Soy trabajadora
sexual discapacitada y hay algo que quiero que sepas
25/6/18
Cuando tenía
27 años empecé a trabajar de escort. Las pagas que recibía por mi
discapacidad no me dejaban mucho dinero para otros gastos ni para ahorrar y
estaba sola en casa sin un trabajo al que ir. Ansiaba desesperadamente sentirme
útil para la sociedad. Su alta cotización en el mercado y las pocas horas de
trabajo me permitían una flexibilidad con la que nunca contaba en trabajos
corrientes, en los que sufría ataques de pánico y fatiga crónica por el exceso
de estímulos y me despedían por bajo rendimiento.
Sufro
problemas neurológicos (ansiedad y TDAH) y dedicarme al sexo me ha dado una profesión que me hace
sentir, por fin, que soy muy buena en mi trabajo. Poco a poco, empecé a
aumentar mi clientela y a sentirme más cómoda, tanto en el aspecto financiero
como en el personal. Me alegra poder llevar algo de felicidad a las vidas de
mis clientes al tiempo que ellos traen felicidad a la mía.
Hay muchas
razones por las que una persona puede quedar con una escort. Tuve un
cliente que vino a mí porque a su novia le dolía cuando practicaban sexo y ella
le dio su aprobación para verse con una profesional. Una trabajadora sexual me
dijo que una mujer contactó con ella para que le enseñara a su marido a
aguantar más en la cama. Muchos clientes están demasiado ocupados con su
trabajo como para asentarse, pero se sienten solos, ansían relaciones íntimas y
a menudo sufren depresión. Muchos están descontentos con su vida sexual pero no
quieren divorciarse.
Pero al cabo de un año empecé a
notar una tendencia. Muchas veces, los clientes que contactaban conmigo eran
hombres blancos cisgénero mayores. Es probablemente el sector de población que
viene a la mente como clientes prototípicos: hombres casados con un trabajo en
el que tienen que viajar mucho. Aunque me gustan mucho los maduritos, recurrir
a una trabajadora del sexo no es algo exclusivo de hombres mayores blancos
faltos de contacto íntimo en su matrimonio y con el suficiente dinero para
hacer algo al respecto de forma discreta. De hecho, en torno al 50% de mis
clientes son personas de color, y muchos de ellos más o menos de mi edad. Pero
quiero ver más variedad: gente con problemas mentales, personas con
discapacidades, mujeres, personas del colectivo LGTBQIA+ (sí, asexuales, porque
el contacto íntimo no se limita al sexo).
Muchas
personas no pueden permitirse contratar a un escort si no ganan cierta
cantidad mínima de dinero. Debido a la forma en que está configurada la
sociedad, los hombres blancos cisgénero están en una situación ventajosa. Sin
embargo, al igual que yo, muchos trabajadores del sexo están en esta profesión
para hacer feliz a la gente, no solo para ganar dinero, y por eso muchas de las
personas de la profesión con las que he hablado ofrecen una escala progresiva
de descuentos o más tiempo a los colectivos marginales.
Aunque no digo que todas las
personas de mi profesión deban hacer esto, sí que merece la pena valorar las
opciones que tenemos para crear un espacio para la diversidad en nuestra
clientela, empezando por el lenguaje utilizado en los anuncios para que las
citas sean más accesibles.
Cuando los clientes llegan nerviosos
y se marchan radiantes, sé que he escogido la profesión correcta.
Como mujer
discapacitada que se ha visto empoderada gracias a esta industria, sé que hay
muchos otros trabajadores del sexo marginados —personas neuroatípicas, de
color, queer— que pueden identificarse con clientes como ellos que
buscan una mejor calidad de vida. Si conseguimos que a los trabajadores del
sexo nos vean de manera más inclusiva, también ayudaría a desestigmatizar el
trabajo sexual en la sociedad, ya que cuantas más personas se beneficien de
nuestros servicios, más personas nos verían como seres humanos en vez de como
una foto de archivo.
Está claro
que los trabajadores sexuales son libres de verse con quienes quieran; es su
cuerpo y muchos lo dejan claro en sus anuncios o en sus redes sociales al
manifestar que no trabajarán con personas de determinadas etnias o con quienes
pesen más de la cuenta. Sin embargo, no considero que eso sea menos discriminatorio
que decirle a una pareja homosexual que no vas a hacerles el pastel de boda.
Como escort,
mi trabajo es proporcionar relaciones íntimas a mis clientes: mantener una
conversación en un restaurante, conocernos en el dormitorio... No me importa
cómo sea la persona porque juzgar no es mi trabajo.
