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sábado, 19 de marzo de 2016

El PSOE de siempre, mientras Francia grita "Podemos"

El PSOE de siempre, mientras Francia grita “Podemos”
Público
19-3-16

François Ralle Andreoli
Asesor político y representante de los Franceses de España
El ruido de los medios mainstream nos quiere una vez más ahuyentar de lo esencial: la posibilidad de que un gran país como España pueda ejercer de palanca del cambio en una Europa asfixiada por la obtusa agenda ordo-liberal de Merkel y por la capitulación del vecino francés.
La semana pasada y de nuevo ayer, en las calles de Francia justamente, desfilaban cientos de miles de personas. Se movilizó desde las redes sociales, toda una marea de jóvenes, en contra de la última provocación de Hollande: una reforma del código del trabajo digna de los peores momentos de Sarkozy. Muchos de estos jóvenes gritaban “Podemos”, nous aussi (nosotros también) Podemos”, en referencia a España.

Por primera vez en décadas, las miradas se han girado hacia el sur, porque en España ha vuelto la ilusión y porque saben que aquí se juega mucho. Se juega mucho más que el futuro de los españoles, sino la posibilidad de que retroceda por fin la apisonadora neoliberal que ha tomado las riendas del continente. Podemos y las confluencias, gracias a una movilización popular en torno a la figura de Pablo Iglesias, pueden llegar a poner en jaque a esta Pax Europea que destroza derechos, amordaza resistencias, expulsa refugiados. En este choque de titanes, es normal que todo se mueva con violencia, que crujan los aparatos por dentro y por fuera, que prevalga el juego sucio mediático. No esperábamos otro guión.


Volvamos a lo esencial, más allá de la cortina mediática, de las encuestas re-cocinadas y de las tertulias mal intencionadas. Volvamos a lo que ha bloqueado y bloquea la posibilidad de un cambio social y ecológico que tanto necesita el país: el papel del Partido Socialista Obrero Español, su pacto con la derecha de siempre y, más importante aún, su actitud hacia Podemos.

El “pacto naranja” no ha sido un logro de “eficientes reformistas capaces de tender puentes” y posicionarse como “solventes dirigentes de gobierno”. No. Es la expresión del marco ideológico en el que se mueven los socio-liberales. Puede, como lo escribe Enric Juliana, que el ejemplo del fracaso del SPD haya llevado al PSOE a eliminar la opción de la Gran Coalición, ultima rendición de la histórica “social-democracia de la cogestión”. Pero pactar con Ciudadanos se inscribe en realidad en la continuidad de ese modelo alemán. De hecho, el panorama europeo nos da muchos ejemplos de esa complicidad de los edulcorados “social-liberales” con los conservadores. Gobiernan con la derecha en más de 10 países de la UE. Votan conjuntamente en Bruselas con conservadores y liberales, encadenando el proyecto europeo y su economía en el bloqueo actual. De tal manera que el pacto naranja, analizado desde una perspectiva internacional nos enseña que el PSOE no está imaginando nada más que más de lo mismo, nada que pueda ayudar a descarrilar la locomotora de la austeridad conducida por el comisario europeo Moscovici, ex-ministro “socialista” de Hollande que hizo campaña para Samaras, antes de arrodillar al gobierno progresista de Grecia.

Boaventura de Sousa sugiere que se perfila un cambio con la emergencia de un nuevo “pactismo” de las izquierdas, de una posible confluencia de fuerzas que quieran contrarrestar la maquinaria neoliberal. Coge como ejemplos el escenario portugués y el de algunas autonomías españolas. Esperemos que sea así, pero parece difícil extrapolar estas situaciones. El sentido de estado de Antonio Costa parece más una excepción que una tendencia nueva (y también se explica por la hábil presión del Bloco y del PCP). Pedro Sánchez buscó retratarse con Costa en enero, pero luego pactó con Rivera, sin haber hecho ningún gesto solvente hacia Podemos, un interlocutor sin embargo más sólido que la extrema izquierda portuguesa. Entre Costa, Corbyn y el “reformador liberal” Hollande, Sánchez, al final ha elegido el modelo del último.



La social-democracia tradicional busca(ba) reunir las condiciones políticas que puedan permitir un margen de maniobra real (el 0,7% del PIB de margen kenesiano que Costa ha arrancado a la UE, casi una revolución en la época de los hombres de negro ). Sin embargo, el nuevo socio-liberalismo solo gestiona con prudencia la parte de su mercado electoral y de sus apoyos económicos. No tiene visión de futuro, como no la tiene Hollande, salvo la de ser un “funcionario en estado de fusión orgánica con los intereses de los grandes empresarios” según la fórmula del economista Frédéric Lordon.

En el PSOE hay mucha gente que siente la necesidad de invertir con profundidad lo que ha hecho Rajoy (y en parte Zapatero), hay muchos social-demócratas, por lo menos al rededor de Pérez Tapias, pero no parece que el aparato del partido les escuche o les permita provocar una inflexión de la línea general.

El problema central está en esa deriva de los aparatos socio-liberales, en su manera de organizar el poder interno y de tratar a todo lo que pueda emerger fuera de ellos. Me pareció reveladora una confesión que me hizo hace poco un cuadro importante y con futuro del PSM. Me reconocía que en Ferraz muchos están convencidos de que todos estos “jóvenes” de Podemos en unos cuantos años o quizás mucho antes, acabaran en las propias filas del PSOE. Muchos dirigentes del PSOE, según sus propios códigos carreristas, solo conciben la política como un recambio de élites, y ven a las fuerzas emergentes como se ve al trepa recién llegado en busca de un mejor bonus y del puesto del jefe. Piensan que siempre se consigue acallar a los críticos y a los trepas fichándoles o con algún regalo y alguna promoción, como en el guión de Irene Lozano.

Por esa misma razón, el blanco general de las últimas ofensivas mediáticas es Podemos y la figura de Pablo Iglesias, elementos que no permiten que todo fluya como siempre, que no permiten que por miedo a nuevos comicios, por ansia de sillones de cuero por presión del IBEX 35 y de la comisión europea, todo siga igual.


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