Los diez verdugos de Lorca
Lorca vivió sus últimos momentos entre el conocido
Cortijo de la Colonia y la carretera de Víznar a Alfacar donde hay fusiladas
más de 2.000 víctimas de la represión. Una decena de militares participó en su
ejecución. No moriría solo. Aquella noche lo acompañaban los anarquistas
Francisco Galadi y Joaquín Arcollas y el maestro Dióscoro Galindo.
Público
18-8-16
MARÍA
SERRANO
MADRID.—
Madrugada del 16 al 17 de agosto. García Lorca va a ser trasladado hasta la zona del barranco de
Víznar, sembrado de fosas comunes. Primera parada, Cortijo de las Colonias. Horas
más tarde estaría frente al pelotón de fusilamiento. El investigador Miguel
Caballero, autor de “Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca” relata
que, en aquellas terribles circunstancias, “el poeta estaba rodeado de una
serie de personajes que hacían difícil que pudiera escapar de su destino” y es
que para entender la crueldad de aquellos momentos no hay que olvidar el papel
impune de aquellos militares.
“Eran la mayoría africanistas y estaban acostumbrados a los métodos
represivos que practicaron en la guerra de Marruecos. Los utilizaron en la
represión de Granada, con una crueldad inusitada desde el principio”. Solo la
matanza indiscriminada en la conocida carretera de la muerte dejó entre los
municipios de Víznar y Alfacar más de 2.000 asesinados del régimen de Franco.
Los que lo trasladan a Víznar: Martínez Fajardo y
González Villegas
Rafael
Martínez Fajardo estaba destinado en 1936 a la 30ª Compañía de Asalto de
Granada. Caballero afirma que “la noche del 16 de agosto, Fajardo se presentó
en el cuartel de Víznar al mando de la escolta, con varios detenidos para ser
ejecutados”. Entre ellos, el famoso anarquista Galadi que sería fusilado
junto a Federico.
Los documentos hallados al respecto señalan que “el policía Julio Romero
Funes da la orden al teniente de la Guardia de Asalto, Rafael Martínez Fajardo
para que recoja en la comisaría de Vigilancia al “Galadi”, al “Cabezas” y al
“Terrible”, pase por el Gobierno Civil y se lleve a Federico García Lorca, lo
suba a Víznar, recoja a los que hay en la Colonia (un cortijo habilitado como
prisión) para fusilar y los fusile”.
González
Villegas acompañó a Fajardo en el histórico traslado de la que serían las
últimas horas de Lorca. Había pertenecido a las “escuadras negras” en
Granada, señaladas por Caballero como “grupos de incontrolados que cometían
toda clase de tropelías a bordo de un coche al que habían colgado una bandera
negra con una calavera”. Estos grupos de falangistas sembraron de terror las
calles de la ciudad.
La llegada a Víznar: José María Nestares y Martínez
Bueso
Nestares era
el jefe del frente de Víznar en aquellos días. Su función, desde el 4 de agosto
del 36, estaba centrada en “operaciones de contemplación del enemigo que
intentaba avanzar por el sector camino de Granada”, lo que le llevó a graves
enfrentamientos con el ejército republicano
Su implicación en el asesinato de Lorca tuvo un alto precio en su carrera, al
no permitirle llegar al rango de general, entre otras causas, “por su cercanía
con Queipo de Llano”, que nunca entabló buenas relaciones con el dictador.
“Lorca llegó
a la Colonia sobre las diez y media y permaneció solo en una de las
habitaciones hasta la madrugada, cuando se lo llevaron para ser ejecutado”,
Nestares
narraría con detalle la llegada de Lorca hasta Víznar al investigador Molina
Fajardo. “Sobre las once y media o doce de la noche llegó el coche con el
poeta. Al mando del grupo que lo llevaba iba el teniente Martínez Fajardo”.
Al ser una zona de guerra, Nestares “tuvo que autorizar el paso para el sector
de Víznar, una zona de guerra y por tanto con toque de queda”.
Nadie olvidó su implicación en aquel episodio. Ni el propio Franco que lo
citó en varias ocasiones para hablar de lo ocurrido. Caballero afirma que
también habló en vida del lugar de ejecución y enterramiento del poeta. Sitúa
la fosa “en los antiguos campos de instrucción, una vez pasado el puentecillo
que hay antes de llegar a Fuente Grande, a mano derecha de la carretera”.
Martínez
Bueso era “hombre de máxima confianza de Nestares”. Caballero destaca que “el
papel ejecutor de Bueso es indiscutible”. El propio testimonio de Nestares
entre 1969 y 1970 destacaría que “se encargó de guiar esa noche a los guardias
de asalto que llevaban al poeta García Lorca hasta la Colonia y posteriormente
al lugar de enterramiento”. Su relato continúa: “A mí me molestaba atrozmente
esto. Lo consideraba una canallada. Y al entregarme el duplicado de la
orden, lo rasgué. Llamé a Manolo Martínez Bueso para que guiara, vigilara y
presenciara la ejecución”.
