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miércoles, 4 de marzo de 2015

Un pueblo andaluz borrado del mapa por las bombas franquistas

CIUDADAN@S
Un pueblo andaluz borrado del mapa por las bombas franquistas
MARÍA SERRANO / 4 Mar 2015
Juan León Moriche comenzó en el año 2012 a recopilar testimonios de uno de los episodios más duros de la Guerra Civil en Andalucía, la de los fusilados en el Marrufo. Tras una minuciosa investigación junto a sus familiares, Moriche estrenó el documental ‘La Sauceda. De la Utopía al Horror’ en el año 2013. El próximo 12 de marzo, en el marco de las Jornadas sobre componentes y proceso de una exhumación” de la Diputación de Sevilla, se podrá visionar la cinta a partir de las 19:00 horas.

En el Valle de La Sauceda, a finales de octubre de 1936, se vivió un ataque brutal al último pueblo republicano de la provincia de Cádiz, que sería destruido para siempre por las bombas franquistas. Solo en las primeras horas del ataque aéreo morirían 50 personas de los 800 que habitaban este municipio entre las provincias de Málaga y Cádiz. El horror y la miseria continuaron para los que quedaron vivos y con lo puesto. “El teniente franquista Robles ocupó la finca del Marrufo en esta zona, de siete mil hectáreas, para sembrarlo de muerte y fusilamiento durante aquel duro invierno” apunta el historiador Fernado Sígler.







‘QUEMARON LAS CHOZAS’
Juan Manuel Rodrigo es nieto de un desaparecido y recuerda cómo su abuela le contaba que tras el intenso bombardeo lo perdieron todo. Absolutamente todo. “Quemaron las chozas, se llevaron los muebles y el ganado hasta el cuartel general”, cuenta en el documental dirigido por Moriche. Al echarse al monte horas después y regresar a su pueblo, solo encontraron escombros. “No les quedó nada. Mi abuela tuvo la suerte de poder quedarse con su máquina de coser que escondería entre los cultivos de coles antes de la huida”.
Luis Garcés y su familia fueron de las pocas que se quedaron esperando la llegada del ejército franquista hasta el pueblo. “Mi padre no había hecho nada. No se había metido en política y nos quedamos tres familias sin movernos”. Al otro día, quemaron sus casas y llevaron al padre de Luis al claro del bosque para fusilarlo. Luis, hoy octogenario, no olvida los silbidos de bala a escasos metros de su casa. Tras la muerte de su padre fueron trasladados el pueblo cercano de Jimena.
MUEBLES, GANADO, ENSERES…
El investigador Carlos Perales afirma que en Alcalá de los Gazules, a 30 kilómetros de la zona, “comenzaron a llegar camiones y camiones” de todo lo que se había incautado en las casas de aquellos jornaleros. Muebles, ganado, herramientas, enseres, etc… Inés Pérez Rodríguez, nieta de uno de los desaparecidos en la Sauceda, afirma que su madre, “escondida aún en el bosque tras los bombardeos, vio pasar un camión del ejército con todos los muebles de su casa que se encontraba al lado de un riachuelo”.
A partir del mismo 1 de noviembre del 36 comenzó la represión y los fusilamientos de la desaparecida Sauceda. León Moriche apunta “que en esta zona no subo guerra, ya que no había igualdad de fuerzas entre los dos bandos. Solo mucha venganza e injusticia”. El teniente Robles ocuparía días antes de la entrada a La Sauceda, la finca del Marrufo, con el fin de llevar allí a los supervivientes del bombardeo. José Lobato es uno de aquellos niños que se trasladó a este lugar y recuerda “la orden que dio a todos los vecinos para que nos fuéramos al Marrufo y nos dijo que no lleváramos nada”. Lobato recuerda que “hombres, mujeres y chiquillos andaban por allí sueltos. Los hombres dormían en la calle y las mujeres y niños en la capilla con unas mantas e iban matando a gente poco a poco”.

FUSILES AL AMANECER
El historiador Fernando Sígler habla de que el teniente franquista elaboraba una lista con los fusilados cada noche. “Por la mañana los llamaba y los llevaba hasta la capilla”. Allí cavarían con palas su propia fosa, aunque “la matanza se realizaba a las claras del alba”, señala. Los del día siguiente cubrían de tierra y piedras los cuerpos sabiendo que eran los próximos en la lista.
Andrés Rebolledo, nieto de uno de los desaparecidos y presidente del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, califica de “horror” todos aquellos episodios que vivieron los suyos. “Lo que allí se tuvo que vivir tuvo que ser horroroso. No solo por temer por la propia vida, sino por los suyos, por los que dejaban en esas condiciones a hijos, a mujeres, etc. No se puede entender aquel odio, aquel enseñamiento brutal de unos seres humanos contra otros”.
El arqueólogo Jesús Román trabajó en la exhumación de la fosa donde se cree que fusilaron a 600 personas. “Desde el primer momento encontramos claras evidencias de una fuerte represión. Proyectiles, balas por todas partes y alambre alrededor de los huesos que mostraban cómo habían sido amarrados unos a otros como si se tratara de animales”. En aquel trabajo encontraron siete fosas y 28 cuerpos de aquellas víctimas del odio. La fosa tres resultó para Román “la más espeluznante por la colocación de los cuerpos. Seis de ellos están atados de pies y manos con disparos transversales”.
CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD
76 años después la asociación de familiares presentó ante los juzgados una denuncia por los hechos ocurridos, calificados como genocidio por “la falta sistemática de los derechos humanos y la violación de libertades”, destaca la abogada Rocío Mendoza. “Tenemos la esperanza de que en el Estado Español se cumpla el derecho internacional para que se reconozca todo lo que ocurrió. Además la desaparición de un poblado, un bombardeo indiscriminado a niños, mujeres y hombres son crímenes de lesa humanidad y no prescriben”.
La reconstrucción del antiguo cementerio de La Sauceda fue el último paso para rendir homenaje a aquellos hombres y mujeres que murieron en el Cortijo del Marrufo. Lo llamaron el Panteón de la Dignidad y en él descansan hoy los 28 cuerpos exhumados de las víctimas de un pueblo desparecido por las bombas.



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