Rajoy desveló en el ‘Arahy’ el secreto de Soraya
Mariano Rajoy,
de natural socarrón, estaba hundido.
La tarde del 31 de mayo, por primera vez que se recuerde, el expresidente del
Gobierno incumplió su obligación de estar en su escaño del Congreso de los
Diputados. “Nunca le habíamos visto igual”, dice un testigo a MERCA2. Este es
el relato inédito de lo que pasó y el pensamiento que transmitió Rajoy aquella
tarde a sus fieles en el restaurante ‘Arahy’: todo
ha sido “culpa de Soraya”. ¿Por qué Soraya Sáenz de Santamaría?
La
moción de censura empezó casi como una broma y se convirtió en una bola de
nieve que arrasó al Gobierno del PP. Las mismas fuentes dicen que fue el miércoles, 30 de mayo, cuando Mariano Rajoy
se dio cuenta de que su equipo de confianza había perdido el pulso
político. La moción iba a triunfar.
La
mañana del 31 cumplió con su obligación de debatir, mucho más brevemente de lo
que está acostumbrado, con el entonces aspirante, hoy presidente Pedro Sánchez.
Constatación de la derrota. Luego se fue a comer con varios colaboradores de su
equipo íntimo. Hasta ahí la agenda pública de Rajoy. Se encerró en el
restaurante Arahy. No estaba Soraya
Sáenz de Santamaría. Primer dato extraño y revelador.
Sí estaba en el
Arahy la entonces ministra de Defensa, Dolores de Cospedal. Cospedal y Sáenz de
Santamaría son desde hace tiempo agua y aceite. Es casi imposible verlas
juntas, menos mezcladas. Para sus horas más bajas, más íntimas, para bajar las
barreras de gallego hermético, Mariano
Rajoy eligió a su equipo íntimo, a pocos ministros y sí a Dolores de Cospedal.
SORAYA SAÉNZ DE SANTAMARÍA, CULPABLE
En el
Arahy pronto se vio que la melancolía había atrapado el alma de Mariano Rajoy.
Para muchos era la primera vez que le veían hablar abiertamente y derribar el
muro hermético y socarrón que lo suele acompañar. Mariano
Rajoy explicitó al culpable de lo que había pasado, y éste temía un nombre:
Soraya Sáenz de Santamaría.
Después
de mantenerla con el lote de mayor poder de un vicepresidente en la historia,
singularmente con el control del CNI, a Rajoy se le cayó el velo y desveló que
consideraba a Soraya Sáenz de Santamaría responsable de los últimos tumbos que
había dado su Gobierno. Y Rajoy
remontaba la calamidad a la gestión de la crisis de Cataluña, que dejó
en manos de su vicepresidenta por completo.
La tarde
de Mariano Rajoy, su última tarde como presidente del Gobierno, se deslizó en una pendiente de copas generosas,
melancolía y conversaciones políticas. Si bien el aún líder del PP
tenía claro el análisis de cómo, tras componer una mayoría de Gobierno, haber
sacado los presupuestos adelante con dos años de horizonte en La Moncloa, había
perdido la presidencia de semejante manera. Lo peor de todo, explican testigos,
es que nadie fue capaz de ver venir la enorme bola de nieve, ni de prevenirla.
LA DISTRACCIÓN DE LA VICEPRESIDENTA
“La
culpa de todo este desastre es de Soraya”, vino a decir el ex presidente, que
dijo textualmente: “Ésta, desde hace un
año solo ha estado a lo que ha estado”. La sorpresa en la audiencia
fue generalizada.
Alguna
persona de las presentes había apodado a
Soraya Sáenz de Santamaría como “bolita de azúfre”, un mote que
desataba sonrisas y describía la aparente maldad enfrascada en un bote de las
pequeñas proporciones del cuerpo de la entonces vicepresidenta del Gobierno.
Pero nadie había ido tan lejos como el presidente. Rajoy, aunque el CNI
estuviera en manos de su segunda a bordo, tenía en su poder información y datos
que pocos presentes manejaban.
“Ha
estado a lo que ha estado”. Ésa era la gran pregunta, a
qué ha estado dedicada la vicepresidenta este año, que le ha hecho descuidar
sus tareas de control de la situación política en España. ¿A espiar a
sus rivales en el partido, a propiciar la caída de líderes molestos del PP, a
labores de espionaje más que políticas, como aseguran las leyendas que circulan
por la Villa y Corte?
UN ASUNTO ÍNTIMO
La
explicación de Rajoy dejó helada a la concurrencia, si bien generó sonrisas de
secreto compartido por alguna otra persona presente. Rajoy se desató y
describió cómo la vicepresidenta había
estado distraída desde hace al menos un año por un asunto de índole íntima.
No precisamente familiar, pero que sí podía afectar a su estructura familiar.
Un secreto compartido por pocas personas, pero sí por
algunos miembros de la escolta personal de Mariano Rajoy, conocedores
del asunto y probablemente informadores del presidente.
En
resumen, según la opinión de Mariano Rajoy, su siempre implacable y
estajanovista vicepresidenta había
estado distraída con este asunto de índole personal e íntimo, y poco centrada
en temas políticos. A esta falta de concentración, en esa tarde en el
restaurante de la calle Alcalá, cercano al parque del Retiro, lo que era
difícil entonces ver que era una metáfora de lo que estaba por venir, atribuyó
Mariano Rajoy el colosal fracaso político que supuso perder el Gobierno en una
moción de censura.
Estaba claro
para los presentes que la operación de la moción no comenzó el viernes
anterior, cuando la presentó Sánchez, sino que se
estaba gestando discretamente desde hacía meses. La ceguera para
verla, para detectar los síntomas del la heterogénea mayoría parlamentaria que
se estaba gestando, y la incapacidad política para reaccionar desde el
Gobierno, se achacaron por todos los
presentes a la falta de concentración de la mujer más poderosa del Ejecutivo.
COSPEDAL, PORTAVOZ
La
pérdida de confianza, por vez primera desde que trabajan juntos, de Rajoy en
Soraya Sáenz de Santamaría se reflejó patéticamente en la foto del banco azul
del Congreso aquella tarde. Soraya desconectada del círculo íntimo del
presidente. Su bolso descuidadamente ocupando el escaño del presidente del
Gobierno, mientras se descomponía la mayoría que les había dado respaldo en la
Investidura y los presupuestos Generales del Estado. Dolores
de Cospedal, su encarnizada rival, hablando en nombre del presidente y del
Gobierno, mientras la vicepresidenta permanecía, ajena a lo que estaba
pasando, en el Hemiciclo.
Mariano
Rajoy eligió su última tarde de presidente para bajar todas las barreras, para
sincerarse y desvelar lo que para muchos había sido un secreto o quizás una
maldad dicha en confidencias y sin confirmar. Una distracción que costó el
Gobierno, y que muchos achacan a Rajoy y su indeterminación y dejación de poder
en manos de su estajanovista vicepresidenta. Estas
fueron las horas más amargas, el hundimiento del Arahy.
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