesto conoce los rumores sobre la homosexualidad de uno de los responsables de la guardia suiza del papa Pablo VI, que hoy vive con su pareja en las afueras de Roma. También sabe, como todo el mundo, que varios cardenales y obispos han sido la comidilla en el Vaticano por vivir en pareja con un guardia suizo. Y, por supuesto, conoce la historia de las tres muertes violentas de 1998, en la muralla del Vaticano, donde un joven cabo de guardia, Cédric Tornay, habría asesinado «en un arrebato de locura» al comandante de la guardia suiza y a su mujer.

—Esa es la versión oficial, pero ningún guardia se la cree —me dice Alexis—. ¡A Cédric lo suicidaron! Lo asesinaron como a su comandante y a su mujer, y luego se hizo un montaje macabro para colar la teoría del suicidio después del doble asesinato.

(No me extenderé sobre este suceso dramático que ha hecho correr mucha tinta y sobre el que circulan las teorías más esotéricas. Entre ellas, bastará para nuestro asunto recordar que se ha hablado de un enredo entre el joven cabo y su comandante, sin que esta hipótesis resulte muy convincente a menos que su relación, real o supuesta, se utilizara para ocultar otro móvil del crimen. Sea como fuere, el misterio permanece. Por lograr que se haga justicia, el papa Francisco podría dar orden de que volviera a investigar este caso tan siniestro.)

Lo mismo que a Nathanael, a Alexis también le han cortejado decenas de cardenales y obispos, al extremo de que pensó en dimitir de la guardia:

—El acoso es tan insistente que estaba dispuesto a volver inmediatamente a mi casa. Muchos de nosotros estamos exasperados por las insinuaciones, por lo general poco discretas, de los cardenales y obispos.

Alexis me cuenta que un cardenal llamaba siempre en mitad de la noche a uno de sus colegas diciendo que necesitaba su presencia en su dormitorio. La prensa ha revelado otros incidentes del mismo tenor, desde el simple regalo sin consecuencias depositado en la cama de un guardia suizo, acompañado de una tarjeta de visita, hasta actitudes más insistentes que se pueden considerar acoso o agresiones sexuales.

—Tardé mucho en darme cuenta de que en el Vaticano estábamos rodeados de grandes frustrados y que a los guardias suizos nos veían como carne fresca. Nos imponen el celibato y nos niegan el derecho a casarnos porque quieren reservarnos para ellos, es así de sencillo. Son una panda de misóginos, de pervertidos. ¡Les gustaría que fuésemos como ellos, unos homosexuales agazapados!

Según Alexis, Nathanael y al menos otros tres antiguos guardias con quienes hablé en Suiza, hay normas internas muy precisas en lo concerniente a la homosexualidad, aunque casi no se la menciona como tal durante su formación. Se invita a los guardias suizos a ser «sumamente amables» con los cardenales, los obispos «y todos los monsignori». A quienes están considerados como reclutas se les ruega que sean serviciales y de una amabilidad extrema. Nunca deben criticar a una eminencia o excelencia ni negarles nada, ¡al fin y al cabo un cardenal es el apóstol de Cristo en la tierra!

Sin embargo, esta cortesía debe ser de fachada, según una regla no escrita de la guardia. Si un cardenal da su número de teléfono a un joven militar o le invita a tomar un café, el guardia suizo debe darle las gracias educadamente y hacerle ver que no está disponible. Por mucho que el otro insista, debe recibir siempre la misma respuesta, y la cita, si se había aceptado por pusilanimidad, debe anularse con cualquier pretexto relacionado con las obligaciones del servicio. En los casos de acoso más evidentes, se invita a los guardias suizos a contárselo a sus superiores, pero deben abstenerse de responder, criticar o denunciar a un prelado. Casi siempre se echa tierra sobre el asunto.

