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Familiares de la fosa de Paterna suman 560 denuncias a la querella
argentina
Acción Ciudadana contra la Impunidad recuerda que los
crímenes del franquismo "no prescriben"
r. c. v. | valència 11.12.2018 Levante
Unas 560 denuncias de familiares de personas fusiladas en
Paterna durante el franquismo, y cuyos restos están en fosas comunes
del cementerio, han decidido sumarse
a la querella argentina contra la dictadura y así «buscar» en «la
justicia internacional» la «tutela» y el «amparo» que se «niega» en la española
«reiteradamente».
Así
lo indicaban ayer representantes de estas familias aprovechando la celebración
del 70 aniversario de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los fallecidos para
los que piden «justicia» son víctimas de «delitos de lesa humanidad que no
prescriben», recordaba Aradia
Ruiz ayer, abogada contra la impunidad del franquismo y representante
legal de Fosas Paterna en estas denuncias.
«Después de 80 años continuamos pidiendo
justicia», indicaba
Ángel González. Tras ello, ha hecho mención a los «2.238 fusilamientos» registrados en Paterna «en los
primeros tres años de la posguerra» y el inicio del franquismo, como
hace también referencia la pancarta que se ha mostrado en la rueda de prensa
bajo el lema '2.238 víctimas de la represión franquista. Asociación de
Familiares de Fusilados. Contra el olvido, el silencio y la impunidad. Fosas
comunes de Paterna por la dignidad', impulsada por Acción Ciudadana Contra la Impunidad del Franquismo en el
País Valenciano-Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina contra
crímenes del franquismo (Ceaqua).
La llamada Querella Argentina la instruye la jueza María Servini de Cubría
para juzgar a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Familiares y
miembros de Ceaqua viajarán este miércoles a Madrid para tramitar en la
Embajada de Argentina su iniciativa y «formalizar la incorporación a esta
querella».
Ese
mismo día acudirán por la tarde al Congreso de los Diputados para exponer sus
reivindicaciones y reclamar «amparo» para quienes fueron fusilados y
represaliados por el régimen franquista y continúan en fosas comunes, ha
avanzado Ángel González, miembro de Ceaqua, que ha precisado que se mantendrá
un encuentro con «diputados de la Comunitat Valenciana y de los grupos de
trabajo de la memoria histórica».
Los
representantes de Ceaqua han criticado que tras comunicar a los juzgados de
Paterna el hallazgo de restos en fosas comunes de su cementerio «con balas,
señales de proyectiles y signos de violencia», «se proceda al archivo» de estas
denuncias diciendo que «hace más de 20 años» de los fallecimientos y que «la
Ley de Amnistía de 1977 otorga perdón».
Angel González subrayaba que los veinte años deben contar «desde la aparición de los
restos» y no desde la muerte y ha afirmado que «ninguna ley de
amnistía puede ser considerada de punto y final ante crímenes de lesa
humanidad», al tiempo que ha censurado que se «silencie la verdad» y que la
justicia «ignore» lo sucedido en Paterna.
Llum
Quiñonero, impulsora y representante de Acción Ciudadana explicaba que se
«busca amparo en la justicia argentina», en «un tribunal que abre las puertas a
españoles que buscan justicia», porque «la española se demora en afrontarlo».
Un estudio refuerza la teoría sobre el origen del
Alzhéimer: una infección en la boca
El
descubrimiento del patógeno que provoca la periodontitis crónica en el cerebro
de pacientes fallecidos de Alzheimer puede revolucionar los estudios sobre esta
enfermedad
2401/2019
A lo largo de los
últimos años, diversos científicos han apuntado a una hipótesis poco conocida
sobre el origen del Alzheimer: según su teoría no sería sólo una enfermedad,
sino una infección. Ahora, un nuevo estudio publicado en Science Advances refuerza esa teoría y
lo hace vinculando esa enfermedad degenerativa con un origen inesperado: una
enfermedad en las encías.
Jan
Potempa, microbiólogo de la Universidad de Louisville, ha descubierto
‘Porphyromonas gingivalis’ en el cerebro de pacientes fallecidos de Alzheimer.
Se trata del patógeno que provoca la periodontitis crónica,
conocida como enfermedad de las encías, y no es la primera vez que ambas
enfermedades se asocian, ya que un estudio de 2010
ya valoró esa posibilidad.
Se han llevado a cabo
experimentos con ratones, en los que se provocaban infecciones orales con el
patógeno, que condujeron a que las bacterias llegaran al cerebro y que éste produjera
el péptido beta amiloide (Aβ), la proteína asociada con el Alzheimer.