Sus
descendientes relataron la culpabilidad que sintió Martínez Bueso en
vida por su presencia en el asesinato del poeta. Caballero cuenta que se negó
incluso a “recibir la pensión de las condecoraciones por no estar de acuerdo
con lo que allí vivió”.
Los vigilantes en el Cortijo de la Colonia:
Cuesta Hernández y González Aurioles
El cortijo
de la Colonia había sido, durante la Segunda República, lugar de recreo y vacaciones
para los niños de la comarca. Desde el inicio del golpe se había
establecido como prisión habilitada y zona de refugio de las escuadras de
fusilamiento.
Pedro Cuesta
fue uno de los vigilantes aquella fatídica noche. Se presentó voluntario a
Falange tras el alzamiento militar. “Lorca llegó a la Colonia sobre las diez y
media o las once y permaneció solo en una de las habitaciones hasta la llegada
de la madrugada, cuando se lo llevaron para ser ejecutado”, señala su
testimonio, realizado por Molina Fajardo en los 70.
Eduardo
González Aurioles conocía a Lorca de muchos atrás. Incluso la madre del poeta,
Vicenta Lorca, intentó aquella noche ponerse en contacto con la madre de
Eduardo para saber si podía hacer algo el, aunque ya fuera casi imposible. El
testimonio de Pedro Cuesta Hernández recuerda que “Eduardo lloró aquella noche.
Pasó una noche malísima, porque me contó que a él lo había salvado García
Lorca de que se ahogaran (de pequeños) en una ocasión y lloró pero con
mucha pena”.
Ante el
pelotón de ejecución: Ajenjo Moreno, Benavides Benavides, Baro Leyva, Jiménez
Cascales, Correa Carrasco, Hernández Martín, Ayllón Fernández, Rodríguez García
y Hernández Jiménez.
Mariano
Ajenjo fue el jefe del pelotón de fusilamiento de García Lorca. Caballero relata que está registrado
documentalmente que “el 16 de agosto, fecha de ejecución del poeta, era Ajenjo
el jefe de los verdugos”.
Antonio
Benavides Benavides.
Antonio
Benavides ha pasado a
la historia del asesinato de Lorca por jactarse de haberle pegado dos tiros en
la cabeza, cuando se encontraba frente al pelotón. Caballero apunta que este
militar presumiría “públicamente de haberle dado un tiro al “cabezón” que
fue como apodaron a García Lorca”. En su carrera militar no faltaron
escándalos y algunos expedientes de sanción a este “terrible agente del orden”,
que tildaron de “mala conducta moral, embriagado con frecuencia siendo elemento
juerguista, de vida alegre y jugador”.
El
“Salvaorillo”, mote por el que era conocido Salvador Baro Leyva, se sumó
a la sublevación estando al mando del capitán Nestares en el frente de Víznar y
Alfacar. Caballero destaca que “Baro no fue ascendido en el escalafón como los
restantes miembros de la escuadra” junto a los que participó en el sonado
asesinato.
Jiménez Cascales fue fichado para el piquete por “su condición de
certero tirador”. Las declaraciones sacadas de la investigación de Fajardo
recuerdan de este militar que “iba a perder la cabeza y se ponía nervioso por
el molino de Don Valentín (zona en la que se encontraban los ejecutores y los
presos enterradores)”, mientras gritada “¡esto no es para mí!”. Tras formar
parque de aquella escuadra, ascendió a cabo, de la mano de Queipo de Llano.
Fernando
Correa suma el
quinto miembro de la escuadra, siendo uno de los “militares que vivían en la
Colonia”. Los expedientes encontrados relatan que “fue un militar destacado en
Víznar alternando su actividad en el frente y en el pelotón de ejecución”.
Antonio
Hernández Martín formó parte
de la escuadra pero pocos datos han llegado de él hasta nuestros días.
Caballero afirma que “son numerosos los testimonios de su paso por la escuadra,
entre ellos, el del propio Nestares y Pedro Hernández Cuesta”
.
Antonio Ayllón Fernández es exculpado de su participación por Caballero
en el pelotón de Lorca, ya que tal y como consta su expediente llegó al “frente
de Víznar el día 26 de agosto” no estando allí el día de la ejecución del
poeta.
Salvio Rodríguez García es el penúltimo componente en la investigación
de Caballero. Miembro de las “escuadras negras” participó “ocasionalmente en
las ejecuciones en los primeros días de sublevación”. En su cometido se
encontraba el de llevar detenidos a la zona de Víznar y Alfacar para
fusilarlos
Antonio Hernández Jiménez ha sido incorporado recientemente a la lista
de ejecutores, ya que por la ley de protección de datos no se podía incluir su
biografía, pasados 25 años de su muerte. Caballero apunta su cercanía como
“hombre de confianza de Nestares”, ascendiéndolo a cabo tras su
participación en el pelotón de Lorca