Lo mismo que los demás guardias suizos, Alexis me confirma la gran cantidad de homosexuales que hay en el Vaticano. Pronuncia palabras fuertes: «predominio», «omnipresencia», «supremacía». Esta fuerte gaitud disgusta profundamente a la mayoría de los guardias con quienes he hablado. Nathanael, cuando se haya licenciado y tenga en mano su «liberación», no piensa volver a poner los pies en el Vaticano «salvo de vacaciones con mi mujer». Otro guardia suizo entrevistado en Basilea me confirma que la homosexualidad de los cardenales y prelados es uno de los temas estrella de las charlas cuarteleras, y las historias que cuentan sus compañeros no hacen más que amplificar las que conocen por experiencia propia.

Con Alexis, como ya había hecho con Nathanael y otros guardias suizos, repasamos unos cuantos nombres, y la lista de cardenales y arzobispos que les hicieron proposiciones se confirma, tan larga como la capa magna de Burke. Creía estar bien informado al respecto, pero qué va: el número de elegidos es aún mayor de lo que suponía.

¿Por qué estuvieron dispuestos a hablar con tanta libertad, llegando incluso a sorprenderse de su propia audacia? No por envidia o vanidad, como muchos cardenales u obispos; no por favorecer una causa, como la mayoría de mis contactos gais dentro del Vaticano. Sino por decepción, como hombres que han perdido sus ilusiones.

Y en esto Alexis me revela otro secreto. Mientras que los oficiales, como hemos visto, pueden casarse y no suelen ser homosexuales, muy distinto es el caso de los confesores, capellanes, limosneros y sacerdotes que rodean a los guardias suizos.

—Nos piden que vayamos a la capilla que tenemos reservada y nos confesemos por lo menos una vez a la semana. Pues bien, nunca he visto tantos homosexuales como entre los capellanes de la guardia suiza —me revela Alexis.

El joven me dice el nombre de dos capellanes y confesores de la guardia que, según él, son homosexuales (información confirmada por otro guardia suizo alemánico y un sacerdote de la curia). También me nombra a otro capellán que murió de sida (el periodista suizo Michael Meier también mencionó el caso en un artículo del Tages-Anzeiger, revelando su nombre).

Durante varias estancias en Suiza, adonde viajo todos los meses desde hace varios años, he conocido a abogados especializados y a responsables de varias organizaciones de defensa de los derechos humanos (como SOS Rassismus und Diskriminierung Schweiz). Me señalaron ciertas discriminaciones que afectan a la guardia suiza, desde el proceso de reclutamiento hasta el código de buena conducta que se aplica en el Vaticano.

Según un abogado suizo, los estatutos de la asociación que alista a los futuros guardias suizos en la confederación es ambiguo. ¿Se rige por el derecho suizo, por el derecho italiano o por el derecho canónico de la santa sede? El Vaticano mantiene esta ambigüedad para poder tocar los tres teclados. Pero como el reclutamiento de estos ciudadanos helvéticos tiene lugar en Suiza, debería ajustarse al derecho laboral suizo, pues la ley se aplica también a las empresas extranjeras que operan en el país. Pero las normas de reclutamiento de los guardias son discriminatorias, ya que se excluye a las mujeres (que pueden alistarse en el ejército suizo); un joven casado o en pareja no puede aspirar al puesto, solo se aceptan solteros; su reputación debe ser «irreprochable» y debe tener «buenas costumbres» (formulaciones dirigidas implícitamente a excluir a los gais, pero también a las personas transexuales); los migrantes, tan queridos por el papa Francisco, también deben quedar fuera; por último, entre los guardias casi no hay discapacitados ni personas de color, negros o asiáticos, lo que daría a entender que sus candidaturas fueron descartadas.

Según los abogados que he consultado, la mera prohibición de estar casado sería discriminatoria en Suiza, sin olvidar que también contradice los principios de una Iglesia que pretende alentar el matrimonio y prohibir cualquier relación sexual fuera de él.

Con este abogado de intérprete, pregunté en alemán a los responsables de la guardia suiza acerca de estas anomalías jurídicas y sus respuestas fueron significativas. Negaron que hubiera discriminación, porque las obligaciones militares imponen ciertas reglas (contrarias, sin embargo, a las ordenanzas del ejército suizo, que tiene en cuenta las peculiaridades militares referentes a la edad o las condiciones físicas del recluta). Sobre la homosexualidad, nos comunicaron por escrito que «ser gay no es un problema para el alistamiento a condición de no ser demasiado openly gay, demasiado visible ni demasiado afeminado». Por último, las normas orales impartidas durante la instrucción de los guardias suizos y su código de conducta (el Regolamento della Guardia Svizzera Pontificia que obra en mi poder, cuya última edición, con prólogo del cardenal Sodano, es de 2006) contienen irregularidades en materia de discriminación, derecho laboral y acoso.

