El señor Pedro
Sanchéz no conoce la historia del PSOE
Público
11-12-15
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
La pérdida del conocimiento de lo que pasó en la
historia reciente de España, desde la República hasta el golpe militar y la
dictadura que le siguió, ha tenido un coste político enorme, beneficiando a las
fuerzas conservadoras del país, herederas de las que realizaron el golpe
militar y dominaron uno de los Estados dictatoriales más represivos y
sangrientos que hayan existido en la Europa Occidental en el siglo XX (según el
profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia, experto en el fascismo
europeo, por cada asesinato que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil,
habiendo incluso hoy unas 120.000 personas desaparecidas por motivos políticos
de las que se desconoce su paradero).
La falta de recuperación de lo que se ha venido a
llamar la Memoria Histórica ha tenido como objetivo mantener una visión
tergiversada y manipulada de la historia de este país, que continúa
beneficiando primordialmente a las derechas, que comprensiblemente no quieren
que se conozca la historia verdadera de España.
El caso más reciente de este olvido histórico fue el
protagonizado por la máxima autoridad en el PSOE, el Sr. Pedro Sánchez, que en
el debate que tuvo lugar en La
Sexta (entre los tres
candidatos a la Presidencia de España -del PSOE, de Podemos y de Ciudadanos- y
la persona que sustituía al candidato ausente del PP) llegó a negar la
afirmación hecha por el candidato de Podemos, Pablo Iglesias, de que el PSOE
había apoyado el derecho a la autodeterminación de Catalunya (entre otras
naciones de España) durante la clandestinidad, en el periodo de lucha en contra
de la dictadura.
Tengo que asumir que el Sr. Pedro Sánchez no mentía,
pues para mentir hay que saber la verdad, y dudo que la conociera. No es
infrecuente encontrar lapsus de memoria entre los nuevos dirigentes de tal
partido.
Ahora bien, los que vivimos y luchamos en aquellos
tiempos lo recordamos vivamente. Es más, está escrito en los documentos del
PSOE. En fecha tan reciente como octubre de 1974, se leía en un documento
aprobado por el Congreso del PSOE en Suresnes, que “la definitiva solución
del problema de las nacionalidades y regiones que integran el Estado español
parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de
autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada
nacionalidad y región pueda determinar libremente las relaciones que va a
mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español” (Resolución sobre
nacionalidades y regiones). Y más tarde, en el 27 Congreso del PSOE en
diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido Socialista propugnará el
ejercicio libre del derecho a la autodeterminación por la totalidad de las
nacionalidades y regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado
federal que preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de autodeterminación”, manteniendo que “el análisis histórico nos
dice que en la actual coyuntura la lucha por la liberación de las
nacionalidades… no es opuesta, sino complementaria con el internacionalismo de
la clase trabajadora”.
Es
imposible escribir de una manera más clara el reconocimiento por parte del PSOE
del derecho a la autodeterminación para las regiones y naciones de España. Tal
derecho no es ni más ni menos que el derecho a decidir que la mayoría de la
población en Catalunya reclama hoy.
En realidad, no solo el PSOE, sino también el Partido
Comunista, los dos mayores partidos de izquierdas en España, habían defendido la visión
plurinacional y poliédrica de España, frente a la uninacional,
centralizada y radial característica del Estado borbónico, y que alcanzó su
máxima expresión durante la dictadura. Tal plurinacionalidad quedaría
garantizada por el derecho de los distintos pueblos y naciones de España a
decidir sobre el tipo de relación que deseen tener entre sí. Y, naturalmente,
este derecho a decidir incluía el derecho a escoger, siendo la independencia
una de las opciones.
Los falsos argumentos que utilizaron las derechas para
realizar el golpe militar de 1936
El golpe del Ejército se intentó justificar con
argumentos que carecían de credibilidad. Uno de ellos fue que la insurrección
de los nacionales (tal como se definieron ellos mismos) era necesaria para
salvar a la “patria” del comunismo. El Partido Comunista en 1936, sin embargo,
era un partido minúsculo.
