Por: Javier Coria. Fotos: Francesc Sans
Lunes, 30 de
noviembre de 2015
Revista RÅMBLA
Gregorio Morán presenta su último libro polémico, El precio de la Transición, una crónica de un periodo que ahora está de plena actualidad y que, a pesar delos años, sigue envuelto en tabúes y oscuridad.Conversamos con el autor en Barcelona, ciudad en la que reside.
La dictadura franquista ya no servía a
la base social y económica que la sustentaba.
El aislamiento internacional propio de
un régimen autárquico, el peso del Nacionalcatolicismo,
la Falange y las caducas estructuras del
Movimiento Nacional,
no beneficiaban las necesitarías reformas para modernizar el país, como exigían los sectores
económicos, nacionales y extranjeros, que fueron los verdaderos “motores del cambio”. Estas modernizacioneses democráticas erannecesarias para aumentar el
radio de acción del capitalismo y entrar en
la Comunidad Económica Europea y la OTAN. Adolfo Suárez, en
contra de lo que se dice,
no fue el “estratega” de
la Transición, sino su director táctico.
Los gobiernos presididos por Felipe González, desde las elecciones de
1982 donde su partido, el PSOE, obtuvo la mayoría absoluta con
el 48,11% de los votos y 202 diputados, hasta su última legislatura de
1996, contribuyeron arealizar esas reformas, empezando por reformar al propio partido, que se despojó de todo vestigio obrerista yrepublicano. Desde el Congreso de Suresnes (1974), donde el histórico dirigente Rodolfo Llopis dio paso en
la Secretaría General a Felipe González (Isidoro), y
con él a toda una nueva generación ajena al
exilio y
la Guerra Civil. El PSOE era casi inexistente como partido a
la muerte de Franco. Fue el Partido Social-Demócrata alemán (SPD) quienfinanció su implantación en España a partir de
1976. A los “cien años de honradez” de su eslogan,
contestaban
maliciosamente los comunistas con:
“Y cuarenta de vacaciones”.
En el 28ª Congreso se aceptó la economía de mercado, desprendiéndose de todo vestigio
marxista. Por cierto,
el primer punto de las “Resoluciones sobre
Nacionalidades y Regiones que componen el
Estado español”,
en
el congreso de Suresnes, reconocía el derecho a
la autodeterminación de dichas nacionalidades,
cosa que hoy niegan.
Sólo desde la izquierda oficial podían llevarse a cabo las medidas traumáticas que los mercados exigían a España paraentrar en
el concierto internacional y, sobre todo, para
garantizar la “paz social” que redujera la alta
“conflictividad
laboral”, como se decía en
la época. Esto se materializó en
los llamados Pactos de la Moncloa (1977), que firmaron las
centrales
sindicales UGT y CCOO,
el gobierno de Adolfo Suárez y
los partidos del arco parlamentario, desde el PSOE, PCE,PNV y CiU, hasta la Alianza Popular
de Manuel Fraga, entre otros. Aunque se
nos presentó como la
mayor conquistaobrera del siglo XX, entre otras cosas se reconoció el despido libre,
la congelación salarial y
los aumentos acelerados de productividad.
La reestructuración del tejido industrial español, que supuso tres millones de parados, sólo la podía hacerun partido como el PSOE; como los billones de
pesetas que fueron a parar a
la banca para su necesaria modernización.Claro que para hacer comulgar con ruedas de molino a
la sociedad española, ansiosa de una
transformación
democrática, se tuvieron que conceder
a cambio las libertades de reunión, asociación y organización.
Se despenalizó el adulterio y el amancebamiento (!), y
se suprimió la censura previa. Contesta Gregorio
Morán.
¿Qué precio tuvimos que pagar por la Transición?
Ahora, en
los últimos meses,
he empezado a pensar que quizá hubiera sido una buena idea
titular al libro: “El precio y la leyenda de
la Transición”. La conversión de
la Transición en una especie de curiosa leyenda…
Heroica, seráfica ¿no?
Sí, sí, donde todo el mundo queda bien… desde el rey como “el
motor del cambio”, Carrillo, demócrata eterno, Fraga, no digamos, Suárez…, todos,
y Felipe González,
un chico que empezaba pero que prometía
mucho.