Unas anomalías no solo jurídicas, con respecto al derecho suizo, italiano o europeo, sino también morales, que revelan los privilegios que se permite a sí mismo este Estado francamente insólito.





Próximo Capítulo 13







La cruzada contra los gais

Demasiada gente sin hogar



José Andrés Fernández Cornejo Profesor Titular de Economía Aplicada, Universidad Complutense de Madrid

Las personas sin hogar también saben movilizarse

Prefiero pensar que algunos de estos sin techo tienen un futuro.

12/06/2019

ElHuffPost

Si todavía sigue allí, cuando pases frente al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, en el Paseo del Prado de Madrid, verás que hay un grupo de personas acampadas. Es la ‘Acampada por derechos. Nadie sin hogar’.

Según el IX recuento nocturno de personas sin hogar, llevado a cabo la noche del miércoles 12 de diciembre de 2018, había en ese momento en Madrid 2.998 personas sin hogar. De ellas, 650 pernoctaban en la calle, 675 estaban alojadas en pisos, 1.250 en centros de acogida, 189 en centros de acogida para inmigrantes, y 234 localizadas en asentamientos.

De entre las 650 personas que dormían en la calle (personas sin techo), el 73% eran hombres, el 11,2% mujeres y el 15,8% no se pudo determinar. El 61,1% tenían nacionalidad extranjera. La edad media era de 47,1 años.

Las personas sin hogar (desde el punto de vista del paseante por el Paseo del Prado) son “los otros”. Son personas que se desvían en sus actitudes y su conducta del cuerpo social “normal”. No es raro que nuestra adaptación a su presencia en las calles tome la forma de invisibilización. No existen. Como señala Joaquina, que vive desde hace un año en la calle con su hijo de 21 años, con una discapacidad, y con Manuel Antonio, su pareja, y que ocupa una de las primeras tiendas del campamento, “somos invisibles para la gente que pasa; te miran así… y giran la cabeza”.

Y no solo se trata de la invisibilidad. También del sentimiento de desasosiego que suscitan las personas que no se conforman a las normas sociales habituales. Estás sentando en tu mesa del restaurante; un desconocido se acerca y coge unas patatas fritas de tu plato... ¿Cómo te sientes? En ese instante el mundo es algo inestable, turbador e inquietante… Pues un tipo de emoción parecida a ésta suscitan, a veces, las conductas “imprevisibles” de los sin techo…

Desde el punto de vista del paradigma de las teorías del conflicto (en sociología), las personas sin hogar son también lo que Marx llamaba “lumpemproletariado” o “subproletariado”. El lumpemproletariado estaría constituido por una serie de grupos sociales desfavorecidos, situados por debajo del proletariado, pero que no están organizados ni tienen conciencia de clase (ejemplos de estas personas serían aquellas que viven de la delincuencia o las que se dedican a la prostitución). Dentro del lumpemproletariado, las personas sin hogar ocuparían el escalafón más bajo.

Según los datos del informe del IX recuento nocturno, que se recabaron a partir de un cuestionario que rellenaron 193 de las 650 personas que pernoctaban en la calle, la principal razón por la que están sin techo es “la falta de trabajo” (56,1%), “la falta de dinero” (26,3%), “la inmigración” (22,2%), “la ruptura afectiva” (17%), “el alcohol” (11,7%), “las drogas” (9,4%), o “por enfermedad” (4,1%). Por la propia naturaleza de la pregunta formulada, es posible que esta encuesta subestime el porcentaje de personas cuya principal razón de estar en la calle sean los problemas del alcohol, las drogas o la enfermedad. En cualquier caso, el hecho de estar en la calle no se puede atribuir a una sola causa simple e individual. Cabe aventurar que, como poco, en el hecho de estar en la calle convergen unas historias personales previas de gran vulnerabilidad, una insuficiente red familiar y de amigos, una limitada solidaridad social (en una sociedad y una economía muy individualistas), y una política social claramente insuficiente.

