¿Por qué se sigue cortando la vagina a las mujeres en
el parto?
Las
episiotomías continúan siendo una práctica común en nuestro país.
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ElHuffPost
03/07/2019
Cuando Rachel comenzaba a empujar para dar a luz a su primer hijo, su
ginecóloga se dirigió a un médico en prácticas que la acompañaba para decirle
que iba a llevar a cabo una episiotomía.
“Básicamente, dijo:
’Sabemos que va a ser un bebé grande, así que no vamos a arriesgarnos a que se
quede atascado”, recuerda Rachel, que prefiere usar seudónimo por motivos de
privacidad. “Fue como: ’Espera, ¿qué?”.
La doctora le hizo un
corte en la pared vaginal, mientras Rachel chillaba entre la confusión y el
dolor. Sintió de todo. En ese momento, el efecto de la epidural que le habían
puesto horas antes ya había desaparecido.
Después de que Rachel
diera a luz a una niña, su ginecóloga le dio unos puntos de sutura. Rachel no
notaba mucho el dolor, llegados a ese punto, distraída por el bebé de 4,2 kilos
que intentaba agarrársele al pecho.
Pero los siguientes días
y semanas sí lo sintió. De hecho, no dejó de sentirlo. Orinar le quemaba tanto
que Rachel lloraba cada vez que iba al baño y tenía que echarse espray para el
dolor en la vagina. Sentarse resultaba atroz. Después de cinco meses, las cosas
volvieron relativamente a la normalidad. Pero estuvo un año entero sintiendo
dolor cada vez que mantenía relaciones sexuales con su marido.
“Fue horrible”, confiesa a la edición estadounidense del HuffPost.
Los médicos creían que
cortar a las mujeres las libraba de sufrir desgarros más serios en el futuro, y
que además las ayudaba con el parto. Pero nada de esto era cierto
Durante décadas, los
ginecólogos han practicado episiotomías de forma rutinaria en cada parto,
cortando el tejido entre la apertura vaginal y el ano para dar más espacio a
los bebés al salir. Los médicos creían que cortar a las mujeres las libraba de
sufrir desgarros más serios en el futuro, y que además las ayudaba con el
parto. Al ejercer ese tipo de control sobre los desgarros, también creían que
daban al suelo pélvico de la mujer más facilidades para lograr una completa
recuperación.
Pero nada de esto era
cierto en realidad. Aunque la episiotomía puede tener sentido en casos en los
que el hombro del bebé está encajado detrás del hueso pélvico de la madre, por
ejemplo, o cuando hay que utilizar ventosa o fórceps, los médicos al final se
dieron cuenta de que no había pruebas que demostraran que ayudara al parto en
general. El cuerpo de la mujer ya está de por sí lo suficientemente adaptado
para dar a luz y, la mayoría de las veces, no es necesario cortar la pared
vaginal para facilitar el proceso.
Por tanto, hace 15 años, el American College
of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) actualizó sus directrices,
señalando por primera vez que no se recomendaba practicar episiotomías.
Desde entonces, los datos disponibles más fiables sugieren que el
porcentaje de episiotomías ha descendido mucho en Estados Unidos. En 2000,
el 33% de los partos vaginales incluía episiotomía. En 2012,
la cifra era más cercana al 12%. Pero hay diferencias significativas entre
las personas a las que se les practica. Por ejemplo, un estudio de 2015
descubrió que las mujeres blancas eran más propensas a ser
sometidas a episiotomías que las negras.
En
España, en cambio, las cifras son mucho más altas. Según una encuesta realizada por la Sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de
Ginecología y Obstetricia (SEGO), en 2006 la tasa de
episiotomía en el parto normal fue del 54,08% y en los partos instrumentales
(con fórceps, ventosa, etcétera), del 92,62%.
La imagen que sugieren los datos es que la episiotomía es mucho menos
habitual que hace décadas, pero sigue ocurriendo. ¿Demasiado a menudo? ¿Sólo
cuando es necesario? Con tan pocos datos y sin saber cuál sería el porcentaje ideal,
es difícil responder a estas preguntas. Muchas veces, la experiencia de una
mujer está totalmente conformada por el profesional que la ha tratado y el
centro donde da a luz.
Las mujeres deberían
pedir información a sus médicos sobre la tasa habitual de episiotomías, del
mismo modo que se pregunta el porcentaje de cesáreas
Historias como la de
Rachel sugieren, sin embargo, que hay ginecólogos que siguen practicando
episiotomías de forma rutinaria.
“Como paciente, quieres
tener conversaciones honestas con tus médicos”, señala Barbara Levy,
vicepresidenta de políticas sanitarias de ACOG. “¿En qué circunstancias se
puede practicar una episiotomía? ¿Tendré la posibilidad de tomar esa decisión
con los médicos? ¿En qué circunstancias se consideraría una situación de
urgencia en la que se llevaría a cabo sin mi consentimiento?”. Las mujeres
deberían pedir información a sus médicos sobre la tasa habitual de
episiotomías, del mismo modo que se pregunta el porcentaje de cesáreas,
recomienda la experta.
Porque esto no es
cuestión de que la episiotomía sea mala y que dejar que la mujer se desgarre de
forma natural sea bueno.
En algunos casos, una
episiotomía con parto con fórceps puede evitar una cesárea, y puede ser una
decisión que la mujer y el médico tomen juntos en ese momento, en función de
las circunstancias particulares y de los deseos de la paciente, apunta Levy.
Otras veces, como cuanto el hombro del bebé está atascado, el médico puede
tomar la decisión de practicar una episiotomía al instante y sin pedir opinión.
En ese caso, no sería un “tema de debate”, sino una urgencia.
Por tanto, “estas cosas
deberían hablarse con antelación, y por eso es importante que la mujer tenga
una buena relación con sus doctores”, recalca Levy.
Porque, como descubrió Rachel, la recuperación puede ser dura. Las heridas
necesitan tiempo para curarse y, como todos los cortes, hay riesgo de
infección. Las investigaciones también demuestran que la episiotomía
puede incrementar el riesgo de incontinencia anal de una mujer.
“Esa es la mayor
preocupación”, confirma la ginecóloga Amy Rosenman, experta en medicina
pélvica. “Las mujeres pueden desarrollar problemas de esfínter y empezar a
tener pérdidas de heces. Por desgracia, no hay ninguna solución buena para
esto. Es algo que dura para toda la vida”.
Rosenman hace hincapié en
que lo más común es que el cuerpo de la mujer se recupere lentamente en un
período de varias semanas o meses. Pero incluso en el mejor de los casos, se
añade una capa más de dolor y complicación al posparto, que ya de por sí es
bastante intenso.
En una revisión con su
ginecobstetra, Rachel sacó a relucir su episiotomía y lo dolorosa que le estaba
resultando la recuperación.
“Básicamente, me dijo:
’Vivirás y se curará”, cuenta Rachel. “Y tenía razón. He sobrevivido y se ha
curado. Pero fue traumático”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’
EEUU y ha sido traducido y adaptado del inglés por Marina Velasco Serrano
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