No fue hasta más tarde (y debido al apoyo militar que
la Unión Soviética ofreció a la República) que la influencia de este partido
aumentó, jugando un papel heroico, y determinante más tarde, en la lucha contra
el golpe, y contra la dictadura, en la lucha antifascista. Pero durante el
periodo republicano hasta 1936, su influencia había sido muy menor.
El otro argumento que los golpistas y sus herederos
utilizaron (y que continúan utilizando hoy en día) fue que el golpe militar era
necesario para salvar “la unidad de España”. En realidad, lo que estaba
ocurriendo durante la República no era una división, sino una redefinición de
España, pues pocos estaban amenazando con su división.
El gobierno de la Generalitat, presidido por el
President Companys, no deseaba la separación de Catalunya de España, sino la
redefinición de España, reconociendo su plurinacionalidad y pidiendo no una
España radial, sino poliédrica, dentro de un orden federal. En contra de la
tergiversación histórica, el President Companys no era separatista, y es una
burda manipulación que el Sr. Artur Mas, Presidente en funciones de la
Generalitat, que ahora se presenta como separatista, intente presentarse como
el heredero político del President Companys, que no era independentista.
En realidad, fue el director de una revista basada,
por cierto, en Madrid, conocida como La
Nueva España. Apoyó al gobierno republicano situado en Madrid, alentando a
su resistencia frente a los golpistas, con el famoso eslogan: “Madrileños,
¡Catalunya os ama!”. Y cuando Madrid parecía que iba a sucumbir, ofreció
al gobierno republicano que instalara su sede en Barcelona.
Su compromiso con la libertad no solo de Catalunya,
sino de los otros pueblos y naciones de España, fue una constante, compromiso
que mostró en muchísimas ocasiones, siendo este compromiso conocido a lo largo
del territorio español, lo que fue causa de su gran popularidad entre las
clases populares de los distintos pueblos y naciones de España.
Cuando fue encarcelado por el gobierno de derechas,
acusándole erróneamente de ser independentista, las clases populares andaluzas
fueron a liberarle, a él y a los miembros de su gobierno encarcelados en Cádiz
y en Córdoba. En esta última ciudad, al salir de la cárcel, dio su famoso
discurso en el que declaró que él y su gobierno no eran separatistas (como las
derechas le acusaban), pues él luchaba por otra España, por la libertad de
todos sus pueblos y naciones, y no solo de Catalunya. Y su discurso terminó con
un “Visca Andalusia i Visca la República!”, a lo cual la plaza llena a rebosar
respondió con un “¡Viva Catalunya!”. Y cuando cogió el tren que le llevaría a
Barcelona, tuvo que interrumpir el viaje en muchas ciudades del itinerario para
responder a las multitudes que le aplaudieron con gran entusiasmo.
Este era el espíritu de aquella nueva España
republicana, policéntrica y plural que las izquierdas deseaban, frente a la
España jacobina, radial y uninacional característica del Estado monárquico
borbónico que había dominado la historia de España. El golpe militar fue la
defensa de esta visión borbónica frente a la visión popular republicana, a la
cual consideró como la anti España cuando, en realidad, representaba la defensa
de la España plurinacional.
¿Por qué el PSOE abandonó su compromiso con la
plurinacionalidad y con el derecho de autodeterminación
El PSOE nunca ha explicado por qué este abandonó un
elemento clave de su programa. La razón de este silencio ensordecedor no fue
otra que la orden que recibieron los diseñadores de la Constitución española por parte del
Estado Mayor del Ejército (del mismo Ejército que realizó el golpe militar),
orden que fue transmitida por el Monarca, que les recordó que la victoria de su
bando en la Guerra Civil exigía que se mantuviera la visión uninacional de
España, cuya unidad estaría garantizada por el Ejército.
Los famosos artículos 2 y 8 de la Constitución fueron
impuestos por el Ejército y por el Monarca, escribiendo en piedra en la
Constitución borbónica las reglas de un régimen político uninacional que
imposibilita, como bien ha indicado un constitucionalista, el Sr. Javier Pérez
Royo, el desarrollo de una estructura federal.
El silencio ensordecedor del PSOE frente a esta
realidad fue un indicador de su adaptación a esta nueva situación,
incorporándose, como el segundo partido del país, a la estructura del Estado,
colaborando en el desarrollo de un sistema electoral muy poco proporcional,
sesgado a favor del bipartidismo, que ha sido imperante durante estos años de
democracia vigilada (1978-2014).
