Crónica negra
El terrorífico libro sobre el crimen de las niñas de Alcàsser que no te
dejará dormir
'Desde las tinieblas’ desveló la vida secreta de
Anglés y desmontó las conspiraciones. Ahora resucita al calor de la serie de
Netflix. Un clásico maldito del periodismo español
ElConfidencial
1/7/19
España, Valencia, Catarroja, años
ochenta. Un niño pasea en bici por su pueblo, se cruza con el adolescente
chungo del barrio y cambia de dirección para evitarle. El malote le sigue y le
reprende por esquivarle. El niño era el periodista Joan Manuel
Oleaque. El chungo del barrio: el Asuquiqui (mote barrial de... Antonio Anglés).
Quedan unos cuantos años para el asesinato de las niñas de
Alcàsser (1992/1993), pero ese día —sin que Oleaque fuera
consciente— empezó a gestarse en su cabeza uno de los ensayos más
desasosegantes escritos los últimos años en España.
Joan Manuel Oleaque cubrió los
crímenes de Alcàsser como periodista, y en 2002 publicó un libro sobre el caso
—'Desde las tinieblas. Un descenso al caso Alcàsser'—que lleva años
descatalogado, se vende a 300 euros de segunda mano y está viviendo un 'revival
underground' al calor de la serie de Netflix sobre Alcàsser... y de la resurrección de
las teorías de la conspiración sobre el crimen (sí, la serie
critica la conspiración, pero da la suficiente cuerda a los conspiratorios como
para que una nueva generación se haya enterado de las ramificaciones paranoicas
sobre Alcàsser, cuyos presuntos agujeros parecen hechos para la era digital).
Oleaque pensaba entonces que su libro
podría ser el tiro de gracia a las teorías de la conspiración. Se equivocó, sí,
pero no por presunción: nadie que lea ‘Desde las tinieblas’ puede seguir
pensando en serio cosas como que Anglés y Ricart no fueron los asesinos de las
niñas de Alcàsser sino los cabezas de turco de un red de altos cargos degenerados; o que una mano
negra del Estado maniobró para que no se conociera la verdad sobre el caso.
En realidad, el mayor impacto
(emocional) del libro no es que uno no vuelva a tomarse en serio los ‘enigmas’
de Alcàsser, sino que los días siguientes a la lectura no puedes dormir tranquilo:
‘Desde las tinieblas’ es un relato de terror que deja mal cuerpo para una
temporada. Pero no un terror de laboratorio a lo ‘American Psycho’ sino algo
mucho más real: horror cotidiano en el inframundo barrial de la España del 92.
El libro es tan salvaje que su meticulosa descripción de lo ocurrido durante el
secuestro de las niñas de Alcàsser no es el momento más crudo del texto.
Porque el meollo aquí —ignorado por los conspiratorios que piensan que Anglés
fue un chivo expiatorio del Estado— es la vida de Anglés previa al triple
asesinato de Alcàsser.
Oleaque se sumergió en el lodazal de
su pueblo para construir una descarnada biografía de Anglés basada en los testimonios de
familiares, amigos y compinches. Del macarrilla de barrio al delincuente
juvenil, de la venta de drogas al asalto de bancos, y de ahí a la violencia
extrema, todo ello en un contexto de marginación que uno asocia más a la España
de la posguerra que a la de los noventa.
“El Asuquiqui había ido
oscureciendo su temperamento hasta convertirse en un tipo extremadamente
iracundo. Estallaba a la mínima y utilizaba una violencia salvaje para resolver
cualquier situación. Trataba todo el día con toxicómanos que despreciaba y
pensaba que lo envidiaban. Y el Chino [socio de Anglés en el tráfico de drogas]
consumía una cantidad de cocaína tan exorbitante que Antonio tenía que estar pendiente de todo, como un halcón que todo
el mundo quería cazar. Estimaba que para hacerse respetar, la
mano dura era la solución. ‘Se hacía mayor y se le cruzaban más los cables”,
cuenta el libro.
Un cuesta abajo y sin frenos —de la
marginación a la ultraviolencia: violencia contra la competencia, contra sus
clientes yonquis, contra sus parejas, contra su madre— que acabó reventando en
el delito que le llevó a la cárcel antes de Alcàsser: un espeluznante caso de
secuestro y violencia extrema contra una exnovia a la que encadenó varios días en su casa familiar,
convertida en túnel del terror de la España noventera, con varios testigos de
la fechoría, entre ellos, Ricart. Anglés había entrado en un estado de
monstruosidad e impunidad mental que iba a ir a más...