Por otra parte, no todos los sin techo son personas que tienen problemas con el alcohol y otras adicciones, y, aunque así fuera para muchos de ellos, el sentido de la causalidad no siempre está claro. ¿Es el alcohol lo que ha llevado a algunas de estas personas a la calle, o es el hecho de estar en la calle lo que las ha llevado al alcohol? Por ejemplo, Diego, un joven muy sensible, con problemas de depresión, y que antes de estar sin hogar trabajaba de camarero, comenta, refiriéndose a cómo ve él a la gente que está en la calle: “Es de todo… Es locura propia, es locura creada, es miedo…”.

Hay que recalcar también el círculo vicioso en que se encuentran muchas de estas personas. Vienes de una historia personal previa muy compleja y problemática, tienes un nivel de autoestima muy bajo, pasas a vivir en la calle, provocas desasosiego, tocas fondo, y todo ello hace que se desmorone aún más la frágil autoestima que te quedaba…

Pero estas personas no solo nos provocan invisibilidad, desasosiego y conmiseración. Nos suscitan también un sentimiento de respeto hacia quienes han experimentado unas vidas muy dolorosas y difíciles en un contexto social que con demasiada facilidad te coloca en la situación de outsider, y que también, con cierta facilidad, cae en el problema de “culpabilizar a la víctima” (“¿Está en la calle? Algo habrá hecho mal…”). Respeto ante su sufrimiento, ante la idea de que nosotros también nos podríamos ver así en algún momento, y ante una iniciativa, como ésta del Paseo del Prado, promovida por personas a las que se les supone nula capacidad para la organización y la movilización.

Quizás merezca la pena traer en este punto la investigación etnográfica realizada por el sociólogo Mitchell Duneier y publicada en 2001 bajo el título Sidewalk.  Duneier hace un cuidadoso estudio de la vida cotidiana (en los años noventa) de los vendedores callejeros empobrecidos del barrio neoyorquino de Greenwich Village, un barrio acomodado de Manhattan integrado fundamentalmente por profesionales, intelectuales y artistas progresistas. En un día cualquiera, a lo largo de las aceras de la Sexta Avenida, a su paso por el barrio, se agolpaban centenares de mesas en las que se vendían informalmente libros de segunda mano, revistas recogidas en los contenedores y otros materiales de lectura similares. La mayoría de los vendedores eran de color, varones, muchos de ellos sin techo, alcohólicos o drogodependientes. Con frecuencia, estas personas incurrían en comportamientos “inapropiados”, como orinar en la calle o iniciar conversaciones extemporáneas con los transeúntes. Algunos vecinos aceptaban a estos vendedores como parte de lo que es el barrio (recuérdese que la mayoría de ellos son intelectuales progresistas), a otros les preocupaba el deterioro de la seguridad o del valor de las propiedades inmobiliarias del barrio.

El caso es que Duneier, desarrollando durante años el método de “observación participante”, intenta entender las motivaciones y el significado que estos vendedores dan al tipo de acciones y actividades que ellos realizan. Y descubre que no se trata de un mero trapicheo espontáneo de material impreso, sino de un complejo mundo con sus propias normas y auto-regulación y con un sistema propio de actitudes, valores y auto-imagen. Por ejemplo, muchos de estos vendedores veían su actividad de venta informal, o incluso de menesterosidad, como algo honorable que les permitía no caer en conductas delictivas. Además, ese sistema de normas se extendía también a su interacción con los vecinos, los dueños de los negocios, o la policía. Por ejemplo, este sistema de normas puede explicar que no sientas un desasosiego tan grande cuando uno de estos vendedores de tu barrio te espeta alguna parrafada, como cuando el desconocido del restaurante te coge las patatas del plato.

Prefiero pensar que algunos de estos sin techo tienen un futuro. Han pasado por historias personales muy difíciles, ello les ha llevado a la calle, y éste puede ser el punto de inflexión...