Los científicos creen que aún no han descubierto el origen de esta enfermedad
degenerativa, pero están convencidos de que esta línea de investigación es
importante.
Stephen
Dominy, que coordina la investigacióna través de la
farmacéutica Cortexyme, asegura a Science Alert que "los agentes
infecciosos han estado implicados en el desarrollo y la progresión del
Alzheimer antes, pero la evidencia de la causalidad no había sido convincente.
Ahora, por primera vez, tenemos pruebas sólidas que conectan el patógeno
intracelular P. gingivalis y la enfermedad de Alzheimer".
La
importancia de la boca
Los
investigares no se quedaron ahí e identificaron enzimas tóxicas llamadas gingipainas
en el cerebro de pacientes con Alzheimer. Pero, además, también encontraron
esas gingipainas en cerebros de personas fallecidas que no fueron diagnosticadas
con Alzheimer.
Hasta
ahora, el patógeno Porphyromonas gingivalis y el Alzheimer se habían
relacionado pero no se sabía si la enfermedad de las encías provoca Alzheimer o
si es la demencia la que conduce a un cuidado bucal deficiente. Ahora, el hecho
de encontrar gingipainas en personas que nunca fueron diagnosticadas de
Alzheimer podría sugerir que podrían haber desarrollado la enfermedad si hubieran vivido más
tiempo.
Los autores de la
investigación aseguran en su estudio que "nuestra identificación de
antígenos de gingipaina en los cerebros de personas con enfermedad de Alzheimer
y también con patología de esta enfermedad pero sin haber sido diagnosticados
de demencia, sostiene que la infección cerebral con Porphyromonas gingivalis no es el resultado de una atención dental
deficiente
después del inicio de la demencia o una consecuencia de la enfermedad, sino un evento temprano que puede explicar la
patología encontrada
en personas de mediana edad antes del deterioro cognitivo".
Anette Cabelli, presa número 4065 del campo de exterminio de Auschwitz
tatuado en el antebrazo, griega de la Salónica de preguerra, francesa del París
de la Guerra Fría y española por genética, habla del horror en la vieja lengua
de los sefardíes, el ladino, separada del castellano actual por 500 años de
evolución casi detenida, encapsulada en el tiempo, pura arqueología idiomática.
No espera a que el periodista haga las preguntas. Ella cuenta lo que tiene que
contar: "Te puedo decir lo que pasó, pero no explicarlo. Aún no me lo
creo, pero todo fue real". Cabelli tiene hoy 93 años y es una de las pocas
supervivientes del Holocausto que quedan con vida
y que, además, sigue testimoniando lo ocurrido. "Quedamos vivos muy pocos.
No sé el tiempo que me queda. Es importante que sigamos haciendo esto",
dice Cabelli.
Hédi Fried nació en
Sighet en 1924, en la frontera entre Rumanía y Ucrania. También es
superviviente de Auschwitz y de Bergen-Belsen, el campo al que fue a parar
después. Lleva el número A-7603 tatuado en el brazo. Calló
durante 40 años hasta que decidió contar su experiencia para que ningún otro
tuviera que repetirla, pero reconoce estar muy enfadada por el surgimiento de
ideologías venenosas que creía olvidadas. "Nuestro testimonio es
importante, pero parece que la gente no quiera escucharnos",
comenta.
Fried vive hoy en Suecia, donde cada vez ve más
pruebas del crecimiento del antisemitismo que emerge de nuevo, misma semilla
que cristalizó en el Holocausto y el asesinato de seis millones de judíos,
gitanos o eslavos en Europa. Presenta en España su libro Preguntas que me han
hecho sobre el Holocausto (Plataforma Editorial), donde refleja años de
conferencias en la Universidad intentando explicar su experiencia. "No hay
preguntas estúpidas ni prohibidas, pero es necesario hablar para no olvidar,
dar testimonio y contar todo con el objetivo de ayudar a los jóvenes a aprender
de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y evitar un genocidio en el futuro", afirma.
Una pregunta para ambas: ¿qué le dirían a aquellos que
aseguran que el Holocausto nunca sucedió?
Cabelli: "En Grecia había 65.000 judíos. Cuando
acabó la Segunda Guerra Mundial quedábamos 100 supervivientes. Todo lo que sucedió en
Auschwitz no me lo ha contado nadie. Yo lo vi".
Fried: "Auschwitz es un
horror difícil de creer incluso para mí. Es como si lo hubiera vivido a través
de otra persona".