Los medios decomunicación se comportaron maravillosamente bien, entendiendo su papel, así nos fue… Cuando yo saqué este libro en
1991, las reacciones fueron brutales.
Salvo algunas personas, sobre todo en
Barcelona, las reacciones, como digo, fueron
brutales, especialmente en
Madrid. Hasta hubo un personaje que dijo que gente como yo debería vivir fuera deEspaña, que ahora es de
los que más critica los pactos de
la Transición. Trabaja en tertulias,
un tal Antonio que escribíacon seudónimo, uno de éstos…, entonces había menos tertulianos y más columnistas,
se ganaba más dinero.
(La edición de
1991 fue publicada por Planeta y, como
reconoce el autor, hubo censura, suprimiéndose los párrafos
referentes al rey Juan Carlos, que hoy se recuperan en
la edición de Akal de 2015. El “tal Antonio”
al que se refiere Morán no es otro que Antonio Papell, que
firmaba sus columnas con
el seudónimo de “Pedro Villalar”. En 1991, Papell era miembro del consejo editorial
y articulista del grupo Vocento. Durante la
Transición fue director
general en el Ministerio de Cultura con Pío Cabanillas,
y asesor de Joaquín Garrigues Walker, Josep Melià y Adolfo Suárez.)
El precio que pagamos por la Transición es
sobre todo el creernos una mentira,
y eso tiene siempre un precio. Y luego que esto nos desarmó.
Hay un ejemplo que cito siempre cuando se
dice que todos estábamos contentos con
la Transición y dispuestos a defenderla cómo fuera…, pues
no señor, ahí tenemos el intento de golpe de
estado del
23F, para demostrar justamente lo contrario. Nadie salió a
la calle,
y estábamos todos en nuestras casas esperando que el reyhablara y
la cosa se alargaba, se alargaba, ponían películas, música… Esto es una prueba incontestable que la Transición
no
tomó arraigo entre la gente. Fue mucha más
activa la protesta y
la indignación respecto a determinados
atentados terroristas, que sí movieron a
la población, que la respuesta al 23 F, en
el que indudable nos jugábamos la democracia.
¿Hasta qué punto el miedo condicionó la
Transición?
Absolutamente.
El miedo es un elemento clave en
la Transición.
Los hijos del franquismo estábamos acojonados.
¿Y sigue ese miedo, por eso es tan incómodo para algunos hablar de esa época?
Sigue el miedo con otras características.
Los cuarenta años de franquismo, y
de represión, fueron un peso tan enorme que lo que todo el mundo quería, sobre todo,
era salir de aquella situación. No volver atrás.
¿De la
forma que fuera?
De la
forma que fuera.
Bien, cuanto más bien nos saliera, mejor, pero
sin demasiadas exigencias.
El miedo fue uncondicionante decisivo. Cuando se desmantela la posibilidad de
la ruptura, para la que no había condiciones y
debatirlo ahora sería como hablar del sexo de
los ángeles,
se plantea quién puede hacer política desde la
izquierda que no fuera elPCE, pues el PSOE,
que además se convirtió en una oficina de
reclutamiento, todo el mundo entraba en
el PSOE. Hasta los partidos a
la izquierda del PCE, sobre todo después de
la intentona golpista del 23 F, entraron en
el PSOE a la velocidad del rayo; como el PT, la
ORT, etc. En las lecciones de octubre de
1982, consigue la mayoría absoluta con diez millones de votos.
Era
la primera vez que había un ansia popular
de cambio absoluto. Había que vivirlo, yo lo
hice, aunque voté en blanco,
mi confianza en el PSOE y nada, era todo uno.
No analizo lo que pasó después, pero la imagen de
ruptura, de cambio de octubre del
82, fue impresionante. Además se daba la
paradoja que, por ejemplo,
el PSUC que era
el partido más joven que se presentaba a las
elecciones, tenía los candidatos más viejos,
y el partido que aparentemente tenía que ser más viejo, que era
el PSOE, pues tenía los candidatos más jóvenes. Pero duró,
lo que duró, luego vino el desmantelamiento de las asociaciones de
vecinos y movimientos sociales…
Cuando se estaba tratando el asunto de
las autonomías en
la Constitución… ¿Es verdad qué los militares estaban al otro lado de
la puerta, sea ésta real o metafórica?