Esa necesidad de honorabilidad que se acaba de citar, la necesidad de sentir que los demás nos ven como a personas que tenemos dignidad, la encontramos en los pobladores de la acampada. Hablando de las asociaciones que intentan ayudar en Madrid a las personas sin hogar, Diego menciona que “los de la Orden de Malta son de los únicos de los que me fío, por cómo me tratan, porque me tratan con respeto. Allí, cuando vas a comer, te tratan de usted. Te tratan como si estuvieras pagando... Hay gente que les habla mal y ellos responden con una sonrisa…”. O, como comenta Joaquina, “a veces hace más un abrazo de una persona que el que te deje diez euros… Soy una persona, igual que ellos…”.

Hay ejemplos en los que se puede ver cómo aparece la autoorganización dentro de un determinado grupo humano. Por ejemplo, tras una catástrofe natural, no es tanto el pillaje lo que surge (como a veces nos quieren hacer creer), sino la organización espontánea de la ayuda a los afectados; cualquiera que se encuentre por allí se pondrá a ayudar en algo, surgirá la cooperación, emergerá un cierto orden, y no tanto la histeria. Otro ejemplo de autoorganización pudo ser el movimiento del 15-M, en mayo de 2011, en Madrid. Nadie lo había planificado de antemano. Como consecuencia de la crisis, la situación económica y social era alarmante. En este inquietante contexto surgió este movimiento. De repente, la Puerta del Sol de Madrid se encontraba llena de actividades, de eventos, de debates, de idealismo, y todo dentro de un orden, de unas normas de convivencia, con unos valores y unos códigos propios, que nadie había diseñado de antemano.

En el campamento del Paseo del Prado, aun con toda la improvisación y la compleja idiosincrasia de las aproximadamente 100 personas que lo pueblan, tienes la sensación de que hay unas ciertas normas (de hecho, en la entrada del campamento hay un cartel en donde figuran las normas de convivencia que deben regir en él), códigos, sistema de valores y una autoorganización. Hay un objetivo común –la exigencia de protección efectiva y de alojamiento para las personas sin hogar– y un sentimiento de formar parte de una movilización, de estar actuando y luchando en pos de un cambio. La mayoría de estas personas han tocado fondo recientemente, tienen unos niveles de autoestima muy bajos y una gran fragilidad emocional. Por ello, la sensación de estar participando en esta movilización puede hacer que algunas de ellas experimenten, en algún momento, un sentimiento de empoderamiento, de estar actuando…

Prefiero pensar que algunos de estos sin techo tienen un futuro. Han pasado por historias personales previas muy difíciles, ello les ha llevado a la calle, y éste puede ser el punto de inflexión, de ruptura, a partir del cual iniciarán un proceso de recuperación psicológica y personal (al que debería coadyuvar la solidaridad social). Y ese futuro se percibe en algún momento, en alguna de las observaciones que escuchas en el campamento. Joaquina y Manuel Antonio no son muy optimistas respecto del futuro ni con la iniciativa del campamento; sin embargo, hacen observaciones como “nosotros estamos luchando para que nos den una vivienda, aunque sea una habitación”, “yo, antes de las elecciones pedía a los políticos, por favor, no me importa quién sea, solamente que vengan un día, pasad un día o una noche aquí y sabréis lo que pasamos…”. Por su parte, Diego, comenta cosas como “quiero escribir un libro [a partir de su experiencia en la calle] que se va a titular Así conocí a…, que va a ser sobre la gente que he ido conociendo, capítulo por capítulo, así como me salga”. Estos comentarios ponen de manifiesto que Joaquina, Manuel Antonio y Diego tienen una imagen, o una percepción subjetiva, de estar siendo participes de un movimiento que puede llevar a algo mejor, y este tipo de sentimiento quizás no sea suficiente para facilitarles su proceso de recuperación personal, pero sí puede ayudar.

¿Y qué decir respecto de lo que reivindican estas personas?