Conclusión de Oleaque:
"Ni Juan Ignacio Blanco ni Fernando García [ideólogos de la conspiración]
ni los periodistas ni el público sabían la verdadera crueldad de la tortura a la cual Antonio
sometió a su examante Nuria. Una tortura que, en muchos puntos,
anticipaba la posterior explosión del crimen de Alcàsser: el triple asesinato
parecía, de hecho, una progresión con final —con muerte— de la explosión que
Antonio había iniciado con Nuria. Ni Blanco ni Fernando ni los periodistas ni
el público sabían tampoco lo que Neusa [madre de Anglés] cuenta: que Ricart,
con Antonio, estuvo a punto de tirar a Nuria a un pozo. Y no sabían que Ricart
podía haber hablado del crimen de Alcàsser a algunos colegas en términos
parecidos a como lo haría en sus primeras declaraciones autoinculpatorias [de
las que se desdijo antes del juicio alegando haber sido torturado durante el
interrogatorio]".
Anglés sería condenado a
prisión por estos hechos, pero desapareció durante un permiso y nadie se tomó la molestia de
buscarle en serio (esto sí que es una negligencia estatal y no
los disparates sobre 'snuff movies' que no existen). Durante su fuga, cometió
el triple asesinato de Alcàsser.
El circo
Sí, es difícil trabajar con
este tipo de material sin caer en un sensacionalismo atroz, pero Oleaque sale
airoso por varios motivos: escritura tensa, obsesiva y sin contemplaciones. Ritmo torrencial.
Conocimiento del terreno (y de la época). Fuentes. Idea clara de lo que quiere
contar (y desmentir). Reporterismo, antropología y punk. Uno de los libros
olvidados más importantes del periodismo español.
En esa época, según Oleaque,
llegó a circular el rumor de que una televisión iba a publicar una foto de Antonio Anglés con
Felipe González. O la supuesta imagen que cerraría el gran círculo de la
conspiración: todos los poderes del Estado al servicio del
engaño. Pero lo único que demostraba esa foto inexistente era el grado de
delirio alcanzado por la teoría de la conspiración, analizado en la segunda
parte del libro.
"Por primera vez desde la
transición democrática, un suceso ha reflejado los miedos, las pasiones oscuras
y los errores de una sociedad"
El debate abierto en torno al
sensacionalismo mediático de Alcàsser fue “esteril” y se cerró en falso, según
Oleaque, al reducirse a la clásica rasgada hipócrita de vestiduras y a la
búsqueda de chivos expiatorios. “Considerando a
Nieves Herrero culpable de todo, y evitando repetir su tipo de
excesos, los medios se consideraron exculpados para continuar mostrando el dolo
de manera obscena, comercial… Progresivamente, un montón de programas
informativos que tenían los sucesos como eje central fueron apareciendo en las
televisiones públicas y privadas. El suceso se impuso a los telediarios, a las revistas, a muchos
diarios, incluso a los mejores diarios. Los medios pensaban que
el suceso interesaba solo a unos cuantos morbosos. Alcàsser les hizo ver que
podía interesar a muchísimos morbosos. El suceso, mayoritariamente tratado, como una lluvia de sangre y
mierda sobre el público. A partir de entonces, el suceso
abriría telediarios y figuraría con honor en las primeras páginas sin ningún
tipo de titubeos”.
"Las teorías sobre la
supuesta actuación en el crimen de una red de degenerados muy poderosos
sobreviven en el inconsciente colectivo e internet"
Más madera: “Las fantásticas
teorías sobre la supuesta actuación en el crimen de una red de degenerados muy
poderosos sobreviven en el inconsciente colectivo e inundan internet. Mucho del periodismo de hoy,
sobre todo el de televisión, es hijo bastardo de Alcàsser, de
un iridiscencia negra y ruidosa. Cualquier noticia relacionada con Anglés
continúa ocupando titulares. Por primera vez desde la transición democrática,
un suceso ha reflejado los miedos, las pasiones oscuras y los errores de una
sociedad”
Lo escribió Oleaque… en 2002.
Y su traca final:
"Representantes del estamento judicial —¡y de la prensa!— han hecho duras
referencias al caso, pero siempre referencias epidérmicas que no entraban a
fondo en sus entrañas, como si diera miedo y vergüenza tan solo recordarlo.
Pasar página, hacer como si no pudiera volver a pasar, y perseguir a Fernando y
a Blanco, los más culpables: esta ha sido casi la única reacción. Así, la
Justicia, las fuerzas de seguridad y la prensa se han podido sentir paladines del bien
que andan sin mirar atrás, sin reconocer el propio fracaso en un caso en que,
en un tramo u otro del camino, todos fracasaron, y todos contribuyeron a que
pudiera darse el delirio" de la conspiración.
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