Cabelli, de paso por Madrid gracias a Casa Sefarad, es
un torrente de recuerdos cristalinos de resistencia, matanzas y anécdotas:
"Cuando los rusos liberaron Auschwitz ya nos habían sacado de allí a los
que podíamos caminar. Nos llevaron, en las marchas de la muerte, hacia el
interior de Alemania. Por el camino íbamos descalzos, semidesnudos, con un frío
terrible, sin comer ni beber nada durante días. Los que caían
al suelo eran rematados por los soldados de las SS con sus armas".
Experimentos
con mujeres
Por momentos, mueve las manos como si pudiera tocar a
los protagonistas de sus recuerdos: "Recuerdo perfectamente hoy ver a mi
compañero de la enfermería de Auschwitz, donde me pusieron a trabajar, con la
cabeza agujereada por las balas", cuenta, emocionada, una mujer que conoció allí al doctor Mengele,
el ángel de la muerte. "Después llegamos a Ravensbrück
física y mentalmente destruidos. Nos pusieron a trabajar haciendo cerillas y,
días después, los guardias de las SS tiraron los uniformes y huyeron. De repente,
no sabíamos qué hacer. Tras años recibiendo órdenes y palizas, no sabes cómo
gestionar tu libertad. Éramos un grupo de siete judías griegas que hablábamos
ladino y cuatro judías húngaras con las que los nazis habían hecho
experimentos. Estaban muy debilitadas, más aún que
nosotras".
Fried cuenta que la experiencia de Auschwitz ha
marcado cada acción de su vida: "No puedo acumular comida en casa porque
en el campo de concentración era peligroso guardar alguna ración de alimento.
Si te encontraban un pedazo de pan escondido durante una inspección, te
castigaban con una paliza o la muerte. Como resultado, hoy sólo compro lo que necesito para el mismo
día".
Ambas han pasado varias
veces por Auschwitz a lo largo de su vida. A veces junto a su familia, a veces
como parte de algún homenaje: "Yo cada vez que he ido lo he visto como lo
que es, un gigantesco cementerio", comenta Cabelli. "El campo era muy
grande. Nosotros estábamos en el campo A, que tenía cinco bloques. Para llegar
a él tuvimos que atravesar esa puerta que dice Arbeit macht frei (El trabajo os liberará). Todavía
hoy me pregunto qué querían decir con esa frase ahí", afirma Fried, que
también vivió las marchas de la muerte, en su caso hacia Bergen-Belsen, donde fue liberada por los
soldados soviéticos.
"A mi madre la gasearon el primer día, nada más
llegar en tren", recuerda Cabelli. "A mí me pusieron a trabajar en
una barraca que era utilizada como hospital. Eso me salvó. La persona que
entraba a aquel lugar no salía más. Por la mañana sacábamos todos los muertos.
Había mujeres que no estaban todavía muertas. Moribundas. Pero tenían parte del cuerpo
comido por las ratas".
Compromiso
con los muertos
"Esto nunca debe ser olvidado. Se lo debemos a
todos estos millones de personas que murieron, entre ellos mi padre y mi madre.
Deseo que nadie nunca, nunca, tenga que pasar por lo mismo. La única cura es
hablar de ello y enseñar. Los libros de Historia no son suficientes. Nuestra
historia debe ir de boca en boca", asegura Fried.
"Tras el Holocausto nadie sabía qué hacer con
nosotros", cuenta Cabelli. "Como no tenía papeles y no quería volver
a Grecia, me inventé que era francesa. Los rusos nos dejaron pasar al lado
aliado a cambio de comida y viajamos en un viejo Citröen sin gasolina tirado por un caballo
cojo. Cuando los americanos vieron llegar a esos espectros
dentro del coche no podían creérselo. Nos metieron en un camión con destino a
París y nos juntaron a todos en el hotel Lutetia. Allí nos recuperamos poco a
poco de la desnutrición y las enfermedades. Y volvimos a la vida".
Descarnado recado de Àngels Barceló
a la Iglesia Católica en plena cumbre sobre las violaciones a menores.
No sirve solo pedir perdón
No sabemos
qué conclusiones saldrán de la cumbre sobre abusos dentro de la Iglesia, que ha
empezado hoy en Roma. Pero, de momento, está sirviendo para que mucha gente
abra los ojos. Los testimonios de las víctimas, que haciendo un enorme
esfuerzo, cuentan su sufrimiento, los abusos, las violaciones pero también cómo
la Iglesia intentó silenciarlos, cómo protegió siempre a los abusadores. Hemos
oído solo a unos cuantos, desconocemos la verdadera dimensión de este drama,
que, en nuestro caso, la Iglesia española ha ignorado voluntariamente, cuando
no protegiendo a los curas acusados. Algo que no han hecho Iglesias de otros
países.
