25-12-15
David
Torres
Público
El
obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha felicitado las fiestas a sus
feligreses una vez más deseando amor e incluso deseando sexo. Sexo productivo,
se entiende. El sexo es algo que preocupa sobremanera a los obispos, algunos ni
siquiera pueden quitárselo de la cabeza. Por eso, en su pastoral navideña,
Demetrio ha cargado contra la fecundación in
vitro, la ha calificado de “aquelarre químico de laboratorio” y ha instado
a los padres a abrazarse mucho y a los hijos a nacer del “abrazo amoroso de los
padres”. El abrazo no está mal para empezar pero de ahí difícilmente iba a
nacer un niño, aunque conviene no olvidar los manuales de obstetricia tan
extraños que maneja esta gente.
“Todo
tipo de fecundación artificial rompe la armonía de la creación” ha explicado el
obispo, sin caer en la cuenta de que la concepción de Jesús, tal y como se
relata en sus libros sagrados, muy natural no parece. Creativa, sí, mucho. A la
fecundación in vitro,
aquelarre químico e invento de Satanás, se opone la fecundación avícola, la
inseminación a base de palomas y espíritu santo. Sin embargo, a estas alturas
del partido, es del dominio público que el dogma de la virginidad de la Virgen
María proviene de un error de traducción del hebreo al griego. En el original
hebreo la palabra con que se refieren a María es “ha-almah” que se traduce por
“joven” o “muchacha”, pero al traductor griego le pareció poca cosa y prefirió
escribir “parthenos”, que significa “virgen” o “doncella”. Como la palabra
hebrea correspondiente a virgen, “bethulah”, no aparece ni una sola vez en el
texto original, resulta que la iglesia lleva ya dos milenios arrastrando un
aquelarre filológico.
No
es la primera vez, ni será la última, que esta eminencia eclesiástica se mete
en casulla de once varas. En las navidades de 2011 montó el belén con el
anuncio de que la UNESCO tiene un plan para convertir en homosexual a la
mitad de la población mundial. No van a hacerlo a base de palomas. Según el
obispo Fernández se trataba de una estrategia a corto plazo: en unos veinte
años, gracias a lavados de cerebro que vayan inculcando la ideología de
género, el mundo habría alcanzado la paridad total: mitad homosexuales, mitad
heterosexuales. Da miedo pensarlo porque a la iglesia le llevó mucho más tiempo
convertir a la mitad de la población del planeta en cristianos, lo que, bien
mirado, resulta mucho más difícil.
Hace
tres años, sin cortarse un pelo, equiparó en una de sus pastorales navideñas el
asesinato de dos niños cordobeses, Ruth y José, con un aborto. En esto se
demostró seguidor acérrimo de Philip K. Dick, quien en uno de sus
escalofriantes relatos, Las
prepersonas, imaginaba una sociedad donde la fecha de interrupción del
embarazo se ampliaba hasta después del parto, en concreto, a los doce años, que
es aproximadamente la edad en que una mente adquiere la capacidad de comprender
el álgebra. Algunos ni a los doce ni a los sesenta y tres. Menudo ejemplo de
espíritu navideño decirle a un niño fruto del amor que es hijo de un aquelarre
sólo porque la medicina le ha ayudado a venir al mundo.
El Espíritu Santo embarazó a la Virgen María, de
común acuerdo con el casto José, y en la actualidad lo ha hecho con el Partido
Popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario