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El programa 'Salvados' de LaSexta repasó en su edición de este domingo la
historia de Zaida Cantera, la capitán del Ejército que sufrió abusos sexuales
en el ejercicio de sus labores profesionales. El director del espacio, Jordi
Évole, había asegurado en días previos a su emisión que llegó a recibir presiones que
obligaron a retrasar la difusión del reportaje.
"Una vez dentro te das cuenta de que la sociedad tiene un
desconocimiento total de lo que son las Fuerzas Armadas: No sabéis nada, no
tenéis ni idea de lo que se sufre, ocurre o padece dentro del Ejército",
comienza explicando.
"El Ejército no es democrático. Cuando estás en la Academia y planteas
tu opinión te dicen que esto no es una democracia, que no seas sindicalista.
Que no estás aquí para pensar, sino para obedecer", relata.
"Cuando me presenté al Teniente Coronel, me identifiqué y me dijo que
venía como su secretaria, como esas de falda corta. No tenía ningún reparo a la
hora de mirarme. Invadía mi espacio personal. Me estaba acosando",
expresa.
"En Valladolid no se cortó ni un pelo, me tocó la pierna, intentó
meterme mano y delante además de una compañera. Me tocó la pierna y empezó a
subir. Pegué un respingo, aparté la silla y te quedas en blanco",
continúa.
"Si llega a pasar en la calle, le empujo. Pero los dos de uniforme, no
puedo. En el Ejército, si denuncias a alguien tiene toda la credibilidad el que
más rango tiene. Se establece el conducto reglamentario, que si tienes algo que
decir, se lo dices a tu superior. Si a mí me viola, tengo que ir a mi teniente
coronel y decirle que quiero tramitar una violencia de que me ha violado",
relata, antes de explicar que "cuando le dije que parara, me dijo que me
arrepentiría. Y entonces empezó el acoso laboral".
"Me veían como una desquiciada. Decían que había puesto la denuncia
porque no me habían dado una vacante. El teniente coronel tenía el respaldo de
grandes familias del Ejército y si yo decía algo se había acabado mi carrera. Y
yo disfrutaba con mi trabajo, me sentía pletórica. Y decía, si denuncias, vas a
perder esto, así que olvídate, espérate y deja que se marche", continúa.
"Aguanté más de lo que debiera. Demasiado", concluye su primer
relato.
"El acoso laboral llegó hasta tal punto de que nos cruzábamos por un
pasillo y me apuntaba a la cabeza. Me daba reprimendas públicas, decía que era
una inútil, me intentaba agredir... No es que tuviera fortaleza, es que tenía
impunidad", expresa, antes de añadir que "una de las mujeres que
plantó cara acabó fuera del Ejército, no la renovaron el contrato".
"Hicieron una pintada que ponía 'Zaida no vuelvas' y hubo un conato de
incendio que consiguieron apagar. Si no, yo hoy no estaría aquí. Y tras la
agresión yo presento la denuncia, a un juzgado militar, porque todo en el
Ejército va por la justicia militar", explica.
"Yo vuelvo y me dicen que me han quitado el mando. Ya no soy válida
para mandar la compañía. Me ponen a hacer funciones de carteo. Un día me dicen
que vaya a una reunión, me siento y le veo aparecer con pistola, que en las
bases los militares no podemos llevar pistola", agrega.
"Estamos privando de libertad a un soldado por llevar las botas
sucias, y a alguien que gira la cabeza cuando están acosando a uno de sus
soldados, no le pasa nada. Pues la próxima vez también mirará hacia otro
lado", comenta.
"A mí me llama un día mi abogado, me dice la sentencia, aparece al día
siguiente publicada en el periódico y lo primero que hacen a la mañana
siguiente es decirme que tengo prohibido salir de uniforme a hablar con la
prensa y mencionar al nombre del coronel. Eran de la misma promoción",
explica.
"La respuesta del ministro de Defensa es que si esto es cierto, debo
denunciar. El jefe del Estado mayor del Ejército, pasado un año, me dice que ha
abierto una investigación y no ha visto ninguna falta grave ni delito",
comenta, y "de repente recibo una denuncia por la falsificación de un
documento, un delito de deslealtad penado con tres años de prisión".
La representante de UPyD, Irene Lozano, una de las pocas políticas que se
volcó con el caso de Zaida, explicó que "el jefe del Estado mayor me llamó
para pedirme que lo dejara, que Zaida era una persona conflictiva, porque el
teniente era uno de los suyos".
"Es un cambalache y una chapuza, pero el general se ha ido de rositas.
Yo nunca le di lo que quería, la garantía de que no íbamos a seguir haciendo
ruido político", añade.
Zaida concluye con una última intervención. "Si consigo que algo
cambie, aunque sea poco, ya tiene sentido. Si consigo que se instale un
protocolo que proteja a las víctimas, ya tiene sentido. Los superiores han sido
premiados, todos. Yo sigo en el Ejército, de baja, porque tengo una invalidez
permanente. Si no puedo continuar siendo militar, acabaré fuera del
Ejército".
"Prefiero dejar el Ejército y ponerme en la cola del paro a vivir
arrodillada. Si quieren borregos, que no cuenten conmigo", agrega, antes
de concluir que "la decisión de dejar el Ejército es irrevocable, tengo
que asumir que estoy tocada. No es normal que tiemble cuando llega un
certificado a mi casa. Temo represalias, pero no les tengo miedo, ya no pueden
quitarme nada".
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