Solo en los
últimos días ha hecho algún movimiento para aparentar que llegaba a Roma con
los deberes hechos, pero no se deduce, de su actitud hasta ahora, ninguna
voluntad ni de reconocimiento, ni de condena, ni de reparación a las víctimas.
Cada historia es un horror. El sufrimiento de la víctima por el abuso y, sobre
todo, la soledad en la que se han sentido durante tanto tiempo, primero
sintiéndose culpables, sin querer compartir lo que pasaba, y el que se atrevía
a dar el paso la incredulidad o el chantaje como respuesta.
De la cumbre
de Roma debe salir un compromiso firme de la Iglesia para revisar su pasado,
para obligar a las diócesis que se resisten a hacer su trabajo, a investigar, a
denunciar, a acompañar y escuchar a las víctimas. Saber toda la verdad, y que
las víctimas que todavía guardan silencio se sientan tan arropadas, tan
comprendidas que hablen y cuenten y denuncien. Y que los abusadores rindan
cuentas ante la justicia ordinaria, la que juzga y condena este tipo de
crímenes. No sirve solo pedir perdón, eso que lo hagan en sus púlpitos, deben
responder ante la justicia como cualquier otro individuo que forma parte de la
sociedad a la que ellos también pertenecen. Si no es así no habrá servido de
nada.
Los recuerdos desdibujados por la represión franquista
El libro «Para hacerte saber mil cosas nuevas», que se
presenta este miércoles a las 18.00 horas en Puertollano, rescata la memoria de
4.000 ciudadrealeños ejecutados por la dictadura de Franco
«No
sé cómo empezar, pues soy analfabeta. En mi vida he tenido varios traumas. El
primero, haberme criado sin padre; y, el segundo, no haber podido estudiar por
falta de medios económicos». Así comienza el relato de las memorias de Mercedes
Velasco Pedrero escritas por su hija Paloma Rivero Velasco, nieta de Maximiliano Velasco Sánchez,
uno de los 4.000 ciudadrealeños que se llevó por delante la represión
franquista y que fue condenado a pena de muerte por garrote vil
en 1942 por el delito de «adhesión a la rebelión tras un juicio sumarísimo»,
como en otros muchos casos.
El único
recuerdo de su padre que guarda Mercedes son los tres años que pasó con él bajo
la cama de su hogar, escondidos siendo inocentes y sin poder llamarlo papá,
«sólo chache Maxi», para que nadie sospechara, cuenta a ABC Paloma. Así, hasta
que alguien lo delató, se lo llevaron a la cárcel de Ciudad Real y ya jamás lo
volvió a ver. «En prisión -relata- fue el único sitio donde lo pudo llamar por
su nombre, pero ya no pudo besarlo ni abrazarlo».
Esta y
otras historias son las que rescata del olvido el libro «Para hacerte saber mil
cosas nuevas», editado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia
(UNED) en colaboración con la Diputación de Ciudad Real. El origen de este
trabajo está en una investigación iniciada en el año 2000 por el grupo que se
llamó entonces «Todos los nombres de la represión de posguerra en Ciudad Real»,
dentro del departamento de Antropología de la universidad, bajo la dirección de
María García Alonso.
El proyecto continuó en el tiempo sin recursos económicos hasta que en 2017 la Diputación de Ciudad
Real se implicó para crear «Mapas de memoria», dirigido por el
catedrático Julián López García, también del departamento de Antropología de la UNED. «Este
último impulso es el que ha posibilitado terminar una investigación que se
inició hace más de diez años», señala a ABC Jorge Moreno, uno de los
antropólogos participantes en este trabajo.
Ahora, todo este trabajo, que
recoge las historias, la documentación de archivos y materiales que los
represaliados enviaban desde la cárcel -fotografías, cartas y poemas-, sale a
la luz en forma de libro, bajo el título «Para hacerte saber mil cosas nuevas»,
prologado por el conocido hispanista Ian Gibson. Una obra que, tras el éxito de
su primera presentación el 3 de noviembre en Ciudad Real ante más de mil
personas, ahora se presentó en Puertollano.