No nos podemos resignar a considerar la existencia de los sin techo como un fenómeno irresoluble, estructural, que tan solo se puede mitigar (como tampoco podemos asumir, como algo inevitable, que cada año mueran unas cincuenta mujeres víctimas de la violencia de género de sus parejas). A 1 de enero de 2019 la población de la Comunidad de Madrid era de 6.661.949 personas (Estadística del Padrón Continuo, INE) mientras que la cantidad de personas sin hogar que había en la Comunidad de Madrid rondaba las 3.000 (en el municipio de Madrid están concentradas casi todas las personas sin hogar que hay en la Comunidad de Madrid). Una población tan numerosa y que vive en una región rica, como la Comunidad de Madrid, debería ser capaz de asumir una ayuda y una protección plena a las 3.000 personas sin hogar, y sin embargo parece que esto no es así. Hacen falta más medios, una mejor organización y coordinación de los medios existentes (quizás con más implicación directa del sector público y menos subcontratación con asociaciones privadas; y dejando sin finalidad a asociaciones fascistas o pro-nazis que supuestamente ayudan a los sin techo “españoles”, como Hogar Social Madrid); y más apoyo psicológico, acompañamiento y orientación por parte de los profesionales de la psicología y del trabajo social.



Probablemente lo desconocen, pero las personas acampadas en el Paseo del Prado están reivindicando un tipo de política muy similar a la que actualmente se está llevando a cabo en Helsinki, y que está siendo un referente para otras muchas ciudades del mundo. Se trata del programa Vivienda primero, que consiste en dar pisos a personas sin hogar de manera permanente y con contrato de alquiler. Se trata de invertir el procedimiento habitual. En lugar de que la concesión de una vivienda sea la meta final de un largo proceso de reinserción (que muchas veces no culmina con éxito), se trata de empezar justo por esto último: facilitar en primer lugar una vivienda a la persona sin hogar, como forma de impulsar su reinserción en la sociedad (además, esos inmuebles dedicados al alquiler social cuentan con los servicios de varios trabajadores sociales que asisten, acompañan y asesoran a quienes pasan a vivir en estos pisos). Con esta política (fundamentada en el amplio sector de vivienda pública de alquiler ya existente en Finlandia), en Helsinki la cantidad de personas sin hogar en el largo plazo se ha reducido en más del 35%. Prácticamente ya no hay nadie durmiendo a la intemperie y solo queda un refugio nocturno con 50 camas para casos de emergencia en invierno.

Como te decía al comienzo, no sé si cuando estés leyendo este artículo seguirá activa la acampada de las personas sin hogar del Paseo del Prado, pero ojalá esta movilización les sirva para hacerse un poco más visibles (y más respetados) y para que tomemos en consideración políticas exitosas como la aplicada en Helsinki. Estoy seguro de que personas como Joaquina, Manuel Antonio o Diego harían un buen uso de esas oportunidades.




La comida que sobra en los colegios


Cada año se desperdician en España 30 toneladas de comida de comedores escolares. Cristina pasó a la acción y ha conseguido que muchos colegios repartan miles de raciones de comida sobrante.

Franco, Generalísimo, Criminalísimo, Multimillonario...por la Gracia de Dios.


Operación 'Café': el pelotazo de Franco con el que inició su inmensa fortuna

600 toneladas de café, regalo de Brasil para los españoles, revendidas por Franco que obtuvo un beneficio personal de 85 millones de euros

Martes,  11 de junio de 2019

ElPlural

La única hija del dictador Francisco Franco falleció en su casa del barrio de Salamanca en las navidades de 2017. Ella y solo ella heredó una inmensa fortuna que por muchas cuentas y justificaciones  que se elaboren no cuadran de ninguna de las maneras con los ingresos que su padre, como Jefe de Estado, percibió. El origen del gran patrimonio y “ahorros” del dictador hay que datarlo desde el inicio de la guerra y durante todos sus sangrientos cuarenta años de mandato. Que la familia Franco le debe su millonaria situación económica al expolio y las artimañas económicas del Caudillo, es algo que nadie ya cuestiona.

Diversas investigaciones, estudios y libros de historiadores, periodistas y estudiosos del franquismo rompen con la imagen de austeridad y desapego a lo material que falsamente la dictadura quiso vender sobre el ilegal Jefe de Estado. Nada más lejos de la realidad.