La imposición de la uninacionalidad fue fruto del
enorme desequilibrio de fuerzas que existía en España en el momento de la
Transición, cuando las derechas –herederas de las que dirigieron el Estado
dictatorial- dominaban el aparato del Estado (que continúan dominando) y la
gran mayoría de medios de información, mientras que las izquierdas acababan de
salir de la clandestinidad y/o estaban en el exilio. Era imposible que un
proceso tan desequilibrado pudiera ser modélico y que el producto de tal
proceso pudiera también considerarse como modélico.
En realidad, tanto el proceso como el producto
distaban mucho de serlo. No hubo una ruptura, sino una adaptación al Estado
anterior, dando como consecuencia un Estado muy represivo, con escasa
conciencia social (incluso hoy España tiene uno de los gastos públicos sociales
más bajos de Europa), muy poco redistributivo, con pocos recursos, con unas
políticas fiscales muy regresivas, con un elevado fraude fiscal (concentrado en
las rentas superiores) y con una continuada corrupción, un Estado que sigue
imponiendo una visión uninacional de España. Definir este proceso como modélico
es carecer de capacidad crítica de una realidad que es claramente deficiente e
inmodélica.
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El agotamiento del Estado de la Transición
Las crisis económicas y financieras, resultado de unas
políticas de austeridad impuestas a las clases populares de los distintos
pueblos y naciones de España por los sucesivos gobiernos españoles (sin que
tuvieran ningún mandato para ello), han afectado muy negativamente el bienestar
de tales poblaciones, acelerando el proceso de descrédito de las instituciones
representativas españolas que ya se había iniciado antes de la crisis. Un
momento clave en este descrédito fue la aparición del movimiento 15-M, que se
extendió rápidamente por todo el territorio español.
Fue un movimiento contestatario frente al Estado
español, denunciando su carencia de representatividad, con su famoso eslogan “no
nos representan”, eslogan que traducía la visión ampliamente extendida en
la población española de que las llamadas “instituciones representativas” no la
representaban en realidad. Representaban a los intereses financieros y
económicos que estaban dañando a la población, y muy en particular a las clases
populares. Otros eslóganes como “nohay pan para tanto chorizo”
reflejaban también un amplio sentir popular de que la corrupción era parte
constituyente de aquel Estado, consecuencia de esta relación del poder
económico y financiero con el poder político.
Por otra parte, el libro Hay alternativas. Propuestas para
crear empleo y bienestar social en España, que Juan Torres, Alberto Garzón
y yo habíamos escrito, y que fue ampliamente utilizado por el 15-M, mostraba la
falsedad del argumento de que no había alternativas.
El 15-M, que fue un movimiento social de rebeldía
frente al Estado, al que definió correctamente como carente de sensibilidad
democrática, dio pie a toda una serie de intervenciones de carácter político,
transformándose en varios movimientos sociopolíticos, siendo Podemos uno de los
más conocidos. Otros fueron las Mareas, Barcelona en Comú, Ahora Madrid y un
largo etcétera, que aparecieron tanto en la periferia (como en Catalunya,
Galicia, País Vasco, Valencia, Islas Baleares, entre otros) como en el centro
(en el mismo Madrid). Todos estos movimientos son portavoces de otra España, de
la España plurinacional, policéntrica y republicana que fue reprimida durante
todos los años de la Transición.
Las elecciones municipales dieron pie a esta nueva
versión que exige otra visión de España, siendo las izquierdas las mayores
portadoras de este mensaje plurinacional. La revuelta social frente a un Estado
poco democrático coincide con la rebelión nacional frente al régimen borbónico,
lo que abre toda una serie de posibilidades. La respuesta de las derechas ha
sido su cerrazón, y a lo máximo que han llegado ha sido a la promoción de una
opción política –Ciudadanos-, cuya defensa de la unidad de España ha sido su
mayor leitmotiv, para defender el régimen borbónico tan desacreditado. El
binomio se ha transformado en un trinomio que intenta parar tanto la rebelión
social como la plurinacional, que están entrelazadas y que son a todas luces
imparables.
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