Todos creemos que los cocodrilos son máquinas de matar sin sentimientos. Depredadores fríos e instintivos, incapaces de gratitud o afecto.
¿Pero qué harías si te dijera que un cocodrilo de 5 metros eligió ser el mejor amigo de un humano durante 20 años?
La historia es real. En Costa Rica, un pescador llamado Chito encontró a Pocho, un cocodrilo gigante herido en el río. En lugar de huir o llamar a las autoridades, Chito hizo algo increíble: se lo llevó a casa.
Durante meses lo cuidó, le curó las heridas, lo alimentó. Cuando Pocho se recuperó completamente, algo extraordinario pasó.
No regresó a la selva.
Se quedó. Durante dos décadas completas, Pocho vivió junto a Chito. Nadaban juntos, jugaban, y el cocodrilo hasta hacía trucos. Con otras personas seguía siendo feroz, pero con Chito era completamente dócil.
La ciencia no puede explicar completamente esta amistad. Pocho murió en 2011, pero su historia nos enseña que tal vez no conocemos tanto sobre los animales como creemos.
A veces, la lealtad y la gratitud trascienden especies.
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