Uno de los historiadores con más solvencia profesional y conocimiento de los turbios asuntos económicos de Franco, Ángel Viñas (economista, historiador y diplomático español, conocido por sus estudios de carácter histórico y económico sobre la Guerra Civil Española y el franquismo) mantiene en su libro "La otra cara del Caudillo" que ya en 1940 Franco detentaba unas cuentas de 34 millones de pesetas de la época. Para saber exactamente la cuantía de esa cantidad en aquellas fechas habría que aplicar el método de conversión José Ángel Sánchez Asiaín que nos descubre que sería un equivalente a 388 millones de euros de hoy.

Fortuna imposible de acumular de su salario

Evidentemente este inmenso capital acumulado en tan solo un año de ser proclamado Jefe del Estado (diga lo que diga el Supremo) es imposible que provenga de la nómina como militar previa a la Guerra Civil que se cifraba mensualmente en 1935 en 2.493 pesetas. Tampoco con los emolumentos que percibía oficialmente como Jefe de Estado que en 1940 eran de 50.000 pesetas anuales. Ni ahorrándolo todo hubiera sido posible tener esos saldos bancarios.

Para Viñas, Franco ingresó para su peculio particular desde el inicio de la guerra parte de las donaciones a la “Cruzada nacional”. En agosto de 1940, Franco tenía casi 35 millones de pesetas en distintas cuentas. El origen habrían sido las aportaciones de simpatizantes franquistas que apoyaron con dinero la contienda.

Uno de los casos más paradigmáticos del origen de la inmensa riqueza de Franco -de la que hoy disfruta su familia- fue el denominado como “Operación café” que hay que ponerla en relación con el hecho de que Franco ingresase en 1940 en una de sus cuentas la cantidad equivalente a 85,6 millones de euros de 2010 con un abono de 7,5 millones de pesetas de las de entonces. Coinciden fechas y cantidades con el regalo al Estado español de 600 toneladas de café entregado por el dictador brasileño Getúlio Vargas. Dicha donación al pueblo fue transferida por Franco a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes del Ministerio de Industria y Comercio para su distribución con la supervisión y coordinación de Francisco Franco Salgado-Araújo, primo y responsable de la Secretaría de Estado de Franco. La clave de la apropiación está en que el dictador vendió el “regalo” al Ministerio el cual le pagó además por adelantado 7,5 millones de pesetas, unos 85,6 millones de euros de hoy

Estraperlo y posventa

El café, tan enraizado en las costumbres y usos gastronómicos de los españoles, era uno de los productos que más escaseaban tras la guerra y era sustituido por la achicoria. Su demanda en el ilegal mercado del estraperlo era amplísima. Esta escasez del producto provocó su venta rápida y sus pingües beneficios a través de intermediarios en el que se incluyeron hasta diplomáticos.

La Comisaría de Abastecimientos y Transportes lo distribuyó a los gobiernos civiles y estos fueron los responsables de su venta en provincias a 12,48 pesetas por kilo. Viñas halló el importe total de la venta en un documento en el que se descubre que la recaudación total ascendió a 7,5 millones de pesetas, curiosamente idéntico importe que consta en la relación de cuentas de Franco a 31 de agosto de 1940. Fue la millonaria y generosa "Operación café".

 Apoderados y sociedades

Son muchas más las formas y operaciones que el propio Franco, en ocasiones con apoderados, sociedades y la propia esposa Carmen Polo, ideó y realizó para que la tesis del periodista y escritor Mariano Sánchez, desarrollada en su libro Los Franco S.A., mantenga que la fortuna de los Franco podría oscilar entre los 500 o 600 millones de euros. También otro periodista, Jesús Ynfante, reveló que el imperio de los Franco podía alcanzar los 100.000 millones de pesetas a finales de los 70.

Tras esto es lógico preguntarse: ¿Es legítimo que una familia disfrute de las propiedades que un dictador expolió? ¿Es moral que este dictador repose sus restos mortales en un panteón patrimonio de todos los españoles a los que expolió y que además deban de seguir pagándole su coste? ¿Hasta cuándo?