He visto
cómo un comportamiento discriminatorio lleva a los potenciales clientes a
recelar e incluso a sentirse indeseados. Algunos sienten la necesidad de
informarme de su etnia o de su peso antes de nuestro encuentro porque temen que
les dé con la puerta en las narices. Según me dijo un cliente, muchas escorts
se niegan a quedar con él por ser indio.
Como escort
he tenido la oportunidad de conocer a gente de todo tipo que no habría
llegado a conocer si no fuera escort. Por ejemplo, el veterano de guerra
con trastorno por estrés postraumático, aquel indio encantador que trataba de
superar una ruptura, el asiático tímido que echaba de menos las relaciones
íntimas y el chico discapacitado que buscaba novia. Sin embargo, aún no ha
acudido a mí ninguna mujer ni nadie que no sea cisgénero. Como escort pansexual,
me encantaría ofrecer mis servicios a más clientes del colectivo LGTBQIA+, pero
no tengo claro dónde publicitarme, ya que los hombres blancos cisgénero son
quienes controlan los comités supervisores y las plataformas de publicidad
están muy limitadas a consecuencia de la ley FOSTA-SESTA, una ley puesta en marcha para combatir el tráfico
de sexo por las redes.
Existe el
estigma de que tienes que estar mal si pagas para verte con una escort,
pero yo sé lo duro que puede ser que te falte ese contacto íntimo que
necesitas, independientemente de si estás en una relación o soltero. Cuando los
clientes llegan nerviosos y se marchan radiantes, sé que he escogido la
profesión correcta. Hace que me ponga a pensar en por qué podría pensar alguien
que recurrir a una trabajadora del sexo es de perdedores. Mis clientes son
personas corrientes que solo quieren sentirse deseados, como todo el mundo.
Aunque nadie tiene derecho a exigir
sexo, debería haber más personas conscientes de que pueden acudir a
trabajadores del sexo.
Taylor Goode
es un escort que previamente fue cliente y empezó en el negocio porque
se dio cuenta de que las mujeres heterosexuales también sentían la necesidad de
contratar a trabajadores del sexo. No recurre a las plataformas publicitarias
tradicionales y encuentra a su clientela a través del boca a boca y de Twitter.
No cobra tanto como las escorts e indica que esta es una de las pocas
industrias en las que las mujeres pueden cobrar más que los hombres. Aunque
algunos se preguntarán por qué iban a pagar las mujeres para practicar sexo con
él si pueden conseguirlo con mayor frecuencia que los hombres, Taylor me dijo
que sus clientas, en general, acumulan mucha frustración emocional o sexual y
que pierden la vergüenza que les puede infundir la sociedad porque la
experiencia merece la pena.
Las relaciones íntimas son una
necesidad, seas quien seas, y aunque nadie tiene derecho a exigir sexo, debería
haber más personas conscientes de que pueden acudir a trabajadores del sexo.
Pregunté por Twitter a otros
trabajadores del sexo cómo podríamos hacer que nuestros servicios fueran más
inclusivos. Muchos estaban de acuerdo en que el empoderamiento sexual debía
hacerse extensivo a todo el mundo, no solo a los hombres blancos cisgénero.
Además de las opciones de establecer tarifas reducidas y ofrecer más tiempo a
los colectivos marginados, muchos trabajadores del sexo me dijeron que no
publicitan explícitamente sus distintas clases de accesibilidad, pero que están
abiertos a valorarlo caso por caso.
En una de
estas conversaciones, una trabajadora sexual llamada Juniper Jane
decidió ofrecer un 25% de descuento a quienes no sean hombres blancos cisgénero
sin discapacidades y aseguró que las mujeres transexuales son sus favoritas. A
medida que se iba prolongando el debate, alguien comentó que los trabajadores
sexuales tendrían que estar cubiertos por un seguro médico, dado que las
relaciones íntimas forman parte de la salud sexual de las personas. Otra
persona dijo que ya existen servicios de asistencia sexual para personas
discapacitadas, pero que los seguros, en general, no los cubren. Quizás la
mejor respuesta a la pregunta de "¿Cómo podemos crear un espacio para la
diversidad en los clientes?" es alentar a los colectivos marginados para
que se permitan abordar su sexualidad.
A veces nos cuesta darnos permiso
para salir a buscar lo que deseamos. Sin embargo, si hubiera más gente con la
confianza de los hombres blancos cisgénero, se sentirían cómodos contratando
trabajadores del sexo, como con cualquier otro servicio. Mientras tanto, por
favor, sabed que hay muchos de nosotros que os esperamos con los brazos
abiertos y sin ánimo de juzgaros.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados
Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.
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