Esto forma parte de
le leyenda. Al principio, cuandoempezaron las primeras negociaciones sobre los estatutos de Euskadi y Catalunya, decir que con Catalunya no
había ningún problema. Los problemas empezaron a surgir apartir de las
primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Esta es la historia de verdad, y no la otra. En el Estatuto de Euskadi, sí había unas
había ningún problema. Los problemas empezaron a surgir apartir de las
primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Esta es la historia de verdad, y no la otra. En el Estatuto de Euskadi, sí había unas
disposiciones que
si hicieron…, claro,
Franco siguiendo la tradición delcarlismo había
concedido los fueros, que se negociaron
con algunos problemas pero se negociaron (los restos forales de las provincias vascas de Guipúzcoa y Vizcaya fueron suprimidos durante el franquismo por
concedido los fueros, que se negociaron
con algunos problemas pero se negociaron (los restos forales de las provincias vascas de Guipúzcoa y Vizcaya fueron suprimidos durante el franquismo por
considerar el
régimen que estas provincias no
“auxiliaron el alzamiento”,
manteniéndose los derechos forales en Álava y la comunidad autónoma de Navarra).
El caso de Catalunya era
un problema más, esto sí que era gravísimo por la implantación de las izquierdas. Pero entre la izquierda,
nadie, nadie, nadie pensaba en
la Generalitat para nada.
La gran manifestación de febrero de 1976, en
Barcelona, se hace al grito de: "Llibertat, Amnistía i
Estatutd'Autonomia".
El redescubrimiento de
la Generalitat lo hacen una serie deempresarios catalanes, porque en
los panfletos del PSUC, Bandera Roja,
etc., ni siquiera del grupo de Jordi Pujol
tenían especial interés en la Generalitat. Y
Madrid, quetambién vio que la Generalitat era
una mina. Mandó al famoso militar * de
los servicios secretos a entrevistarse con Tarradellas en Saint
Martin-le-Beau (Francia) y luego el militar hizo un informe para Suárez
donde se ensalzaba la humildad en
la que vivía Tarradellas y su patriotismo. El
primer viaje que hace Tarradellas a España no
lo hace a Barcelona, lo hace a Madrid, que es donde están los que le dieron el poder. Todavía hay algún bobo por aquí que
dice que no
le perdonan que su primer viaje fuera a
Madrid. Es una idiotez, el poder se
lo han dado ellos, y no tú, les digo. Y
le dieron el poder en función de que la
izquierda había barrido en Catalunya. Eso era
para el ejército un problema.Catalunya era roja (al contrario que en
la mayoría de España, en Catalunya,
la fuerza más votada fue el PSC-PSOE con 15diputados,
el PSUC con ocho y ERC con uno.
El Pacte Democràtic de Jordi Pujol tuvo once
diputados.
La UCD de Suárez
obtuvo nueve diputados y
la Alianza Popular
de Fraga sacó un sólo diputado).
Cuando Tarradellas se entrevistó con
Suárez, éste le dijo que:
“en otra estancia de la Moncloa hay unos representantes del Estado Mayor que han
venido a preguntar qué hace usted en
Madrid”. ¿Qué les preocupaba a los militares?
A
los militares les inquietaba, por supuesto la
cuestión del separatismo,
y que los elementos que había dejado el
franquismo como símbolos se mantuvieran.
Bandera, himno y todo.
Y luego que no hubiera represalias, y
era una cosa muy curiosa, porque unos salían de las cárceles,
y los otros no habían entrado nunca.
A este juego se suman todos. Por ejemplo, Jordi Pujol,
antes de esta traca final que está viviendo ahora, decía que él había pedido para Catalunya un
estatuto como el que hay
en Euskadi. Esto es absolutamente mentira, porque conozco el asunto y
lo hablé hasta con él.Pujol se negó activamente a que Miquel Roca defendiera esa opción,
al contrario, parecía peligrosa y mala para Catalunya,
y lo había ofrecido Suárez. Por otro lado,
en Catalunya la derecha nunca tuvo partido,
manejó a la izquierda y a
los nacionalistas. Muchos de aquellos que estaban en
la izquierda durante la Transición, terminaron en CiU.
Y muchos de aquellos periodistas “progres”, hoy están en las tertulias más carcas de
la radio y televisión de
los obispos. Usted ha declarado que los padres de
la Transición eran absolutamente impresentables. ¿Póngame unos ejemplos?
Los personajes de
la Transición parece que no tuvieran pasado.
Pero sí,
lo ratifico, eran unos impresentables, aunque hubo alguno que hizo jugadas maravillosas, Miquel Roca, por ejemplo.
¿Eran unos impresentables?, pues sí. Yo siempre comparo esto como si fuera una partida de póquer, primero porque son muy pocas
manos las que jugaron a esto. En la Transición los jugadores fueron máximo diez,
y la clave estaba en seis,
los principales que todos conocemos. Yo hace mucho que no juego al póquer, pero se trata de poner dinero y cambiarlo por fichas,
y en función de las fichas que tienes vas jugando, pues algo parecido fue la
Transición. El dinero era el pasado, y
se proponía cambiar el pasado por fichas,
yasí se jugaba. Claro que las fichas no eran las mismas para todos, las que cambió Suárez,
Carrillo o Fraga, no eran iguales, cada uno tenía un número de fichas
más importante que otros. Pero cada uno de
ellos, de los jugadores y esto es muy importante,
renunciaba a su pasado. Que Suárez fuera, ni
más ni menos, miembro de la Secretaría del Movimiento, gobernador civil
en Ávila en 1968,
etc., pues nada, una casualidad (ironiza Morán)…
Manuel Fraga siempre fue un demócrata (sigue la ironía) que nunca
pudo exponer sus teorías… ¿Santiago Carrillo comunista?,
hombre no, vivió una época muy difícil,
la guerra fría…, y así con todos. Lo terrible,
y ahí está la cruz de
la Transición, es que cuando tú eres capaz de hacer esto… ¿A qué carajo no
eres capaz de renunciar?
La Transición es un modelo de la inconsecuencia, donde cada uno está en
la mesa
de juego en función de que ya no defiende lo
que defendía. Si usted es el secretario general
del PCE, y tiene una base militante enorme,
y renuncia a ello. O incluso se llega a aquel pacto divertidísimo,
digámoslo hoy, con Suárez, donde Carrillo le
dice: tú no te preocupes, si hay cualquier
conflicto laboral, tú me avisas y
lo frenamos. Primero que Santiago Carrillo
se estaba echando el farol histórico de su vida,
porque él no era capaz de frenar movimientos al margen o
en paralelo con el PCE,
e incluso dentro del propio partido.
El engrandecimiento de la figura de Suárez por parte de
la derecha, que fue la que lo liquidó, porque no fue la izquierda quien liquidó políticamentea
Suárez como se ha dicho,
se basa en algo que no tenía la derecha y que
Suárez sí,
era su valor físico, que está fuera de toda sospecha.
Lo demostró en el 23
F. Pero además la legalización del PCE fue un
acto de Adolfo Suárez, y no participónadie más. Luego se sumaron otros, cada uno con su propio plan.
La idea de que para las elecciones del 15
de junio de 1977 el PCE estuviera legalizado,
no es obra ni del rey, ni de Fraga, es de
Adolfo.
Y esa fue la razón por la que lo echaron.
Con el pasado que tenía,
le obligaba a ir más lejos, como le pasa ahora a Artur Mas en Catalunya.
O cuandoLluís Companys declaró la República Catalana y, dirigiéndose al
de al lado, le dijo: “ahora no dirán que no
soy un catalanista de pro”.
¿Por qué no
se habla de la corrupción en aquella época?
En
la primera etapa de
la Transición la corrupción fue muy leve,
salvo casos muy contados.
¿Por qué?, porque no había estructuras,
no había tradición, no había partidos.
Para que exista la corrupción hay un descubrimiento previo,
es descubrir que los partidos políticos son
carísimos, y no viven de
la cuota de sus militantes. Acordaros que el
caso más sonado de corrupción en
el PSOE fue Filesa.
Estaba el caso Flick, que era
la trama española de financiación ilegal de partidos de
la Fundación Friedrich Ebert (del alemán SPD), caso Roldán y Paesa, caso Juan
Guerra, caso SEAT, que pagó 175millones de
pesetas al PSOE, fondos reservados, el GAL, etc. ¿Y en
la época de Suárez?
Él no
lo necesitaba, ganó bastante dinero, y lo que no,
se lo regalaban. Como anécdota recuerdo los cinco mil corderos que
había vendido un cuñado de Suárez a Egipto. Después del caso Bárcenas,
con el “Luis resiste” de Rajoy, o lo de Rodrigo Rato, o lo
del Palau de aquí, Pujol, etc., pues lo de
los corderos es ridículo.
¿Y
el rey emérito?
La única persona que nunca dejó de hacer negocios, tras la muerte de
Franco, fue el rey Juan Carlos.
El rey tenía dos condiciones constitucionales, que era impune y
era inmune, cuando necesitaba algo,
lo pedía. Por ejemplo, cuando su barco Bribón se quedó anticuado,
tiene gracia el nombre, pues lo comentaba, y
el mensaje era recibido; sabían que tenían que comprar otro. Porque tenía la tradición del franquismo.
La primera etapa del franquismo, en cuanto a estos asuntos, está magníficamente
recogida en el trabajo de ÁngelViñas (La otra cara del Caudillo, ed. Crítica, Grupo Planeta). Pero Franco,
en general,
no necesitaba robar, sólo tenía que pedir las
cosas…
Claro, es como si robáramos en nuestra casa. Que necesitaba un pazo para veranear como el
de Meirás, pues allí estaban las autoridades franquistas coruñesas para regalárselo, previa
recaudación intimidatoria entre los vecinos de Sada.
Claro,
el rey pensaba que si el otro lo hizo, por qué no
lo iba a hacer él. Luego está el envanecimiento del rey durante laTransición.
Como todos lo consideraban, como dijo aquel hispanista, que era
el motor del cambio… no recuerdo el nombre,
lo conozco y es una buena persona, pero me temo que cuando escribió aquellos libros no tenía mucha idea, hoy
no lo haría… (Morán se refiere a
la biografía del rey Juan
Carlos, mejor hagiografía, que escribió el historiador
hispanoinglés -nació en Madrid, 1960- Charles T. Powell,
y que se titula El piloto del cambio).
Y claro, el rey pensó que si le consideraban así, había que cobrarlo.
Se hace trampa cuando se
nos dice que al votar la Constitución los españoles aceptaron la monarquía.
Pero la carta magna se encontró con
un hecho consumado y de obligada aceptación.
El país fue declarado monarquía con
la ley franquista de sucesión de 1947, y
la monarquía se restauró en 1975, a la muerte de
Franco, que dejó como su sucesor al Borbón.
La discusión sobre república o monarquía en
vísperas de las primeras elecciones democráticas o
del referéndum de la Constitución de 1978,
no tenía mucho sentido.
Era como discutir entre ruptura o reforma, eso
ya pertenecía al pasado.
Pero ahora se está poniendo en cuestión el
llamado régimen de 1978.
Ahora es otra cosa. Todos los movimientos que están surgiendo, para bien o para mal, nacen y
se desarrollan a partir de los nietos.
Los hijos del franquismo estábamos acojonados, salvo
un pequeño grupo de militantes aguerridos. Ahora
parece que todo el mundo militó, pero los que
estábamos en aquella pelea estábamos numerados. Yo recuerdo que en
una reunión del PCE en París, y
lo recordaré mientras viva,
se levantó un tipo y dijo que venía por Soria.
Todos nos levantamos emocionados y aplaudimos. ¡Joder!, había un comunista en Soria. Ahora en Soria
todos eran luchadores por la democracia durante el franquismo. Pero a
lo que iba, son los nietos, los de las cunetas, son
los nietos. Franco consiguió castrar nuestra generación, y
la de nuestros padres, durante cuarenta años. Por
eso hay interés en reducir el periodo franquista y ampliar el
de la Transición. Los padres engañaban a los hijos o
los nietos y justificaban elfranquismo, diciendo, bueno, empezamos a
comer, a vivir…, España salía de una situación de
miseria, desde 1936. Las elecciones democráticas de
1977, fueron un salto tan bestia como la
victoria del PSOE. Lo del
GAL fue un hecho puntual yte diría que poco
importante, si te lo explico con detalle.
El caso Lasa y Zabala y
la guerra sucia del Estado aún está por
aclarar y penalizar en su totalidad.
Sí, pero a
la ETA misma le afectó poquísimo, al contrario, la
reforzó. Pero
el gran ideólogo de aquella época fue Carlos
Solchaga, cuando dijo que España era “el país donde uno se puede hacer rico más
rápidamente”. Claro, que un ministro de economía te diga esto, es una
garantía. Las dos frases de
la historia son esta y la del inefable Eduardo
Zaplana del PP valenciano, cuando llamó a un
“amigo del alma”, como dicen ellos, y
le dijo aquello de “estoy en la política para forrarme”. Estas frases deberían estar grabadas en bronce.
Seguimos hablando con Gregorio Morán sobre
la violencia en el tardofranquismo, y
los archivos del Movimiento Nacional quemados en
Madrid y Barcelona, como metáfora de lo que fue la Transición… olvido, cadáveres en
los armarios, y en las cunetas. Más de dos
mil fosas comunes,
140.000 desaparecidos, torturadores sin juzgar, crímenes de lesa humanidadsin responsables.
¿Este es el precio de la Transición?
NOTA:
*(Al militar al que se refiere Morán era
al entonces teniente coronel Andrés Cassinello, que dirigía los servicios
secretos durante la Transición. Abundando en
lo que dice Morán,
la Assamblea de Catalunya, que agrupaba a diversos
grupos de la oposición moderada antifranquista, asumió el lema "Llibertat, Amnistía i Estatut d'Autonomia",
y no se hablaba de la restauración de
la Generalitat, aunque se puede pensar que una cosa llevaba a
la otra. El
plan para traer aTarradellas y restaurar la
Generalitat se empezó a urdir en el verano de
1976, nueve meses después de la muerte del dictador.
La idea se
le ocurrió al abogado y empresario catalán Manuel Ortínez i Mur, miembro de una
familia de empresarios textiles
de Igualada (Barcelona). Ortínez, que colaboró en
la administración del régimen franquista, fue director
del Banco de Bilbao, Banco Industrial de Catalunya,
etc. Desde 1955, mantuvo una estrecha relación con
el
President Tarradellas, que llegó a nombrarlo su secretario personal. Ortínez consiguió ayudas
económicas de los industriales algodoneros para sufragar los
primeros gastos de la Generalitat restaurada. En
un artículo de Enric Juliana en La Vanguardia,
de noviembre de
2013, titulado “La verdad Tarradellas”,
el periodista recoge una cita del libro de memorias de Ortínez: “La Monarquía no estaba consolidada. Conservaba la imagen de
heredera del franquismo. Establecer un vínculo entre una monarquía no asentada y
una institución no reconocida era el encaje para la transición democrática en
Catalunya (…) Que la Monarquía reconozca a
la Generalitat y la Generalitat reconocerá a
la Monarquía”. Tarradellas aceptó el planteamiento y
el mensaje fue enviado al recién
elegido presidente de gobierno Adolfo Suárez y
al rey Juan Carlos I.)
Gregorio Morán (Oviedo, 1947) es autor de
un puñado de libros fundamentales para interpretar la historia cultural
y política de la España contemporánea, desde Adolfo Suárez: historia de una ambición (1979),
pasando por Miseria y grandeza del Partido Comunista de España
1939-1985 (1986), El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la
cultura del franquismo (1998), Los españoles que dejaron de
serlo (2003), Adolfo Suárez: Ambición y destino (2009),
hasta El cura y los mandarines, su pluma mordaz e incisiva
constituye una referencia y un ejemplo de la labor crítica del periodismo.
Militó en la oposición antifranquista como miembro del Partido Comunista de
España, exiliándose en París en 1968. En 1977 abandona el Partido Comunista de
España, poco antes de su legalización. Como periodista ha colaborado con
diversos medios, entre los que cabe mencionar Opinión, Arreu, Diario
16 y La Gaceta del Norte, rotativa de la que fue director.
En la actualidad colabora en La Vanguardia, diario en el que
escribe una columna desde hace veinticinco años, titulada Sabatinas
Intempestivas.
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