Maximiliano Velasco Sánchez, con su mujer y dos de
sus hijos- Paloma Rivero
Una de esas asistentes al acto de presentación fue Paloma, que es una de las que cuenta además en el libro el
testimonio de su progenitora, Mercedes, y la historia de su abuelo Maximiliano
Velasco. Los recuerdos de esta mujer son los de una vida escuchando a una madre
que no podía olvidar que con tres años le arrebataron a su padre injustamente.
La historia de Maximiliano comienza con un matrimonio normal, acomodado gracias
a la tienda de comestibles que tenían en Ciudad Real y en la que compraba todo
el mundo. Pero, cuando estalló la Guerra Civil, todo cambió: los jornaleros no
tenían trabajo y él les daba de comer.
Según
narra su nieta, «la injusticia que vio le llevó a adquirir un posicionamiento
que no gustaba a las clases pudientes y al clero, que dejaron de ir a la tienda
del 'rojo', por lo que comenzó a arruinarse. Cuando ya no pudo más, se fue de
voluntario a la guerra sin despedirse siquiera de su familia». Una herida por
disparo lo dejó cojo e hizo que regresara antes de lo previsto a su hogar,
donde no le quedó más remedio que esconderse durante tres años, tras los cuales
fue delatado por el casero de su piso y entró en prisión, donde murió por
garrote vil.
Los restos de Maximilliano yacen
en una fosa común en el cementerio de Ciudad Real, donde los
investigadores creen que podría haber hasta 1.000 represaliados
del franquismo. Ahora, el nombre de la inmensa mayoría de ellos ocupa un lugar
en la memoria colectiva gracias a este libro, que recoge estos testimonios.
«Con este trabajo -señala Jorge Moreno-, lo que se ha pretendido y se ha
conseguido es, por un lado, saber cuantitativamente casi todos los nombres y
apellidos de las víctimas. Y, por otro lado, conocer cómo, dónde y cuándo
murieron, su estado civil, su profesión o su ideología».
«Tenían la necesidad de contar sus
testimonios»
El
antropólogo de la UNED, y uno de los autores del libro, resalta el arduo
trabajo de campo llevado a cabo durante varios años, recorriendo pueblo a
pueblo de la provincia de Ciudad Real, analizando todos los registros de
defunción, los registros penitenciarios y el archivo militar para ver los
juicios llenos de irregularidades por los que se sentenció a pena de muerte a
los represaliados del franquismo. Pero, sobre todo, Jorge Moreno destaca el
trabajo directo con los familiares de esas personas que, a su juicio, «tenían
la necesidad de contar sus testimonios».
Vintila y Fidela Vera, junto a la fotografía de
sus padres y tíos asesinados - Jorge Moreno Andrés
Entre ellos, destacan
personalidades de toda índole y de varias profesiones liberales de la
provincia, cuya labor ha salido a la luz, en algunos casos, gracias a este
trabajo. Uno de ellos es el poeta de Membrilla Jesús Menchén, más conocido por
su pseudónimo Roger de Flor; o Luis Quirós Arias, escritor y político de
Izquierda Republicana en Tomelloso; José Carlos Infantes, uno de los líderes de
la revolución de 1934, y Fernando Piñuela, alcalde de Ciudad Real al principio
de la II República y también de Murcia.
«Espero que nuestro trabajo, aunque no sirva para cerrar heridas,
ayude a consolar a las familias y valga de homenaje a los 4.000 defensores de la
democracia que fueron víctimas del fascismo en la provincia de Ciudad Real.
Este reconocimiento, a pesar de que llega casi 80 años después, puede ayudar
porque las familias han vivido con ello de puertas adentro», afirma Jorge
Moreno.
«Un libro
puede parecer una cosa nimia, pero es muy importante a nivel emocional. Puede
ser uno de los pocos recuerdos que tengamos de nuestros familiares muertos, ya
que muchos no tienen ni siquiera una fotografía o un lugar donde llevar flores
a sus seres queridos», afirma Paloma Rivero Velasco, quien cree que «la sociedad
española ya está preparada para hablar de nuestro pasado y reconciliarnos con
él».
Recuerdos y más recuerdos
desdibujados son el nexo de unión que tienen todos estos familiares, quienes se
lamentan por no tener los restos de sus antepasados ni un lugar donde poder
llorarlos. Mientras tanto, Paloma Rivero Velasco quiere recordarlos a todos
ellos, como comienza la biografía de su abuelo Maximiliano, con unos versos de
Miguel Hernández: «Tristes guerras si no es el amor la empresa./Tristes armas si no
son las palabras./Tristes hombres si no mueren de amores».