Tellado cava fosas mientras Feijóo canta "me gusta la fruta":
así es el PP que aspira a gobernar España
El estilo que ha adoptado Feijóo bebe
directamente del "trumpismo": desinformación, victimismo,
ataques personales y deslegitimación constante del adversario
político
Miguel Angel Heredia
Díaz
9-9-25
ElPlural
El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo ha
entrado en una espiral preocupante. Ya no reflexiona, no propone, no
piensa en el país ni en su gente. Su única obsesión es alcanzar el
poder, a cualquier precio. Desde que no logró la mayoría suficiente
para gobernar, Feijóo no ha aceptado los resultados
electorales. Desde entonces, su partido se ha instalado en
el ruido, la crispación y la estrategia del bulo.
El PP ha dejado de ser una fuerza de gobierno responsable. Se ha
radicalizado, alejándose de cualquier propuesta útil para la
ciudadanía. Cada día parece más una grosera
copia de Vox y menos a una alternativa seria. En lugar de
ejercer una oposición constructiva, alimenta el enfrentamiento como
única estrategia.
El estilo que ha adoptado Feijóo bebe directamente del
“trumpismo”: desinformación, victimismo, ataques
personales y deslegitimación constante del adversario político.
Su admiración por Donald Trump es tan grande que ha llegado hasta a
aplaudir decisiones que perjudican directamente a España como la
implantación de los aranceles.
Este tipo de actitudes demuestran una peligrosa falta de sentido
de Estado. ¿Puede un líder que respalda medidas contrarias a los
intereses españoles aspirar a dirigir el país? ¿Puede alguien que
antepone su conexión ideológica con líderes ultraconservadores
extranjeros defender de verdad a las familias y empresas de nuestro
país?
Sin embargo, la escalada ha subido de gravedad este fin de semana.
Miguel Tellado, número dos del PP, afirmó lo siguiente: “Aquí
podemos empezar
a cavar la fosa donde reposarán los restos de un Gobierno que
nunca debió haber existido en nuestro país.”
No fue un error ni una frase improvisada. Fue un
mensaje político deliberado, pronunciado en un acto oficial
del partido y recibido entre aplausos. Una frase cargada de violencia
simbólica, una burla cruel a quienes siguen buscando a sus
familiares desaparecidos en fosas del franquismo. Una provocación
impropia de una democracia madura.
En España aún existen entre 2.500 y 4.000 fosas comunes con más
de 114.000 desaparecidos. Gracias a la Ley de Memoria Histórica se
han logrado algunos avances, pero la herida sigue abierta. Usar esa
realidad como arma política es una ofensa intolerable. Vox
lo hace habitualmente. Ahora, también el PP.
Tellado no es un verso suelto. Es el secretario general del
partido. No se trata de un militante exaltado, sino del número dos
del principal partido de la oposición. Y sus palabras, lejos de ser
condenadas, han sido silenciadas o respaldadas por su entorno. Ni una
rectificación, ni una disculpa. Solo más ruido y más
confrontación.
Feijóo no pedirá su dimisión. No lo hizo cuando Tellado utilizó
imágenes de víctimas del terrorismo para hacer propaganda, y no lo
hará ahora. Ambos comparten una misma estrategia: tensar
el debate público hasta límites insostenibles. Aunque eso
suponga banalizar el dolor, ofender a las víctimas o deteriorar la
convivencia democrática. La pregunta es inevitable: ¿cree el PP que
este camino destructivo le acercará al Gobierno? ¿Cree Feijóo que
con insultos y provocaciones puede construir un proyecto político
creíble?
La realidad es otra. Cuando Feijóo
eligió a Tellado y a otros dirigentes del mismo perfil, no
buscaba talento ni ideas. Buscaba altavoces del conflicto, agitadores
del odio, propagandistas del enfrentamiento. Eso es lo que ha
convertido hoy al PP: en una maquinaria de oposición tóxica, sin
propuestas ni soluciones.
La raíz del problema es clara: no aceptan que los
españoles les negaran la mayoría. No aceptan la
legitimidad del Gobierno. Y como las encuestas no les son favorables
y Vox sigue ganando terreno, han optado por extremar su discurso. En
lugar de hacer autocrítica, redoblan su estrategia de confrontación.
El caso Tellado no es una excepción, sino parte de una deriva más
amplia. En Andalucía, Moreno Bonilla ha eliminado cualquier
conmemoración institucional a las víctimas del franquismo. Ni un
acto, ni una palabra de respeto. El PP andaluz, que se vende como
moderado, también participa en esta desmemoria.
En los últimos días, hemos visto otras señales
preocupantes. Feijóo
decidió no acudir a la apertura del año judicial para
evitar coincidir con el fiscal general. Un gesto que rompe con la
tradición institucional y debilita el respeto a los poderes del
Estado. ¿Está el PP adoptando una actitud antisistema?
En paralelo, mientras evitaba al fiscal, Feijóo asistía a un
mitin donde Ayuso, con su habitual ambigüedad, aludía a los “amigos
de los narcos”. Dijo que no se refería a él, pero dejó la duda
sembrada. Poco después, el líder del PP comparó a
Pedro Sánchez con Franco. ¿Puede un partido fundado por
siete ministros franquistas dar lecciones de democracia?
Pero Feijóo no para. Es tan mediocre que le ha comprado el
discurso a Ayuso y ha publicado un vídeo en Instagram cantando en
un karaoke
con el rótulo: “Me gusta la fruta”. ¿De verdad alguien así
pretende ser presidente de España?
Las propuestas que plantea el PP, además, rayan en el absurdo.
Como la idea de convocar elecciones automáticamente si no se
aprueban los presupuestos. Una medida que no existe en casi ningún
país europeo, salvo en Estonia. Si Feijóo cree de verdad en ello,
podría empezar por aplicárselo a su barón Mañueco, que ha
prorrogado los presupuestos cinco veces en seis años.
Tampoco duda en respaldar a empresas como Ryanair frente a las
autoridades españolas, olvidando que fue el propio PP quien promovió
la reforma de tasas que ahora critican. En la gestión de
emergencias, su respuesta ha sido ineficaz: Mazón en la
DANA, Mañueco y Rueda en los incendios… puro caos.
Pero lo más delicado para el PP está por llegar. El otoño
traerá una cascada de sentencias judiciales sobre casos de
corrupción como Gürtel, Púnica, Kitchen y otros más de veinte
procesos abiertos. Además, está el caso Montoro que no es un caso
cualquiera. Representa un terremoto político de enormes
proporciones. Y por mucho que los medios conservadores traten de
ocultarlo, es grave. Muy grave.
El PP de Feijóo está dejando de ser un partido de Estado. Se ha
entregado al “trumpismo”, se ha subordinado a Vox y ha abandonado
cualquier responsabilidad institucional. Ya no ofrece soluciones.
Solo propaga insultos, bulos y declaraciones incendiarias como la de
“cavar la fosa del Gobierno”. Eso no es oposición, es una
deslealtad a la democracia.
Feijóo tiene dos caminos: cesar a Miguel Tellado y rechazar sus
palabras, o asumir que las comparte. Y si las comparte, entonces
queda claro que ni él ni su partido están en condiciones de
gobernar este país. España necesita una oposición seria,
constructiva, con propuestas. No una organización dedicada a sembrar
odio y degradar la vida democrática. Porque el odio nunca ha sido,
ni será, un proyecto de país.